18 As The Lights Go Down

«As the lights go down» Temporada I

Capítulo 18

“Lo único que sabes es pensar en ti”

“Malcriado egoísta”

“Tú no sabes que es el dolor verdadero”

Todas esas palabras resonaban por su mente una y otra vez, no podía sacárselas de la cabeza, ni tampoco la vez cuando le dijo a su hermano que mejor no se reprodujera, con razón le había dado tremenda cachetada.

Intentaba distraerse, en este momento se encontraba sentado en la cama leyendo unos de los libros de autoayuda que le había recomendado la doctora Phelps, pero por más que lo intentara, no podía concentrarse.

“Y cuando encuentres la motivación para vivir…” – leyó

¿Por qué siempre hablaban de motivación? Esa fue una de las primeras cosas que le preguntó la doctora la primera vez que habló con ella.

– ¿Bien Tom y qué es lo que te motiva a cambiar? – preguntó la mujer 

– Mmm… – se quedó un rato en silencio mirando hacia el techo del consultorio – Mi hermano – contestó 

– ¿Por qué? – preguntó de nuevo

 – Le he hecho mucho daño – respondió – No quiero hacerle sufrir más, porque a pesar de todo… él me quiere…

¿Quererlo? ¿En realidad Bill lo quería? Días atrás no habría dudado del amor de su hermano, pero después de lo sucedido la noche anterior ya no estaba tan seguro, pero entonces ¿por qué estaba con él?  Estaba realmente confundido, no sabía ni que penar, lo único que sabía es que él si quería a su hermano.

Se sintió mal en ese momento, en todo el día no lo había visto y no sabía cómo estaba. Quizás su enojo ya se había pasado y ahora se sentía muy solo.

Respiró profundamente y se levantó de la cama con pesadez, salió de su habitación y fue a la del menor.  Estaba vacía con la cama deshecha, escuchó el sonido del agua de la ducha por lo que decidió sentarse en la cama para esperarlo, pero pasaron quince minutos y el pelinegro no salía, el agua se seguía escuchando y eso le asustó, tal vez le había pasado algo.

Caminó hasta la puerta del baño y llamó, pero no recibió respuesta alguna.  Abrió lentamente la puerta y se encontró con el moreno sentado debajo de la ducha, con la cabeza apoyada en sus rodillas, podía ver como su cuerpo se estremecía por lo que supo que estaba llorando.

Entró sigilosamente para no sobresaltar al menor y abrió la puerta de vidrio de la ducha, cerró la llave haciendo que su hermano levantara la cabeza y lo mirara con ojos llorosos.

– Tom – susurró

El mayor tomó una toalla que estaba sobre el inodoro y se arrodilló al lado de su gemelo, se la pasó por encima de los hombros y le ayudó a levantarse.

– Ven, no te vayas a enfermar – le dijo sacándole de la ducha – Vístete y ve a la cama, yo te prepararé  un té para que te calientes

Salió del baño dejando al menor solo para que se secara y vistiera, se puso un chándal gris y una camiseta negra vieja. Se miró al espejo por un momento y una mueca de disgusto se formó en su cara, mejor se fue a su cama como el mayor le había pedido.

Allí, sentado en el medio de ella esperaba que su hermano entrara de nuevo a la habitación.   Quería tenerlo a su lado, disculparse por las crueles palabras que le gritó el día anterior, quería estar entre sus brazos para encontrar el consuelo que solo él podría darle.

A los pocos minutos entraba su gemelo con una humeante taza de té en la mano, con una sonrisa se sentó a su lado y le tendió la taza.

– Ten cuidado, aún está caliente –  advirtió el guitarrista

– ¡Gracias, Tom! – susurró el moreno

– No es nada – le contestó con una débil sonrisa

El pelinegro tomó un sorbo de té y luego dejó la taza sobre su regazo, miró a su hermano y este tenía la mirada fija en la alfombra de la habitación, como si fuera lo más interesante del universo.

– Lamento lo que dije ayer – susurró el menor

– ¿Qué? – preguntó el otro arrugando el ceño

– Las cosas que dije ayer… no quería decirlas… solo me dejé llevar… me sentía frustrado, molesto… – dijo mientras rompía a llorar, se sentía muy mal consigo mismo

– ¡Hey, tranquilo! – le calmó el mayor abrazándole

– Es que dije cosas horribles, Tom – sollozaba contra el pecho de su hermano – No tenía por qué desquitarme contigo… tú no tienes la culpa de lo que sucede

Esa última frase hizo que dentro de Tom se extendiera una sensación de alivio, realmente pensaba que él había sido el culpable del aborto de su hermano.

