Fic TWC de Melody Fliegen
Capítulo 16: ¿Reconciliación?
By Tom
En el momento que miré a los ojos a Bill, él tragó saliva sonoramente, y luego me devolvió la sonrisa mordiéndose el labio sin notarlo.
Fue fácil terminar con esta absurda fiesta, Bill miró a mis primos y comenzó a gritar mientras se tiraba al suelo, agarrándose el estómago con sufrimiento. Hasta llegué a creerme su mal estado, aunque sabía que era simplemente actuación a lo Kaulitz.
Mamá corrió desde el otro extremo del patio tirándose al suelo para tomar a mi hermano en sus brazos. Su vestido se ensució con el pasto al rozar cuando se deslizó en él, pero ella pareció no inmutarse.
—Mi bebé, ¿qué pasó? —Todos los familiares presentes se levantaron preocupados y se acercaron a la escena— Bill…
—Fueron… Melanie y… Tom, explícales —esbocé una sonrisa y la mirada de mi madre, dura y preocupada se posó en la mía mientras Bill volvía a retorcerse ligeramente, como si lo que hubiese dicho le hubiese afectado.
—Creímos… que era una salsa en la ensalada de Bill… Jack nos dijo que era eso, pero apenas la probó algo le pasó —dije acercándome a la escena, tomando la cabeza de Bill, que hizo una mueca de dolor, como si se hubiera golpeado. Mierda, sí que lo hacía bien. Mi hermano me tomó de la mano y la apretó, no pude evitar mantener mi mirada en él, esa actitud suya me extrañó. Yo le había hecho mucho daño antes, y ahora me tomaba de la mano— Y vimos cuando lo puso, Andreas lo puede comprobar —el amigo de mi hermano se sobresaltó y luego asintió seriamente. Bill me volvió a apretar la mano e hizo que lo mirara a los ojos. Enarqué una ceja esperando sus palabras
—Quiero que se vayan… quiero ir a mi cama mami… —hizo otra mueca mientras me soltaba de la mano, haciendo que me pudiera enderezar— por favor mami…
—¿Qué le dieron a mi bebé? ¡Respondan! – Melanie y Jack se sobresaltaron y se miraron. Una media sonrisa se formó en mi rostro, divertido por sus expresiones— Sus hijos… —Esta vez mamá se dirigió a los padres de nuestros primos. No podía negar que tuve que soportar la risa floja que me estaba entrando en ese momento. La desesperación de mamá, junto a la actuación de Bill en el suelo, la mirada de mis primos, Andreas volteado mientras se reía sin que nadie lo notara más que yo… y David mirándome… toda la escena era realmente chistosa.
—Nosotros… no sabíamos… lo sentimos —dijeron nuestro primos bajando la cabeza al mismo tiempo, les pasaba lo mismo que a nosotros.
—¡Se acabó la fiesta!
Una mueca se me formó en la cara, de tanto soportar la risa. Tuve que entrar a mi casa rápidamente y meterme al baño. Allí pude explotar y reír a todo pulmón sin ser molestado.
La fiesta se había acabado para ellos tal y como lo había dicho, así de simple había sido deshacerme de ellos. Mamá con mucha suerte los volvería a dejar entrar. Le habían hecho daño a su “bebé”, pobre niño dañado por sus primitos. Me daban ganas de llorar, ¡era tan emocionante cómo defendía mamá a su hijito debilucho y vulnerable!
Mis risas continuaron pero ya más tranquilas, me había sentado en el borde del jacuzzi, pero no fue buena idea, ya que me quedé en silencio por un momento para escuchar la conversación que se provocaba fuera…
—…Voy a pasar al baño… por favor no quiero verlos…
Sí, mi pequeño, tranquilo…
…Y eso hizo que todo mi cuerpo cayera en el jacuzzi. Mierda, ¡cómo podía ser tan idiota! Por suerte alcancé a sostenerme antes de golpearme la cabeza.
Entonces escuché el sonido de la puerta del baño cerrarse tras la delgada y estilizada figura de mi hermano menor. Suspiré, al parecer no me había visto, aún no se volteaba.
