«Believer» Fic TWC de MizukyChan
“Pero ellos insistían, pidiendo a grandes voces que fuera crucificado” (Lucas 23:23)
Capítulo 23: Bajo presión
Cuando Thomas dejó de temblar en sus brazos, John salió de la habitación, llamando a viva voz al policía que resguardaba el corredor del tercer piso, debía informar al sheriff sobre la cinta y debía asegurarse que el asesino ya no se encontraba en las instalaciones del hospital.
Entre tanto, Tom sacó el resultado del laboratorio con el mensaje de Bill y lo ocultó lo mejor que pudo bajo el colchón. Nadie podía enterarse de eso, nadie podía saber sobre Bill y el lazo que los unía, al menos no por el momento.
Debía investigar algunas cosas, debía preguntar a John más detalles sobre aquel fatídico día del incendio que consumió no sólo su casa, sino que cobró la vida de su familia. Debía existir una razón por la que le ocultaron que su gemelo estaba vivo.
¿Por qué harían algo así? ¿Por qué nos separarían siendo unos niños? ¿Por qué John se prestaría para algo tan oscuro?
De pie, junto a la cama, sus manos sujetaron la caja con la cinta de video y temió que en ella estuvieran las respuestas que se estaba formulando.
Tengo que ver esto antes que la policía.
Pero no alcanzó a idear un plan, pues la puerta de su cuarto se abrió de golpe, revelando a un policía con cara familiar, quien hablaba sin parar por radio. El hombre levantó una mano, pidiéndole silencio hasta que la comunicación desde la central acabó.
—¿Está usted bien, Padre Kaulitz? —Preguntó.
Tom tenía el ceño apretado, pero asintió—. Sí… eso creo.
El oficial notó la incertidumbre del sacerdote y se presentó—. Soy Sullivan, he estado vigilando su habitación en algunos turnos.
—Oh, sí, con razón su cara me era familiar —respondió el joven.
—Esto es inconcebible, parece que cada vez que estoy aquí, la “Mano de Dios” es capaz de burlar mi vigilancia —dijo el hombre, como reprochando sus esfuerzos por mantener a salvo la vida de Tom—. ¿Pudo ver al sospechoso?
—Yo, no lo vi. Lo siento.
—¿Cuál es la evidencia que mencionó el padre Morgan? —Preguntó el hombre, dando vueltas por la habitación, mirando cada rincón, por si encontraba algún indicio que pudiera ayudarle a resolver este enigma.
Tom hizo puño la mano derecha, cuando el policía sostuvo el biblia trucada y la cajita de la cinta cayó sobre las mantas.
—Tengo que enviar esto a la central para que busquen huellas —afirmó.
Tom no podía moverse de su sitio, quería arrebatarle el objeto de las manos al oficial y gritar que era suyo, que sólo él tenía derecho a ver lo que estaba grabado en esa cinta, que Bill lo había dejado para él.
—¿Seguro que está bien, Padre? —Preguntó el hombre—. Está pálido —agregó con el ceño arrugado—. ¿No lo habrán envenenado otra vez?
La puerta volvió a abrirse y John entró acompañado de la enfermera del turno de noche, quien lo miraba con preocupación—. ¿Padre Kaulitz? —lo llamó, acercándose a él para sostenerlo del brazo—. ¿Está bien? —Preguntó y lo ayudó a sentarse en la cama.
La mujer tocó su frente con el dorso de la mano y comprobó sus vitales—. Creo que está en shock. Tienen que salir, deben dejarlo descansar.
—Lo siento, madam, pero el Padre debe responder algunas preguntas —alegó el policía.
La rubia giró con el ceño apretado y una expresión que no daba lugar a réplicas—. Yo responderé sus preguntas. Ahora salgan de aquí.
De no ser por lo tensa de la situación, John habría sonreído ante la actitud protectora de Donna, sin embargo, no dijo nada y simplemente salió por la puerta, seguido de cerca por Sullivan.
—El sheriff viene en camino —informó el oficial a John cuando la puerta se cerró.
—Gracias por actuar tan deprisa —comentó el sacerdote, dando unos pasos más por el corredor.
