Fic TWC de lyra
2: Commonwood House
Tras hacer las maletas bajaron a recepción y salieron del hotel preparándose para saludar y contentar a un reducido grupo de fans que les esperaba a la salida.
Una vez en el autobús y en camino, David les explicó la historia de la casa a la que iban, leyendo las notas que pudo hallar en su portátil.
—Se trata de una casa del S. XVIII restaurada hace unos años. Está a 5 km del pueblo más cercano, rodeada de jardines y….
— ¿Estaremos incomunicados?—se quejó Bill de nuevo.
—Solo son 5 km, se puede ir andando perfectamente—dijo David cansado de que le pusiera pegas a todo—Sigo. El nombre de la casa es….es….”Common…”
—“Commonwood House”—murmuró Bill terminando la frase por él.
—Pues sí—dijo David tras dar con la hoja que buscaba— ¿Ya has oído hablar de ella?
—No—contestó Bill casi sin voz.
—Bueno—siguió David como si no le hubiera escuchado—La casa la cuidan un matrimonio. La mujer será nuestra cocinera en estos días y el marido se encarga del jardín y de arreglar algún desperfecto que le ocurra a la casa.
Mientras David seguía hablando, la mirada de Bill se dirigió a la ventanilla, observando la carretera por la que iba el autobús, preguntándose porque el paisaje le resultaba tan familiar…
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Tras 2 horas de viaje llegaron a su destino y cada uno se encargó de su equipaje sin evitar mirar a su alrededor, echando de menos encontrase con la cara sonriente de alguna fan que les pidiera un autógrafo o una foto. Pero era normal que no hubiera nadie, se encontraban en mitad de la nada y nadie sabía que estaban allí.
—Chicos—llamó David señalando la puerta de la casa—Ellos son los señores Marline.
Tras intercambiar saludos con el viejo matrimonio que cuidaba de la casa, dejaron el equipaje en manos de Sr. Marline mientras siguieron a su mujer dentro de la casa. Entraron en un amplio recibidor y sus bocas se abrieron asombradas.
Era verdad que era una casa antigua. De su alto techo colgaba una gran lámpara de araña y las paredes estaban recubiertas de tapices y cuadros de los antiguos dueños de la casa, algunos de ellos vistiendo ropas de épocas anteriores.
Enfrente de ellos había una gran escalera que conducía a las planta superiores, con una gran alfombra roja casi tan antigua como la casa.
La Sra. Marline sonrió al ver sus expresiones y como si de una visita turística se tratara comenzó a explicarles la historia de la casa.
—Construida en 1756 por Lord Compton fue la envidia de la comarca, hasta que un incendio la redujo a cenizas casi por completo. Fue reconstruida de nuevo allá por el año 1820 y ya en el año 1960 los nuevos dueños le hicieron las reformas con las que contamos ahora. Metieron tuberías nuevas, instalaron luz eléctrica…
Una vez más, Bill desconectó de la conversación. Comenzó a pasar los ojos por la estancia en la que se hallaban. Sin darse cuenta echó a andar hacia el salón que vio a su derecha sin que nadie se percatase de su ausencia.
Entró en la nueva estancia, sin dejar de admirar los cuadros que colgaban de sus paredes y la decoración que le rodeaba. Grandes sofás de aspecto muy antiguo, un par de mesas sobre las cuales había miles de recuerdos, así como un jarrón de cristal en la encimera de la gran chimenea que estaba en una de las paredes.
Pero lo que más le llama la atención fueron los grandes ventanales que daban al jardín. A pesar de que esa mañana el tiempo era algo fresco, se dirigió a ellos y abriendo uno sonríe al pisar el mullido césped.
Comenzó a pasear por el sin pensar en nada más, solo en lo bien que se estaba en ese lugar. Se paró en una parte del jardín y giró la cabeza en todas direcciones como si buscara algo y no lo encontrara.
— ¡Bill!
No escuchó como le llama Tom, ni siquiera le sintió pararse a su lado.
— ¿Y las rosas?—preguntó Bill en un susurro.
—No lo sé, a lo mejor no es época…..vamos dentro, aquí hace frío—dijo Tom tirando de su mano.
Se asustó de no verle a su lado cuando la Sra. Marline terminó su relato. Sintió como una corriente de aire frío le rozaba el cuello y echo a correr cuando le vio salir al jardín.
Tiró más de él y logró hacerle entrar de nuevo en el salón, donde cerró los ventanales de nuevo y le sacó de la habitación.
— ¿Todo bien?—preguntó David cuando regresaron.
—Sí, estábamos viendo el jardín—explicó Tom a sus compañeros.
—Tengo frío—dijo Bill de repente.
—Si me acompañan a la cocina les prepararé algo caliente—ofreció la Sra. Marline—Un té con unos bizcochos que acabo de hacer.
Todos asintieron sonriendo y echaron a andar por el pasillo de la derecha. Entraron en la amplia cocina y vieron que había un fuego encendido en la gran chimenea que hay cerca de la mesa. Se sentaron en ella y esperaron en silencio a que les sirvieran el té sin dejar de admirar como en una casa tan antigua había esa cocina tan moderna.
—Esto fue obra del último Lord Compton—explicó la Sra. Marline al ver sus expresiones—Fue el que puso en alquiler la casa y sabía que habría que modernizar parte de la casa, empezando por la cocina.
La tetera se puso a silbar, señal de que el agua ya estaba caliente y corrió a quitarla del fuego. Echó el contenido en 5 tazas que puso delante de sus huéspedes.
Abrió un armario y sacó de el una bandeja de plata donde una tanda de bizcochos recién hechos resguardaban el calor bajo una servilleta bordada a mano. Puso la bandeja en la mesa y con una señal de la mano les invitó a probar uno de sus deliciosos bizcochos.
