CAPÍTULO 76: NO ME AMENACES
—¿Tú? —su voz fue un suave jadeo ante la sorpresa de ver a Tabatha apoyada contra la mesa y sonriéndole de la misma forma arrogante con que le sonreía a Nina.
—¡Sorpresa, doctora Sacks! —sonrió—Oh, debo decir… Nina—la rubia sintió que la sangre se helo en sus venas, al escuchar ese nombre de los labios de la castaña quien le sonreía triunfal.
—Creo que te estas confundiendo de persona—dijo tratando de fingir que no sabía a qué se refería.
—¿De verdad? A mí me pareció que te pusiste pálida, cuando te llame Nina.
—¿Qué haces aquí? —pregunto tratando de controlar el tono de su voz, no quería que alguien se acercara y preguntara si estaba sucediendo algo, suficiente tenía con sentir la mirada de Erika y Matt, sobre ella.
—Haciendo uso de los servicios de emergencia—le dijo con tono de obviedad—te vez algo tensa—se burló, metió su mano en el interior de la pequeña bolsa que llevaba con ella y extrajo un papel—veme ahí a las ocho—ordeno con voz firme—antes de que me salgas con una negativa, si no eres puntual, me voy a parar en la entrada de este lugar y voy a repartir volantes con tu cara en tu disfraz de zorra.
—No puedo verte mañana.
—¿No estas entiendo verdad? No te estoy preguntando, te estoy dando una orden.
Le miro con los ojos entrecerrados —Sí, tú intentas hacer algo mañana, no vas a llegar a poner un pie en la entrada, cuando mi seguridad te taclee.
—¿Me estas amenazando?
—No te estoy educando.
La morena torció los labios, por un momento, antes de que se volviera formar una sonrisa
—Bien te veo el viernes, se puntual—se giró y despues se volvió—ni una palabra de esto a Bill, si se te ocurre abrir la boca, me voy a encargar de hacer no solo de tu vida profesional un infierno.
Sofia está por responderle algo, pero en ese momento se acerca Morgan.
—Tabatha, pensaba que te habías marchado.
—No, estaba esperando para darle las gracias por atenderme y me encontré con —le dio una mirada divertida a Sofia antes de responder—a la doctora Sacks y nos pusimos a hablar.
—¿Se conocen? —pregunto intrigado.
—Si—respondieron ambas.
—Es conocida de los padres de Lemir—dijo rápidamente.
—¡Oh! vaya—dijo Morgan algo sonrojado al saber exactamente a que se dedicaba la chica frente a él—bueno, Sofh, necesito que me ayudes con un paciente.
—Claro.
—Bueno yo me marcho, muchas gracias Doctor Evans, fue un sol—le sonrió—me dio gusto verla doctora Sacks, espero verla pronto.
—Cuídate Tabatha—dijo con voz seria.
La castaña abandono la sala de emergencia.
—¿Estás bien? —pregunta Morgan, al ver como Sofía rechina los dientes.
—Si.
—¿Segura?
—¿En qué te ayudo? —se gira a verlo.
—Tengo que suturar a una niña, pero no se deja y como a ti se dé te dan mejor que a mí, pensé que podías ayudarme.
—Seguro.
Caminaron hacia una cortina que estaba corrida, donde se encontraba la pequeña sentada en las piernas de un joven chico que intentaba calmarla.
—Yvi ella es la doctora Sacks—Sofia le sonrió a la pequeña niña y tomo los guantes que una enfermera le ofrecía.
—Hola Yvi—saludo a la pequeña, ofreciéndole una pequeña sonrisa, que le diera confianza—¿Qué sucedió? —pregunto fijando sus ojos verdes, en los ojos castaños de la pequeña, mientras el padre comenzaba a contarle como su pequeña hija, se había caído de las escaleras, provocando que su mentón se abriera al golpear con el filo de uno de los escalones.
Tras infundirle confianza a la pequeña y asegurarle que no le dolería nada, entre Morgan y Sofia, se dedicaron a suturar a la pequeña, tras terminar y darle las indicaciones de cuidados al padre, que debería tener con su hija, los dejaron marcharse.
—Gracias—dijo Morgan, cuando se acercaron a la estación de enfermeras a dejar el expediente de la pequeña.
—No fue nada—se encogió de hombros.
—¿Vas a decidirte siempre por Pediatría?
—Aun no lo sé, pero tal vez lo haga. Me gustan los niños.
—Serías una excelente pediatra—le sonrío—una de las mejores.
