El día que Tom se fue de casa, Bill sintió que algo de él quedaba roto en dos. Desde entonces su trabajo cambió radicalmente, ya no era el asistente personal del hijo de los Kaulitz y Samantha con tal de no tenerle delante le mandó cuidar del jardín. Casi no entraba en la casa sino para comer o dormir, pero Bill lo agradecía.

Le gustaba sentirse rodeado de la naturaleza, no había nadie tras él para gritarle si se retrasaba en la cocina y la comida se enfriaba. Disponía de tiempo para él y arrodillado en el suelo mientras transplantaba los rosales de la señora Kaulitz por enésima vez, pensaba en cuando Tom volviera.

El día que se fue tuvo un momento y lo aprovechó para despedirse en condiciones de él. Le llevó a un rincón y besándole en los labios prometió estar a su lado cuando menos se lo esperara. Dos semanas se pasaban rápidas, pero a Bill le parecieron meses.

Estaba muy nervioso, esa noche Tom y su mujer regresarían de su primer viaje y entonces él tuvo que volver a sus quehaceres en la casa. Le encargaron limpiar a fondo la habitación del matrimonio y cambiar las sábanas. Una vez más se arriesgó y cortándose un mechón de pelo que anudó con un lazo azul lo dejó bajo la almohada del lado de Tom.

Llegarían a la hora de la cena y aunque sus padres dijeron de estar, les salió un compromiso al que no se pudieron negar y para cuando llegó su hijo y nuera, solo estaban los criados para recibirlos.

Nada había cambiado, Carol Kaulitz seguía siendo igual de fría y mandona con sus subordinados. Quería que le preparasen un baño y su doncella personal se encargó ella misma mientras que Bill portaba el equipaje de Tom.

—Cuelga sus nuevos trajes antes de que se arruguen—ordenó Carol yendo delante de ellos—Y como maches o rompas uno solo, serás debidamente castigado.

—Si señora—murmuró Bill.

Entró directamente en el vestidor de Tom, quien primero pasó al dormitorio donde esperó hasta que Carol fue a la otra habitación a tomarse su baño relajante. Entonces corrió al lado de Bill y le estrechó en sus brazos.

—Mi amor—susurró contra sus labios.

Bill lloraba de emoción, le había echado mucho de menos. Y más su amor sentir como le besaba mientras bajaba las manos de su cintura hasta sus nalgas, que acariciaba sobre la fina tela del pantalón que llevaba.

—Te he traído un regalo—dijo Tom cuando se separaron sus labios.

—¿Para mí?—preguntó Bill muy emocionado.

Tom asintió y metiendo la mano en el bolsillo de su pantalón sacó una cadena de plata que mostró sonriendo. Un corazón plateado se balanceaba ante los alegres ojos de Bill, quien se quedó sin respiración al verlo.

—¿Es para mí?—repitió sin atreverse a cogerlo.

Tom asintió y sin decir nada se colocó a su espalda. Retiró a un lado el largo pelo de Bill y rodeó con la cadena su cuello, que besó tras cerrarle el broche.

—Así tendrás mi corazón contigo para siempre—dijo contra su piel.

Bill asintió y volviéndose en sus brazos se apoderó de sus labios.

—Para siempre—repitió en un susurro.

Tom sonrió y le abrazó con fuerza, enterrando la cara en su pelo y aspirando hondo su dulce aroma.

—Te he echado mucho de menos –dijo Bill suspirando.

Esperó una respuesta por su parte, pero solo escuchó los latidos de su corazón. Era tal el silencio que reinaba en la habitación…

—¿Tom?—llamó carraspeando.

—Perdona, estoy algo cansado—se disculpó Tom deshaciendo el abrazo.

—Es normal, perdóname tú a mí—se disculpó Bill a su vez—Ahora mismo te traigo la cena…a ti y a tu mujer, claro.

—Si me puedo escapar, te paso a ver—prometió Tom en voz baja.

Le había parecido escuchar la voz de Carol llamándole, y Bill también lo presintió. Se despidieron con un breve beso y tras meterse el corazón que Tom le había regalado bajo la camisa salió de la habitación y le dejó a solas con sus pensamientos.

“Te he echado mucho de menos”

La dulce voz de Bill retumbaba aún en sus oídos. Espera una respuesta por su parte, que no pudo más que callarse. Sí, él también le había echado de menos…pero no tanto como Bill se esperaba. Y se odiaba por eso.

