Believer 28: Llamados

«Believer» Fic TWC de MizukyChan

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15:16)

Capítulo 28: Llamados

Tom sintió que perdía la vista, su pecho se apretó y no llegaba suficiente aire a sus pulmones, su corazón latía de forma irregular, sus ojos se nublaron y, de pronto, todo se volvió negro.

Cuando volvió a abrir los ojos, la voz preocupada de Mary Ann pedía ayuda a alguien más a través de la puerta.

No puedo creerlo. Me he desmayado. Quería reír ante la ironía de la situación, pero su cuerpo no cooperaba con su mente, todavía no podía enfocar bien su visión y probablemente volvería a caer en la inconsciencia si no hacía algo pronto.

Relájate, Tom. Se dijo a sí mismo. Si te desmayas ahora, no podrás seguir escuchando lo que la oficial Smith tiene para ti. No podrás descubrir quien más está detrás de estos crímenes.

No supo cuando tiempo pasó, pero finalmente logró relajarse lo suficiente, para que sus pulmones recibieran el preciado aire que le ayudó a volver en sí.

—Es impo… no es posible —logró articular.

—¿Thomas? —Mary Ann volvió a su lado en un dos por tres y sostuvo su mano—. No te esfuerces, la doctora viene en camino.

—No, John no puede…

—Tranquilo, Thomas, hablaremos de eso después —pidió la mujer—. No te esfuerces.

—Él no… John no —balbuceó hasta que otra voz se oyó con fuerzas.

—Déjeme pasar —pidió Jody Mills, controlando los vitales del paciente—. ¿Se desmayó?

—No —respondió Tom, jadeando.

—Sí —dijo Mary Ann al mismo tiempo que el joven.

—No te hagas el valiente —lo reprendió la doctora, controlando la presión del sacerdote—. Si te desmayaste, no lo notarías.

—Perdió el sentido, por eso pedí a Sullivan que fuera por ayuda —agregó la oficial.

—¿Le dijo algo que lo alteró? —Preguntó, cuando se quitó el aparato, haciendo anotaciones en la tabla del paciente.

Mary Ann no contestó, pero se pasó una mano por la cara, asintiendo culpable.

—El estrés y la falta de alimento, le pasó la cuenta. Voy a administrarle algo para dormir —advirtió la mujer.

—No —pidió Tom, finalmente abriendo los ojos.

—Me temo que esta vez no voy a ceder, Thomas. Me prometiste comer y no lo has hecho —Jody lo regañó con el ceño apretado—. Con el estrés que tienes encima podrías tener complicaciones. Deja que la policía haga su trabajo y descansa, ¿está bien?

Tom le dio una mirada de súplica a la oficial, pidiendo con eso que lo respaldara, pero la rubia sólo asintió y permitió que la doctora inyectara un calmante en su brazo.

—Duerme Thomas, hablaremos después —sugirió la mujer.

Jody, se aseguró de cerrar las cortinas de la ventana y pidió a la policía que la acompañara fuera del cuarto. Tom apretó el ceño al verlas salir, pero no pudo hacer nada, porque una pesada ola de cansancio invadió sus párpados y el resto de su cuerpo.

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—Va a tener que parar esto —dijo Jody con voz profesional.

Mary Ann arrugó el ceño y la miró desafiante—. ¿A qué se refiere?

—A estresarlo de esa manera —contestó la castaña, señalando la habitación—. El pobre chico ya ha pasado por mucho.

—El Padre Kaulitz es parte de una investigación policial —comenzó la rubia, pero Jody levantó una mano y la detuvo.

—Sé lo que está pasando en Avery, oficial Smith, también vivo aquí —dijo el rango con ellos dientes apretados—, pero ustedes son la policía, ustedes son los que deben investigar, no presionarlo para que revele el secreto de confesión y les entregue al asesino en bandeja, así que por favor, haga su trabajo y déjeme hacer el mío, que en este caso, es mantener a Thomas con salud —y tras decir eso, se alejó con rapidez.

Horas más tarde y, tras su quinto café del día, Mary Ann dio un salto cuando la puerta se abrió revelando a su colega, el sheriff Pileggi.

—¿Qué ha pasado, Mitch? —Preguntó, dando una mirada preocupada al cuerpo en la cama, notando que Thomas, seguía dormido.

—Ben Collins no lo logró —respondió, pasando una mano por su cara, se veía exhausto—. Falleció en el lugar. Los médicos no pudieron hacer nada.

—Lamento lo de Samantha Ferris, recuerdo que la querías mucho —comentó la mujer, estirando una mano tentativa, para acariciar el brazo del sheriff.

Mitch apretó la mandíbula—. Los Ferris eran buenos amigos —susurró a modo de respuesta.

—¿Alguna señal del asesino? —Preguntó la mujer, dando un paso atrás ante la coraza fría que cubrió al hombre.

—No —dijo siseando—, casi me vuela la cabeza, pero no pudimos atraparlo —exhaló ruidosamente y agregó—. Sin embargo, el cuerpo de peritos encontró dos pares de huellas, aparte de las víctimas.

—Eran dos —la mujer frunció los labios—. Otra indicación de que no era la Mano de Dios.

—No —el sheriff volvió a suspirar—, por los casquillos, el asesino, al menos uno de ellos, usó una automática, calibre 45. No es el estilo de la Mano de Dios.

—¿Mitch? —llamó la rubia, hasta que sus ojos se encontraron—. Lo vamos a atrapar.

El hombre asintió y luego giró el rostro hacia la cama, arrugando el ceño ante la figura envuelta en mantas—. No puede estar durmiendo a esta hora —Marry Ann negó con la cabeza—. ¿Qué le pasó?

