El amor nunca muere (Psicofonía de amor) 19

Capitulo 19

Minutos después estaban en su casa. Acostaron a Tom en su propia cama y arroparon con mantas. Temblaba sin poder evitarlo y esa sonrisas que minutos antes esbozaba había sido sustituida por una terrible mueca de tristeza.

Gordon…ayúdale, por favor—suplicó Simone entre lágrimas.

Gordon asintió y se puso en marcha. Comprobó que su hijastro tenía fiebre y muy alta, abrió su maletín y le inyectó una sustancia para bajársela.

Ahora solo hay que esperar—dijo mirando a su mujer—He hecho todo lo que estaba en mis manos…

Pero, ¿qué le pasa?—preguntó Simone sin apartar los ojos de su hijo.

Parece que está en una especie de trance—murmuró Gordon inclinándose.

Le había parecido escuchar que Tom hablaba, sus labios apenas se movían pero tras acercar el oído comprobó que repetía un nombre una y otra vez desesperado.

Bill…mi amor…

Se incorporó arrugando la frente, ¿quién demonios era ese tal Bill? Se alejó de la cama y dejó que su mujer le cuidara mientras paseaba la mirada por la estancia. Sobre una mesa estaba el portátil de su hijastro, a un lado un libro de texto y bajo la mesa estaba su mochila.

Al lado había un gran armario con toda esa ropa ancha que tanto le gustaba vestir a su hijastro. Se dirigió a el y lo abrió, pero no halló lo que buscaba…aunque tampoco sabía lo que era. Cualquier cosa, una pista que le aclarara el porque de su estado.

Cerró el armario resoplando y sus ojos se dirigieron entonces a la ventana. Se acercó a ella, desde allí tenía una buena vista de la casa de al lado. Juraría que daba justo a una de las ventanas donde habían encontrado a Tom, y también juraría que la raída cortina se había movido, como si hubiera alguien espiando…

Arrugó la frente pensativo y no hallando nada decidió hacer él mismo lo que le había encargado a su hijastro. Le dejó al cuidado de su madre y fue a su despacho. No era tan bueno buscando cosas en Internet pero no le quedaba más remedio que pasarse la noche en vela si era necesario hasta averiguar algo.

Encendió el ordenador y una vez abierto el explorador tecleó el nombre de Tom Kaulitz en la barra de Google. No tuvo que buscar mucho, enseguida aparecieron varias reseñas de la casa abandonada ocupada por un fantasma, una casa que perteneció a la familia Kaulitz y que ésta abandonó cuando el único hijo cayó enfermo y murió.

Entró en todas las páginas que encontró, leyendo la historia de la fantasmal casa, no paró hasta que un gritó de su mujer le asustó. Se levantó con rapidez y fue a la habitación de su hijastro, encontrándoselo delirando.

Haz algo, Gordon—suplicó Simone desesperada.

¿Qué podía hacer? Tom se agitaba en la cama con los ojos abiertos como plato, les miraba pero sin reconocerlos. Sus ojos iban de un lado a otro de la habitación como si no supiera donde estaba, y de sus labios solo salía una única palabra.

Bill…

No se lo pensó dos veces y cogiendo el móvil marcó el número del hospital. No tenía los medios necesarios para curar allí mismo a su hijastro. Llamó una ambulancia y media hora después su mujer y él firmaban su ingreso en el ala psiquiátrica. No tuvieron más remedio, nada más llegar los enfermeros Tom se puso a negar con la cabeza y a decir cosas sin sentido como que no volvería a abandonarle, que se lo había prometido en más de una ocasión y siempre le falló, pero que nunca más volvería a romper su promesa…sollozaba suplicando que le llevaran a la casa de al lado, que su amado le llamaba entre lágrimas y solo él podía escucharlo…

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Pasó la noche bajo vigilancia, sedado y atado a esa fría cama. Simone no se separó de su lado, llorando sin entender lo que le pasaba a su hijo. De la noche a la mañana se había vuelto frío y extraño y ya no la recordaba. Simplemente la miraba y negaba con la cabeza al tiempo que le caían las lágrimas.

Por la mañana pareció que mejoraba. La fiebre había cesado y por una vez les miró con un atisbo de lucidez en sus ojos.

¿Qué hago aquí?—preguntó Tom tratando de incorporarse en la cama.

Pero le fue imposible, sus muñecas y tobillos estaban atados fuertemente a la cama. Miró a su madre sin entender, quien solo pudo romper a llorar aliviada de que su hijo estuviera al fin sano y salvo.

¿Mami?—llamó Tom en voz baja.

Estoy aquí, cariño—susurró Simone cogiendo su mano.

