Fic TWC de Melody Fliegen
Capítulo 19: Black & White (P.2)
By Bill
Terminé agotadísimo luego de que Tom me hubiese tocado hasta que decidimos volver a nuestro deber de pintar la pared que no habíamos rayado nosotros. Era injusto, pero si Tom me tocaba así no me importaba… pero ahora estaba jodidamente transpirado y sucio.
Nos dirigimos juntos a casa, en silencio absoluto, no nos gustaba hablarnos mucho luego de toqueteos… preferíamos dejarnos el habla para más adelante.
Los castigos ya no eran lo mismo. Siempre eran con Tom, sinónimo de siempre una buena sesión de excitación para ambos. Además tuvimos que soportar bastante tiempo juntos en el gimnasio, ¡todo el puto día metidos en ese lugar! De todos modos algo de bueno tenía, con Tom estábamos bien, eso me tranquilizaba.
Pero a la vez me “desesperaba”, ya que no podía evitar recordar el primer bloque en el que me ausenté… por William.
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Flash Back
Caminé rápidamente a la sala de música con mochila al hombro, prácticamente iba trotando para que no me pillara algún inspector, o peor aún, el director.
Luego de haber recibido la carta de William, quise averiguar rápidamente, me desesperaba él, y que me hubiese “invitado” a estar con él, era imposible de negar. Un modelo que me llamara… era impresionante, además no podía negar que ese chico algo provocaba en mi interior, la rosa que había recibido de él, algo tan romántico y hermoso sólo podía venir de alguien como William.
Nada que ver con Tom. Él… era muy distinto. Bruto, insensible, violento, con toques un poco obsesivos para conmigo. Totalmente contrario a William.
Eran, una rosa blanca sin espinas, y una rosa roja llena de espinas venenosas.
Abrí la puerta de la sala de música en completo silencio, y entré en ella casi sin aire, el ambiente era suave, una brisa entraba desde una pequeña ventana abierta de par en par. Respiré pausadamente, mirando de un lado a otro para encontrarme con mi amigo. Pero nada, ni siquiera un alma.
Unas manos me apresaron la cintura por detrás, y me apegaron a un cuerpo delgadísimo y musculoso. Sonreí temeroso, mientras cerraba suavemente los ojos.
—Pensé que no vendrías… —me susurró al oído.
—Tenía que… venir —su tacto me ponía nervioso, eran tan delicado y sutil, como si temiera romperme. Si supiera que casi todas las noches trataba con una bestia, no me tomaría de esa manera, me tomaría como una puta sin remedio. Sonreí levemente cuando me besó la mejilla.
—Feliz cumpleaños atrasado Bill. Te busqué en la fiesta, pero me enteré que te fuiste —abrí mis ojos. Apenas recordaba la fiesta, sabía que Andreas me había llevado a casa, pero nada más— supe que te embriagaste —se rió levemente, haciéndome sonrojar.
—Sí… no quería… pero…
—No necesito explicaciones, no son necesarias —me soltó suavemente y se acercó al piano que tenía nuestro colegio, lo cuidaban bastante— no tengo clases las dos primeras horas, ya sabes, por el modelaje tengo “privilegios”. Hoy vine por ti solamente. Pronto viajaré y no puedo irme sin… —calló y su rostro ensombreció, mi corazón dio un brinco bastante fuerte, casi creí que William podría haberlo oído. Pero no, se sentó frente al piano volviendo a retomar su sonrisa jovial y natural que hacía que su rostro se encendiera. Me invitó a sentarme a su lado, y no tardé en hacerlo sonriendo igual que él. Lo miré a los ojos celestes tan penetrantes que tenía.
—¿Sabes tocar? —me sonrió y cerró lo ojos.
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Puso sus largos y blancos dedos con suavidad en las teclas del piano, como si este fuera de frágil cristal, la belleza se rompería en un instante si erraba la fuerza de sus dedos.
El ambiente se tornó especial, todo se silenció, y la sala parecía pequeña cuando del piano salió una melodía que me obligó a cerrar los ojos en el primer acorde que emergió de sus entrañas. Me mordí el labio y me entregué al momento.
Cada cierto tiempo observaba las manos de William tocar las teclas, pasando de una escala a otra con tal rapidez que asombraba, la melodía se impregnaba en mi piel como si fuera parte de mí, como si hubiera nacido para ser escuchaba por mis oídos. El rostro de mi amigo era de intensa concentración, sus venas se marcaban azules en sus brazos, y sus ojos se habían tornado oscuros. Me brillaron los ojos antes esa visión.