—Gracias y no lo digo porque me estés alagando con eso de que sería una buena pediatra, se lo que estas tratando de hacer y en verdad te lo agradezco.
—Te vez preocupada y sin temor a equivocarme, creo que tiene que ver con esa chica, su cara me resulto familiar, pero no recuerdo de dónde.
Sofia solo se encogió de hombros y sin decir ni una palabra, salió del hospital, con Morgan siguiéndole los pasos.
Ordenaron dos cafés y tras pagarlos, se dirigieron a una de las bancas cerca de la entrada del hospital, donde se sentaron a beberse su café y fumarse un par de cigarrillos.
—Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?
—Lo sé Morgan, es solo que… hay cosas que no sabría ni cómo explicarte.
—¿Qué tal si comienzas por el principio?
Sofia dejó escapar un gemido de frustración —no es tan fácil.
—Inténtalo, dime porque te pone tan mal esa chica.
—Porque es una zorra—exclamo.
—Bill, estuvo con ella.
—Si—confeso de mala gana—no duro mucho, pero igual no tolero verla.
Pasaron el resto de la noche, atendiendo casos sin demasiada complicación, hasta que cerca de la madrugada, un par de ambulancias hicieron su llegada, con varios chicos heridos, resultado de una trifulca en un bar, donde se veía el juego de dos equipos rivales de futbol.
Tres chicos fueron subidos rápidamente a los quirófanos, por presentar heridas realmente graves. El resto de los heridos fueron ágilmente atendidos por el resto de los médicos de ese turno.
Cuando llego la mañana del viernes Sofia sentía que le dolían todos los músculos del cuerpo, incluido el cerebro, por más que intento olvidarse del intercambio de palabras con la estúpida de Tabatha, no pudo hacerlo, camino hacia la salida con sus dedos aferrados fuertemente al tirante de su mochila, conteniendo toda la rabia y el miedo de saberse descubierta por una de las personas que más odiaba en su vida.
Entro en la camioneta tras murmurar un escueto y bajo buenos a días a Leo, quien le esperaba con la puerta trasera abierta, derrumbándose en el asiento.
—Leo, vamos hacer una parada en la cafetería de EdelweißStraße—pidió con los ojos cerrados, masajeándose las sienes.
—Claro… ¿está todo bien?
—Sí, es solo que estoy cansada.
El viaje del hospital a la cafetería donde se reuniría con la arpía de Tabatha, no duro más de veinte minutos después el auto se detenía a un lado del lugar, Sofia se percató del movimiento de Leo.
—Leo, ¿puedes hacerme un favor? —solicitó al hombre.
—Claro, señorita.
Sofia rodo los ojos, había perdido la cuenta de las veces que le rogo al hombre que olvidara las formalidades, pero parecía que no surtía efecto.
—¿Puedes esperarme aquí, mientras se me encuentro con alguien?
—No, puedo, tengo órdenes del Señor Kaulitz, de no perderla de vista.
—Lo suponía—murmuro en voz baja—entonces puedes mantenerte— algo alejado de mi vista, no lo tomes a mal, es solo que…
—No tiene que darme explicaciones, no a mí, me mantendré alejado para su comodidad.
—Gracias.
Entro al lugar y como era usual, en ese tipo de locales, fue recibida por el olor a café, dio una mirada rápida al lugar, que se encontraba parcialmente vacío a esas horas de la mañana, no le fue nada difícil encontrar a la zorra con la que tenía que verse, sentada en una esquina de la terraza de la cafetería con unas enormes gafas de mosca, ocultando su rostro.
Dio una mirada por sobre su hombro, viendo como Leo tomaba asiento en la barra del lugar.
Sentía como la bilis le subía por esófago, hasta la garganta conforme se acercaba a la mesa donde se encontraba esa, le dio la mirada con más odio que pudo ser capaz de expresar.
—¿Qué quieres? —dijo arrastrando una silla y sentándose frente a ella.
—Buenos días Nina—saludo.
—Mi nombre es Sofia, no Nina—le aclaro con los dientes apretados.
—Sofia, Nina, ¿Cuál es la diferencia? Eso no significa que no seas una zorra.
Los labios de Sofia se curvaron en una sonrisa burlona.
—La zorra cree que todas son de su condición—se cruzó de brazos—no te confundas, Tabatha, yo soy una mujer respetable, algo que no se puede decir de ti.
—Eres tan divertida cuando te lo propones, pero tú no eres tan diferente de mí.
—¿Qué quieres Tabatha? No estoy de humor para aguantar tus pendejadas.
—Sofia, Sofia, Sofia—rio—creo que no has entendido el motivo por el que estas aquí.
