Believer 25: Víctimas

Muchas gracias a mis niñas que siempre comentan: Julie, Aurora, Mimiis, Ady, FerAlone, Katchen. Gracias, mis niñas bellas.

«Believer» Fic TWC de MizukyChan

“Porque la tierra está llena de crímenes sangrientos y la ciudad llena de violencia”

(Ezequiel 7:23)

Capítulo 25: Víctimas

Notando como la luz del amanecer comenzaba a brillar en el cielo, Ben suspiró derrotado, no lo lograría, había aprovechado las sombras de la noche para ocultarse mientras huía, pero no había logrado avanzar lo suficiente, todavía estaba demasiado lejos de la ciudad y, sin duda, su verdugo lo encontraría ahora, a plena luz del día.

—Tengo que advertir al Padre Thomas —susurró, dándose ánimo para levantarse y dar unos pasos más—. Tengo que avisarle.

Apoyándose en el árbol a su espalda, gruñó de dolor y apretó su costado herido, antes de cerrar los ojos con fuerza por el mareo que lo invadió. Respiró con rapidez, diciéndose que debía calmarse o se desmayaría. Cuando volvió a abrir los ojos, una oleada de emoción lo recorrió por completo; una casa, logró ver una casa a la distancia, seguro que durante la noche entró en los terrenos de alguna granja, pero no la había notado por la oscuridad. Estoy salvado.

Inspiró hondamente y dio un paso al frente, luego otro y otro más. Eso es, Ben, poco a poco. Vamos, debes lograrlo, por el Padre Thomas. Debes hacerlo por él.

Casi podía ver la espalda de alguien caminando entre las plantaciones. Estiró una mano, rogando que esa persona volteara a verlo, que fuera real y no se hiciera humo, producto de su mente agotada.

—Ayu… ayuda… —logró decir antes de caer al suelo, inconsciente.

Al oír un ruido a sus espaldas, Samantha Ferris giró y corrió a socorrer al joven que se había desplomado ante sus ojos.

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Donna hizo la última ronda de su turno, antes de retirarse por la mañana, sintiendo una opresión en el pecho al ver la expresión perdida del joven sacerdote cuando entró en su habitación. El Padre Kaulitz ni siquiera pareció notar su presencia, mucho menos se sintió tentado a probar el desayuno que ella personalmente le había llevado.

—Lo dejaré aquí, por si te da hambre más tarde —dijo, en un último intento de hacerle hablar.

Informó de la situación a Jody cuando le dio su reporte y le pidió encarecidamente que cuidara del joven.

Cuando Jody Mills entró en la habitación C35 comprendió la aprensión de su colega de profesión, Thomas estaba sentado con la mirada perdida en algún punto de la ventana.

—Buenos días —saludó, intentando romper el trance del joven, pero no lo consiguió, por tanto continuó hablando—. Estás solo esta mañana —dijo y, en tono de broma, agregó—. ¿El Padre Morgan no ha llegado o se aburrió de hablar consigo mismo, ya que tú no respondes?

Eso pareció hacer clic en el hombre, quien giró el rostro y con voz ronca, respondió—. Se lo han llevado.

Jody alzó una ceja y repitió—. ¿Se lo han llevado? ¿A quién?

—A John, se llevaron a John —respondió Tom, pero al ver la expresión de pánico en la doctora, agregó—. Un superior de la Iglesia, vino anoche y se lo llevó —al ver como soltaba un suspiro de alivio, prosiguió—. El Padre Dimitri iba a llevarme a mi también, pero estoy detenido por orden del sheriff, así que tengo que permanecer aquí.

La mujer se acercó a la cama y sostuvo la mano de Thomas con cariño—. No sé si esto te sirva de algo, pero —se detuvo para respirar hondo—, me alegro que estés aquí. Sé que, como sacerdote, tu confianza radica en el poder de Dios, pero estoy segura que Mitch hará todo lo posible por mantenerte a salvo y creo que…

—Gracias —dijo Thomas, interrumpiéndola—, pero aún así me siento solo.

—¿Será permanente? —Preguntó, sabiendo que se refería a su amigo—. ¿La partida del Padre Morgan?

—No lo sé —Thomas alzó los hombros y soltó un suspiro, desviando la mirada de vuelta a la ventana.

—Hey —llamó la doctora—. Él no es el único a quien le importas. Donna, el sheriff y yo, nos preocupamos mucho por ti y no queremos que te sientas solo, ¿está bien?

