Fic TWC de Khira

Capítulo 6: Discusión

Una vez en su propia habitación, también en el piso de arriba, Bill se sentó frente al ordenador, pero ni siquiera lo encendió.

En lugar de eso, se llevó el puño a la boca y empezó a sollozar en silencio.

Se maldijo a sí mismo. ¿Por qué demonios no podía dejar de llorar?

Se lo había propuesto mil veces, pero cada vez que sus pensamientos se concentraban en David, cosa que ocurría demasiado a menudo, sentía su corazón oprimido y las lágrimas no tardaban en aparecer.

Paseó la mirada por encima de su escritorio, deteniéndose en su teléfono móvil.

Ni siquiera una llamada. Ni un mensaje. Nada.

Por dios, estaba de baja porque casi se había abierto la cabeza por un desmayo y el muy maldito ni siquiera se había puesto en contacto con él para preguntarle qué tal estaba.

Era desolador. E irritante.

Apoyó los codos en la mesa y escondió la cara entre las manos. Pensó en la última pregunta de Tom.

«¿Tú y David… habéis llegado hasta el final?»

Sí, sí que habían llegado hasta el final. Pero tal y como le había dicho a su hermano, eso había ocurrido en pocas ocasiones. Normalmente no pasaban de «juegos de manos»… Y las razones eran simples. Primero, David había insistido a esperar a que Bill cumpliera la mayoría de edad para ir más allá. Segundo, pocas eran las veces en las que disponían de tiempo e intimidad suficiente para recorrer todo el camino. Además, con prisas, llegar hasta el final podía resultar doloroso para Bill, y David siempre decía que no quería lastimarle.

«Sí, eso decía… Y mira ahora…»

Cerró los ojos y no pudo evitar que los recuerdos de su última vez juntos le asaltaran.

Estaban en la habitación de David, solos. Nada más regresar al hotel tras el concierto, Bill se había duchado y arreglado y acudido a escondidas a ver a su amante.

-¿Qué te pasa?

Bill levantó la vista. Estaba sentado en la cama en postura india mientras David buscaba dos cervezas en el minibar.

-Me he equivocado… -musitó con gesto hastiado.

-¿Eh? ¿En qué? -inquirió David mientras se daba la vuelta, con una pequeña botella en cada mano.

El muchacho bufó contrariado.

-Ya sabes de qué hablo. De la canción. Me he equivocado en el estribillo… ¡me he puesto a cantar en alemán!

-¿Y cuál es el problema? -sonrió Jost-. ¿No es el idioma en el que sueles cantar?

Una almohada voló sobre su cabeza.

-¡Idiota! ¡El concierto era en inglés, y lo sabes!

David rió más alto. Era divertido ver a Bill tan enfurruñado.

-Bueno, bueno… Pues ya sabes, una anécdota para contar a los nietos…

El cantante levantó una ceja.

-¿Qué nietos?

-Los que tendrás algún día.

Bill se quedó pensativo.

-No creo que tenga hijos siquiera… -murmuró al cabo de poco.

David le ofreció una de las cervezas.

-Pues a tus sobrinos.

-Ves, eso lo veo más probable… -sonrió-. Por cierto, espero que mi hermano esté tomando precauciones de verdad, porque sino le veo con familia numerosa… y a mí de canguro mal pagado jaja.

Chocaron las cervezas a modo de brindis y bebieron un par de sorbos. David se sentó junto a Bill en la cama, mirándole fijamente a los ojos.

-¿Qué pasa? -preguntó Bill, sintiéndose un poco incómodo.

-Nada… Es que me encanta verte reír así. Tienes una sonrisa preciosa.

Un pequeño sonrojo adornó las mejillas de Bill.

-Idiota… ¿Estás tratando de seducirme?

-¿Lo estoy consiguiendo?