Me quedé ahí acostado en el jacuzzi mirando cada uno de sus movimientos. Comenzó a reír al igual que yo segundos antes de que entrara, con carcajadas limpias y sonoras, que hicieron que se me escapara una sonrisa, divertido. A pesar de todo, éramos… “parecidos”…
Se volteó respirando más tranquilo, y fue cuando notó mi presencia. Sonreí de medio lado, como a él le gustaba, y él se tapó la boca impactado al encontrarme ahí.
—Pensé qué habías subido a tu habitación… no que ibas a estar en…
—¿El mismo lugar al que ibas a entrar tú? Tampoco me lo esperaba —dije levantando los hombros mientras entraba mis piernas a la bañera. Cerré los ojos y levanté una mano— Anda, ayúdame a pararme —me miró alzando una ceja— ¿no puedo pedirte ayuda, acaso?
—Sí, puedes… —se acercó al jacuzzi y alargó su mano para que la tomara. Esbocé una sonrisa, seguía siendo tan ingenuo… lo empujé haciendo que cayera bruscamente en el jacuzzi, encima mío, lo sostuve para que se estabilizara— Mierda, ¡¿pero qué te pasa Tom?!
—¿No estás feliz por haber sacado a esas mierdas de casa? —sonrió mientras descaradamente miraba mis labios. Tenía sus manos y piernas a cada costado de mi cuerpo, y nuestros rostros estaban cercanos. Asintió mientras posaba su mirada en mis ojos.
—Ya era hora de sacarlos de aquí… sobre todo a esa mierda de David —susurró apretando los dientes, corriendo su rostro para cerrar sus ojos con fuerza, parecía intentar reprimir algo. Apenas mencionó ese nombre, mi cuerpo entero se tensó, es que pensar en él me obligaba a viajar a mi pasado. Y justo en ese momento no quería.
—No me hables de él. Ni siquiera lo menciones en frente mío…
—Tom… ¿pero qué mierda te pasa con ese hombre? –volvió a posar su mirada en mis ojos.
Fruncí el ceño enojado. Él no tenía derecho a preguntarlo, él era el culpable de todo, al fin y al cabo… gracias a él, un lindo “día familiar” a nuestros diez años, se había transformado en la pieza clave para que mi vida diera un vuelco de ciento ochenta grados.
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Flash Back
Corríamos por el parque mientras nuestros padres se abrazaban en un banquito cercano, observándonos con una sonrisa. Nuestras pequeñas sonrisas mientras corríamos y caíamos al suelo manchándonos la ropa recién comprada, no ponían ser aún más felices.
Mamá y papá nos habían ofrecido ir al cine, ¿qué niño de diez años se negaría a ver una película animada de Disney o
DreamWorks? Nosotros. Habíamos preferido que nos llevaran al parque que quedaba a cinco minutos de casa, y eso hicieron.
—Tomiiiii, ¡atrápame!
Corríamos de un lado a otro jugando a las atrapadas, el que atrapaba al otro merecía un caramelo. En sus bolsillos habían tres, en el mío, cinco.
Me subí a un resbalín para tirarme por él y alcanzar a mi hermano que estaba un par de metros más adelante. Me deslicé divertido sobre él, y caí sonriendo al suelo, me sacudí el polvo de mi trasero, y corrí siguiendo a mi hermano, que se subió a un juego que tenía una altura de aproximadamente de un metro, o más…
—¡Cuidado chicos, no vayan a caerse! —gritó papá.
¡Mira papi! ¡Soy el príncipe Bill! —gritó mi hermanito.
Me metí debajo del juego, y pude ver que Bill se estabilizaba en él poniéndose de pie sobre él. Le tomé del tobillo haciendo que se sobresaltara en su felicidad y aparente triunfo.
—¡Bill!
Mamá exclamó poniéndose de pie cuando mi hermanito dio un grito ahogado mientras todo su cuerpo se iba hacia atrás. En cámara lenta vi cómo caía al suelo y se golpeaba su espalda. Supe que fue doloroso, porque lo sentí en mi cuerpo igual que él. No reaccioné inmediatamente, tuve que soportar el dolor por un segundo. Pero luego, preocupado, dije el nombre de mi hermano y me intenté poner de pie.
Mala idea. Había olvidado completamente las barandas del juego, y gracias a eso me golpeé en la cabeza con violencia.