Thomas asintió, pero el vacío que sentía en el pecho no se llenaría solamente con la presencia de ellos, ni siquiera John con todo el cariño que le había prodigado durante su niñez podía compensar el vacío que sentía ahora que sabía la verdad sobre Bill. Nada, ni nadie podría ocupar el lugar que por derecho le pertenecía a su otra mitad.

Bill.

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El sheriff se sorprendió al ver el número de su vieja amiga Samantha en la pantalla de su celular, aceptó la llamada de inmediato—. Hola, Sam, ¿cómo estás?

—Mitch tenemos problemas —anunció de inmediato, silenciando al hombre—. Tengo a un chico herido en mi granja y me dice que te llame directamente a ti, porque no pueden confiar en nadie. Dicen que están en todas partes y que lo van a matar.

—¿Un chico? ¿Dime, Sam, es Ben Collins?

—No lo sé. Es un adolescente que se desmayó en la plantación. Tiene un corte profundo en un costado y creo que ha perdido mucha sangre. Mitch, ¿qué demonios está pasando?

—Voy para allá, Sam.

El hombre corrió por su casa, tomando las llaves del auto, mientras sostenía el teléfono en la otra mano—. ¿Te ha dicho algo más? ¿Has visto a alguien más por ahí, Sam?

—No lo pude cargar hasta la casa, Mitch, todavía estamos en la granja, no he visto a nadie, pero sabes que aquí cualquiera podría ocultarse —respondió a la rápida, mirando en todas direcciones—. ¿Qué debo hacer? No puedo cargarlo, pero tampoco puedo dejarlo solo, Mitch, está desmayado.

—¿Quédate ahí, Sam, voy en camino. Te voy a cortar unos minutos mientras pido refuerzos, pero mantén tu teléfono contigo, ¿está claro?

—Sí, entiendo, Mitch. Date prisa.

—Bien, voy a colgar ahora…

—¡Espera! —Casi gritó la mujer—. El chico estaba muy preocupado por el Padre Kaulitz, dijo que debía advertirle.

—¿Advertirle? —Mitch, presionó a fondo el acelerador y tomó rumbo hacia la granja de los Ferris.

—Dijo que viene a por él. Que viene a terminar lo que empezó cuando tenía seis años.

—¿Es todo? —Preguntó el sheriff, sujetando el volante con una mano, pero con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

—Eso creo. Estaba nerviosa por el chico. Está mal herido, Mitch, ¿por qué no quería que llamara al hospital?

—Te explicaré más tarde, Sam. Debo cortar ahora, ¿si?

—Está bien, me quedaré aquí con el chico.

Mitch dio un volantazo, al tomar una curva con esa velocidad, pero su instinto le decía que debía apresurarse, que quien sea que hubiera lastimado a Ben, regresaría para silenciar al testigo, tal como había sucedido con la chica, Jennyfer Stevens.

Sopesó la idea de marcar el número de Mary Ann, pero de seguro ella estaba camino al hospital, mejor llamaba directamente a la estación.

Sonó sólo un timbre y la voz delicada y femenina de la secretaria llegó a su oído—. Estación de policía ¿cuál es su emergencia?

—Nancy, soy Mitch, tenemos una emergencia en la granja de Samantha Ferris, necesito que envíes dos unidades armadas y una ambulancia lo más rápido posible.

—Sí, señor —la llamada se cortó y el hombre centró toda su atención en la carretera.

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La mañana avanzaba lentamente para Mary Ann, tenía demasiadas teorías en la cabeza, las que poco a poco iba comprobando o descartando, pero necesitaba corroborar los datos con la fuente más importante, el Padre Kaulitz.

Estacionó el vehículo fuera del hospital, pero antes de salir de él, su teléfono sonó. Contestó y arrugó el ceño al oír ruido al otro lado—. ¿Mitch? —una maldición y más ruido—. ¿Mitch, estás bien?

—Oh, lo siento, estoy conduciendo y no podía ponerme el manos libres —respondió el sheriff con voz tensa.

—¿Qué ocurre?

—Apareció Ben.

—¿Dónde?

—En casa de la viuda Ferris, está mal herido. ¿Ya llegaste al hospital?

—Sí —la mujer quería preguntar muchas cosas, pero había cierta urgencia en el tono de voz del sheriff, así que se abstuvo—. Acabo de llegar.

—¿Tienes tu arma de servicio?

—Sí.

—Bien. Quiero que te quedes con el Padre Kaulitz todo el tiempo que sea necesario. Que nadie entre en su habitación y mantén un control de los turnos del policía del corredor. Sólo tres turnos, Mary Ann, que no haya cambios inesperados, las personas que estaban inscritas son las que deberán estar allí, ¿está claro?