—Es una receta muy vieja de mi familia, que ha estado al cuidado de la casa desde los primeros años—explicó de nuevo la Sra. Marline —El toque especial es….
—Echar una rama de canela, les da ese sabor dulce que tanto me gusta—dijo Bill cogiendo uno.
Los chicos se le quedaron mirando sin comprender, de la misma manera que la Sra. Marline no le quitaba los ojos de encima.
—Pues sí, eso iba a decir—murmuró asombrada.
— ¡Deliciosos!—rio Bill tras probarlo.
Los demás le imitaron y cogieron uno para comprobarlo, felicitando a la cocinera por lo bien que le habían quedado.
Sin apartar los ojos de su hermano, Tom le veía como sonreía al saborear ese aperitivo. Desde que entraran en la casa Bill actuaba de una forma muy rara. Parecía caminar como si estuviera dormido o una fuerza mayor tirar de él.
Sabía que sonaba ridículo, pero esa era su opinión.
Terminaron de tomar el té y la Sra. Marline les indicó el camino a sus habitaciones. Subieron por la gran escalera principal y se pararon en la primera planta.
—En el piso de arriba están las habitaciones de los dueños de la casa, por lo que solo contamos con las de esta planta—señaló la Sra. Marline— Además, así no hay que preocuparse de calentar toda la casa. Es muy grande y se consumen muchos kilos de carbón.
Les señaló con la mano el pasillo de la derecha y tras recorrerlo dieron a un pequeño recibidor en donde había tres puertas.
—Aquí tienen sus habitaciones. Son una habitación doble, una simple y otra igual con una cama de matrimonio.
Los chicos miran a los gemelos sin dejar de sonreír al escuchar esas palabras.
— ¿Qué?—dijo Bill como si despertara de un sueño.
—Os toca compartir cama—apuntó Georg señalándolos.
— ¿Cómo? ¿Es que no hay más habitaciones?—preguntó Bill volviendo a sus quejas.
—Si hubieras estado atento a las explicaciones de la Sra. Marline, sabrías que solo se ocupa parte de esta casa—aclaró David carraspeando.
—Vamos, puedes dormir con tu hermano, ¿o prefieres hacerlo con Georg?—rio Gustav.
—Preferiría una habitación para mí solo—contestó Bill cruzándose de brazos.
— ¿Sois hermanos?—no pudo evitar preguntar la Sra. Marline.
—Sí, y además gemelos idénticos—contestó Tom—Aunque en estos momentos es como si no le hubiera visto en mi vida.
Cuando escuchó quejarse de nuevo a Bill, pudo suspirar aliviado de que hubiera vuelto a la normalidad. No era él si no protestaba cada dos por tres. Pero que le diera una pataleta solo por tener que compartir la cama con él,…eso ya era demasiado.
—No se preocupen, se apañaran bien—se apresuró a decir David.
Había visto la expresión de la Sra. Marline, pensando en qué hacer para que uno de sus invitados se sintiera cómodo en su estancia.
—De acuerdo. Mi marido ha dejado sus maletas en ese rincón. Descansen hasta la hora de la comida, y si necesitan algo estaré en la cocina—se despidió la Sra. Marline.
Se marchó y les deja que se acomodasen. Cada uno cogió sus maletas y con ellas de la mano entraron en las habitaciones que les habían preparado.
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— ¿Se puede saber qué demonios te pasa?—preguntó Tom dejando una de sus maletas en el suelo de su nueva habitación.
Se giró y cerró la puerta para que los demás no fueran testigos de la discusión que sabía que iba a tener lugar.
— ¿A mí? Nada—contestó Bill mordiéndose lo labios sin quitar los ojos de la gran cama.
—Parece que te disgusta dormir conmigo—dijo Tom poniéndose delante.
Eso hizo que Bill fijase sus ojos en él y se cruzase de brazos como si estuviera enfadado.
—Te comportas de una manera muy rara—acusó Tom imitándole— Primero protestas por todo, luego pareces un sonámbulo y vuelves a quejarte como un niño pequeño que no quiere compartir la habitación con su hermano.
—Vamos a compartir la cama—apuntó Bill señalándola con la cabeza.
—Tranquilo, es muy grande, apenas nos rozaremos—gruñó Tom dándole la espalda.
Bill le imitó y abriendo una de sus maletas se dispuso a guardar sus cosas en la antigua cómoda que había a la derecha de la cama. Localizó su neceser y con el de la mano se dirigió a la puerta que daba al baño que por lo menos no tenía que compartir con el resto de sus compañeros, solo con Tom.
Se estaba peinando para la comida cuando escuchó que llamaban a la puerta y a Tom abrirla al acto.
— ¡Joder! Nos han timado con las habitaciones—gruñó Georg asomándose a la de ellos.
—Te la cambio si quieres. Quédatela y de paso a Bill—dijo Tom muy serio.
— ¿Os habéis peleado?—preguntó Gustav tras su compañero,
—Es él, no quiere que durmamos en la misma cama—contestó Tom señalando el baño con un dedo.
— ¿Pasa algo?—preguntó Bill saliendo.
—Le decía a Tom que nuestra habitación es la de al lado—se apresuró a decir Gustav señalando también el baño con el dedo.
Bill se encogió de hombros como respuesta y siguió deshaciendo su maleta. Sabía que estaban hablando de él y no le molestaba. Ya se había acostumbrado desde que puso un pie en la casa. Oía sus cuchicheos, veía las miradas que le dirigían a sus espaldas….
Pero ya era inmune a sus duras palabras, a sus gélidas miradas….porque con el corazón rebosante de amor se podía enfrentar a todo lo que le echaran, porque estando al lado de la persona que tanto amaba el resto no importaba.
Continuará…
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