Bill había comenzado a llorar mientras se volvía a poner de pie, todo sucio por la tierra presente. Mis lágrimas también se hicieron presentes, y comencé a llorar mientras estiraba una manito sucia hacia Bill, que hizo lo mismo, ambos llorábamos de dolor por los golpes que nos habíamos dado.
Mamá llegó a nuestro encuentro cuando me intenté mover hacia mi hermano, y lo tomó en sus brazos dándome la espalda. Lloré aún más ante su ignorancia, es como si yo no hubiese existido para ella, y papá había corrido a casa rápidamente para seguramente coger un botiquín. Siempre lo necesitábamos. Bill siempre lo necesitaba… yo estaba solo, nadie más me miraba, era como una persona totalmente invisible.
Excepto para los ojos de mi hermano, que me miraban lloroso mientras mamá lo consolaba haciéndole cariño en la cabeza.
Otras lágrimas cayeron al suelo mientras me sostenía la cabeza, de la cual había comenzado a salir un chichón feo y grande, que dolía…
—No perteneces ahí… ellos no te valoran como eres —mis lágrimas cesaron ante la voz de un chico que me estaba mirando fijamente. Sollocé silenciosamente y lo enfoqué en mi vista, hice un puchero— ten —me alargó una compresa fría que tenía en su hombro. Sin hablar la recibí mirándolo a los ojos— no te preocupes por mí, era sólo una contusión en el hombro, nada grave… lo tuyo es peor… déjame ver… —cerré los ojos sollozando cuando me tocó la cabeza con suavidad, aunque apenas tocó, sentí mi sien palpitar por el dolor. Tuve que reprimir el grito— un tiempo con la compresa y estarás perfecto. —Le sonreí al desconocido tímidamente— Soy David… —me esbozó una sonrisa que me infundió seguridad. Él no se había interesado en mi hermano antes que en mí, de hecho ni siquiera escuchaba los gritos de mi hermano. Su golpe aún dolía, había sido más grave— no es necesario que me digas tu nombre, pequeño.
—Soy… soy Tom —susurré sonriendo suavemente. Vi cómo mamá seguía mimando a Bill, ni siquiera se había volteado para ver si estaba bien. Bajé mi mirada.
—Ella no te valora, ¿cierto? –moví mi cabeza de manera negativa, y él resopló— lo sabía…—hizo una pausa— Tom, déjame ayudarte —levanté la vista a sus ojos, le brillaban emocionado- nunca vas a necesitar alguien que te cuide… si aceptas…
—¿Nunca más voy a ser comparado con mi hermano? —lo quería mucho, quería demasiado a Bill, pero me dolía que siempre me compararan con él, que en las fiestas siempre él fuera el centro de atención… me dolía demasiado.
—Voy a hacer que te deje de doler… aquí dentro —tocó mi pecho en el lugar en el que mi corazón palpitaba, agitado. Algo me quería decir… pero lamentablemente no le comprendía.
No pude entender que aceptar su proposición quizás había sido un error, mi corazón me lo había advertido… pero era el lugar que me dolía, y al que quería ignorar, si era necesario deshacerme de él…
Me sonrió cuando le dije que sí… y me ayudó a ponerme de pie con cuidado.
—No creo que a tus padres les agrade ver que tienes eso… se van a preguntar de quién es… -asentí en silencio mientras él apuntaba la compresa— pero escóndelo cuando te estén viendo. Te lo regalo Tom…
—¿Cuándo… me vas ayudar a que me deje de doler? —sonrió y me miró fijamente. Su mirada era brillante y me infundía mucha confianza mezclada con un poco de temor. Algo tenía ese chico…
Mañana… ven mañana al parque…
Asentí esbozando una sonrisa.
Quizás era demasiado pequeño y sólo acepté porque sí, porque me dio una oportunidad de cambiar, porque simplemente me regaló algo, y eso era lo que a un niño de diez años le encantaba… que lo tomaran en cuenta…que le dieran regalos.
—¡Tom! ¡Vamos a casa! —gritó mi padre luego de unos minutos, en los que David se había alejado, me tomó de la muñeca y me hizo caminar a su lado mientras mi cabeza seguía palpitando— camina por favor, tu madre está irritable por lo que le hiciste a tu hermano.