– ¿No fui yo? – preguntó para confirmar su “inocencia”

Bill se separó de él para mirarlo – ¿Qué? – preguntó confundido

– Yo creí que… ¿acaso no fue mi culpa que tu bebé…? Ya sabes, te traté tan mal… – decía el mayor torpemente

Bill lo miró sin entender, pero luego de unos segundos rompió a llorar nuevamente, se tapó la cara con las manos asustando, cosa que asustó al otro sin saber por qué su hermano había reaccionado así.

– Bill… ¿acaso sí fue mi culpa? – preguntó al borde del llanto

El menor negó frenéticamente con la cabeza – Por supuesto que no, Tom – sollozó dejando ver su rostro – ¿Cómo puedes pensar eso?

– Bueno… yo… no sé – comenzó a decir – Fue lo primero que se me vino a la mente y luego… no querías ni verme así que yo creí que…

– Lo lamento tanto, Tom – se disculpó el moreno enredando sus brazos en el cuello del mayor – Jamás fue mi intención hacerte pensar eso

Tom correspondió el abrazo y respiró aliviado, al menos ahora podría dormir en paz sabiendo que no fue su culpa lo del aborto, pero aun así le preocupaba su hermano y no descansaría hasta devolverle la felicidad.

– Bill – le llamó, el menor no contestó pero cesó los sollozos – ¿En verdad no lo sabías? – preguntó, su hermano negó con la cabeza – ¿No lo sospechabas?

Bill se separó de él y luego de sorber por la nariz, habló – Lo sospeché, por los síntomas que tenía, pero no creí que pudiera estarlo… o sea, yo me cuido, Tom… así que era imposible, además creí que era estrés

– Ya veo… – suspiró Tom – ¿Cuánto… de cuánto estabas? – se atrevió a preguntar

– Tenía 8 semanas – contestó el moreno, vio cómo su hermano hacía los cálculos mentales y arrugaba el ceño – Fue una de las noches en las que estuvimos en la casa de Gareth, luego de la muerte de papá – dijo un poco avergonzado – Había pasado mucho tiempo desde la última vez y…

– No tienes que darme explicaciones de lo que haces – le interrumpió el guitarrista antes de que dijera algo más, no quería ni imaginarse que mientras él dormía, su hermano se había montado la fiesta en la habitación de al lado

El pelinegro asintió y le dio una tímida sonrisa, luego tomó otro poco de su té mientras veía como su gemelo pensaba en la siguiente pregunta, parecía vacilar y no encontrar las palabras adecuadas, pero la conexión, que había estado más activa que nunca, le hizo contestar antes de que el mayor la formulara.

– Sucedió hace dos años, en ese entonces vivía con Gareth en su piso – comenzó a relatar – Era un bebé planeado, ambos estábamos muy felices – hizo una pausa y dio otro sorbo de té – Todo iba bien,  el bebé estaba sano, pero una noche comencé a sentirme mal y tenía dolores en mi vientre, en la madrugada, él me llevó al hospital y efectivamente, estaba teniendo un aborto… estaba de dos meses y medio – finalizó

– Estabas tan joven – comentó Tom mientras procesaba todo lo que su hermano le contó

– Sí, pero me sentía listo para dar ese gran paso – sonrió el pelinegro débilmente

– ¿Supiste por qué sucedió? ¿La primera vez… y esta? – preguntó el mayor

Bill respiró profundamente y luego respondió – Aloinmunidad – al ver la cara de su hermano pudo saber que no entendió – Es una alteración del sistema inmunológico, básicamente mi cuerpo rechaza todo lo que no sea mío, todo lo que no lleve mis genes y como sabes, los genes de un bebé son cincuenta por ciento de un padre y cincuenta por ciento del otro

– ¿Entonces… nunca podrás? – preguntó Tom sintiendo lástima por el menor

Bill negó – Excepto que logre tener un hijo de mí mismo  – intentó bromear, pero por dentro eso le mataba

– Bill, lo siento tanto – dijo Tom

– No puedes tener todo en la vida – susurró el menor con gran tristeza

Tom pudo notar y sentir el gran dolor de su hermano, aunque intentara hacerle creer que se sentía mejor, sabía que no era verdad.

Una idea loca cruzó por su mente.  No podría darle un bebé a su hermano, pero sí podría darle algo “parecido” o al menos eso había hecho David una vez, cuando una de sus novias tuvo un aborto.