Había vuelto a hacerlo, la segunda noche que compartieron cama tomó a Carol de nuevo. No esperó a la mañana como la otra ocasión, fue sentirla tumbada a su lado en la cama y fue a por ella sin preguntar si tenía ganas. Le hizo el amor y una vez saciado cayó rendido al sueño.

Los remordimientos llegaron al día siguiente cuando la doncella que viajaba con ellos les trajo el desayuno. Era una chica de unos 17 años. Alta, delgada y morena. Le recordaba mucho a Bill y fue entonces cuando se dio cuenta que lo echaba de menos.

Pero… ¿qué podía hacer? Carol era su mujer, y compartir cama era lo que se esperaba. Bill lo debería entender…pero si él no preguntaba, no pensaba decir una palabra. No quería hacerle daño, y el saber que le estaba siendo infiel le rompería el corazón a su amado….

Solo en su cama, Bill esperaba y esperaba…pero Tom no apareció esa noche. A la mañana siguiente les sirvió el desayuno al matrimonio como si nada, sintiendo un abismo crecer entre Tom y él.

—Sus padres le verán a la hora de comer—le comunicó en voz baja—Anoche regresaron tarde y están aún descansando.

—Deberíamos hacer lo mismo—dijo Carol sonriendo a su marido—Anoche fue muy movida, ¿verdad cariño?

Tom se encogió en su silla sin atreverse mirar a Bill, quien tras escuchar las palabras de esa arpía sentía las mejillas sonrosadas. No dijo nada, retiró la bandeja del desayuno y les dejó a solas, huyendo a esconderse a un apartado rincón para dar rienda suelta a las lágrimas.

—¿Cómo se te ocurre decir eso delante de Bill?—estalló Tom sin poderse contener.

—¿Qué?—dijo Carol sin entender levantándose—Es un criado y nunca dirá nada. No me pienso cortar en mi propia casa, y menos delante de la servidumbre.

Salió de la habitación dando un sonoro portazo. Una vez a solas, Tom se levantó también y se dirigió a la cocina donde halló a Bill encargándose de que el bizcocho que tomarían con el almuerzo estuviera listo a su hora. Estaba a solas en la gran cocina y sin pensárselo dos veces le cogió por la cintura y empujó contra el aparador.

—¡Tom…!—exclamó Bill en voz baja.

Pero Tom no contestó, solo actuó. Tiró de Bill hacia la despensa cerrando la puerta tras ellos. Aún llevaba la ropa de dormir puesta y no le costó deshacerse de los pantalones mientras bajaba a Bill los suyos, quien de espaldas como estaba no podía hacer nada por impedirlo.

—¿Por qué tanta urgencia?—preguntó Bill en un susurro.

—Porque lo necesito—contestó Tom sin pensar.

Sintió que Bill se extrañaba de su respuesta y trataba de girarse en sus brazos, pero no le dejó. Le aprisionó contra una alacena y metiendo una rodilla en medio le separó ligeramente las piernas

—Necesito…resarcirte—empezó a explicar Tom frotándose contra sus nalgas—Ayer no pude ir a verte y…te necesito…

Bill pareció conformarse con esas palabras, le escuchó gemir por lo bajo y él le imitó con los ojos cerrados. Se frotó un poco más y una vez listo del todo entró en su cuerpo con cierta brusquedad.

Hicieron el amor aun ritmo lento entre gemidos y jadeos, aumentando el ritmo de las embestidas cuando sintieron el orgasmo cerca.

Se mordió el labio al tiempo que se derramaba dentro de Bill, odiándose por tratarle tan mal cuando no se lo merecía. Bill era la persona más bella que jamás había conocido, y su corazón le pertenecía. La culpa era toda suya, su corazón estaba dividido. Una gran parte de él amaba a Bill sobre todas las cosas, y otra más pequeña…mucho se temía que estaba ocupada por Carol…

Mientras, Carol paseaba por la casa sumida en sus pensamientos. Toda la felicidad que sintió cuando despertó y Tom quiso de nuevo hacer el amor se había esfumado cuando Bill entró. No entendía que pasaba, pero cada vez que le veía algo se revolvía en su interior. Desde la primera vez que le vio supo que algo no le gustaba de él…sobretodo la manera en la que miraba a su marido cuando pensaba que nadie les observaba.

No, eso no le gustaba. Tenía que estar agradecida de que Tom no fuera de esas personas raras a las que les iba tener relaciones con alguien de su mismo sexo. Si, sabía de la reputación de Tom desde mucho antes de casarse, de todas las doncellas y criadas que se había llevado a la cama.

Y no le importaba….ni que ella fuera una santa….

por lyra

Escritora del fandom

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!