-Mmm… -Bill se inclinó un poco hacia Jost y dejó un pequeño y húmedo beso sobre una de sus mejillas-. Puede…

David sonrió, y después de quitarle la cerveza a Bill, dejó ambas sobre la mesilla. A continuación colocó su mano derecha sobre el pecho del muchacho y lo empujó suavemente sobre la cama hasta que quedó tumbado de espaldas. El productor se colocó encima, provocando un íntimo roce entre ambos, que hizo que Bill sintiera el primer ramalazo de excitación.

Entonces David empezó a besarle. Primero con suavidad, después de forma casi salvaje. Y luego…

De pronto el teléfono vibró. A Bill le dio un vuelco el corazón. Alargó una mano temblorosa y cogió el aparato.

Pero el mensaje de texto recibido no era de David, sino de Georg. Le preguntaba qué tal estaba y si le parecía bien que él y Gustav le visitaran al día siguiente.

Sin ánimos de responder con otro mensaje, Bill le hizo una simple llamada perdida para mostrar su acuerdo. Después tiró el móvil de cualquier manera sobre la mesa y se dirigió a la cama con la intención de quedarse allí tumbado hasta que fuera la hora de cenar.

&

Como cada noche, los cuatro miembros de la familia se reunieron para cenar. Simone dejó la palangana con el estofado en el centro de la mesa y empezó a repartir los platos. Bill, tal y como se había hecho costumbre en él, miró el suyo sin muchas ganas.

-¿Hoy no tocaba pizza…? -preguntó mientras cogía los cubiertos.

-Se acabaron las pizzas -dijo Simone mientras se acomodaba en su asiento.

-¿Cómo? -se sorprendió el muchacho.

Tom también miró a su madre pero no dijo nada.

-Ya que cuando estáis fuera no puedo controlar lo que coméis, al menos mientras estéis conmigo os alimentareis como Dios manda.

-Pero…

-No hay peros que valgan -sentenció la mujer-. Lo que te pasó fue en parte por comer tan mal. ¡Y tú…!

Simone miraba ahora a su hijo mayor. Tom se atragantó un poco con un trozo de carne.

-¿Yo qué he hecho ahora…? -preguntó.

-¡Que me extraña que no estés también anémico, sabiendo que comes igual de mal que tu hermano!

Un pequeño bufido escapó de los labios de Tom, pero no se atrevió a replicar. Ésa siempre había sido una de las desventajas de tener un hermano, y además gemelo: cuando a uno le pasaba algo o hacía algo mal, por extensión el otro también cargaba con las consecuencias.

Continuaron comiendo en silencio, sólo roto de vez en cuando por algún comentario de Simone y las respuestas de Gordon y Tom. Este último observaba disimuladamente a Bill, quien al cabo de cinco minutos dejó los cubiertos en el plato, sin haber comido siquiera la mitad de lo que su madre le había servido. Se sirvió un vaso de agua.

-¿No vas a comer más? -preguntó Simone, visiblemente preocupada, y también decepcionada.

-No, ya estoy lleno -respondió Bill antes de beber un par de sorbos.

-Bill, eso no puede ser. Apenas has comido nada.

Por toda respuesta Bill se encogió de hombros y bebió un poco más.

-Bill… -insistió.

-Que no quiero más, joder, no seas pesada.

Tom miró sorprendido a su hermano por esa inesperada salida de tono. Luego miró a su madre, quien lucía visiblemente dolida. Bill, sin inmutarse por el terrible silencio que se había creado, cogió su plato con la mano libre y se dispuso a levantarse.

-Siéntate, Bill.

La voz de Gordon, grave y profunda, resonó con fuerza en el comedor. Bill se quedó estático sin comprender.

-Tienes que comer un poco más -continuó su padrastro mirándole fijamente a los ojos-. Luego podrás levantarte.

Bill dudó durante unos instantes. No estaba acostumbrado a recibir órdenes de Gordon, aunque en realidad nunca habían sido necesarias. Finalmente se levantó.

-Bill, te he dicho que te sientes -repitió Gordon con tono muy serio.

-Y yo que no quiero más.

Se dio media vuelta y dio un par de pasos hacia la puerta que daba el jardín, con la intención de aprovechar esas sobras para Scotty. Entonces se oyó chirriar la silla de Gordon. Él también se levantó y se dirigió hacia él.

