CAPÍTULO 79: HERIDA
Sofia trato de mantener su rostro estoico antes los flashes y las preguntas incomodas que recibió, de la puerta del hospital a la puerta del vehículo, agradecía en ese momento tener un ejército de hombres caminando a su lado, para mantener alejados los reporteros, que se empujaban con tal de tener una respuesta de algo. Ese algo que tampoco ella entendía.
En su mente ese rumor estúpido solo tenía dos nombres, Tabatha y Sarah, algo le decía que ese par de arpías había lanzado esa bomba, con el único fin de hacerla sentir aún más vulnerable a sus ataques.
Sí salir del hospital había sido un caos ingresar a su casa había sido otro, afortunadamente el coche, pudo abrirse paso e ingresar sin ningún problema.
Encontrarse con Tom invadiendo su cocina, ya no le resultaba una novedad, sobre todo al ver la expresión que adornaba su rostro, además de la obvia presencia de los periódicos amontonados sobre la mesa de granito, que usualmente siempre está llena de comida.
—Buenos días— dijo entrando con la mirada puesta en los periódicos.
—Hey—murmuro—estamos averiguando, quien filtro semejante mentira.
—Escuche que era una fuente cercana, quien había confirmado mi separación con tu hermano, ¿has tenido alguna noticia suya?
—No, pero ya me estoy encargando de localizarlo y sacarlo de donde sea que este metido. No, te preocupes, vamos a arreglar esto.
—Tal vez no haya nada que arreglar—murmuro pasando por su lado.
—¿Qué quieres decir?
—Lo único que digo, es que tal vez no sea tan mala idea, dejar las cosas como están—dijo con voz neutra, tomando uno de los periódicos, la imagen se repetía en todos, ella sentada en una de las bancas que se encuentran fuera del hospital, con Morgan y Lana a su lado, recordó ese momento y frunció el ceño, nunca vio a nadie cerca de ellos, en ese momento, pero a esas alturas, que importancia tenía.
—Sofh, sé que estas molesta, pero…
Levanto su mano deteniendo cualquier intento de decirle algo, que la ayudara a sentirse mejor.
—Hazme un favor, Tom, puedes irtepidió.
—No creo que este sea un buen momento para que estés sola.
—En realidad creo que es un momento perfecto, dado que, en las últimas veinticuatro horas, no he tenido esa oportunidad.
—Mi hermano va a volver y arreglara esto.
—¿De verdad? ¿Tan seguro estas?
—Claro, lo conozco, ¿estás comenzando a dudar de él?
—Han pasado casi cinco días—camino hacia la cava de vinos que se encontraba en una esquina de la enorme cocina—ayer mientras me escondía, de todos en el hospital, estaba recordando tu cena de compromiso.
—¿Qué tiene que ver eso con esto? —pregunto confundido?
Sofia camino por la cocina, con una botella de vino en la mano, buscando el sacacorchos, con la mirada de Tom puesta en ella.
—Tú montaste toda una escena, para romper con tu ex… jane, Jessica, como sea que se llamara.
—Kate—respondió, sintiéndose raro de pronunciar ese nombre despues de tanto tiempo—¿Qué tiene que ver eso? No entiendo a dónde quieres llegar.
—A que no me extrañaría, que esto sea una escena más de los Kaulitz, para deshacerse de las mujeres que están en sus vidas, tal vez, la fuente cercana, sea tu hermano.
—¿Estás diciendo estupideces?
—No lo creo, tengo la impresión, de que le estoy dando justamente en el clavo, Bill no me llama, no responde mis llamadas, me siento como en un deja vu.
—Te estás equivocando.
—No me parece, tu humillaste a tu ex, frente a su familia, tus amigos y cientos de personas, que se encontraban, reunidas para celebrar su futuro matrimonio.
—No tienes ni puta idea de lo que estás hablando, Kate, hizo mi vida miserable, por un tiempo, le ofrecí, romper todo de manera pacífica, ella me orillo hacer lo que hice. No estoy orgulloso, pero ¿qué más podía hacer?
—¿Ella te orillo, a comportarte como un cerdo? ¿de verdad? Es la respuesta más imbécil que te he escuchado decir.