—¿Qué quieres Tabatha? Te lo pregunto por segunda vez, no estoy de humor para aguantar una de tus estupideces.
—Nina, no te exaltes—se burló.
—¡No me llames así! —grito
Tabatha rio y puso los ojos en blanco—tranquila, que volátil eres.
—Y tu estas tentando demasiado a tu suerte.
—Creo que es al revés, algo me dice que tu suerte está por cambiar.
La respiración de Sofia se volvió pesada con el paso de los segundos, estaba a nada de saltar sobre la mesa y romperle el cuello a esa bruja.
—Déjate de bobadas y dime de una vez, ¿Qué quieres?
—No, Sofia, eres tú quien me tiene que decir a mí, ¿Qué es lo quieres?
—¿De qué carajos estás hablando?
Tabatha se contempló el esmalte rojo de sus uñas, antes de mirar con un brillo malicioso en sus ojos.
—Estamos aquí para negociar.
—¿Negociar? tanto espasmódico, sí que te afecto, ¿Qué tendría yo que negociar con una zorra como tú?
—Fácil, que mantenga mi boca cerrada, resulta que ahora por más que lo niegues, te tengo en mis manos, y no sabes las ganas que tengo de arruinarte la vida, por todo lo que me hiciste pasar en edén.
—Yo…no… soy…Nina—dijo haciendo énfasis en cada palabra—metete eso en la cabeza.
—¿Tu en verdad crees que soy idiota?
La rubia se cruzó de brazos y elevo una ceja
—No puedes probar que sea yo—le aclaro con voz tranquila.
—¿Segura?
—Mucho, Nina usaba antifaz.
—Pero algún desliz debió tener—respondió en el mismo tono tranquilo de la rubia—edén tenía muchas cámaras, y yo ahora sé dónde estaban todas y tengo una grabación de un beso de año nuevo, donde a “Nina” —hizo comillas con los dedos al decir el nombre—la besaban y resulta que el antifaz se subió lo bastante para revelar … tu rostro.
—Mientes.
—Te regreso la pregunta, ¿Segura? —metió la mano en el interior de su abrigo y saco un sobre de color blanco, que coloco en la mesa frente a la rubia—todo tuyo.
La mano de Sofia se movió rápido sobre la mesa hasta la carpeta, sin titubear y sin darle tiempo a la morena de que viera que la tenía en sus manos, revelo el contenido, encontrados con una foto donde se veía una pequeña porción de su rostro, era cierto que el antifaz estaba levantado, pero las manos de Bill le cubrían casi todo el rostro, así que era difícil decir que se trataba de ella.
—No tengo idea de que hayas visto tú en esta foto—sonrió divertida— pero a mi parece que puede ser cualquier chica rubia y si continuas con la estúpida idea de decir que soy yo, fácilmente puedo decir que se trataba de una fiesta de disfraces de año nuevo o de una fantasía de Bill.
Dobla la fotografía y la guarda en el bolsillo de su chaqueta, apoya las manos en la mesa y pone de pie.
—No tienes nada.
—Eso sigues creyendo tú, pero si tengo.
—No pierdas tu tiempo, te vez patética.
—Solo te digo que cuando menos lo esperes, me voy a vengar por la golpiza que me diste.
Sofia se encogió de hombros.
—Yo invito—dejo sobre la mesa un billete de 50€— el café y tu propina, por los servicios prestados a mi hombre.
—Sarah te envía saludos—dice antes de que se marche, Sofia le mira con el entrecejo apretado, lleno de confusión —si a mí no me temes, a ella deberías de temerle, te odia tanto o más que yo.
—¿Ella porque habría de hacerlo?
—Bill, quiere que te alejes, o te va hacer la vida un infierno y créeme yo le voy a ayudar. Solo para que tengas presente que ninguna de las dos está jugando, si no te haces a un lado, le vamos a contar a todos, la clase de zorra que eres.
—A mí no me amenaces—le dio una mirada de superioridad y despues se marchó.
Subió a la camioneta con las piernas temblando, en el trayecto a su casa, saco la fotografía y comenzó a estudiarla, si bien era cierto que se había salido con la suya al decir que podía modificar la historia de Tabatha, también sabía que esa bruja no se quedaría tan tranquila.
Se desplomo en el sillón en cuanto puso un pie en casa, llevándose las manos al rostro, aún seguía temblando y no sabía si era rabia o miedo de saberse descubierta por esa arpía.
—¡Maldita bruja! —grito a todo pulmón, al tiempo que las lágrimas que habían estado quemando las esquinas de sus ojos, hicieron presencia.
