Notas: No me maten por hacer esto, realmente necesitaba meterlo acá porque me parece una persona muy… Andy (?)

Fic Toll de Miss Anunnaki

Capítulo 43

(Feat. Andy Biersack!)

Abril.

Había sido un mes bastante duro para el pelinegro y para el chico de rastas. Casi ni se hablaban, solo cuando la cena estaba lista y para consultarle sobre el alquiler, entre otras facturas para pagar. Bill casi siempre trabajaba toda la jornada, no quería volver a casa a menos que fuera medianoche, sus compañeras le preguntaban si todo marchaba bien en su vida, a lo que él les contestaba con una compradora sonrisa y diciéndoles que todo estaba más que bien.

Pero la realidad era que el mundo de la pareja se estaba desmoronando, incluso habían tomado un nuevo hábito: la discusión. Si no era por eso, entonces no se dirigían la palabra, más allá de las pagas que debían hacer.

Estaba en caja, tenía unas bolsas de haber llorado la noche anterior, pero gracias al maquillaje mágico lograba poder ocultarlas un poco, se encontraba tranquilo, atendiendo con una sonrisa falsa y gélida, como siempre. Le agradeció al sujeto calvo y guardó el cambio.

—Hola, buenos días. ¿Qué va a ordenar? —le dijo sin mirarle al nuevo cliente, se acomodó el mechón rebelde detrás de su oreja y alzó la vista. Era un tipo que no pasaba los treinta, de ojos intimidantemente azules, mirada perfecta. Con traje y camisa oscuras, se podía notar que a los laterales de su cuello se podían apreciar unos tatuajes. Llevaba el cabello rapado a los costados y un estilo totalmente pintoresco en la parte superior, era todo un cabello rebelde.

—Mocaccino mediano, por favor. —le dijo mientras hurgaba algo, el pelinegro no podía verlo. Se quedó deslumbrado ante la belleza que irradiaba aquel sujeto, era como esos dioses del olimpo, pero él superaba todas esas expectativas. Negó con la cabeza y lo anotó en un vaso. Miró de reojo al chico de ojos azules, ni siquiera Jared los tenía tan azules como el tipo. Vio que se depositó un cigarrillo sobre los labios.

—Ah, no puede fumar aquí. —le dijo de inmediato, el tipo le dio una mirada. Por alguna razón, Bill dio un respingo por la intensidad de su mirada, le daba una sensación rara. Se le cortó el aire y se hizo de hacer algo para disimularlo.

—No lo voy a encender ahora. —le contestó con naturalidad, le tendió el dinero. —Quédese con el cambio.

El pelinegro agarró el dinero, y vio que el tipo le quedó mirando fijamente. ¿Qué estaba sucediendo? Admitía que era guapo, además, que llevara tatuaje había llamado un poco su atención, era como si intentaba ocultar su oscuro pasado tras ese traje. Tomó el marcador y estaba por anotar el nombre, pero se dio cuenta de que ni le había preguntado, entonces levantó la mirada otra vez y él ya lo estaba mirando.

—Ah, ¿Su nombre? —le preguntó casi en un susurro. Vio que el tipo esbozó media sonrisa por eso, se retiró el cigarrillo de los labios y frunció el entrecejo.

—Soy Andrew Biersack. —le pareció extraño al pelinegro que le dijera el nombre completo. Normalmente las personas que llegaban y pedían les decía sus seudónimos u otras chorradas para resultar monas en sus vasitos de porquería. —Quisiera saber el suyo, si me lo permite.

El pelinegro se impresionaba más de la formalidad que tenía el tal Andrew para con él, dedujo enseguida que se trataba de alguien de alto rango, alguien que trabajaba en el rubro más caro de todos los rubros existentes. Se quedó boquiabierto y Biersack enarcó una ceja intimidante ante eso, a lo que Bill movió su cabeza y anotó el nombre.