—Nosotros… sólo jugábamos…
—Lo sé hijo, pero ya la conoces… se le mete algo en la cabeza y… —suspiró— no importa.
Caminé a su lado silencioso, me volteé lentamente sin dejar de caminar, y allí vi al chico de cabellos oscuros alzando una mano en despedida, sonriendo. Iría al siguiente día, eso era seguro… quería volver a verlo.
Ese fue el primer día que conocí a David…
El último día que volvería a querer a mi hermano.
Fin del Flash Back
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Recordar ese suceso sólo me hizo desear más que mi príncipe fuera destruido y sacado del juego para siempre con mucho dolor. Pero para que eso pasara tenía que hacerlo volver al tablero.
Desde ese día todo yo había cambiado, David me había abierto los ojos, y yo sólo tenía ese dulce sabor que todos llamaban “venganza” en la boca, que me hacía cerrar los ojos y disfrutar del sufrimiento ajeno. ¡Cómo había disfrutado ver el miedo en los ojos de mi hermano cuando casi abuso de él! Sus lágrimas eran mi excitación sexual, y sus espasmos por el miedo, sólo lograban que quisiera poseerlo aún más.
Pero cuando lo vi tan vulnerable en el pasillo, tan débil, no pude hacer más que intentar calmarlo de algún modo, a pesar de que tenía la oportunidad perfecta para abusar de él. Había hecho de todo para que estuviera tranquilo. Lo había halagado… y sinceramente, no habían sido mentiras. Eso me preocupaba…
Observé a mi hermano por un segundo antes de responder. Le sonreí mientras sacaba mi lengua y la pasaba por mis labios para humedecerlos. Bill me miró con una expresión un poco extraña:
—Él no tiene derecho a tocarte, y a mí tampoco…
—Pero él te masturbó en frente mío… yo lo vi —dijo temeroso de que reaccionara a sus palabras, de hecho corrió la cara creyendo que lo iba a golpear— tú le gemiste… te gustó, tal y como lo hizo cuando…
—¿No te había dicho que no hablaras de ese día? —dije mirándolo fijamente a los ojos mientras él me negaba su mirada, temeroso.
—Ya estamos grandes, deberías cargar con tu mierda solo —dijo intentando ponerse de pie, se lo impedí inmovilizándolo— de verdad deberías dejarme ir… mamá va a venir en unos minutos para ver si estoy bien… y si nos ve así, va a sospechar que nosotros… —se mordió el labio.
—Que nosotros… ¿qué? —sonreí, lo había descubierto.
—Que me intentas violar en cada esquina —dijo con una sonrisa triunfante, sabiendo lo que pensaba. Si quería recuperarlo, tenía que convencerlo.
—Yo… ¿Acaso no notaste que me arrepentí? En mi habitación después de…
—Tom… je… yo… —empezó a balbucear mientras se intentaba sentar encima de mi cuerpo, el único lugar cómodo que halló, fue obviamente mi entrepierna, en la que puso todo su trasero gentilmente redondeado.
—Bill… —me removí por su culpa, por su trasero— creo que ya me deberías haber perdonado.
—Mierda, tu actitud tan egocéntrica Tom… podrías pedírmelo —si era necesario lo haría, ambos éramos excelentes actores de drama.
—Perdóname Bill —lo miré a los ojos mientras los de él casi se salían de sus órbitas de tanto impacto— de verdad… no sé qué me pasó en la mañana —¿qué no sabía? Estaba realmente deseoso de sexo duro con mi hermano, esa era la verdad. Pero no se lo diría… debía caer… tenía que hacerlo.
—Tom, ¿es en serio? —Bajé la vista y asentí. Esto funcionaría…
—Por favor, hermanito… no quise… yo sólo quería que jugáramos un poco —dije “inocentemente”.
—A la próxima trata de no partirme el culo con tus juegos, idiota —apreté mis puños levemente para que mi expresión no cambiara ante sus palabras. Dio un pequeño salto intencional en mi entrepierna, que me hizo cerrar los ojos— si lo vuelves a hacer…
—No lo voy a volver a hacer –dije seguro.
