—¿Lo has oído?—preguntó Tom en un susurro.
—Si…has estado muy bien—contestó entre jadeos Andreas.
—No me refiero a mi—dijo Tom saliendo con cierta brusquedad de su cuerpo—Alguien lloraba diciendo mi nombre.
Andreas se giró y le miró a través de la poca luz que se colaba por la ventana, agudizando el oído de paso. Pero no oía nada, solo el eco de la música y risas lejanas.
—¿Estás bien?—preguntó mientras se ponía los pantalones en su sitio.
—Aquí hay alguien—dijo Tom con firmeza comenzando a caminar por la habitación.
—Oye… ¡espera!—gritó Andreas yendo tras él—No puedes ir por la casa…así, de esa manera…
No sabía como decirle que tenía los pantalones por las rodillas. Tom se percató de ello y se los subió. Salió al pasillo por el que habían ido y miró a ambos lados. No había nadie…pero entonces vio una sombra bajar por las escaleras y corrió tras ella.
—¡Espera!—gritó con todas sus fuerzas.
¡Lo que faltaba! Alguien le había visto follando con su amigo, fijo que se lo contaría al primero que pillara y su sexualidad caería en desgracia. No dejó de correr sintiendo a Andreas ir tras él, bajó las escaleras como un rayo y solo alcanzó a ver una melena morena desapareciendo por una esquina dejando una estela de sollozos tras ella. Aumentó la velocidad y torció a la derecha por el pasillo…chocándose de golpe con uno de sus amigos.
—¿Quién demonios nos interrumpe?—gruñó Gustav volviéndose.
Tom se quedó sin habla. Tras su amigo había una chica muerta de vergüenza tratando de cubrirse los pechos con una mano mientras que con la otra buscaba su sostén y camiseta.
—¡Tom! ¿Estás bien?—preguntó Gustav dejando a un lado su mal humor—Estás muy pálido.
—¿Dónde está?—preguntó Tom entre jadeos.
—¿Dónde está…quien?—preguntó Gustav a su vez.
—¡La chica!—gritó Tom fuera de si.
—¿Qué chica?—repitieron Gustav y Andreas a la vez.
—La que nos estaba espiando, a…—empezó a decir Tom.
Se calló a tiempo, no podía decirle a su amigo Gustav que se estaba tirando a Andreas y una chica les había estado espiando… ¿y llorando? Porque lo oyó alto y claro, su nombre dicho entre sollozos.
—Necesita tomar aire—intervino Andreas carraspeando—Sentimos haberos molestado.
Cogió a Tom del brazo y se lo llevó a la habitación principal de la casa donde estaba la mini cadena a todo volumen y las bebidas en un rincón de la misma. Fue hacia allí y cogió dos cervezas, pasándole a Tom la suya ya abierta.
—Tom, sé que estarás algo traumatizado por haber sido tu primera vez—empezó a decir Andreas—Pero tranquilízate si no quieres ir gritando a los cuatro vientos que nos hemos acostado. A mi no me importa, pero sé que a ti…
—Vi una chica—insistió Tom—Y no era la primera vez que la veía aquí en la casa.
—¿Pero qué chica?—preguntó Andreas resoplando—¿Es acaso un fantasma que solo tú ves?
Se atragantó con la cerveza al escuchar a su amigo. ¿Fantasma? Estaban en la casa indicada, solo que dicho fantasma se trataba de un chico.
—Anda, bebe—dijo Andreas riendo—Estás algo nervioso, pero estate tranquilo. Nadie nos ha visto.
Asintió al tiempo que se llevaba la cerveza a los labios y echaba un trago largo. A esa cerveza le siguió otra y otra, poco a poco se fue calmando y ya no recordaba nada de chicas espiando ni fantasma. Georg y un grupo más de amigos se reunieron con ellos, subiendo la música y empezando todos a bailar. Una vez más Andreas le llevó aparte y perdiéndose en otra de las habitaciones volvieron a besarse.
Le gustaba, era una sensación extraña besar a alguien de su mismo sexo aunque tenía el vago recuerdo de haberlo probado con anterioridad…
No pudo indagar en esos pensamientos, Andreas se encargó de ello. Dejó sus labios y enterrando la cara en la curva de su cuello, lamió y succionó al tiempo que colaba una mano por sus pantalones y le masturbaba.
Cerró los ojos y se dejó hacer, moviendo las caderas contra esa mano que le estaba dando tanto placer. Tuvo otro orgasmo y se corrió entre los dedos de su satisfecho amigo, que sin abandonar su cuello sonreía contra su piel.
Cuando pudo recuperar el aliento, suspiró y se acomodó la ropa viendo como Andreas le miraba sonriendo.
