Capitulo 17
—¿Gordon?—llamó Simone asustada.
Llevaba varios minutos mirando a su marido en silencio a la espera de que le contara que había averiguado de su hijo, pero su marido no hablaba. Tenía la frente arrugada en un gesto que ella conocía perfectamente. Algo le preocupaba y ella misma estaba empezando a sentir miedo.
—Simone…siéntate, por favor—pidió Gordon hablando al fin.
Simone le obedeció, sentía temblarle las piernas y le costaba respirar.
—Lo sabía…—murmuró en voz baja—Sabía que iba algo mal en Tom, desde el divorcio siempre estuvo raro y con la mudanza…
—Simone, a Tom no le pasa nada—cortó Gordon levantando una mano.
—¿No?—repitió Simone extrañada.
—Solo está…enamorado—soltó Gordon suspirando.
—¿Enamorado?—repitió Simone respirando al fin aliviada—¿Y por qué nunca dijo nada? ¿Y de quién?
—De un tal Bill—contestó Gordon carraspeando.
—¿Bill?—repitió de nuevo Simone, esa vez toda extrañada.
—Si, de un chico llamado Bill—aclaró sin necesidad Gordon.
Se quedó mirando a su mujer en silencio, viendo como asimilaba la noticia de que su único hijo era gay. Vio como separaba los labios a punto de decir algo, pero nada. Como sus ojos se abrían al máximo a la espera de que le dijera que era una broma pesada…pero nada.
—Simone, no pasa nada—empezó a decir—A Tom se le ve raro porque está muy enamorado, nada más. Sigue siendo el mismo chico de siempre.
—Pero… ¿quién es Bill?—preguntó Simone mirando a su marido.
—Debe ser alguien del pueblo—contestó Gordon encogiéndose de hombros.
—Será, no recuerdo ningún amigo de Tom con ese nombre—dijo Simone asintiendo—¿Y dónde vivirá?
Gordon no pudo evitar mirar hacia la ventana desde donde se apreciaba parte de la fachada de la tal casa encantada. Su mujer le siguió la mirada sin entender, hasta que una idea se formó en su cabeza.
—¿Me estás diciendo que Tom y ese chico han…hecho el amor en la casa de al lado?—saltó Simone sin poder evitarlo.
—Querida, no lo sé—se apresuró a contestar Gordon—Solo sé que cuando le hice la misma pregunta miró hacia la casa como si el tal Bill aún estuviera en ella.
Simone le miraba sin poderle creer. Ya le costaba aceptar que su hijo fuera gay, encima ahora descubría que se lo montaban juntos en una casa sucia y abandonada…de solo pensarlo se le revolvía el estómago.
—Podía…nos lo podía haber presentado—empezó a decir carraspeando.
—Ya sabes como es Tom con sus amigos, ni siquiera se atrevía a presentarnos a Andreas por sus pintas—le recordó Gordon resoplando—Georg y Gustav se libran, pero Andreas…
Simone asintió dándole la razón, ese chico no le terminaba de agradar. Con ese pelo rubio teñido y esa manera de vestir y comportarse, por no mencionar que había notado que algunas veces iba con los ojos maquillados, con rimel en sus pestañas y puede que color en los labios…esperaba que el tal Bill fuera de su agrado, si no mucho se temía que le iba a caer mal desde el primer momento en que le viera…
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Una vez repuesta del susto y cuando su marido se fue a trabajar, Simone se dispuso a subir y hablar con su hijo. Bien era cierto que de pequeño se lo contaba todo, pero con el paso de los años y el divorcio de por medio se volvió distante y reservado. Pero sabía como sacar a ese niño pequeño que su hijo llevaba dentro.
Se levantó y en una bandeja preparó un vaso de leche caliente junto con un plato de galletas. Apenas había probado bocado en el desayuno y sabía que estaría hambriento. Y con esa idea en mente subió las escaleras. Entró sin llamar en la habitación de su hijo, hallándole tumbado en la cama dándola la espalda. Le rodeó y dejando la bandeja sobre la mesilla se sentó en el borde de la cama y puso una mano sobre la frente de su hijo…o eso intentó, pues como si la hubiera presentido su hijo abrió los ojos haciendo que pegara un bote en la cama.
—¡Tom!—llamó Simone sonriendo—Me asustaste.
—¿Quería algo, madre?—preguntó Tom con voz fría.
Simone miró a su hijo sin entender esa manera de llamarla y hablarla.
«Está hambriento…y cansado»—se dijo a sí misma.
—Te subí un vaso de leche—dijo Simone señalando la mesilla.
—¿No había nadie en el servicio para atenderme?—preguntó Tom incorporándose en la cama—Para eso cogiste a Bill, ¿no?
—¿Bill?—repitió Simone pestañeando.
—Seguro que jamás se te pasó por la cabeza que me atendiera….en ese tipo de necesidades—murmuró Tom soltando una risa por lo bajo.
—A mí no hables en ese tono—soltó Simone dando una colleja a su hijo.