—Me llamo Bill. —le dijo sin mirarle. Sus mejillas se encendieron, realmente se estaba sonrojando por una persona que recién conocía, era bastante extraño.

—Un placer conocerte, Bill.

Se retiró de la caja para ir a la entrega de pedidos, ¿Acaso estaba consciente de lo que había sucedido? El pelinegro había quedado realmente estático ante su presencia, encima le había dicho su nombre y eso pareció no afectarle en lo más mínimo al cliente. De todas formas, seguramente lo había hecho solo para alardear un poco, tal vez solo quería ser amable, pero si todas las personas que venían al lugar eran amables, ¿Por qué justamente él lo hacía poner de esa manera?

— ¡Adiós chicas, nos vemos mañana! —se despedía de sus compañeras luego de otra jornada de trabajo. Sus compañeras le saludaron al mismo tiempo y él empujó la puerta de cristal, salió al exterior y se detuvo de inmediato cuando vio al mismo tipo parado en la vereda, fumando mientras observaba el suelo.

Tragó saliva y afirmó el bolso a su hombro, era un ritual que siempre efectuaba en momentos de tensión. Decidió marcharse para tomar el autobus, había discutido con su novio la noche anterior y al parecer no iba a pasar a buscarlo, por lo que debía tomar el autobus que lo dejaba cerca, aunque podía ir caminando ya que no quedaba tan lejos, pero él se sentía cansado y quería llegar rápido.

— ¿Tienes algún compromiso esta noche? —oyó atrás de sí, se detuvo y cerró sus párpados unos segundos. El tipo estaba bueno, eso no se lo podía negar, pero tampoco era al extremo de que él le hablara, ni mucho menos que lo estuviera esperando, porque así era.

El pelinegro se dio la vuelta, vio que el chico de ojos azules se acercaba con una mano en su bolsillo, con un andar determinante y seguro de sí mismo. Con el mismo traje que lo había visto tener en la mañana, ahora podía verle mejor, el traje le quedaba perfecto, el tipo era delgado y alto, más alto que el pelinegro. Se quedó a unos cuantos pasos de Bill y él le miró. No sabía qué estaba sucediendo ni por qué había decidido esperarlo pero tenía que saberlo.

—Ah, no. —le contestó en un hilo de voz, se sintió un estúpido y quiso salir de allí. Se mojó los labios y ladeó la cabeza.

—Entonces… ¿No tiene problema si yo quiero invitarlo a cenar? —le preguntó indiscreto. Bill le miró estupefacto, apenas lo conocía y él ya le pedía para cenar, se volvió a impresionar. Tal vez el tipo era uno de esos que poseían alto poder y que hacían las cosas como quería y a la hora que quería.

—Ah, no creo que sea conveniente. —le contestó mirándolo sorprendido.

—Entonces, por lo menos deje que lo lleve a su hogar. —le dedicó una débil sonrisa. Tal vez se había ofendido por haber sido rechazado, tampoco era que Bill se iba con el primero que se le insinuaba en algo, además, no sabía quién era y tenía un poco de miedo por eso.

Lo meditó por unos segundos, ya era algo tarde y recorrer unas manzanas no era adecuado, menos si había atravesado esa emboscada homofóbica. Exhaló el aire y asintió. Entonces le indicó con la cabeza que lo siguiera, el pelinegro lo hizo, cruzaron la calle y vieron que había una limusina negra estacionada y con las luces encendidas. Rápidamente Bill fue detrás de Biersack y se impresionó cuando él le abrió la puerta de semejante medio de transporte, los dos se miraron.

—Después de usted. —le dijo serio, Bill volvió a asentir y se deslizó por los asientos. Dentro del vehículo se sintió completamente extraño, era la primera vez que se metía en uno de esos, y la verdad que parecía una casa, se quedó mirando cada detalle del interior y se desconcentró cuando escuchó que la puerta se cerró. Miró hacía su lado izquierdo y se dio cuenta de que Biersack estaba a unos cuantos centímetros de distancia, lo único que los separaba era el bolso del pelinegro.