¿Podría funcionar con Bill, no?

– Bill, debo ir un momento al centro – dijo de repente el mayor – ¿Te importa si te dejo un momento?

– No, ve tranquilo – medio sonrió el menor

– ¿Estarás bien? – preguntó poniéndole una mano en la rodilla

– Sí, Tom – confirmó Bill – Estaré bien

– Traeré algo para cenar – sonrió poniéndose de pie – ¿Se te antoja algo?

– Algo liviano – respondió el pelinegro

– ¡Perfecto! – sonrió el mayor – Volveré pronto

– Conduce con cuidado – le pidió Bill

Tom asintió y se despidió de su hermano dándole un beso en la mejilla, salió de la habitación con una gran sonrisa dejando al pelinegro confundido.

Bill escuchó como arrancó el auto y se fue, dio los últimos tres sorbos a su té y dejó la taza en  la mesita de noche, tomó un libro que había dejado en ella y se dispuso a leer hasta que llegara su hermano mayor.

Por otro lado, Tom conducía alegremente por las calleras del centro, al parecer todo Berlín había decidido sacar el auto porque el tráfico era terrible, luego de unos minutos aparcaba su auto frente a su destino.

– “Tienda de mascotas” – leyó con una enorme sonrisa plasmada en el rostro

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Bill se encontraba leyendo muy concentrado, había perdido la noción del tiempo porque su libro estaba realmente interesante, escuchó el auto de Tom y luego como este desactivaba la alarma de la puerta principal, después de unos segundos escuchó como le llamaba.

– ¡Bill! – le llamaba con insistencia desde el salón

El pelinegro se levantó de la cama y salió de la habitación, caminó por el pasillo en el cual se topó a su hermano, este le pidió que cerrara los ojos y así lo hizo, el mayor le ayudó a bajar las escaleras y una vez en el segundo piso se alejó de él.

– ¿Los tienes bien cerrados? – preguntó Tom

– ¡Sí! – contestó el menor ansioso

– Bien – sonrió el otro yendo hacia el sofá donde había dejado su sorpresa – Ya puedes abrirlos

Bill abrió los ojos y por la sorpresa se llevó las manos a la boca, sin poder creer lo que veía.

– ¡Sorpresa! – sonrió el mayor

– Tom – susurró el pelinegro

El gemelo mayor cargaba en sus brazos un cachorrito, un bulldog inglés para ser más específicos, este llevaba un moño rojo atado en su cuello haciéndole ver aún más adorable.  El moreno se moría de ternura, una amplia sonrisa se formó en su rostro y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.

– ¿No te gustó? – preguntó Tom preocupado

– ¿Qué? ¡Pero si está hermoso! – sonrió Bill caminando hacia él para acariciar al perrito – Es una ternura

– Tómalo, es tuyo – dijo el mayor entregándoselo

– ¿Qué? – preguntó el menor incrédulo con su “regalo” en brazos – ¿Es en serio?

– ¡Por supuesto! – sonrió Tom

– Pero Tom, tú lo compraste – dijo Bill

– Sí, lo compré para ti – replicó

– Mejor que sea de ambos, será nuestro nuevo miembro de la familia – sonrió el moreno acurrucando al cachorro contra su pecho

Tom sonrió, había logrado que su hermano sonriera de nuevo, sabía que eso no sería suficiente, pero había comenzado bien.

– ¿Cuál es su nombre? – preguntó el menor dándole un beso en la frente al pequeñito

– Oh, pues en la tienda no me han dicho que tuviera alguno – dijo Tom – Debemos pensar en uno

– Mmm… – musitó el pelinegro pensativo – Jack, Franky, Rocco… Mmm, ya sé, eres gordo, lindo y dan ganas de apretarte ¿qué te parece Pumba?

– ¿Pumba? – rio el mayor – ¿Cómo le vas a poner Pumba? Mejor Simba

 Bill rodó los ojos y negó con la cabeza. Dejó al perrito en el suelo y ayudó al mayor a meter dentro de la casa todo lo que había comprado en la tienda de mascotas.  Una casita, una camita, un gran saco de comida para cachorro, tazones y juguetes, venían en el auto.  Luego de acomodar todo, cenaron la comida que había comprado cuando venía de camino, después decidieron subir a la habitación de Tom para acomodar la camita ahí, aprovecharon también para juguetear un rato con el “sin nombre”, cuando se cansaron se acostaron los tres en la cama dejando al perrito a los pies de esta.