Me sentía volar, nada podría sacarme de esa ensoñación tan impresionante. Mi cuerpo recibía choques eléctricos cada vez que una nota sonaba sensible.
Lo miré al rostro intensamente, y notándolo él, me sonrió de medio lado y sacó su lengua, sin salir del ritmo que llevaba en sus manos, balanceándose suavemente. Bajé la vista suavemente, sus expresiones me encantaban, tan sutiles pero tan hermosas, como una rosa aterciopelada y delicada, pero a la vez espinosa y fuerte, refulgente de poder.
Cuando escuché la última nota, abrí mis ojos encantado, había sido algo hermoso de sentir, de escuchar, de vivir en carne propia. Miré a mi compañero con mis orbes brillando como estrellas en las noches de Luna nueva. Me observó con una pequeña sonrisa, y me tomó de los hombros, parpadeando cada cierto tiempo. Bajé la vista.
Y unos labios se posaron en los míos, haciendo que mi vista se cerrara inmediatamente, siendo dominado por los besos de William. Me besaba con suavidad, como su mis labios fueran de un material suave y difícil de hallar, tanto que daba miedo malgastarlos.
Sabía perfectamente que no debería estar aceptándolo, que debería haberme separado, incluso haberlo golpeado por su inoportuno acto… pero mi interior no lo deseaba. Me había entregado totalmente a unas aparentes buenas manos.
Hasta que habló entre beso y beso.
—Me voy a Los Ángeles… —mis labios se quedaron estáticos sobre los de él, su perfume cítrico ingresó en mis narices— ven conmigo.
—Sí… vamos…
—¿De… verdad? —me mordió el labio y abrí mis ojos enormes.
Me separé de él, bajando la vista, nervioso y un poco cabizbajo. Lo que había dicho había salido impensado, me había guiado por la pasión. Pero ahora comprendía mis palabras, y no podía…
Cómo me gustaría haberle dicho que sí, que quería irme con él. Sobre todo porque mi corazón se había acelerado con sus labios sobre los míos, lo que sólo podía provocar Tom en mí, lo había logrado William… y eso me ponía nervioso.
No podía dejar a Tom, lo amaba sobre William, sobre mis amigos, hasta sobre mi propia vida. Él lograba dominarme con apenas algunas palabras, con unas pocas caricias ya no era yo. Así lo amaba, y aunque hubiese descubierto que mi atracción por William era correspondida, mi mente no podía evitar pensar en mi hermano, mi gemelo, mi vida entera.
—Perdóname… yo… no creo poder. Aquí está mi familia, mis amigos, aquí nací… viajar a los Ángeles sería… genial contigo, pero…
—No te preocupes, era una mera pregunta —su voz se apagó disimuladamente al decir esas palabras, realmente deseaba que me fuera con él. Pero… no podía, no así…
—Gracias por entender…
Y luego de ese pequeño momento incómodo, estuvimos jugando un rato en el piano, yo copiaba las notas del teclado con mi voz, y reíamos con soltura, como si nadie más en el mundo existiera, eso quería pensar mientras estaba con él… que todo era sencillo.
Otro momento que tenía claramente en mi mente, era cuando comenzó a comentar sobre mis dibujos, sobre mi arte. Él sabía que dibujaba porque lo comentaba mucho, de broma siempre le decía que quería dibujarlo… él ni siquiera sabía que tenía cuadernos llenos de su persona…
—Me gustaría que me dibujaras… —susurró sonriente.
—¿Yo? —no podía creerlo, mi modelo favorito me lo pedía personalmente. Era un sueño hecho realidad. Sonreí de oreja a oreja y me sonrojé
—¡Claro! —y salté un poco en mi asiento. Bromeando le dije— pero soy un artista exigente, me gustaría hacerte un desnudo.
—Bueno, acepto —Retrocedí con mi cabeza. Lo había dicho en broma, y él se lo había tomado en serio… me asusté— Bill, soy modelo, son gajes de oficio.
—Pero tú nunca has posado desnudo —conocía todas sus fotos, con ellas lo dibujaba.
—Es cierto, pero una vez no hace daño.
—Prefiero… máximo en ropa interior.
—¿Puede ser hoy? —dijo con una sonrisa.
—S… sí… —iría con Andreas un rato, pero luego me encontraría con él.
—En tu casa —asentí, no me molestaba para nada— a las seis —era buena hora. Volví a asentir— perfecto.
—Yo… ya te he dibujado —solté sin más. William me sonrió, incitándome a mostrárselo. De mi mochila extraje mi cuaderno de dibujos, y se la pasé a él, que comenzó a hojear la croquera lentamente, sonriendo con cada dibujo. No todos eran de él, era de mis bocetos, pero habían unos tres dibujos de él hechos a lápiz, con trazos suaves.