—Era una bruja.
—¡¿Entonces que soy yo, otra bruja?! —grito—comienzo a creer que el deporte favorito de ustedes es humillar a las mujeres que los rodea.
—Comienzas a decir cosas irracionales.
—Escucha, ¿quieres montar un cuartel general? Hazlo, pero lárgate a tu maldita casa—señala la puerta—llévate esa mierda contigo—empujo los periódicos.
—No es buena idea que te quedes sola, no entonces momentos que no estás pensando como una persona racional.
—¿Una persona racional? —rio—¿se puede ser una persona racional, cuando estoy metida en medio de tanta mierda?
Tom le dio una larga mirada.
—¡Solo vete! —volvió a gritar—déjame sola.
—Sofia.
—¡Que te largues, Tom! —Lanzo la copa que tenía en su mano, la cual paso rozando el hombro del chico, para estrellarse en la pared, detrás de él—Solo lárgate de una vez—pidió de nuevo.
Los ojos de Tom estaban tan abiertos, que parecía que saldrían de sus orbitas, nunca se había imaginado que él podría ser víctima de un arranque de ira de la rubia.
—Está bien me marcho—dio una mirada a la rubia, que estaba temblando de pies a cabeza—volveré cuando no estés actuando, como una loca.
—En eso te equivocas.
—En lo de regresar, creo que no.
—No, no en eso, en lo de que estoy actuando como una loca, no estoy loca, estoy actuando como una mujer herida, porque es así como me siento. Tu hermano me ha ignorado por días, dos de sus ex, me están jodiendo la existencia, tengo a dos arpías como compañeros de trabajo, esperando a que me equivoque, para decirles a todos, que, si estoy ahí, no fue porque me lo gane a base de esfuerzo, sino porque le abrí las piernas a tu hermano.
—Yo… yo…—balbuceo.
—Tú no tienes ni puta idea, de lo que fue caminar por ese hospital, cuando se anunció mi falsa o verdadera ruptura con Bill, la que en este momento me tiene sin cuidado, pero sentir los ojos de todos, el cuchicheo de las personas, eso fue un infierno y a ti lo único que se te ocurre decirme, es que estoy actuando como una loca, pues si así lo quieres creer, me parece perfecto, pero lárgate.
Tom abandono la habitación dejando a la rubia respirando agitadamente, mientras caminaba hacia la salida, pudo escuchar el sonido de la botella estrellándose contra algo, sin embargo, no regreso, por primera vez en su vida sentía que no sabía que mierda decir o hacer, pero iba a encontrar a Bill.
Sofia espero un rato hasta que las piernas dejaron de temblarle para poder salir de la cocina, sus pies la llevaron hasta la sala donde tenían una mesa con algunas botellas de vinos, sus ojos recorrieron el mueblo, hasta levantar una botella a la cual dio un largo trago, el golpe del whisky quemando su garganta le hizo sentirse mareada.
Con la botella en la mano, hizo un recorrido por el pasillo en camino hacia las escaleras, pero sus pies, la llevaron al estudio de Bill, llevo su mano a la perilla en un intento por abrir la puerta, pero se encontró con que esta estaba cerrada.
Frunció el ceño, no recordaba que la habitación estuviera cerrada, había estado antes ahí, aunque claro, Bill siempre estaba ahí.
—Señorita Sofia—la llamo Martha, la mujer que le ayudaba en casa.
—La puerta está cerrada—dijo.
—Si.
—¿Siempre lo está?
—Solo cuando el joven Bill, esta fuera.
—¿Significa que nunca se limpia?
—Se limpia, tengo llave.
Sofia desvió la mirada de la puerta, a la cual había estado mirando con molestia, hacia la mujer, que la miraba un poco asustada, ya que en el tiempo que llevaba con ellos trabajando, nunca la había visto actuar de esa manera.
—Dame la llave—extendió la mano que tenía libre.
—Señorita Sofia, con todo respeto, no creo que al señor Bill, le agrade la idea de que usted entre…
—Martha, me importa un bledo lo que Bill, piense, entrégame la maldita llave si no quieres que te corra—extendió la mano, sabía que se estaba comportando como una malcriada, no, se estaba comportando como toda una hija de puta, pero para ese momento estaba harta de ser la buena, a la que todos le veía la cara de imbécil—La llave—volvió a pedir, esta vez con la voz más autoritaria que pudo obtener.