– Es tan lindo – dijo Bill quien estaba bocabajo admirando al pequeño que dormía

– Sí – sonrió Tom – Es tan esponjocito y ronca como tractor – rio

– Bueno – bostezó el menor incorporándose en la cama – Creo que me iré a dormir yo también

Se levantó de la cama y de pronto sintió como  su hermano le detenía por la muñeca.

– Quédate – le pidió

– ¿Qué? – preguntó el moreno extrañado

– Como en los viejos tiempos ¿recuerdas? – sonrió Tom tiernamente

El menor sonrió y asintió, se metió nuevamente en la cama cubriéndose con la cobija que su hermano había levantado.  Se acomodó cuidadosamente para no despertar al cachorro y se colocó de lado para quedar de frente a su hermano.

– Debemos pensar en el nombre seriamente – comentó Tom en voz baja

– ¿Pensar? Yo ya he decidido, Pumba – dijo Bill con altivez

– ¡Claro que no! Simba – replicó el mayor

– Arreglemos esto como dos hombres adultos – propuso el menor seriamente – El que ríe primero pierde

– ¡Ok! – rio Tom, luego se puso serio – Vas a perder

– ¡Ja! Ya veremos – dijo el pelinegro – A la cuenta de 1, 2, 3…

Sus caras no demostraban expresión alguna, ambos se miraban fijamente atentos al mínimo indicio de una risa, era una “batalla campal” que ninguno estaba dispuesto a perder.  Luego de unos minutos, Bill sentía que en cualquier momento echaría a reír, la cara que Tom ponía cuando se quedaba serio era muy graciosa, así que decidió hacer trampa y por debajo de la cobija movió su brazo cuidadosamente para hacerle cosquillas al mayor.

– ¡Ya ríete! – masculló picándole las costillas

– ¡Hey, eso es trampa! – le acusó el guitarrista, había perdido injustamente

– ¡Aw, el gran Tom ha perdido! – lloriqueó el moreno falsamente

– ¡Ya verás! – gruñó

Con un rápido movimiento, se pegó a su hermano y comenzó a hacerle cosquillas, él pelinegro se defendía devolviéndoselas y también dándole suaves patadas para que le soltara, pero pasó una de sus piernas sobre las del menor logrando inmovilizarlo, por lo cual se rindió.

– ¡Pequeño tramposo! – reía

– ¡Ya basta, Tom! – se carcajeaba el otro

Tom detuvo sus cosquillas y pudo ver como la risa del pelinegro cesaba, así le gustaba verlo, riendo y feliz, por lo menos por un rato.

Cuando Bill se pudo controlar, pudo ver como su hermano le miraba fijamente lo que le hizo sentir un poco incómodo porque sus rostros estaban muy cerca y el mayor tenía las manos metidas debajo de su camiseta.  Desvió la mirada de la de su hermano, pero pocos segundos después le miró de nuevo, él le sonrió haciendo que llevara su mirada hasta sus labios. Su corazón comenzó a latir fuertemente y pudo sentir como sus mejillas se sonrojaban.

– “¿Qué me sucede?” – se preguntó Bill – “¿Por qué mi corazón late tan rápido?”

Sintió como su hermano le atraía más hacia él, quedando peligrosamente cerca, él solo se dispuso a cerrar los ojos y esperar a que pasara, pronto sintió como era acurrucado contra el pecho del mayor haciendo que abriera los ojos de golpe.

– Que se llame Pumba – dijo Tom dándole un beso en la cabeza

El pelinegro no dijo nada ni asintió, estaba demasiado confundido por lo que había pasado y sus pensamientos ¿Había pensado que Tom le besaría? Y peor aún, ni siquiera se movió para impedirlo.

–  “No, no, no Bill” – pensó – “¿Cómo pudiste pensar eso? Tanta cosa te está volviendo loco”

Intentando convencerse a sí mismo de que había sido un mal entendido, abrazó al mayor y se quedó profundamente dormido, ajeno a que los pensamientos de él eran los mismos que los suyos.

Continúa…

Gracias por leer, te invitamos a continuar con la lectura.

Escritora del fandom

1 Comment

  1. Este Tomi tierno me encanta. Y fue el colmo de la ternura el que le haya regalado al pequeño Pumba.
    No puedo evitar pensar que la condición de Bill da la pauta perfecta para que tarde o temprano tengamos Mpreg Toll 😀 y con ese final creo que nos estamos acercando al romance 😀 😀

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