Jamás le había puesto la mano encima pero al escuchar sus palabras…al pensar en el tipo de «necesidades» que se refería…la sola imagen de su hijo haciendo el amor con otro chico le revolvía el estómago. No le importaba que fuera gay, en eso le apoyaba, pero tampoco quería detalles de esa clase. Solo saber que estaba bien y que era feliz al lado del tal Bill.
—¿Mamá?—murmuró Tom de repente.
Simone le miró alzando una ceja, su voz ya no era tan fría como antes y se le veía algo confundido, como si darle esa merecida colleja hubiera recobrado algo de lucidez y ya no la miraba ni hablara como si fuera una extraña.
—¿Estás bien?—preguntó Simone realmente preocupada.
—Creo que si—murmuró Tom.
—Te traje un vaso de leche—repitió Simone.
—No tengo ganas, gracias—dijo Tom levantándose de la cama.
Sus pasos le dirigieron a la ventana, donde se asomó como si buscara algo. O esa era la impresión de Simone, no sabía que su hijo estaba mirando al chico de la casa de al lado que le saludaba luciendo una amplia sonrisa y levantando una mano.
—¿Qué miras?—preguntó Simone levantándose también.
Pero su hijo no le contestó, nuevamente parecía perdido en sus pensamientos. Pero Simone no desistió, y viendo que tocaban cierto tema más o menos, decidió ir al grano y dejarse de rodeos y titubeos.
—Tom…sé lo que pasó ahí al lado—dijo Simone conteniendo el aliento.
—¿Cómo?—dijo Tom volviéndose—¿Es que me espiabas? ¿Qué te da ese derecho?
—¿Cómo que quien me lo da?—repitió Simone exaltada—Soy tu madre, y no hay más que hablar. Me preocupo por ti y…aunque me he enterado por segundas personas me podrías haber dicho lo que…que tú eres…
Sentía la palabra gay atascada en su garganta, no se atrevía a pronunciarla con su hijo mirándole de esa manera, como si no la reconociera.
—Te molesta—murmuró Tom dolido.
—No—dijo Simone con firmeza—Solo que me haya enterado por segundas personas. Tom, creía que entre nosotros había confianza pero…ahora lo que importa que tú estés bien y que seas…
—¿Que sea…qué?—preguntó Tom al ver que su madre no continuaba.
—Precavido Tom—soltó Simone en un carraspeo—Que tomes las precauciones necesarias y te protejas cuando…
—¡Mamá, por favor!—resopló Tom alejándose de la ventana.
Simone no pudo más que sonreír, ahí estaba el testaduro de su hijo protestando por cada cosa que le criticaba. Volvía a ser él, ya no actuaba como si otra persona habitara su cuerpo…o esa era la sensación que a ella le daba…
—Mira, no sé como te has enterado de lo que pasó en la fiesta, pero tranquila que todo fue bien entre Andreas y yo…
—¿Andreas?—repitió Simone sin entender.
—¿De quién creías que hablaba?—preguntó Tom sonriendo—¿De Georg?
Simone miraba a su hijo realmente desconcertada… ¿pero con cuántos chicos se estaba realmente acostando? ¿De verdad tomaba la precaución adecuada? No quería interrogarle uno por uno, solo saber con certeza que sabía lo que hacía y el modo en que lo hacía.
—Tom, cariño…—empezó a decir Simone carraspeando—Prométeme que sabes lo que haces y que tienes a tu mano la protección necesaria, ya seas tú el que…o quien…
—¡Joder, esto parece la inquisición!—estalló Tom—Mamá, estate tranquila que solo he follado una vez y nos ha ido todo muy bien.
Y tras esa exaltación pasó al lado de su madre camino del baño donde se encerró dando un sonoro portazo. Se había calentado, no entendía el porque de las preguntas de su madre así de repente. Tampoco entendía como se había enterado de su polvo amistoso con Andreas, pero eso no era asunto suyo. Jamás habían hablado de las chicas que se había tirado (un par de ellas, la verdad) ni le había dado una charla sobre educación sexual. Todo lo que debía saber lo supo de manos de sus amigos y la tele y estaba bien preparado. En el cajón primero de su cómoda bajo su ropa interior tenía bien escondida una cajita de condones a la que le faltaban unos cuántos. Que su madre respirara tranquila…
Tanta charla le había levantado dolor de cabeza y pensó en darse una ducha rápida. Se desnudó con rapidez y abriendo el agua se metió bajo ella gimiendo por lo bajo. Cerró los ojos y una imagen flotó al momento ante ellos.
—Oh…Bill…—susurró sonriendo.
Dejó que sus manos fueran libres por su cuerpo como si fueran las de su amado, las sintió en su cadera queriendo ir más abajo…sintió como sus uñas le acariciaba cada centímetro de su piel erizándola a su paso…las sintió más abajo y concentrándose en la dulce sonrisa de Bill dejó que hicieran su trabajo, derramándose minutos después entre gemidos incontrolados…
Continuará…