—Tom… —aún me miraba con desconfianza— promételo —mierda, se relamió los labios. Quería que fuese una promesa sellada, como nosotros la sellábamos— sino…
—¡Bien! Pero a la próxima no te pases con los insultos… no soy de piedra —¡otra mentira a mi repertorio! Cada vez mi sonrisa se ensanchaba más— lo prometo… ahora… déjame sellar.
Y como si esas palabras fueran miel para él, se acercó a mis labios y respiró en mi boca. Le tomé el labio con mis dientes, dándole una pequeña mordida, que luego procuré apretar un poco más hasta que gimió moviéndose un poco.
—No te muevas, mierda… estás encima de mí.
—Y eso me importa una mierda… tú me tiraste aquí, asume las consecuencias —me sonrió y terminó el beso, sellando mi “promesa”. Me miró con una sonrisa picarona, y sonrió— ven mañana a mi habitación, te tengo que dar el regalo de cumpleaños que te debo —lo miré con una ceja alzada.
—¿Por qué no me lo pasas ahora?
—No, voy a estar con Andreas esta noche –lo agarré de la cintura.
—Prefieres estar con Andreas que conmigo… bien —lo solté y suspiré. Se puso de pie rápidamente y salió del jacuzzi alisando su polera y sus pantalones, de los cuales se podía apreciar un pequeño bultito— mierda, si sólo te sentaste encima mío —dije apuntando a su querido amigo.
—Cállate —dijo sonrojándose. Se acercó a la puerta.
—Recuerda a quién le perteneces Bill… —le tiritó la mano en el picaporte de la puerta, y luego de apoyar su frente en ella, esbozó una sonrisa.
—Yo no le pertenezco a nadie…
Dichas esas palabras salió del baño de un portazo.
Yo debía salir en unos minutos, cuando todo se calmara. Salir inmediatamente después de mi hermano no era buena idea. Todos pensarían malas cosas de mí. Sí, de mí, porque de Bill, nada.
Sonreí. Volvía a tenerlo en mi juego. El príncipe había vuelto a la ronda. Ahora sólo faltaba hacerle el Jaque Mate.
Salí del baño cuando escuché que todos se habían ido, y que el ambiente ya no estaba fuerte. Subí las escaleras sonriente y me tiré en mi cama triunfante. Tomé mi celular y marqué a mi “novia”.
No tardó en contestarme con voz enojada.
—No puedo creer que no me hayas invitado a tu fiesta.
—Amor, era de familia, no tenías que venir, habría sido totalmente estúpido, porque no habríamos estado en el comedor… te habría estado haciendo gritar sin importarme mis familiares. Es mejor tomar precauciones, ¿no? —dije mientras ella se reía.
—Entonces, ¿para qué me quieres ahora? —me senté en mi cama.
—Quiero sexo —dije directo. Escuché cómo tragaba saliva.
—¿Ahora?
—No, el lunes después de clases.
—¿Mañana no? —suspiré, esa chica quería que le diera cuanto antes.
—No, es el día hermano-hermano.
—¿Con tu hermano marica? Tom, ¿no me prefieres a mí? —reí.
—Obvio que sí hermosa, pero mis padres quieren esto. Si tienes paciencia hasta el Lunes, te lo hago como me lo pediste el otro día —al parecer cayó, ya que inmediatamente respondió.
—Te espero el lunes.
Y cortó mi llamada.
Me contuve por un rato, pero mi risa se hizo presente fuertemente, haciéndome convulsionar como idiota. Estaba en el paraíso. Un Bill que me daría ese trasero sí o sí, para luego hacerlo caer, una puta que buscaba sexo hasta en la calle, pero sólo conmigo, y una persona del pasado que me abrió los ojos totalmente.
Me desnudé hasta quedar sólo en bóxers, y me metí en las sábanas sonriendo, no podía evitarlo. Había sido un gran día para Tom Kaulitz, excluyendo lo sucedido en el pasillo. Me acurruqué de lado entre las sábanas, y allí esperé que el sueño me venciera.
No se hizo de rogar.
&
Abrí mis ojos cuando me golpearon la puerta con insistencia. No tenía ganas de salir de mi habitación, quería descansar un poco más, pero la voz de mi padre me hizo sacarme la almohada de la cabeza.
—Tom, tu mamá está histérica, no das señal de vida… di algo para saber que estás aquí —resoplé.
