24 As The Lights Go Down

«As the lights go down» Temporada I

Capítulo 24

– ¡Maldita sea! – gritaba el pelinegro golpeando el colchón de la cama – ¿Dónde carajos se ha metido?

Ya habían pasado tres días desde que Tom se había marchado. Tres tortuosos días en loa que Bill no había podido comunicarse con él. ¿Cuánto tiempo más pensaba estar escondido? Necesitaba verlo, abrazarlo y gritarle por qué se había atrevido a dejarle.

La tarde del día anterior había caminado de arriba abajo las calles de Mitte y un poco más allá, pero ni rastro del mayor. No sabía a quién acudir, no tenía el número de nadie que pudiera saber el paradero de Tom, tampoco sabía dónde vivían. Solo sabía dónde vivía David, pero ni loco iría allí, podría terminar violado por el tipo o al menos eso era lo que le había advertido su hermano una vez que hablaban de él.

– ¿Tom, dónde estás? – suspiró – ¿Acaso no sientes que te extraño?

&

En una de las salas de reuniones de a discográfica; Liz, Tom y los G’s discutían sobre los detalles del tour que se avecinaba o al menos eso intentaban ya que uno de ellos estaba totalmente ausente.

– ¿Tom, qué te parece si para el escenario usamos…? ¿Tomi? ¡TOM! – le llamó Liz al ver que no le ponía atención – Te estoy hablando

– ¿Qué? Lo siento estaba distraído – se disculpó

– Olvídalo, estás en la luna – resopló la mujer – ¿Qué les parece a ustedes dos chicos? – les preguntó a Georg y Gustav

– ¡Genial! – contestaron ambos al unísono

– Bien, hablaré con la organización un momento – suspiró levantándose de la silla – Tom, deberías volver a casa, te ves muy mal – agregó saliendo de la sala

– ¿Oye viejo, qué te pasa? – preguntó Georg

– Nada – contestó el guitarrista levantándose para asomarse por el gran ventanal del edificio

– Tom, sabes que puedes hablar con nosotros – comentó Gustav

– En serio, no es nada – repitió intentando sonar firme

– ¿Hombre, tu no aprendes, verdad? Sabemos muy bien cuando algo te pasa – dijo el bajista apretándole un hombro

– ¿Acaso estás así por la partida de Bill? – preguntó el baterista

“Bill”

Escuchar su nombre le crispó los nervios. Había intentado no pensar en el pero le era imposible, el pelinegro siempre estaba presente en cada uno de sus pensamientos, toda la vida había sido así y además, podía sentirlo en su corazón, estaba muy triste.

– “Pues claro que está triste” – pensó – “¿Cómo no estarlo después de ser… utilizado?”

– ¿Es eso? – preguntó Georg – ¿Es por Bill?

– Bill no se ha ido – resopló molesto – Aún está en casa

¿Verdad? No había pensado en eso. ¿Y si su pelinegro se había ido de casa? No, Bill no tenía dónde ir, seguramente se había quedado allí, pero… ¿por cuánto tiempo?

– ¡Mierda! – escuchó decir a Georg quien miraba con atención por el ventanal – Se va a venir una buena tormenta

– Espero que la reunión no se alargue mucho – gruñó Tom – Odio conducir bajo tormentas

&

– ¡No, no, no! ¿Qué es esto? – lloriqueó Bill – Apenas en setiembre

Una terrible tormenta le hacía imposible ver algo que no fuera lluvia y más lluvia a través del ventanal que daba al balcón de la habitación de su gemelo.  Agua, relámpagos y viento le había impedido salir para hacer su búsqueda por el centro de Berlín.

– No, por favor – susurró suplicante

Tenía que salir a buscarlo, pero no podría hacerlo debajo de esa tormenta, sería solo poner un pie fuera de la casa y salir volando al mejor estilo de Mary Poppins, pero eso no era todo, él le tenía miedo a las tormentas y peor aún a los relámpagos.

Uno cayó en ese momento iluminando la oscura habitación, el moreno inmediatamente se alejó del ventanal hasta que sus pies chocaron con la cama, allí sintió como Pumba se enredaba en sus pies desesperado y asustado.