Tom aguantó la respiración.

Con un par de zancadas Gordon alcanzó a Bill y le agarró con firmeza del brazo con el que sujetaba el vaso.

-¿Qué haces? -exclamó el muchacho.

-Gordon, déjale… -intervino Simone, levantándose también.

Gordon obligó a Bill a girarse. A continuación habló con voz serena pero firme.

-Te vas a sentar, le vas a pedir perdón a tu madre, y luego vas a comer un poco más. ¿Entendido?

Bill le miró entre sorprendido y desafiante.

-¡¿Pero tú quién mierda te has creído que eres para darme órdenes?! -escupió.

Aquello a Gordon le dolió, aunque su expresión no varió. En ese momento Tom también se levantó. Simone parecía a punto de llorar.

-Basta, por favor -suplicó la mujer.

-Bill, no me obligues a repetírtelo.

-¡¿Ah, no?! ¡¿Y qué me vas a hacer?! ¡¿Me vas a pegar?!

-No, yo no soy como tu padre.

Bill abrió mucho los ojos. Simone se tapó la boca con una mano y Tom sintió como si el suelo se hubiera movido bajo sus pies.

La mirada de Bill se dirigió hacia su madre, y después de nuevo a Gordon, quien no aflojaba su agarre. De pronto el cantante estrelló el plato que portaba en los pies de su padrastro, consiguiendo que le soltara por la sorpresa. Entonces echó a correr para salir de la cocina y se dirigió a su habitación.

Desde la cocina escucharon perfectamente el portazo unos segundos después.

Simone reaccionó y se acercó a Gordon, contemplando el estropicio que había a sus pies. Por un momento Tom pensó en ayudar a su madre a recoger aquello, pero decidió que era mejor ayudar a Bill en su lugar.

Empezó a caminar hacia la puerta de la cocina por donde segundos antes había desaparecido su hermano. La voz de su madre le detuvo.

-Tom…

Tom se volteó. Simone y Gordon le estaban mirando fijamente. Su madre cogió aire.

-Tom, Gordon lo sabe desde hace tiempo. Lamento no haberos dicho nada al respecto.

-No te preocupes, mamá. Entiendo perfectamente que se lo contaras. Y Bill también lo entenderá en cuanto hable con él.

Simone sonrió de forma melancólica, agradecida.

Sin entretenerse más, Tom salió de la cocina y empezó a subir las escaleras en dirección a la habitación de Bill. Se posicionó frente a la puerta cerrada y tocó suavemente con los nudillos.

-Bill, voy a entrar -anunció sin esperar respuesta.

Abrió la puerta y penetró en la habitación, cerrando de nuevo tras de sí. Bill estaba sentado sobre la cama, con las rodillas flexionadas y la cabeza apoyada en ellas, los brazos rodeándose a sí mismo.

-Lárgate -le advirtió el vocalista con voz ronca.

Sin hacer el menor caso a su petición, Tom se sentó frente a su hermano. Le observó atentamente. Las perneras del pantalón se le habían ensuciado. El cabello, largo y lacio, ocultaba su rostro. Tenía las manos entrelazadas con fuerza, los nudillos blancos por la presión. Los hombros tensos.

Sabía que su hermano se estaba conteniendo de nuevo las ganas de llorar. Pero esta vez él no tenía intención de consolarle.

-Te has pasado, Bill -le regañó-. Con los dos, con mamá y con Gordon. ¿En qué coño estabas pensando?

Bill alzó el rostro, pálido por la rabia. Alzó una ceja.

-¿Perdona?

-Me has oído perfectamente.

-Pues sí, te he oído, y no me hace falta escuchar estupideces. Lárgate -repitió.

-¿Que no te hace falta? Pues yo creo que sí, que te hace falta que alguien te diga lo estúpido de tu comportamiento. Mamá no se merece que le hables así, y Gordon tampoco.

-Gordon no tenía derecho a decirme nada -siseó Bill-. Ni mucho menos a ponerse violento.