—Me gustas mucho, Tom—le confesó.
Se quedó a cuadros, no era eso lo que quería, que su amigo quedara pillado por un simple polvo. Esa fue la parte mala de la fiesta, hacerle ver que lo suyo no podía ser y que jamás dejaría de ser su amigo. Le dolió ver el daño que le estaba haciendo, al parecer Andreas pensaba que tras hacer el amor lo suyo iba en serio y él tuvo que abrirle los ojos.
—No estoy preparado para que el mundo me vea con alguien de mi mismo sexo. No ahora, al menos—le dijo, pensando lo mucho que le sonaban esas palabras.
—Puedo esperarte—dijo Andreas.
—No sería justo. Haz tu vida y yo haré la mía, si un día se juntan nuestros caminos…que sea obra del destino.
Se odiaba por ser así de cruel con Andreas, pero era la verdad. En ningún momento le dio a entender que lo suyo era algo más que sexo, ni le dijo que le quería ni nada parecido. Vio con pena como Andreas asentía con la cabeza y se marchaba de la fiesta, dejándole a solas con sus pensamientos.
Se sentía tan mal que fue donde habían dejado las bebidas y no paró hasta que su estómago no pudo más y vomitó todo el alcohol ingerido en un rincón. Viendo que la fiesta había terminado para él, se despidió de Georg y Gustav y regresó a su casa, sabiendo que le esperaba una buena resaca al día siguiente y una bronca de su madre cuando le viera.
Al día siguiente se despertó con una resaca de campeonato. Dándose la vuelta en al cama, se quedó de espaldas mirando por la ventana. Desde allí podía ver la casa de al lado, y suspiró al recordar lo que había pasado la noche anterior en la fiesta.
Había hecho el amor con uno de sus mejores amigos, y luego dado la patada cuando le dijo que sus sentimientos no eran correspondidos. Se odió a si mismo por el daño que le causaba cada palabra que decía, sintiendo como se rompía el corazón de su amigo. Pero no podía mentirle y decirle que le diera tiempo, que tal vez llegaría el día en que hubiera un hueco para él en su corazón. No, habían pasado un buen rato y en eso se habría de quedar, nada de sexo esporádico mientras recapacitaba.
Dejó de comerse la dolorida cabeza y se levantó de la cama. Se puso ropa nueva, la del día anterior estaba escondida en el cesto de la ropa sucia de su baño, apestando a humo y alcohol. Ya la metería en la lavadora a escondidas.
Cogió aire y bajó a la cocina mientras se recogía las rastas por el camino. Tal y como había pensando, nada más verle su madre puso el grito en el cielo. Vio la mala cara que traía y torció el gesto de inmediato.
—¿Bebiste anoche?—preguntó Simone cruzándose de brazos.
—¿Y vosotros?—preguntó Tom a su vez.
—No le hables así a tu madre—intervino Gordon.
Resopló como respuesta al tiempo que se sentaba y cogía un bol que llenó con cereales.
—No tendrías nada que ver con la fiesta que se montó ayer al lado, ¿verdad?—siguió diciendo Gordon.
—¿Qué fiesta?—preguntó Tom tragando con esfuerzo.
—El jardín está lleno de botellas—explicó Simone sacudiendo la cabeza—Cuando regresamos anoche había unas parejas desperdigadas metiéndose mano y con la música alta.
—Ah…si, escuchaba la música desde aquí—murmuró Tom—No me dejaba dormir.
—Tom, me ofende que me mientas—dijo Simone muy seria—Si fuiste me lo puedes decir, no te voy a castigar. Ya no tienes edad para eso.
—No, no fui—contestó con firmeza Tom—Los vi por la ventana pero como no los conocía de nada, pasé de ir. Si, es verdad que la música me contagió y bebí un par de cervezas. Pero no me moví de casa para nada.
Tuvieron que conformase con esa respuesta, no pretendía mentirles pero tampoco quería admitir que había sido él el impulsor de la fiesta. Empezarían a preguntar que a quien había invitado, si se había divertido, con quien había bailado….todo lo que hacía se convertía en un interrogatorio del que ya se estaba cansado.
Y sabiendo donde se había hecho la fiesta…para qué se usaba la casa, solo faltaría que le preguntaran si mantuvo alguna relación sexual o dos. Jamás diría que si, que tuvo una y con su mejor amigo de la infancia. Gordon enseguida diría que estaba loco y le encerraría de inmediato.
Terminó su desayuno y se volvió a la cama. Por suerte estaba de vacaciones, las clases no empezarían hasta el septiembre próximo y al cambiar de casa también le habían cambiado de instituto. Iría al de la ciudad de al lado, y “gracias” a eso su madre le tendría que dejar el coche.