—Bill, también dice lo mismo de mi madre—dijo Tom, apareciendo tras ella, provocándole un susto.
—¿Qué haces aquí? —pregunto limpiándose las lágrimas antes de girarse y enfrentarse a él.
—Pasando el rato.
—¿Qué no tienes una casa propia? —fingió estar molesta al preguntarlo—olvida lo que dije, ¿no tienes una nevera propia la cual asaltar? —pregunto al verlo con una enorme rebanada de pastel.
—La tengo, pero mi refrigerador no tiene tantas cosas ricas como el tuyo. Ahora ¿Por qué llamaste bruja a mi madre?
—No estaba hablando de tu madre—dice rápidamente.
—Ah, ¿pero estas de acuerdo que mi madre es una bruja? —pregunto divertido sentándose junto a ella.
—Claro que no.
—¡Que lastima! Yo si lo pienso—sonrió.
—Eres un tonto.
—Pero has sonreído, ahora ¿de qué bruja hablamos?
Sofia se resbalo en el sillón quedando recostada en él, tomo uno de los cojines y lo apoyo en su vientre, jalando las costuras.
—¿Sofh?
—Tabatha estuvo hace dos días en el hospital.
—¿Qué hacia ella ahí?
—Según fue por un dolor menstrual, pero fue a joderme.
—¿Quieres ser más específica?
—No sé cómo, pero descubrió que Nina y yo somos la misma persona y me ha amenazado con revelarlo.
—¿Qué pruebas tiene? ¿Cómo lo descubrió?
—No sé, pero me entrego esto—le paso la fotografía arrugada que le diera la morena.
—Mierda.
—No parece que sea yo, ¿verdad? —se mordió el labio —Tom, di algo—le urgió.
—Sofh—dijo con voz precavida—si la observas bien, se ve claramente que eres tú—hizo una mueca.
Sofia cerró los ojos y deseo con todas sus fuerzas que la tierra se abriera en ese momento y se la tragara con todo y esa maldita fotografía.
—¿Qué quiere Tabatha?
—¿Tu qué crees? Esa y Sarah, quieren que me aleje de Bill.
—¿Espera que?
—Que me aleje de Bill, sordo.
—Si escuche eso, lo que no me cuadra es lo que dijiste antes.
—¿Qué cosa?
—Sara y Tabatha ¿de dónde chingados se conocen esas dos?
—No tengo idea—murmuro en voz baja, ambos se quedaron callados por unos momentos meditando las cosas—urgencias—dijo de pronto.
—¿Qué cosa?
—Urgencias, recuerdo la ocasión en que la puta de Tabatha llego a urgencias por un legrado mal hecho, Sarah estuvo ahí, pregunto por ella.
—¿Estás segura?
—Claro que sí, ¿Cómo pude ser tan imbécil? Esas dos se han estado riendo de mi desde entonces.
—Sofia, lo que estás diciendo es algo muy delicado, lo sabes ¿verdad?
—Que sí, pesado, esas dos se conocen, las dos quieren a Bill y yo les estorbo.
—Mi hermano te quiere a ti.
—Lo sé, pero esas dos no me van a dejar tranquila y por mucho que me haga la valiente la verdad es que estoy preocupada.
—No te preocupes, yo me voy a encargar de esas dos, pero tú tienes que hacerme un favor.
—¿Cuál?
—Ni una palabra de esto a mi hermano, si te llama y te pregunta por alguna novedad por lo que más quieras no le hables de este encuentro, conociéndolo es capaz de dejar todo y cruzar el atlántico y hacerle frente esas dos locas.
—Voy a intentarlo, pero tu hermano sabe perfectamente cuando le miento.
—Invéntale algo, dile que estas cansada, eso no sería mentir, seria omitir información.
—De acuerdo.
Tom se puso de pie y se guardó la fotografía.
—¿Qué vas hacer? —pregunto al ver sus intenciones de marcharse.
—Voy a buscar a Tabatha algo me dice, que si la encuentro daré con el paradero de la otra víbora.
—Te acompaño—se puso de pie.
—Oh, no nada de eso, tú me esperas aquí.
—¿Qué te espere?
—Sí, me esperas aquí.
—Tom, déjame aclararte algo, es a mí a quienes ese par de brujas le han estado jodiendo la existencia, mientras Bill y tú, tratan de tenerme entre algodones, no me voy a romper, puedo hacerles frente a esas dos.
