Capitulo 12
Cuando quiso dejar de leer, se había hecho de noche…y estaba llorando. No podía creerse que la vida de Bill terminara de tal cruel manera, abandonado por la persona que amaba.
Dio la vuelta a la hoja y leyó una pequeña anotación que había ya en la última.
“La muerte del joven Bill fue un misterio que nadie supo aclarar. Fue enterrado en el cementerio en una fosa común sin nadie que velara su cuerpo. Desde su muerte, en la mansión de los Kaulitz empezaron a suceder cosas extrañas. Se escuchaban susurros en el segundo piso y sollozos a media noche. La familia no pudo quedarse en ella por más tiempo y cuando cayó el hijo enfermo se mudó a otra ciudad. Trataron de venderla pero nadie la quiso comprar y con el paso del tiempo se convirtió en una casa abandonada más con un fantasma al que nadie podía dejar de escuchar”
“O ver…”—pensó Tom suspirando.
Dejó las hojas a un lado y se levantó de la cama. Caminó como un sonámbulo dirección a la ventana, donde se asomó. Apoyó la cara en el frío cristal y suspiró empañándolo. Le dolía la cabeza a horrores por las lágrimas derramadas, sentía húmedas las mejillas y un ligero sabor salado en los labios.
No lo entendía, él nunca lloraba…pero, lo que había leído le había llegado al alma. Odiaba a ese tal Tom Kaulitz, ¿cómo le pudo hacer eso a Bill? Pedirle tiempo, reírse del amor que él le profesaba mientras que él se divertía a su espalda metiendo a otra en la cama.
—Cabrón—susurró enojado.
Estaba realmente enfadado, ¿quién demonios se creía para tratar de esa manera a los demás? ¿Para jugar con los sentimientos?
“¿He hecho lo mismo con Andreas?”—se preguntó a sí mismo.
Leer toda la historia de la familia Kaulitz le había llevado a pensar que no se diferenciaba mucho del otro Tom. Había actuado como él, permitió que un buen amigo pensara que lo suyo podía ser algo más que un rollo de una noche, le hizo el amor para luego romperle el corazón.
“Gustav dijo que pasó el camino de vuelta a casa llorando”—pensó mordiéndose los labios.
Maldijo por lo bajo y sacando el móvil del bolsillo trasero de su pantalón, marcó el número de su amigo y esperó.
—Hola…Tom…—le saludó la voz entre cortada de Andreas.
—¿Qué tal estás?—preguntó yendo directo al grano.
—Sobreviviré, gracias—contestó Andreas suspirando.
Se quedó en silencio sin saber que decir, no quería cagarla más de lo que ya lo había hecho. Tampoco darle a su amigo falsas esperanzas y que creyera que esa llamada era algo que no era. Se preocupaba por él dada su amistad, nada más.
—¿Y tú, qué tal?—preguntó Andreas a su vez—¿Te cayó alguna bronca por la fiesta?
—No, por suerte—contestó Tom suspirando—Mis padres vieron el estado del jardín de al lado, pero no había pruebas que me delataran. Joder, solo me tomé algunas cervezas, no es para tanto.
—Ya, nos tienen super controlados—dijo Andreas apoyando a su amigo—Yo…bueno, llegué en mal estado y ahora mismo estoy castigado. Pero bueno, así puedo reflexionar y…
—Lo siento mucho, de veras—susurró Tom de todo corazón—Eres…eres mi mejor amigo Andreas, jamás debí permitir que…
—¿Qué hiciera mi sueño realidad?—terminó Andreas la frase por él.
—¿Soñabas con hacer el amor conmigo?—preguntó Tom sin poder evitarlo.
—Tom, me gustas desde hace años—confesó Andreas sonrojándose—Jamás tuve el valor necesario para decirte nada hasta la otra noche. Cuando me dejaste besarte…y lo que pasó luego en el baño, me hiciste el hombre más feliz del planeta. Y lo de ayer en la fiesta fue la culminación. Ya sé que no habrá más ni se volverá a repetir, y tengo que vivir con ello, pero te doy las gracias porque por unas horas fui muy feliz.