Se tumbó en la cama y se acostó de lado sin apartar los ojos de la casa de al lado. No veía nada, solo la raída cortina moviéndose con la brisa, lo que le hizo arrugar la frente. Solo se movía esa cortina, la de su habitación permanecía estática.
Se levantó con rapidez y salió de la casa sin que su madre o Gordon le vieran. Corrió a la de al lado y entró como una exhalación. Subió a la primera planta…y no vio nada. La cortina estaba quieta, ni corría una brisa ni nada.
—Me lo habré imaginado—murmuró rascándose la cabeza.
Se encogió de hombros y salió de la habitación procurando no pisar los condones usados que estaban por el suelo desperdigados. Saltó por encima de ellos y estaba a punto de bajar las escaleras cuando de nuevo vio esa oscura melena.
Cogió aire con fuerza y se enfrentó a la dichosa chica.
—Da la cara de una maldita vez—gritó enojado.
Eso, que la diera. Que le dijera que les había visto la noche anterior a él y Andreas. Si se ganaba una mala contestación, ella misma se la había buscado.
Esperó en silencio a que se dignara a hablar, tratando de ver en la oscuridad que los rodeaba. Estaba escondida en un rincón de la casa y él al entrar había quedado momentáneamente cegado por la claridad del día en contraste con la poca iluminación que contaba la casa.
—¿Se te ha comido la lengua el gato o qué?—insistió perdiendo la paciencia.
—Te vi…—escuchó su débil voz.
—¿Que me viste? ¿Y qué?—replicó.
—¡Te vi con Andrew!—estalló en sollozos.
—¿Andreas? ¿Hablas de mi amigo?—preguntó algo desconcertado.
—¡Si!—gritó esa voz echando a correr—Me lo prometiste, Tom…
Aturdido como estaba, Tom no reaccionó hasta que fue tarde y la chica ya estaba en el piso inferior. Maldijo por lo alto y echó a correr tras ella gritándola por las escaleras.
—¿Cómo sabes mi nombre?—preguntaba entre jadeos.
Per no obtuvo respuesta, ni la vio por ningún lado. Aunque tampoco es que hubiera muchas ganas de buscarla en mitad de la casa abandonada. Fijo que se había ido y ya estaría a mitad del camino rumbo al pueblo.
Decidió hacer lo mismo y salir de la casa. Estaba empezando a sentir frío, una ligera brisa helada que le hacía cosquillas en la nuca. Dio media vuelta y decidió regresar donde tan cómodamente estaba, tumbado en su cama…
—¿Qué hacías ahí dentro?
La voz de Gordon le hizo maldecir por lo bajo. ¿Es que le estaba espiando?
—¿Volviste a ver a la chica?—insistió Gordon.
—No…pensé que se movía la cortina y vine a ver que pasaba—explicó por encima.
No pensaba decirle que sí que vio a la chica, y que ella le vio a él la noche anterior cuando ponía a su amigo contra la pared…
—Estaba pensando que como estás en vacaciones, tal vez me puedas echar una mano—dijo Gordon cambiando de tema—Podías encender el ordenador y…
—¿Quieres que te haga de secretaria?—preguntó Tom alzando una ceja.
—Sabes que se me da fatal Internet y necesito una información—explicó Gordon resoplando.
—Pensaba pasarme el resto de la mañana tumbado en la cama…pero si, puedo hacerte ese favor—contestó al fin Tom.
—Además, ya verás como te gustará—dijo Gordon sonriendo—Necesito que me busques información sobre la casa.
—¿Qué casa?—preguntó Tom sin entender.
—Esta, la que estabas visitando—respondió Gordon señalándosela—Dejando a un lado la historia del fantasma, he oído que el hijo del dueño se volvió loco y me gustaría tener algo más de información, ya que es una historia local y todo el mundo habla de ella.
—Sigo sin entenderlo, pero veré que encuentro—murmuró Tom encogiéndose de hombros.
—Sabía que lo harías, aquí tienes unas notas que he cogido—dijo Gordo abriendo su maletín y sacando una libreta—La casa pertenecía a la familia Kaulitz, una de las más importantes de Leipzig hasta que se tuvieron que trasladar a la ciudad cuando cayó gravemente enfermo su único hijo, que casualmente se llamaba Tom también.
—Que casualidad—rió Tom.
—No se sabe que pasó con Tom y su familia, y me gustaría que lo averiguarás además de la historia de la casa—siguió explicando Gordon.
—¿Quieres que descubra quien es el tal fantasma?—preguntó Tom alzando una ceja.
—Ya verás como una vez empieces a buscar, no pararás hasta saberlo todo y encima te entretendrás—afirmó Gordon—Me voy a trabajar y no volveré hasta la cena, tu madre comerá conmigo y tendrás la casa para ti solo, así nadie te molestará.