– ¿Tienes miedo? – le preguntó alzándolo, el perrito se acurrucó en sus brazos – Yo también, pequeñito… yo también – susurró

Por un momento, su mente dejó a Tom de lado y se concentró en esa furiosa tormenta.  Con su cachorrito en brazos se metió en la cama viendo con temor hacia el ventanal, se acurrucó en ella junto con su perrito esperando que pasara pronto.

&

– ¿Pero qué mierda es esto? – dijo Tom mientras conducía

El reloj del auto marcaba las 9:35pm, no podía ver absolutamente nada por la lluvia, a pesar de llevar los limpiaparabrisas a la velocidad máxima.  Ya estaba muy oscuro y por si fuera poco un relámpago cayó haciendo que todas las luces de la ciudad se apagaran, provocando un caos en carretera. Al no haber semáforos, los autos iban y venían sonando las bocinas como locos.

– ¡Ah, rayos! – gruñó golpeando el volante

Aún estaba muy lejos del hotel y a como estaba la situación sería muy peligroso seguir conduciendo, no quería tener un accidente.  Tenía dos opciones, esperar aparcado a la orilla de la calle o ir a su casa, la cual estaba solo a un par de calles de donde estaba.

– No seas imbécil, Tom – se riñó al pensar en la segunda opción – Nada te pasará si te quedas aquí

Pero es que quedarse en media calle a la mitad de la noche tampoco le hacía mucha gracia, pero era mejor eso que enfrentar a Bill. Sí, se quedaría allí esperando a que la tormenta pasara, así que aparcó el auto a la orilla recibiendo varios bocinazos de los autos que tenía detrás.

– ¡Que les den! – resopló apagando el motor

Reclinó un poco el asiento y se acomodó mejor. Su auto era lo suficientemente espacioso para poder “acampar” toda la noche si era necesario.

– “¿Y si alguien intenta robarte?” – pensó

El miedo comenzó a apoderarse de él.  Mucha gente conocía cuál era su auto, había salido muchas veces en T.V., podía ser atacado por fans locas o algún hater, peor aún, por un maniático de esos que aprovechaban salir con esos climas a realizar sus asesinatos.

– No seas infantil – se regañó enderezando el asiento – Deja de buscar pretextos para ir a casa

¿Y si llamaba? Tal vez Bill sí había dejado la casa. La única manera de averiguarlo sería llamando. Sacó su móvil de su bolsillo y marcó el número de su casa. Tamborileaba en volante con sus dedos mientras escuchaba el tono de llamada.

“Hola, estás llamando a la casa de Moritz Klaus Kaulitz, deja tu men…”

Terminó la llamada sonriendo débilmente al recordar el día que grabaron ese estúpido mensaje de contestadora. Marcó nuevamente para verificar y obtuvo el mismo resultado. Después de meditarlo unos minutos, encendió el motor de nuevo y condujo con precaución las pocas calles que le separaban de su casa.

&

Un trueno hizo que abriera los ojos de golpe.  Se había quedado dormido y al parecer por mucho tiempo porque ya era de noche, aún la maldita tormenta no había parado. Buscó a su perrito en la cama pero no estaba, se sentó en ella y afinó su vista, con el poco de claridad que entraba por el ventanal pudo ver que estaba en la puerta, meneando su rabito sin parar e intentando ladrar.

– ¿Qué sucede, perrito? – preguntó con voz ronca – ¿Cómo llegaste hasta ahí?

Estiró un brazo para encender la lámpara de la mesa de noche, pero nada.

– ¡Genial! – resopló – Un maldito apagón

Tomo su móvil y se fijó en la hora, eran las 9:45pm,. Pumba soltó un ladridito que le sobresaltó del susto y de sorpresa, era la primera vez que lograba ladrar.

– ¿Tienes una emergencia? – preguntó caminando hacia él con cuidado mientras encendía la linterna de su móvil

Abrió la puerta y el cachorrito salió corriendo como una exhalación por el pasillo, pudo escuchar como sus uñas rasgaban el suelo y los intentos incesantes de ladrar.