—Y bien. —le decía Biersack mientras la limusina arrancaba. —Dígame dónde vive.

—En la sexta calle al Sur, donde se cruza con la décimo quinta. —le contestaba el pelinegro, el tipo adinerado le ordenó al chofer que fuera a esa dirección, entonces levantó la ventanilla oscura que los dividía para tener algo de privacidad. El pelinegro se tensó un poco, se encontraba solo con un extraño y en una limusina.

—Cuénteme algo de su vida. —habló dirigiendo su mirada a los rasgos femeninos de Kaulitz. — ¿Tiene algún pretendiente?

Vaya, para ser directo él se sabía los trucos. Bill le miró a los ojos y sintió que la respiración se le aceleraba sin un motivo concreto, tragó saliva y se contuvo de no abrir la puerta y tirarse para dejar de sentirse así. Negó con la cabeza lentamente, pero luego recordó que si tenía, solo que andaba con el Tiempo a su disposición.

—Estoy en algo complicado. —le comentó. Un momento, ¿Por qué le decía eso? No era nada para él, no eran amigos. Ni siquiera supo por qué había aceptado que lo llevara a su casa, ¿Y si tal vez era un secuestrador? ¿Y si era un depravado proxeneta que secuestraba personas para usarlas después a su antojo? Comenzó a preocuparse por eso, y lo ponía nervioso, tomó su bolso y lo colocó sobre sus piernas, desviando la mirada hacía la ventana.

Miró de reojo al tipo y él no dejaba de mirarlo, ¿Acaso lo estaba analizando en silencio? Se estaba sintiendo incómodo con eso, no podía dejar de pensar en las posibilidades que le se podían pasar por la mente a Biersack, se sentía presionado por el solo hecho de que sus ojos azules le observaban sin ni siquiera hacerlo de manera disimulada.

—Ah, ¿Se quedó esperando todo el día? —la curiosidad había despertado en Bill, y necesitaba saberlo.

—No, le pregunté a una de sus compañeras a que hora salía. —le contestó seguro. Entonces una de sus compañeras lo había mandado al frente, ahora tenía que saber quién había sido para enterrarla viva.

El viaje no había durado tanto, como había escrito antes, el pelinegro no estaba tan lejos del Café. La limusina se detuvo en la esquina del departamento del pelinegro y él se sintió completamente aliviado, tomó su bolso y observó al chico de ojos azules.

—Muchas gracias por haberme traído. —le dijo amable y le dedicó una pequeña sonrisa en forma de agradecimiento, abrió la puerta pero una mano le tomó del brazo e hizo que lo jalara de nuevo hacía el interior, se giró y vio que el tipo no dejaba de observarle.

—Dígame que nos vamos a volver a ver. —parecía desesperado por volver a verlo, y ni siquiera había desaparecido de su vista. Antes de que el otro le contestara, tomó su billetera y sacó una tarjeta, se lo tendió al pelinegro y él lo tomó con sumo cuidado. —Puede llamarme si quiere, de todas formas pasaré por el Café uno de estos días para volver a verlo si no lo hace.

El pelinegro suspiró y salió del vehículo, se inclinó para mirarle una última vez.

—Gracias por el aventón, señor Biersack. —le dijo de manera formal. Por su apariencia sabía que debía tratarlo así, además de que ninguno se tuteaba, pensaba que era conveniente decirle de esa forma.

—Andy. —le contestó con una sonrisa perfecta. —Para ti… Andy.

Continúa…

Gracias por la visita, te invitamos a dejar un comentario.

por MissAnunnaki

Escritora del Fandom

Un comentario en «Café 43»
  1. que suertudo es Bill es un iman para guapos y Biersak se lleva la bandera Tom no lo está cuidando ni valorando y hay más que quieren una sola oportunidad con Bill

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