Asintió resoplando y volvió a la casa, donde su madre hacía las camas antes de salir a comprar.
—Tom, ¿me quieres acompañar?—preguntó Simone al verle.
—No puedo, Gordon me han encargado una tarea—contestó Tom.
—Te pasas el día metido en casa, así no harás amigos—murmuró Simone.
—Tranquila mamá, que no es para tanto—resopló Tom.
Pasó por su lado y entró en su habitación. Se sentó delante del escritorio y encendió resoplando el ordenador. La cabeza seguía doliéndole un poco, se había tomado una aspirina a escondidas de su madre para que no le echara una charla y sus efectos estaban empezando a notarse.
Mientras se estaba conectando a Internet el móvil empezó a vibrarle sobre la mesa con insistencia. Se lo quedó mirando con miedo a cogerlo, pensando que tal vez era Andreas…pero pudo respirar aliviado al ver el nombre de Gustav reflejado en la pantalla.
—Gus, ¿qué tal?—preguntó sonriendo.
—Genial, oye lo de la fiesta fue una gran idea—contestó Gustav muy emocionado—Terminé con una rubia en el coche y ahora mismo acabamos de despedirnos hasta la noche, y Georg está haciendo lo propio con una morena.
Sonrió al escucharlo, al menos dos de sus amigos se habían divertido…
—Lástima lo de Andreas—comentó Gustav mordiéndose el labio.
—¿Qué…que le ha pasado?—preguntó poniéndose tenso.
—Ni idea, pero vino fatal de la fiesta—contestó Gustav—Le llevé a su casa y por el camino estuvo muy callado…y llorando…
“Joder”—pensó Tom resoplando.
—Traté de averiguar qué le pasaba pero no soltaba prenda—explicó Gustav—No recuerdo haberle visto con nadie durante la fiesta, pero quizás trató de entrarle a algunas chicas y fue rechazado. ¿Tú sabes algo?
—Eh….no, ni idea—mintió Tom con descaro—Estuvimos bailando, luego…creo que me pasé bebiendo y fue entonces cuando empecé a sentirme mal.
—Ya…por cierto, tengo tu mini cadena—dijo de pronto Gustav—Pensé que si te la dejaba en la puerta de casa tu madre podría sospechar así que me la traje. Ya te la llevo cuando sea, o vienes a por ella.
—No hay problema—murmuró Tom.
—Bueno, ¿y qué planes tienes para hoy?—preguntó Gustav cambiando de tema.
—Gordon me ha encargado una cosa, averiguar la historia de la casa de al lado—respondió Tom resoplando.
—Oye, si descubres algo más del fantasma mantenme informado—dijo Gustav sonriendo.
Tom asintió y se despidió de su amigo suspirando. Si estuviera en Berlín, en esos momentos quedarían para ponerse al corriente de las conquistas de sus amigos…claro, que él no podría decir “oye, yo ayer mojé también, con Andreas pero bueno, un polvo es un polvo, ¿no?”
—Tom, ya me voy—anunció su madre sacándole de sus pensamientos.
Se despidió de ella y se concentró en la tarea que le habían mandado. Escribió en el buscador de Google el nombre de Tom Kaulitz y el del pueblo, y al momento aparecieron varias páginas donde se nombraba a la familia Kaulitz.
Dio con una donde estaba la historia de la casa y viendo lo extensa que era, le dio a imprimir. Pensó que mejor leerla tumbado en la cama y el papel era más cómodo que el portátil, además que luego su padrastro querría echarle un vistazo y tendría que encender el ordenador de nuevo e imprimírselo.
Una vez con varias hojas de la mano, se tumbó en la cama y se recostó en las almohadas. Tenía que darle la razón a su padrastro, fue leer las primeras líneas y quedarse enganchado a la lectura.
La familia Kaulitz era una de las más poderosas del pueblo, junto con la Stanford. Al parecer, los padres del tal Tom habían concertado el matrimonio de su hijo con la hija mayor de los Standford, la bella Carol.
Estudió la foto que aparecía de la tal Carol, la única que había encontrado pues del tal Tom o de su familia no había ninguna. Era una chica rubia de grandes ojos claros y pecho abundante.
—Que tía más buena—comentó entre risas.
Suspiró y siguió con su lectura, empezando a imaginarse mientras que leía como era la casa cuando no estaba en ruinas, la gente que la habitaba…el tal Tom….y cierto muchacho que apareció de repente en busca de trabajo….
Concentrado como estaba mientras leía, no escuchó la dulce voz que el viento le llevó…
“Te estás acercando, mi Tom…”