-Gordon no se ha puesto violento -replicó Tom-. Tú sabes lo que es ponerse violento, los dos lo sabemos. Mamá lo sabe. Y no es eso lo que ha hecho Gordon.

A Bill empezó a temblarle el labio inferior. Su mirada se suavizó.

-Mamá se lo ha contado… -murmuró con voz temblorosa.

-Ya me he dado cuenta… -suspiró Tom-. ¿Pero, y qué esperabas? Mamá y Gordon llevan nueve años juntos. Es normal que se lo haya contado.

Bill se pasó una mano por el cabello de forma nerviosa y desvió la mirada.

-Bill -le llamó Tom.

De pronto, al moreno se le escapó un sollozo.

-Bill… -suspiró-. Están preocupados por ti. Igual que yo. Y ya no saben qué hacer. ¿No lo entiendes?

El guitarrista se irguió sobre sus rodillas y abrazó a su hermano, quien dejó escapar otro sollozo.

-No sé qué me pasa… -musitó Bill. Su voz sonaba angustiada-. No quiero ser así… Dios, me siento fatal…

Después de acariciarle la espalda durante unos segundos, Tom se separó.

-Pues arréglalo.

-¿Eh?

-Dices que te sientes mal. Eso es porque reconoces que no has actuado bien, ¿no?

Aunque parecía una pregunta retórica, Tom miró fijamente a su hermano. Bill comprendió y terminó asintiendo.

-Entonces haz algo al respecto. Baja y pídeles perdón a mamá y a Gordon.

Por un momento Bill le miró como si se hubiera vuelto loco. Luego el sentido de la humildad fue ganando terreno al orgullo.

-Debería, ¿no…?

-Sí. Deberías.

Bill suspiró, pero no hizo amago de moverse. Tom se inclinó hacia él.

-¿A qué esperas?

-¿Ha de ser ahora…? -se quejó.

La mirada que le dedicó Tom le respondió por sí sola. Bill suspiró de nuevo y se levantó de la cama. Tom se le quedó mirando hasta que salió de la habitación.

El guitarrista se colocó en la misma posición en la que estaba su hermano minutos antes y rogó por que todo saliera bien. No estaba acostumbrado a comportarse como el «maduro» de los dos, pero creía no haberlo hecho del todo mal.

Bill se paró unos segundos fuera de la cocina. Inspiró un par de veces y entró.

Simone estaba fregando el suelo mientras Gordon lavaba los platos. El lavavajillas se les había estropeado hacía dos días y el técnico aún no había dado señales de vida. En un rincón estaban recogidos los restos del plato que se había hecho añicos.

Los dos se giraron para mirarle. No dijeron una palabra. Bill aguantó sus miradas expectantes lo más estoicamente que pudo. Dio un par de pasos hacia su madre. El corazón le latía muy deprisa y se sintió estúpido. Sólo tenía que disculparse. No era para tanto.

Pero a las palabras les costaba salir de su garganta.

-Mamá… -se le quebró la voz y lo intentó de nuevo-. Mamá, lo siento. No debería haberte hablado como lo he hecho.

Simone estaba sorprendida. Bill siempre había sido muy orgulloso, más incluso que Tom. Y agradeció el gesto. Pero no sonrió.

-Está bien, cariño. No te preocupes por mí.

Bill sabía por qué su madre había enfatizado las dos últimas palabras. Igual que Tom, consideraba que debía disculparse también con Gordon. Y Bill en el fondo también lo pensaba.

Después de oírle disculparse con su madre, Gordon se había girado para continuar con su tarea. Bill anduvo un par de pasos más y se colocó a su lado. Inspiró hondo.

-Lo siento, Gordon. Perdóname por haberte dicho eso. Tienes todo el derecho a darme órdenes, porque para mí eres como un padre. De hecho, eres el mejor padre que he tenido, y lo sabes.

A Simone casi se le había parado el corazón escuchando a Bill. Gordon le echó un vistazo rápido al muchacho. Después volvió a fijar la vista en los platos que estaba limpiando.