—Es mi deber proteger al Padre Kaulitz. No voy a permitir que vuelva a suceder algo como la otra vez —dijo y se detuvo en seco, mirando al suelo, avergonzado—. Aunque… parece que ya ha vuelto a ocurrir.
—Hey, hey —habló John, girando para volver con el hombre—. Esto no ha sido culpa tuya.
—¿No lo es? Me burlaron unos chiquillos la vez anterior y ahora, un asesino. Tengo suerte de seguir vivo —Sullivan se veía acongojado.
—No fue culpa tuya. El asesino es… astuto —agregó John, viéndose interrumpido por la enfermera que salió del cuarto de Thomas.
—Será mejor que lo dejemos descansar, el Padre Kaulitz ha sufrido una gran impresión y su presión arterial subió más de lo normal —comentó la mujer—. ¿Qué necesita preguntarme?
—Él dijo que no vio a nadie —intervino John.
—Es muy posible que el asesino ni siquiera haya ingresado al hospital —agregó Donna.
—¿Por qué lo dice? —Preguntó el policía.
—Bueno, yo misma subí una caja con obsequios para el Padre Kaulitz. Él me pidió que llevara los peluches al ala de pediatría —explicó—, pero se quedó con el chocolate, que compartiría con usted, Padre Morgan —sonrió—. Y la biblia —suspiró—, la dejé yo sobre su mesa, porque era un libro hermoso. Yo no… no sabía.
—Tranquila, nada de esto es su culpa, Donna —contestó el sacerdote, poniendo una mano en el hombro de la mujer.
Sullivan se rascó la barbilla, con expresión pensativa—. ¿Hay algún encargado de recibir los presentes?
—Como el sheriff dijo que el Padre Kaulitz no puede recibir visitas, cualquier obsequio para él es dejado en recepción y luego los reparte alguien —respondió la rubia—. Sólo Jody y yo, podemos venir a la habitación C35 sin restricción, cualquier otra enfermera podría entrar, sólo en caso de emergencia. Por eso, traje los presentes ahora, al iniciar mi turno.
—Gracias por su ayuda, informaré al sheriff una vez que llegué.
La mujer asintió y se retiró, caminando por el pasillo.
John miró al oficial y preguntó—. ¿Qué opina?
—Creo que ella tiene razón, es posible que la “Mano de Dios” ni siquiera haya entrado al hospital —respondió en voz baja—. Pero dejemos que el sheriff decida eso.
John suspiró y asintió.
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El sheriff Pileggi llegó con expresión cansada al hospital y saludó a John y Sullivan, asintiendo con la cabeza.
—¿Va todo bien? —Preguntó el sacerdote, notando el estado del policía, pero éste se limitó a negar brevemente, sin decir nada, y caminó hasta la puerta con el número 35.
—No creo que sea buena idea, sheriff —comentó Sullivan—. La enfermera dijo que el Padre Kaulitz estaba alterado por lo sucedido. Sufrió un alza de presión.
—Bien —respondió secamente el mayor—. Deme un informe.
Sullivan reportó todo lo sucedido a su superior, incluyendo la información proporcionada por Donna. Mitch simplemente asintió.
—Los oficiales de la entrada han comprobado las palabras de la enfermera. Nadie ha visto nada y a nadie extraño —se pasó una mano por la cara—. Es como tratar con un maldito fantasma. ¿Cómo es que un hombre puede entrar o salir de lugares sin que nadie lo vea? Este es un condenado hospital, maldita sea, está lleno de gente. ¡¿Cómo es que nadie lo ha visto?! —La frustración del hombre se notaba tanto en sus palabras, como en el tono empleado.
John quería decir algo, confortarlo, pero sabía que las palabras no servirían de nada, que repetir “no es tu culpa” por tercera vez, no iba a hacer la diferencia. Él sabía lo que era tener la vida de una persona en la conciencia. Se aclaró la garganta para decir algo, pero un grito los sorprendió a todos.
Entraron los tres de golpe en la habitación, descubriendo que Thomas tenía una de sus pesadillas. Una muy mala, al parecer. Sin dudarlo, John se acercó a la cama y lo sacudió por los hombros.