—Vaya…pues gracias—dijo Tom algo cortado.
—Seguro que Gustav te contó que me pasé llorando todo el camino de vuelta, pero…no pude evitarlo—siguió diciendo Andreas—Por un momento llegué a pensar que lo nuestro podría ser y me llevé una gran desilusión cuando me dijiste que no. Tengo que aceptarlo y vivir con ello.
—Lo siento—dijo Tom de nuevo.
—Tranquilo, se me pasará—suspiró Andreas—No quiero que esto afecte a nuestra amistad más de lo que ya lo está, espero que la próxima vez que nos veamos nos riamos y no pensemos en…lo mucho que disfrutamos.
Tom sonrió con esfuerzo, su amigo empezaba a aceptar que lo suyo no iba a ningún lado, y ya hacía planes futuros dejando a un lado lo pasado…o eso creía…
—Si me pides que te espere, lo haré—susurró Andreas de improvisto.
—No—contestó Tom con firmeza—No puedes vivir esperando toda la vida, no es justo para ninguno.
“No lo fue para Bill”—pensó con dolor.
—Tenía que intentarlo—dijo Andreas suspirando—Cambiemos de tema, Gus me contó que estabas con no sé que trabajo…
—Ah, Gordon me pidió que le buscara información sobre la otra casa—explicó Tom por encima.
—¿La del fantasma?—preguntó Andreas más animado—¿Y qué has encontrado?
Se puso tenso sin poder evitarlo, todo lo que había averiguado le parecía algo muy íntimo en esos momentos, algo que solo le pertenecía a él y…a Bill. Además, aún no sabía qué pasó con Tom tras la muerte de Bill y hasta que no lo averiguara no quería decir nada a nadie.
—¿Tom?—le llamó Andreas preocupado.
—Perdona, estaba distraído—se disculpó Tom carraspeando—No he hallado aún nada.
—Pues cuéntamelo cuando lo hagas, me muero por conocer la historia de ese fantasma—dijo ansioso Andreas.
—Lo haré…—prometió Tom sin muchas ganas
Se quedaron en silencio sin saber que decir, llevarían como 15 minutos hablando y parecía que ya se había terminado los temas de conversación.
—Vaya, mi madre me llama para cenar—anunció de repente Andreas.
—Ve, antes de que te castigue más—dijo Tom sonriendo—Te llamo mañana y hablamos.
—Si, podíamos ir al cine los cuatro, eso su logramos que Gus y Georg dejen a sus chicas por unos minutos—dijo Andreas riendo.
Tom le imitó y se despidió de él suspirando. Bueno, las cosas estaban otra vez bien entre ellos, pero no sabía como podía mirarle a la cara tras lo ocurrido. No porque pensara que siguiera pensando en ellos dos como pareja, sino porque cada vez que le viera, recordaría los momentos íntimos vividos…como fue besarle, dejarse hacer…hacerle el amor entre lejanos sollozos…
Cogió aire y fue a expulsarlo en otro suspiro, pero murió en sus labios. Había alguien en la casa de al lado, le veía claramente desde la ventana. Una sombra escondida tras las cortinas que la suave brisa agitaba.
No se lo pensó dos veces y echó a correr saliendo de la habitación, no parando hasta estar en la otra casa y subido los peldaños de las escaleras de dos en dos. Llegó con la respiración agitada y se dirigió a la habitación en donde siempre que miraba veía alguien escondido en la ventana.
Y allí estaba, acurrucada en un rincón de la estancia había una persona. Podía escuchar sus sollozos desde donde estaba, sollozos que le llegaron al alma. Transmitía una gran tristeza y sentía que se iba a echar a llorar él también.
Dio dos pasos más y se arrodilló a su lado. Separó los labios, y como si estuviera poseído o hipnotizado, pronunció un nombre que en su cabeza palpitaba.
—Bill…
Continuará…