Hacía mucho que no la llamaba así, con ese tono que le recordaba cuando era niño y una pesadilla le asustaba. Y eso era lo que había pasado. Su hijo había tenido un mal sueño del que ya se había despertado, y ella pensaba llevárselo a casa donde le cuidaría con todo su amor.

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Simone, aún no está bien del todo—contestó Gordon cuando su mujer le contó sus planes.

Mi hijo ya está curado y quiero llevármelo a casa—repitió Simone con firmeza.

Aún es pronto—insistió Gordon—Solo ha pasado una noche y tenemos que hacerle más pruebas.

Mi hijo no es ningún conejillo de indias—murmuró Simone, recordando así la discusión anterior.

Y tampoco se ha recuperado del todo—murmuró Gordon a su vez—¿Qué vas a hacer? ¿Llevártelo a casa y que tenga una recaída cuando vea la casa de al lado?

¿Qué sabes que te estás callando?—preguntó Simone arrugando la frente.

No podía engañarla, estaba claro que había averiguado el porque del estado de su hijo y se negaba a contárselo. No tenía ningún derecho a hacerlo, él no era el padre de Tom y solo ella tenía derecho a mandar sobre su hijo, sabía qué era lo que le convenía y en esos momentos su corazón le decía que se lo llevara lo más lejos posible de esa casa en ruinas que tantos quebraderos de cabeza les había dado.

Me voy del pueblo—dijo con firmeza ante el silencio de su marido—Me llevo a Tom lejos de tus manos, estaba bien hasta que tú…

Tom está muy enfermo—empezó a explicar Gordon suspirando.

¿De qué hablas?—preguntó Simone asustada—¿Vas a contarme de una vez qué le pasa a mi hijo?

No es fácil de contar, Simone—contestó Gordon pasándose una mano por la cara—Todo comenzó cuando le mandé buscar alguna información sobre la casa de al lado, sabía que había una historia de amor de por medio y que Tom pues…la encontraría fascinante. Le veía tan abatido por la mudanza que pensé que hacerle interesarse por una historia así le…no sé, le acercaría más a mí. Sé que no me ve como un padre y bueno…

Se te ha ido de las manos—murmuró Simone mirándole con firmeza.

Le pregunté por lo que había hallado y me dijo que nada, pero sabía que mentía—siguió contando Gordon—Ayer busqué yo mismo la información y hace unos minutos seguí donde lo había dejado, aún no he averiguado nada que haga saber qué le pasa a Tom y por eso te pido un día más. Déjale en observación, yo encontraré lo que estoy buscando y le ayudaré a recuperarse. Te lo prometo.

Simone le miró sin creerse del todo sus palabras, en su opinión su hijo estaba bien del todo y solo necesitaba cambiar de aires. Pero…veía en los ojos de su marido que había algo que no iba bien en Tom y solo él podría ayudarlo.

Solo un día—murmuró aceptando.

Gordon asintió y cogiendo a su mujer del brazo regresaron a la habitación donde descansaba su hijastro. Le encontraron tumbado en la cama mirando por la ventana, la bandeja con el desayuno que le habían llevado estaba intacta.

Tom—llamó Gordon con suavidad.

Pero su hijastro no le escuchaba. Carraspeó y entrando del todo en la habitación se interpuso entre él y la ventana.

¿No tienes hambre, Tom?—preguntó con voz firme.

Poco a poco los ojos de Tom se desviaron de la ventana y se quedaron fijos en su padrastro.

¿Y Bill?—preguntó en un susurro.

¿Bill?—repitió Gordon arrugando la frente.

Todo fue culpa mía—susurró Tom rompiendo a llorar—No debí mandar esa carta.

Tom, ¿de quien hablas?—preguntó Gordon poniéndose tenso.

De Bill, murió por mi culpa—contestó Tom entre lágrimas.

Cariño, estás en un hospital ¿recuerdas?—intervino Simone.

Pero su hijo no entraba en razón y no lo entendía, parecía estar bien pero nuevamente decía cosas extrañas y les miraba como si no los reconociera. Alzó la mirada y la fijó en su marido, quien asintiendo levemente salió de la habitación y regresó al cabo de 5 minutos seguido por una enfermera que le administró un sedante a su hijo.

Vamos a trasladarle—dijo Gordon mirando a su mujer—Le llevaremos a una habitación donde podremos observarle y evitar que se haga daño a sí mismo.

¿Cómo?—susurró Simone sin entender.

Déjalo todo en mis manos, cariño—murmuró Gordon abrazándola.

Simone no sabía qué hacer, veía a su hijo dormitando en la cama con las mejillas bañadas en lágrimas. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era ese Bill? ¿De verdad estaba muerto?

Continuará…

Escritora del fandom

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