– ¿Pumba? – escuchó

Se heló la sangre, esa voz… se asomó por la puerta y con la linterna de su móvil iluminó el pasillo. Allí estaba, después de tres malditos días lo veía.  El mayor traía la ropa mojada por haberse mojado en el corto trayecto de su auto a la puerta de la casa, pero aun así, al pelinegro no le importó. Se olvidó de todo el coraje y ganas que tenía de golpearle y corrió hasta él.

– Tom – sollozó abrazándose a él con fuerza

– ¿Bill? – casi gritó el guitarrista – ¿Qué haces aquí?

El menor no dijo nada, solo sollozaba contra el pecho del otro y le abrazaba con más fuerza a su cintura. Ahí estaba, ahí tenía a su Tom.

– Oye, tranquilo – susurró Tom separándolo de él

– Deberías… deberías cambiarte – sollozó el moreno – Podrías enfermarte

Tom no dijo nada, solo pasó de lado y se fue a su habitación, seguido por Pumba, luego cerró la puerta.  Estaba muy sorprendido por lo que había pasado. No se imaginaba que Bill estaría allí. ¿Por qué no contestó el puto teléfono? No estaba listo para enfrentarlo, por eso había huido, de nuevo, escondiéndose en su habitación.

Bill estaba confundido ¿acaso Tom estaba molesto con él? Él era el que debía estar enojado después de esos angustiosos días. Se limpió las lágrimas con rabia y entró a la habitación de su hermano sin importarle que en ese momento podría estar cambiándose de ropa. No estaba allí, pero vio como Pumba olisqueaba la puerta del baño así que se quedó allí esperándolo, mirando de nuevo por el gran ventanal, apagó la linterna de su móvil porque no quería mostrarse débil frente su hermano, sabía que en cualquier momento nuevas lágrimas saldrían.

Pronto escuchó como la puerta se abría a su espalda y su corazón comenzó a latir rápidamente. Tenía tantas emociones acumuladas, pero el coraje era lo que predominada, escuchó los pasos arrastrados del mayor y un “Quédate allí un rato, Pumba”, luego la puerta se cerró.

– Bill – susurró Tom tocándole un hombro para voltearle

– ¡No me toques! – masculló el pelinegro quitando la mano con rudeza – ¡Eres un maldito idiota!

– ¿Bill? – dijo confundido por el cambio de ánimo tan radical del menor

– ¿Crees que te voy a perdonar después de lo que hiciste? – gritó el moreno

– Bill… lo siento – se disculpó el mayor

– ¿Bill, lo siento? ¿Es lo único que vas a decir? – preguntó el pelinegro alterado

– Yo…-

– ¡Cállate! – le cortó – ¿Cómo pudiste ser tan egoísta, Tom? ¿No pensaste en cómo me sentiría después?

– Bill, lo lamento – dijo Tom – Sé que soy la peor escoria, el peor hermano, pero no quise hacerte daño

– No te vengas haciendo la víctima, Tom – vociferó el menor – Aquí la única víctima fui yo… no sabes cómo me sentí cuando me di cuenta que no estabas… te llamé, te busqué y ni puto rastro de ti

– ¿Qué? – preguntó Tom realmente confundido

– ¿Qué? – repitió Bill incrédulo, lo iba a golpear, definitivamente le golpearía

– ¿De qué hablas? – preguntó el mayor

– ¿Qué de qué hab…? – Bill bufó y luego respiró profundamente – Hablo de que te fuiste de casa, dejándome solo con una estúpida nota que decía “Lo siento mucho, Bill”sin importarte que me preocuparía y ahora vuelves a casa como si nada hubiera pasado – gritó – ¿De qué más estaría hablando?

El mayor arrugó el ceño – ¿No recuerdas nada? – preguntó Tom

– ¿Qué? – dijo el menor arrugando el ceño también

– ¿No recuerdas lo que sucedió esa noche? –

– ¡Oh! Eso… – susurró el pelinegro dándole la espalda nuevamente – Sí… lo recuerdo… mejor de lo que quisiera

– Bill, lo siento… yo no debí –

– Fue mi culpa, yo te provoqué, Tom – susurró Bill – Estaba confundido, pero sabía muy bien lo que estaba pasando

– Te drogaron – dijo Tom alterándose por la tranquilidad con la que hablaba el menor del tema

– Eso ya lo sé – replicó el moreno – Quería sexo Tom y me aproveché de tus sentimientos para conseguirlo… por eso ahora…