Pasaron varios segundos que a Bill le parecieron eternos. Finalmente Gordon habló.

-Bill, tu madre y yo estamos muy preocupados por ti. No comes, no hablas, no duermes… Se supone que estás aquí para recuperar energías, pero cada día se te ve más apagado. Y no sabemos qué hacer.

Bill se abrazó a sí mismo como si de pronto le hubiera entrado frío.

-No hace falta que hagáis nada -dijo al fin-. Estáis aquí conmigo y eso es suficiente.

Gordon le miró no muy convencido, pero no quiso insistir. Continuó fregando los platos. Entonces Bill se arremangó.

-Te ayudo… -dijo simplemente.

Su padrastro asintió y le fue pasando los platos enjabonados para que él los secara. Simone sonrió satisfecha y terminó de fregar el suelo, repasando allí donde Bill había pisado.

Tom, quien no había podido resistir la curiosidad, se asomó por la puerta de la cocina. Al ver la tranquila estampa supo que todo estaba bien.

-A ver si aprendes de tu hermano -le espetó Simone cuando se fijó en él- y ayudas un poco más en casa.

El muchacho puso los ojos en blanco.

-Prefiero pagarte una asistenta -replicó.

Bill soltó una risita, interrumpiendo la probable respuesta mordaz de Simone. Entonces la mujer se giró hacia él y le habló con voz amable pero a la vez severa.

-Ah, por cierto, Bill… estás castigado.

Al aludido casi se le escurrió un plato. Miró a su madre con la ceja levantada.

-¿Qué?

-Aunque hayas pedido disculpas, no puedo dejar pasar así como así la manera en la que nos has hablado a mí y a Gordon. ¿Recuerdas que siempre decimos de ordenar el trastero y nunca encontramos el momento? Pues mañana por la mañana vas a ordenarlo tú solito.

Tom tuvo que taparse la boca para no soltar la carcajada al ver la cara de «WTF?» de su gemelo, quien sin embargo estaba claro que esa vez no iba a replicar. Cuando se lo proponía, Simone era mucha Simone.

&

Al final Tom había grabado la película de Bruce Willis y en esos momentos todos la estaban viendo espatarrados en los dos sofás de la sala, Tom y Bill en uno y Simone y Gordon en el otro.

En verdad Bill no soportaba ese tipo de películas; y aquella le parecía tan mala y aburrida que se estaba quedado dormido. Pero por primera vez en muchos días no tenía ganas de estar a solas en su habitación con sus penas, sino allí, con su familia. Se movió un poco en el sofá y apoyó la cabeza en el hombro izquierdo de su hermano.

Tom casi dio un respingo.

-¿Qué haces? -preguntó en un susurro. El volumen del televisor estaba alto, por lo que Simone y Gordon no le oyeron.

-Tengo sueño… -respondió Bill a la vez que soltaba un bostezo.

-Pues vete a dormir…

-No quiero… Prefiero quedarme aquí.

-¿Por?

-¿Qué pasa, te molesto? -inquirió el moreno cerrando los ojos.

Tom se le quedó mirando. Aun sin maquillaje, el rostro de su hermano le parecía tan fino y delicado como el de una mujer. Y era curioso, teniendo en cuenta que eran gemelos, que su propio rostro no le provocara ese pensamiento.

-No, no me molestas -dijo finalmente. Y alzó un poco el hombro para que su hermano pudiera apoyarse mejor.

Al cabo de unos minutos Bill se aferró más a él, rodeándole de la cintura con un brazo.

Tom tuvo un extraño escalofrío.

-Tomi… gracias.

Hacía mucho tiempo que Tom no escuchaba a su hermano llamarle con ese diminutivo. Se relajó y le apretó cariñosamente en el brazo con su mano libre. Sabía que Bill no se refería precisamente al hecho de ofrecerle su cuerpo como almohada, sino a lo sucedido un rato antes.

-De nada… -musitó.

-No sé qué haría sin ti… -fue lo último que dijo Bill antes de quedarse profundamente dormido.

Continúa…

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