La mujer metió su mano, en la bolsa de su delantal de donde saco un mazo de llaves, del cual extrajo la llave que abría la puerta del estudio de Bill.
—Gracias—dijo, despues de abrir la puerta.
Encendió la luz y observo la gran habitación, las paredes estaba llenas de lienzos, algunos en blanco y otros con paisajes, pinturas que ya había visto con anterioridad, así como algunas que nunca había visto, dio un par de pasos por la habitación, hasta detenerse frente a una mesa, llena de lápices y cuadernos, dio un trago largo a la botella, un poco del líquido resbalo por su mentón, pero no le importo, movió algunas cosas del destrate que tenía Bill.
—Señorita Sofia, puede darme la botella—le pidió.
Sofia, había olvidado la presencia de la mujer, por lo cual le miro sorprendida, de que estuviera tan cerca, sus ojos siguieron la dirección de la mirada de la mujer, los cuales estaban puestos en la botella de cristal cortado, que sostenía por el cuello.
—No voy a lanzarte la botella a la cabeza.
—Es bueno escuchar eso, pero, aun así, deme la botella—extendió la mano.
Dio el último trago hasta dejar vacía la botella, para despues dárselo a la mujer.
—Puedes dejarme sola.
—¿No va a romper nada?
—Voy a reconsiderar lo de lanzarte cosas. Pero para tu tranquilidad, solo quiero buscar, algo que me diga dónde encontrar a Bill, así que —señalo la puerta.
Con un rápido movimiento Martha abandono la habitación, dejando a Sofia sola. Momento que aprovecho para comenzar a revisar todo.
Dio una mirada exhaustiva al escritorio, preguntándose ¿Qué rayos estaba haciendo ahí? Se mordisqueo el labio mientras comenzaba a mover las cosas con cuidado, no sabía porque, pero en ese momento sentía que era una pésima idea, estar ahí, tal vez no iba a encontrar nada, pero algo dentro de ella, no dejaba de decirle que, si esa habitación se encontraba cerrada, era por alguna razón.
Se dejó caer frustrada en la silla, había revisado casi todo y no había encontrado nada, los cuadernos que, revisados, solo eran bosquejos de lo que sea que Bill, estuviera creando, nada que le revelara algo.
El ruido de su teléfono la hizo dar un bote, lo que provocó que tirara los cuadernos.
—Rayos—se quejó—Hola tía—saludo a una ansiosa Morgana.
—Cariño, ¿está todo bien entre tú y Bill? He intentado llamarte todo el fin de semana.
—Te importa que te llame mañana, en este momento estoy ocupada—dijo, sin darle tiempo a la mujer a responder, cuando dio por finalizada la llamada.
Se puso de rodillas para poner en orden todos los cuadernos, los cuales se habían abierto, cerro los pocos que había revisado, tomo los pocos que quedan, dejándolos sobre el escritorio, cuando noto que uno estaba doblado por las hojas del centro, cerró los ojos al imaginarse a Bill, gritando porque se había dañado.
Si hubiese sabido lo que había en su interior, probablemente nunca habría vuelto a revisar los cuadernos de Bill. Pero como no hacerlo si al revisar el que estaba mal acomodado, lo primero con lo que se topó fueron unos grandes ojos verdes, la intensidad captada en el papel, la dejo abrumada, siguió pasando las hojas con cuidado, encontrándose con distintos rasgos del rostro que asumió rápidamente que se trataban de una mujer, su mente comenzaba a gritarle que dejará de ver eso, pero no podía su mano se movía por sí sola, encontrarse con el rostro de Sarah, dibujado con tanto cuidado, fue como recibir un golpe en el estómago.
Bill profesaba un odio eterno a esa mujer, lo cual le hacía cuestionarse ¿Por qué demonios, conservaba un cuaderno lleno de dibujos de ella? Siguió pasando las hojas, encontrándose con distintos dibujos siempre de ella, en unos aparecía sonriendo dulcemente, en otros lo hacía de forma divertida, pero lo que nunca cambiaba era la expresión de sus ojos, siempre tenían la misma mirada, esos ojos verdes estaban llenos de una maldad que helaba la sangre.