– ¿Qué? – preguntó Tom haciéndole voltear a pesar no ver con claridad

– No lo sé, Tom – resopló Bill alejándose – Estoy sintiendo cosas… cosas que no debería… – el mayor se quedó en silencio – Sé que me entiendes, Tom… así que no te quedes callado

– No, Bill… no entiendo – suspiró

– Mierda – susurró el menor – No he podido sacar de mi mente lo que sucedió esa noche… he pensado en ti las veinticuatro horas del día… ¡joder! Hasta he soñado que nosotros… teníamos… y me he tocado pensando en ello y… me gusta – confesó muriendo de vergüenza

– ¡Eso no es cierto! – dijo Tom sin creerle

– ¡Sí lo es, Tom! – afirmó el pelinegro – Y sé que está mal, somos hermanos, pero desde antes que dijeras… antes de que te confesaras yo… había estado sintiendo cosas… intenté convencerme a mí mismo de que no era real… lo que dije el otro día iba más para mí que para ti… esto no debería ser, pero… –

– No, Bill, no debe ser – le interrumpió el mayor molesto

– ¿Tom? –

– Todo esto es mi culpa – resopló – Si no te hubiera dicho que te amaba esto no estaría pasando, yo no quería que tu… ¡Vamos Bill! Esto es una abominación

– ¿Abominación? ¿Amar a alguien es una abominación? – dijo el moreno incrédulo – El amor es el sentimiento más hermoso, puro y poderosos del mundo, Tom… no es ninguna abominación ¿por qué dices eso?

– No hablamos de un amor normal, es incesto, Bill – respondió Tom intentando hacerlo entrar en razón

– ¿Y qué? ¿No tienes derecho de amar a una persona solo porque la sociedad lo ve mal? Es absurdo – resopló el menor acercándose a él – Pienso que el ser humano puede amar a quien quiera siempre y cuando el amor sea correspondido, así que esto no es una abominación – susurró tomándole nerviosamente una mano entre las suyas

– Bill… – suspiró Tom dándose por vencido – Esto debe ser un sueño

– Bésame y te mostraré que no es un sueño – susurró el menor acariciándole una mejilla

Poco a poco fueron cerrando el espacio que les separaba, no necesitaban luz para encontrar los labios del otro, en pocos segundos sus labios se unieron en un casto y esperado beso.  En pelinegro colocó su mano detrás de la nuca del mayor para profundizarlo, quería demostrarle que era real, que ya no tenía por qué huir más.

– Tuve mucho miedo – susurró al separarse juntando sus frentes – Cuando me desperté y no te vi, creí que me había aprovechado de ti y por eso te habías ido

– Yo pensé exactamente lo mismo – suspiró el mayor

– No te atrevas a dejarme nunca más – le pidió abrazándose a él por la espalda

– Nunca – susurró

Tom le besó nuevamente disfrutando sentir como se aferraba más a él como así evitaría que se fuera de nuevo, pero no tendría que preocuparse por eso, ahora que ya habían arreglado las cosas no iría a ninguna parte sin él. Se sentía aliviado, después de tantos años sufriendo por su amor imposible, al fin podía tenerlo a su lado. De ahora en adelante, solo se dedicaría a cuidarlo y hacer que durara para siempre.

Un trueno hizo que el moreno diera un ligero brinco rompiendo el beso, Tom rio al parecerle adorable que su hermano se asustara por eso.

– ¿Aun le temes a las tormentas? – rio, Bill respiró profundamente fingiendo molestia – Creo que tengo una solución para eso – sonrió insinuante

– Entonces… muéstrame – sonrió el menor besándole nuevamente

¿Qué más podían hacer? Con una furiosa tormenta cayendo fuera, sin electricidad; la única forma de aprovechar el tiempo era con una esperada y deseada reconciliación.

Continúa…

Gracias por leer, te invitamos a continuar con la lectura.

Escritora del fandom

1 Comment

  1. Que buena reconciliación tuvieron estos dos. Pensé que habría mas drama, pero el tiempo que estuvieron separados fue el suficiente para que estuvieran más enamorados y necesitados el uno del otro. Supongo que de ahora en adelante leeré Toll al 100% 😀

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.