La mujer se puso seria y tomó una respiración profunda—. Estuve comprobando datos con el Padre Kaulitz. El estrés lo hizo perder el sentido. La doctora Mills tuvo que inyectarle un calmante y ha estado dormido desde entonces —explicó, desviando la vista de Thomas para enfocarla en su colega—. Creo saber quién tiene respuestas.

—John —respondió el sheriff, sonriendo cuando su colega ladeó la cabeza sorprendida—. No es casualidad que el cura se lo haya llevado anoche. De haber querido impedir que Thomas revelara el secreto de confesión, habrían movido influencias poderosas y en un par de horas, no tendríamos a Kaulitz en este lugar. Al que querían llevarse era John Morgan.

—¿Y por qué lo permitiste? —Preguntó la mujer, sacudiendo la cabeza—. Siempre puedes inventar un motivo para detenerlo —espetó—, eso te daría al menos 24 horas con él, para sacarle información si ya habías sacado como conclusión que se lo llevaban porque sabía algo.

—Mary Ann… —la voz fría de Mitch, le hizo calmarse y enfocarse en él.

—¿Qué?

—No podía dejarles saber mis sospechas, al menos no al cura de anoche —respondió.

—Quieres que sigan creyendo que toda nuestra información está basada en la confesión del Padre Kaulitz —dijo la mujer y Mitch asintió.

—Así no sabrán cuál es nuestro siguiente movimiento —explicó el hombre.

—¿Sabes dónde está?

Mitch asintió y le extendió un papel a Mary Ann con una dirección—. Irás allí esta noche y lo interrogarás. Yo me quedaré en Avery, para seguir con la investigación. Robert te acompañará, debes estar cansada y no quiero que sufras un accidente conduciendo hasta allá.

—No será necesario —comentó la mujer, señalando su vaso de café—. Tengo suficiente cafeína en el cuerpo como para estar despierta toda la semana.

Tomó su cartera y se dispuso a partir, pero antes de llegar a la puerta, Mitch la sostuvo por la muñeca y la envolvió en un abrazo—. Ten cuidado —dijo en un susurro—, la Mano de Dios es un desquiciado, pero no mata al azar, sin embargo estas personas —suspiró—, son peligrosas.

—Lo sé.

Su teléfono sonó y se separó del abrazo del hombre, para atender la llamada—. Hey, Amy.

Mitch se acercó a la cama del sacerdote, notando como comenzaba a abrir los ojos—. Hola, Padre, ¿cómo se siente?

—¿Sheriff? —Thomas se esforzó por abrir los ojos, pero todavía tenía los efectos del medicamento—. ¿Quiere un poco de agua? —Thomas asintió y el hombre le ayudó a beber un poco, mientras se despejaba.

La puerta se abrió y Donna entró, como de costumbre, con una enorme sonrisa—. Buenas noches. Creí que el Padre estaría dormido todavía, no esperaba tantas visitas oficiales —bromeó.

—¿Qué pasó con Ben? —Preguntó el sacerdote, tan pronto vació el vaso.

—No lo logró —el sheriff respondió bajando la mirada.

Donna se llevó una mano a la boca—. Oh, no.

Entre tanto, Mary Ann continuaba con su conversación y finalmente se despidió, cortando la llamada.

—Será mejor que me vaya —dijo, despidiéndose de Thomas—. Mi hija, Amy está cerca y quiere que comamos juntas. Adiós.

Con una mirada cómplice, Mitch la dejó partir y luego giró hacia la enfermera del turno nocturno—. Pensé que su turno empezaba dentro de una hora.

—Es cierto —respondió ella, sin perder la brillante sonrisa—, sólo he venido a tentar al Padre Kaulitz con esto —sacó un postre de su bolsillo y lo extendió al joven, quien sonrió al identificar su dulce favorito.

—Browny con nueces. Me encanta —el joven comenzó a abrir el envoltorio y sonrió feliz al dar la primera mordida.

—Será mejor que me vaya —comentó el sheriff—, tengo mucho papeleo que llenar. Lockman está de turno en el corredor, él te mantendrá a salvo.

—Y yo estaré dando vueltas por todos los pisos —agregó la servicial enfermera.

—Adiós —el hombre se retiró, cerrando la puerta al salir.

—¿Quiere comer algo más, Padre? —Preguntó la mujer, notando como el chico había devorado su pequeño postre—. ¿Algo más contundente, tal vez?

Thomas negó con la cabeza—. Gracias, Donna.

La mujer giró para retirarse, pero se detuvo abruptamente, dándose una palmada en la frente—. Pero que distraída soy —dijo, regresando junto a la cama de Thomas—. Vine antes de mi turno porque tenía que entregarle algo —agregó, metiendo la mano a uno de sus bolsillos, sacando un celular—. El Padre Morgan le envió esto.

—Mi teléfono —se sorprendió—. ¿Pero de dónde lo sacó?

—Me dijeron en recepción, que un joven vino a dejarlo esta mañana, por pedido del Padre Morgan.

—Gracias, Donna.

—Ya sabe que si necesita algo…

—Lo sé, muchas gracias.

La mujer abandonó la habitación y Thomas encendió el celular, esperando unos segundos para abrir la lista de contactos, con intención de llamar a John, pero no alcanzó a marcar cuando la pantalla del aparato se iluminó con una frase que le erizó la piel.

Bill llamando

& Continuará &

Chan, chan, chan. Sé que muchas personas quería ver a Ben sufrir a manos de Bill, pero como ya notaron, nunca estuvo en manos de Bill, así que su muerte fue rápida, sin embrago, cumplió su cometido, advirtió a Tom, o más bien al sheriff… ¿Qué pasará ahora? ¿Contestará la llamada? Me muero de la emoción. Gracias por el apoyo y por sus comentarios. MUAK.