Luego de eso abracé mi cuaderno con ternura, eran mis pequeños tesoros.
Hablamos cosas amenas luego de esa última conversación, hasta que notamos que nuestra hora había pasado, quedaban cinco minutos para el recreo, y no era buena idea quedarnos ahí más tiempo.
Salimos riendo de la sala de música. Mala idea, el director estaba con sus manos en la espalda, mirándonos con las cejas alzadas, esperando explicaciones.
—Bill Kaulitz, no le basta con el hecho de estar castigado hoy…
—Fue mi culpa, señor Director.
William le dijo que él había pedido permiso para sacarme de clase porque necesitaba ayuda con unos dibujos. Mi amigo no era un excelente dibujante, pero tampoco era malo como él se catalogaba.
El director quiso ver mi cuaderno, pero no lo solté en todo el tiempo que estuve ahí, ni siquiera cuando me lo intentó quitar de las manos. El director me pidió que lo acompañara en un recorrido de vigilancia de pasillo en los cursos inferiores a modo de castigo. A William casi lo obligó a irse.
Nos dimos un beso en la mejilla antes que nuestros caminos se fueran a separar para encontrarse el mismo día a las seis de la tarde…
Fin Flash Back
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Caminaba en dirección a casa de mi mejor amigo Andreas, a horas de mi reencuentro con William, totalmente emocionado.
Con mi amigo conversaríamos un rato, todos los lunes iba a su casa o él venía a la mía para platicar, jugar, hacer tareas, conversar.
Éramos muy unidos. Y no lo romperíamos por nada en el mundo…
… al menos eso creí antes que, después de un par de temas simples y típicos de conversación, comenzara a hablarme de Tom.
—Él te va a hacer daño, no sé por qué sigues con él si…
—Ya, para ahí Andreas, no vine a discutir contigo de mi hermano…
—Pero él no es para ti, te va a hacer daño —iba a protestar…— escúchame por lo menos una vez en tu vida —…pero callé ante esas palabras—. Gracias.
—Ya, sigue —dije desinteresado. No quedaba mucho tiempo para que me fuera, y él quería sacar ese tema tan aburrido y monótono.
—Él no te quiere, te está usando —ya me tenía aburrido— siempre lo hace, él es de sexo de una noche, nada más que eso —lo miré a los ojos negando con la cabeza. Llevábamos más de dos años juntos, él no era así. Me tomó de los hombros notoriamente desesperado, y casi me gritó —en este momento está con otra persona, seguramente con la ramera de Chantelle, ¿por qué crees que están siempre juntos? —porque Tom era compasivo— Porque se la folla cada que puede. No, cada vez que quiere, porque nadie le da objeciones, si él quiere sexo, cualquier persona le sirve.
—No mientas Andreas —me puse de pie y me quité sus manos de mis hombros— si eso es todo lo que me tienes que decir… yo tengo que… —abrí el picaporte de su habitación, para salir de ella.
—¡YO ESTUVE CON ÉL! —me volteé a verlo a los ojos, alcé una ceja y comencé a reír descaradamente. ¿Cómo Tom podría haber estado con Andreas? Sonaba hasta… ridículo.
—Tú… con Tom… que buen chiste —al parecer se sintió algo ofendido ya que me estampó contra la puerta, enojado— auch… no soy de acero Andy.
—Tuve sexo con él y me dejó, lloré por días. Desde ahí que no lo puedo ni mirar, lo odio, es una mierda —abrí mis ojos a más no poder, ¿en serio había dicho eso? Estaba cayendo bajo.
—No sé qué es lo que quieres obtener… pero…
—¡BILL! —me quedé en silencio, dándole la libertad de hablar, aunque algo desinteresado— te va a hacer lo mismo. Van a tener sexo, nada de hacer el amor, sexo bruto, y después te va a dejar —hablaba serio. Una parte de mí me decía que le creyera a mi mejor amigo. Nos teníamos confianza incondicional, y eso nos hacía creer en el contrario casi a ojos cerrados. Pero cuando se hablaba de mi hermano, simplemente no le podía creer. Me comenzó a dar cólera.
—¡Deja de hablar mal de él y de inventarte historias idiotas! —lo empujé y abrí la puerta de su dormitorio. Sin dejarlo detenerme, salí de su casa gritando— ¡La próxima vez que hablemos procura volver a ser el Andreas que no miente!
—¡Vas a ver que no te miento Bill!
Escuché su grito antes de cerrar la puerta de entrada de un portazo.