—Thomas, Thomas despierta —lo movió hasta conseguir su objetivo.
El joven lo miraba con ojos vidriosos, la respiración agitada y un temblor que sacudió todo su cuerpo. John asintió, diciéndole con ese gesto que estaba a salvo.
—¿Padre Kaulitz? —Preguntó Sullivan, quien nunca había visto los episodios nocturnos del sacerdote—. ¿Está usted bien?
Tembloroso y agitado, Thomas asintió.
—Padre Kaulitz tenemos problemas —comenzó el sheriff, ganándose la atención de todos los presentes—. Hicimos lo acordado sobre los adivinos —se pasó una mano por la cara—, tenemos dos personas desaparecidas.
—Oh, no… —Thomas exhaló sonoramente, ya se esperaba algo así.
—Tiene que ayudarnos, Padre —comenzó el hombre, acercando la silla a la cama—. Si sabe quién es el asesino, debe decirlo, para poder parar a este loco.
—¿Lo sabe? —Sullivan interrumpió sorprendido, pero John levantó una mano para callarlo.
—No puede decirlo, Mitch. Es secreto de confesión.
El sheriff ignoró al sacerdote y fijó la atención en Thomas, quien correspondía su mirada—. Si lo conoce, debe decirme quién es y yo lo detendré. Lo mantendré a usted y al resto de los habitantes de Avery, a salvo.
—Él no dirá nada, sheriff —una voz en la puerta, alertó a todos los presentes.
—Oh, no —fue el turno de John de gemir de angustia.
—¿Quién es usted? —Preguntó Sullivan, dando un paso hacia el recién llegado—. Nadie puede entrar a esta habitación sin autorización.
—Tengo autorización —respondió el hombre, sacando una carta con sello del Vaticano, en ella—. Soy el Padre Erik Dimitri, he venido a impedir que obliguen al Padre Kaulitz a revelar el secreto de confesión.
—Me temo que la iglesia no puede intervenir en un caso policial, Padre —alegó Mitch, cansado de esta situación. Ya había tolerado suficiente aquello del secreto de confesión, pero ahora que sabía que el Padre Kaulitz, de algún modo sabía quién era el asesino, no pararía hasta detenerlo. No podía permitir que más personas fueran cruelmente asesinadas a manos de alguien desquiciado.
—Tiene razón, sheriff —respondió el hombre con calma—, pero viendo que un miembro de nuestra Orden está en peligro, la iglesia puede pedir un traslado de emergencia y es justamente lo que haremos. Vengo a llevarme al Padre Kaulitz de aquí.
Tom abrió grandemente los ojos y apretó las manos en puños. No puedo irme. No puedo dejar a Bill. No ahora que sé la verdad.
—No puede llevarse al Padre Kaulitz, está con arresto domiciliario. No puede salir de las dependencias del hospital en una semana.
El sheriff se alegró de haber comunicado a todo el mundo sobre esta medida, de ese modo podría retener al sacerdote, al menos unos días, para intentar solucionar el dilema. Si se llevaban a Kaulitz, era posible que la “Mano de Dios” se sintiera intimidada y asesinara a más gente, en lugar de detenerse.
—Oh, eso ya lo veremos, sheriff —dijo el hombre con tono amenazante—. Ahora le voy a pedir que se retire, necesito hablar con mis hermanos —señaló a los otros sacerdotes.
Los policías caminaron hacia la puerta, pero justo antes de salir, Tom alzó la voz—. Sheriff, ¿podría ver la grabación con usted?
—Me temo que es evidencia, Padre, y usted, como civil, no tiene acceso a ella —fue la fría respuesta.
Cuando salieron del cuarto, Erik cerró la puerta y los miró a ambos con el ceño apretado.
—Vaya lío en el que se han metido —dijo, sentándose en la silla que previamente ocupó el sheriff—. ¿Estás bien, Thomas? Luces terrible.
El joven quiso sonreír, pero el gesto salió más como una mueca. John se acercó por el otro lado de la cama y respondió.
—Sufrió un alza de presión.