Cerro el cuaderno y tomo otro que no había revisado, solo para encontrar que era otro con más dibujos de ella, lo hojeo rápidamente, la sensación de mareo comenzó hacerse presente en ella, su estómago se hundió y subió en fracción de segundos, había revisado casi cuatro libretas, encontrando siempre lo mismo, dibujos y más dibujos de Sarah.
La palabra remplazo comenzó hacer su aparición en su cabeza, en el momento en que, al hojear otra libreta se encontró con el primer dibujo de sus ojos, cubiertos por un antifaz, o al menos esperaba que se tratara de ella, si al dar vuelta a la página, se encontraba con que era otro más de Sarah no sabía cómo iba a reaccionar.
Pero tal vez debió cerrar esa libreta y no dar vuelta, pues en la siguiente hoja, había dos dibujos, se reconoció rápidamente, sin embargo, también reconoció a Sarah, ambas dibujadas en la misma hoja, la hizo sentir enferma.
Salió como alma que lleva el diablo de esa habitación, llevando el cuaderno en una de sus manos, si iba a revisar esa cosa, iba a necesitar ayuda, entro rápidamente en la cocina, donde estaba marta sentada.
—¿Cuántas botellas de whisky, tenemos en casa?
—¿Disculpe?
—Me escuchaste bien, ¿Cuántas botellas, hay en esta maldita casa?
—Creo que tres o cuatro tal vez, no hemos encargado alcohol, en las últimas semanas.
—Súbelas a mi habitación y despues márchate a tu casa, no me hagas repetirte la orden, Martha—se dio media vuelta y abandono la habitación.
Un golpe en la puerta la hizo desviar la mirada de la maldita hoja, que llevaba viendo por casi diez minutos o tal vez menos, pero verse en un dibujo junto a esa, era algo que necesitaba comprender, entender o asimilar, no sabía ni que rayos hacia viendo eso.
—Pasa—ordeno, volviendo la mirada al dibujo.
—¿Cuatro botellas de whisky, no te parecen demasiado? —pregunto Tom.
—¿Qué haces aquí?
—Asegurándome que no te de una congestión alcohólica.
—Te dije que te largaras y me dejaras sola y le pedí a Martha que me trajera el alcohol.
—Lo hiciste, así como también la preocupaste y por eso pensó que lo mejor era llamarme. Así que por eso estoy aquí, ¿me puedes decir, que ha sucedido en la última hora para que actúes de esta manera?
—No es tu asunto y lárgate de aquí.
—Sofía.
—Tom, estas tentando demasiado a tu suerte, lárgate—ordeno.
—No me voy a marchar, hasta que me digas que es lo que está pasando contigo, tú no eres así, no te reconozco.
—¿Qué sucede conmigo? Aun no te puedo dar una respuesta, pero espero encontrarla pronto.
—¿En el fondo de una botella?
—Si es necesario, ahora ya te di la respuesta así que hazme el favor de salir de mi casa, porque si no lo recuerdas, este lugar es mío.
—También es la casa de mi hermano.
—Del cual no sabemos absolutamente nada, mientras él no esté aquí, yo decido sobre este lugar, ¡así que lar-ga-te, de una vez a tu maldita casa! —le empujo fuera de la habitación de la habitación, donde se encontró con Martha, que le miraba preocupada—Tú estás despedida, trabajas para mí, no para él, si te ordeno algo, lo haces, no me cuestionas.
—Sofía te estás pasando.
—¡Que me dejen tranquila, maldita sea! Están difícil entender eso, lárguense de mi casa, ¡los quiero a todos fuera ya! —grito.
—Bien, te dejamos sola, pero reconsidera lo de despedir a Martha, ella no tiene la culpa de que estás … de que no estés de humor para aguantarnos a todos.
Le arrebato la botella que tenía en la mano y entro en su habitación azotando la puerta, esperando que eso fuera suficiente para que entendiera que lo único que necesitaba era estar sola.