Caminando rápidamente a casa trataba de calmarme, William llegaría en unos minutos, y no podía encontrarme cabreado. Me pediría explicaciones que no me gustaría dar.
Era primera vez que discutía con Andreas en toda nuestra amistad. ¡Pero no le creería! Tom me quería, yo lo sabía… estaba seguro de eso. Andreas sólo quería separarme de él, y no lo lograría, yo amaba a Tom, a la mierda los lazos de sangre o cualquier otra dificultad.
Pateé un par de cosas en la calle, notoriamente enojado, con las manos en los bolsillos y mi rostro ensombrecido por la rabia. Me molestaba, simplemente me molestaba, porque en el fondo algo me decía que no mentía, que Andreas nunca me mentía, pero yo no iba a creer eso. Tom… Tom no me engañaría, no me haría algo así, le daba todo lo que él quería… le preguntaría apenas llegara si era verdad o no, a él le creería.
Llegué a casa suspirando, mi rabia había bajado notoriamente al haberme liberado un poco en la calle. Ahora subiría a pedirle explicaciones a mi hermano, totalmente relajado, debía cuidar de no explotar… era lo más importante, sobre todo si me empezaba a provocar.
Abrí la puerta de entrada en silencio, y comencé a subir las escaleras lentamente… fue cuando escuché un sonido extraño, un… un gruñido y un sonidito agudo, desagradable para mis oídos. Noté que venía de la habitación de mi hermano cuando llegué totalmente al segundo piso.
Mamá y papá estaban trabajando ese día, no podía creer que soportaran trabajar juntos en el mismo trabajo, pero así era, ese día llegarían a las nueve de la noche.
Mi respiración se volvió algo agitada. Si era lo que pensaba…
Caminé hacia la habitación de mi hermano con cautela, cuidando de no hacer ruido. Para mala y buena suerte mía, no estaba trancada, por lo que asomé un poco mi rostro dentro de ella.
Se me formó un nudo en la garganta inmediato al ver la escena, dos cuerpos en la cama de mi hermano, Chantelle y él. Las voces, los gemidos que salían de sus gargantas…
—Tom… ah… sí…
—Chantelle… —gruñó suavemente.
—Oh, ¡Ah!
—Bill… —escuché que Tom susurraba mientras Chantelle seguía gimiendo como la puta que era. Me tapé la boca.
Sonreí inevitablemente. La verdad me había caído como un balde agua fría, como un bloque de acero en la cabeza. Creí que lloraría, pero no, no lloré.
Salí de ahí caminando silenciosamente, fui a mi habitación y mandé un mensaje a Andreas diciéndole: “Tenías razón”, y luego lo apagué, no quería que me llamara, ni que me dijera “te lo dije”. Nada por el estilo.
Luego caminé escaleras abajo con los gemidos de fondo de Chantelle, demasiado sonoros y desagradables, eran como chillidos de murciélagos, o de monos en celo… no lo sabía ni me interesaba.
Llegué a la puerta de salida, toqué el picaporte y apoyé mi frente en la madera fría. Una lágrima siguió a la otra a través de mis mejillas, y cayeron al suelo en cámara lenta. Apreté mis dientes para no tiritar. Mi corazón se había destrozado en más de mil pedacitos, y Tom los había echado a la basura riéndose.
Fue inevitable que comenzara a tiritar, pero me mordí el labio fuertemente para no comenzar a gritar, porque sabía que lo haría en cualquier momento si me descuidaba.
Me sentía débil, y no me gustaba sentirme así. Era… deplorable.
Abrí la puerta, quizás salir a caminar a la calle, con aire fresco, me tranquilizaría. Sabía que mi rostro estaba hecho un desastre, pero en ese momento no me importaba. Calculé que estuve casi diez minutos llorando apoyado en la puerta, no podía seguir así por él…
Di un paso luego de cerrar la puerta detrás de mí, y choqué con un cuerpo en el que me acogí inmediatamente.
Sabía quién era, llegaba con diez minutos adelantados, pero no me importó, sólo me agarré a su polera mientras él me rodeaba con sus brazos, dándome un calor corporal agradable. Me tarareó la canción de piano que había tocado ese día para mí mientras gritaba en su polera y lloraba descontrolado. Me abrazaba y hacía cariño en el cabello, no le interesaba que le apretara las ropas, que lo manchara con mis lágrimas. Sólo sentía su calidez envolverme dulcemente.
Entre sollozos lastimeros, levanté mi visión hacia sus ojos, y le susurré casi sin aire:
—Llévame contigo… llévame contigo lejos de aquí…
Continúa…
Gracias por la visita.