—¿Y aún así ese policía no dejaba de presionarte? —Preguntó con tono reprobatorio—. Tengo que sacarte de aquí cuanto antes.
Tom tragó pesado, pero sabía que no debía mostrarse ansioso, porque causaría justamente la impresión opuesta a lo que deseaba—. Creo no es buena idea, Padre Dimitri.
—Por supuesto que es una buena idea, Thomas, mírate, estás mal, física y espiritualmente —entrecerró los ojos—. Puedo ver la angustia en tu alma.
—Hay gente muriendo aquí, Padre Dimitri, por supuesto que siento angustia en el alma —contra-atacó el joven—. Estoy ayudando en la investigación.
—¿Arrestado en el hospital? —dijo con sarcasmo—. Vaya forma de ayudar.
—¿A qué has venido, Erik? —Preguntó John, yendo directo al grano.
—Hay problemas —respondió el sacerdote—. Ustedes dos están en problemas.
John arrugó el ceño, ya lo veía venir. Estaba sorprendido de que no llegaran antes a buscarlos—. ¿Qué clase de problemas?
—Vengo a sacarlos de aquí.
—Ya oyó lo que dijo el sheriff —respondió Thomas—. No puedo irme, al menos en una semana.
—Bien, me llevaré a John —se levantó de la silla y giró hacia el sacerdote—. Morgan, debes venir conmigo ahora mismo.
John tragó pesado y miró a Thomas, quien lo miraba angustiado, no quería quedarse solo en esos momentos, no cuando había tantas preguntas que deseaba hacer, que necesitaba hacer.
—Lo siento, Thomas —fue lo único que dijo y salió de la habitación, siguiendo al otro sacerdote.
& Continuará &
Chan, chan, chan, nuestro Tom se ha quedado solito u.u
Gracias por seguir leyendo y apoyando este fic. Besos.
Rayos!!! Ahora las cosas estan peor, Mitch quiere las respuestas que solo Tom puede darle y el vaticano desea llevarselo, para colmo no podra ver lo que hay en la cinta, que seguramente tendra las respuestas que él necesita.
Nos leemos en el proximo, bonito domingo 😊
Es cierto, parece que todo se pone cuesta arriba, así que sólo me queda invitarte a seguir leyendo, porque algunas cosas no son como parecen y, es absolutamente necesario que este nuevo cura saliera en la historia, chan, chan, chan.
Gracias por tus lindos deseos y nos leemos muy pronto. MUAK
Ya quiero saber qué pasa con Bill y que secretos guarda. ¿Qué habra en ese cassette? Omg
Oh, lo de la cinta lo sabremos justo en el siguiente capítulo y sobre Bill, pues la verdad es que hay cosas que el mismo Tom debe resolver antes de que sepamos más sobre Bill. Es Tom quien debe recordar, chan, chan, chan.
Gracias por el apoyo, linda, un besote. MUAK
Caray, yo me quedé con laa ganas de saber que había en la cinta y pareciera que todo se pone peor. Je curioso que uno quiera que en este caso el «mal gane» , si el hecho es que tiene que ver con Bill como uno de los protagonistas y claro, la duda de qué pasó con los gemelos en su niñez , pero ahora el Vaticano metiendo la nariz. ..je je irónico en verdad.
Besos!
Por la cinta no te preocupes, mi querida Ady, que lo sabremos en el siguiente capítulo. Y sobre el mal jijijiji, es cierto, como Bill es nuestro prota, queremos que él gane, o al menos que no lo atrapen aún jijijiji, pero las cosas a veces no son tan en blanco y negro, y una vez que Tom recuerde, hay muchas piezas que caerán en su lugar.
Un besote y mil gracias por seguir leyendo y apoyando el fic. MUAK.
OMG … ! como hará Tom para ver la cinta … ? esto se pone mas complicado … encima se metió el Vaticano en el asunto . Ya quiero seguir leyendo …. gracias por actualizar. Besos . Muakkk!
La iglesia tiene tentáculos más largos que un pulpo, para bien o para mal, esto tenía que pasar.
Sabremos que contiene la cinta en el siguiente capítulo, chan, chan, chan. Besos, mi linda Julie.