—¿Qué sucede, Mitch? ¿Van a atacar a Thomas? ¿Sabes algo?

—Ben le pidió a Samantha que no avisara al hospital, dijo que estaban en todas partes.

—¿Dónde estás tú, Mitch?

—Voy en camino a la granja Ferris. Sam dijo que estaban fuera de la casa, en la granja. Están expuestos y es posible que…

—Que el asesino llegue hasta ellos. Apresúrate, Mitch, yo me encargo de Thomas.

—Cuento contigo.

La llamada se cortó y la mujer sacó su arma del cinto para revisar que estuviera cargada y con el seguro puesto. Se colgó la placa al cuello y sacó otro revolver de la guantera del coche. Sólo para estar seguros. Se dijo a sí misma, mientras bajaba del auto y caminaba con paso firme hasta la entrada del hospital.

Sus ojos se posaron en un joven alto, que llevaba el cabello engominado hacia atrás, el hombre la saludó, inclinando la cabeza y continuó su camino. Ella arrugó el ceño y giró, lo vio caminando tranquilo hacia el estacionamiento. Ese chico se parece mucho a Thomas. Pensó y luego sacudió la cabeza y volvió sus pasos hasta la entrada, donde saludó al guardia, con una sonrisa.

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Mitch detuvo el auto en mitad de la calle y corrió hacia la casa principal, gritando el nombre de su amiga.

—¡Samantha! —Dios, por favor, que esté viva.

Al no obtener respuesta, corrió por el costado, hacia el patio trasero que llevaba a la granja y las plantaciones. No alcanzó a avanzar lo suficiente, cuando una mancha de sangre llamó su atención, detuvo sus pasos y sacó su arma, quitando el seguro. Agudizó el oído y se dio cuenta que no había ningún ruido, dio tres pasos más y paró, mirando por sobre la cerca de madera, descubriendo por qué todo le parecía tan silencioso. El perro de Sam había sido asesinado de un disparo.

Tragó pesado y continuó su camino, rogando a Dios por el bienestar de su amiga. Las altas plantaciones le impedían ver con claridad, por eso se impactó cuando encontró el cuerpo de Ben. Estaba sobre su estómago, pero la mancha de sangre que cubría su ropa era indicador suficiente del estado del cuerpo. Lentamente se agachó y puso dos dedos en el cuello del chico, buscando la vena del pulso. Cuando sintió el leve latir, soltó el aliento que estaba conteniendo y volvió a levantarse, pero justo cuando lo hizo, el sonido del amartillar de un arma, le advirtió con el suficiente tiempo para volver a lanzarse al piso.

La bala lo habría matado, sin duda. Su cuerpo se tensó y agudizó el oído, buscando alguna señal que le indicara de dónde provenía el disparo, pero no necesitó demasiado tiempo, pues otra ola de balas llovió sobre su cabeza.

Afortunadamente, una sirena se oyó a la distancia y el criminal emprendió la huida.

Mitch oprimió el botón de su radio y dio las indicaciones a los oficiales que venían a reforzarlo para que siguieran al desgraciado, mientras él buscaba a Samantha entre las plantaciones.

Cuando la encontró cayó de rodillas y buscó el pulso de la mujer, pero ella no fue tan afortunada como Ben. Mitch se pasó una mano por la cara y parpadeó para alejar las lágrimas que se formaron en sus ojos. Había conocido a Sam casi toda su vida, ella y su difunto marido habían sido los padrinos de su boda y ahora los dos estaban muertos. No había podido salvar a su amiga.

—Lo siento, Sam, lo siento tanto —dijo bajito, cerrando los ojos de la mujer—. Te juro que lo voy a parar, Sam, voy a parar a este hijo de puta, lo voy a encerrar o lo mataré con mis propias manos, pero no voy a descansar hasta que haya hecho justicia.

—¿Sheriff? —El grito de uno de sus oficiales lo sacó del trance.

—¡Aquí! —Gritó en respuesta—. Necesito una ambulancia. Tenemos un herido de gravedad.

& Continuará &

No había querido postear este capítulo porque debía hacer unos cortes y agregar unas cosas, por eso me tardé, aparte de la tristeza que me había invadido por el cumpleaños de los gemelos que fue tan apagado, porque no estuvieron juntos, juntos, sino con otras personas que ni siquiera eran los G’s. En fin, gracias por seguir leyendo esta historia.