—Créeme no lo dudo—le sujeta los hombros—pero si alguna de ellas de hiciera algo, como arrancarte un mechón de cabello, sabemos de cierto rubio que va a notar eso, así que, por favor, déjame ir solo.
Sofia cerró los ojos tratando de controlar la rabia que está carcomiendo por dentro desde que se topó con Tabatha en el hospital y la estúpida amenaza que le hizo con descubrir su secreto y desde que supo cuáles eran las intenciones de Sarah.
—¿Sofh?
Inhalo y exhalo antes de responder—Te dejare ir solo, por una ocasión la siguiente yo misma les arrancare las extensiones a esas dos y despues les voy a sacar los ojos con una cuchara para helados.
—Vaya y yo pensando que Bill era el único bélico, ahora ya veo que no es así.
Sofia se quedó enfurruñada al ver a Tom marcharse de su casa, con la rabia que la estaba consumiendo, sabía que no podía quedarse quieta, el sueño y el cansancio la habían abandonado por completo.
Subió a su habitación para ponerse algo de ropa más cómoda, mientras Tom se encargaba de esas brujas, ella lo haría a su manera.
***
El saco de boxeo se tambaleaba de un extremo a otro, el sudor le recorría cada extremidad del cuerpo, así como el dolor de sus músculos, pero ni las tres horas que había estado golpeando ese enorme saco, había logrado sacar por completo la molestia que la embargaba desde ese día temprano.
Dio por terminada su rutina de rutina de ejercicio, se quitó los guantes de box y tomo la botella de agua que dejo junto a su bolso, apoyo la espalda en la pared y tras dar un largo sorbo al agua, rebusco en el interior para sacar su teléfono, desde que Bill se fuera no había recibido ninguna llamada o mensaje, eso estaba comenzando a preocuparla, sus ojos se fijaron en la hora del reloj y haciendo el cálculo de las horas de diferencias entre ambas ciudades, pulso la tecla para llamar a Bill.
El teléfono timbro tres veces antes de que entrara el buzón de voz, maldijo y termino la llamada la cual realizo dos veces más teniendo el mismo resultado, reviso su última conversación de WhatsApp con Bill, pero su novio no aparecía en línea, volvió aguardar su teléfono, se puso de pie y tomando sus cosas, se despidió de los chicos que estaban ahí y decidió regresar a casa.
En esa ocasión no le pareció extraño encontrarse con Tom en la cocina, devorando un gran plato Lasaña.
—Morgana preparo esto para ti y como moría de hambre—dijo con la boca abierta.
—¿La encontraste?
—No, al parecer dejo el lugar donde vivía.
—Déjame adivinar, nadie sabe nada de ella.
—Exacto.
—¿Fuiste a edén?
—No, llame a Georg y él me dijo que había renunciado hacia un par de meses.
—¿Eso significa que estamos como al principio?
—No, solo significa que tardaremos un poco más en encontrarla, pero no te preocupes, esas dos no tardaran en meter la pata.
Sofia se encogió de hombros y tomo una porción de lasaña y se sentó a comer junto a Tom.
—¿Bill te ha llamado? —pregunto mirando de reojo al chico sentado junto a ella.
—No, pero es normal debe estar en reuniones y comidas con artistas, ¿te preocupa que te engañe?
—Tom, no me hagas pensar mal de tu hermano.
El castaño solo rie y un puño de Sofia aterriza en su hombro, no demasiado fuerte como para que le doliera, lo que causa más risas de parte de Tom, que está disfrutando de verla molesta, pero consiente de la tensión que está sintiendo por la falta de comunicación de Bill y su encuentro con una de las ex de su hermano.
Los dos están riendo cuando la empleada doméstica entra en la cocina, la mujer lleva en sus manos la correspondencia que le entrega a la rubia, Sofia aparta el ahora plato vacío y comienza a revisar y separar sus cartas de las de Bill, un sobre de color azul pastel con su nombre escrito en él, llama su atención, deja las cartas sobre el mesón, abre el sobre la foto que encuentra la deja de nuevo helada, en la imagen se ve claramente a una mujer rubia, vestida de la misma forma que lo hacia ella, cuando fingía ser Nina, la mujer se encuentra en la pista central de edén y sus manos, están colocadas sobre el primer botón del chaleco que lleva puesto, es una imagen de las muchas que vio en vivo durante el tiempo que estuvo trabajando, pero nunca imagino ver algo como eso.
—¡Qué demonios! —grito Tom por ella, al ver la imagen. Sofia no podía articular palabra
Tom giro la fotografía y leyó en voz alta el mensaje “aun crees que estamos jugando”.