—¡Ya bajo! –grité tirando el cojín al suelo, como si eso hiciera algún efecto.
—Gracias, eso me deja tranquilo —escuché sus pasos alejarse.
—Como si le importara un poco…
Me levanté un poco cascarrabias, somnoliento, a pesar que me había acostado relativamente temprano, me gustaba aprovechar mi domingo para dormir. No sabía qué le pasaba a mamá hoy.
Me dirigí al baño, me cepillé los dientes y lavé mi cara antes de ponerme unos pantalones para salir a almorzar. Ya había salido antes con el pecho desnudo fuera de mi pieza, realmente no me acomplejaba en lo más mínimo.
Bajé las escaleras encontrándome en el camino un griterío desde la habitación de mi hermano. Caminé sigiloso hacia allá, poniendo atención a lo que pasaba, escuchando a Bill gritar:
—Ja ja ja… ¡Andreas déjame! Ah… duele, amigo… ya… ja ja ja… duele… oh…
Ni siquiera me molesté en entrar. Apreté los puños y bajé con mamá y papá. Estaba realmente enojado, Bill estaba haciendo cosas con su amigo… gritaba y se reía mientras escuchaba golpes continuos. Ese mierda…
Y para colmo, mamá sólo quería gritarme porque no le ayudaba a armar la mesa. Me crucé de brazos mientras hablaba, la escuchaba asintiendo, aunque no la tomaba mucho en cuenta. Realmente estaba tan interesado en la mosca que sobrevolaba la basura, que apenas la escuchaba. Me quedé boquiabierto cuando las palabras de mi padre se hicieron presentes en su garganta, no escuchaba eso desde… nunca…
—Déjalo Simone, es tu hijo, tiene los mismos derechos que Bill… además yo te estoy ayudando a poner la mesa. Pensé que lo querías para decirle algo importante… no para reprocharlo porque se duerme hasta tarde, es domingo —Mamá miró impactada a papá, es que era para quedar así… papá me estaba defendiendo. Mi padre me miró con una sonrisa— hijo, sube a tu pieza nuevamente y termina de asearte, yo te llamo cuando sea la hora del almuerzo —tragué saliva y lo miré seriamente, no sabía qué hacer en una circunstancia así.
—Gra… ¿gracias? —susurré sonriéndole.
—Sólo sube, hijo —miré a mamá antes de salir.
Me volteé un poco tenso e incómodo. Nunca… nunca había sentido eso que me hizo sentir mi padre en el pecho. No sabía cómo describirlo, era… totalmente nuevo y único. Quizás algo demasiado intocable.
Caminé lentamente hacia las escaleras, pasando por la sala. Lo último que escuché, que provino de la garganta de papá, fue: “¡cómo si no hubiera escuchado la estúpida discusión de ustedes ayer! ¡¿Cómo se te ocurre golpear a tu propio hijo por eso?!” Con una pequeña sonrisa inevitable, llegué a los escalones, por los que iba bajando Andreas ya vestido y listo para irse.
Lo miré a los ojos fijamente, mirándolo con recelo. Más le valía no abrir la boca al muy mierda. Aunque ya tenía claro que no podía, al final él saldría perdiendo totalmente si lo hacía. Le sonreí descaradamente y terminé de subir las escaleras.
Me volteé hacia mi habitación.
—Estábamos jugando, haciéndonos cosquillas —fruncí el ceño volteándome para encontrarme con la mirada de Bill, receloso y moviendo un pie— Me golpeé con la pared, por eso me dolió… nada más que eso —¿acaso se había dado cuenta? — te espero hoy… tengo tu regalo en mi habitación.
Asentí volteándome nuevamente, con una sonrisa triunfante en mi rostro. El día comenzaba muy bien, y era recién mediodía.
No tardé mucho en estar alistado, y como familia bajamos a almorzar. Andreas no estaba, y el silencio era totalmente incómodo en la mesa. Por suerte eso terminó rápido, mamá y papá habían acordado ir al supermercado ese día ya que era comienzo de mes.
Ausencia de padres, sinónimo de: Bill para mi gusto personal.
Las horas que tuve que esperar para que mis padres salieran de casa, las aproveché para tocar guitarra, esa melodía que combinaba con la canción que Bill había cantado el día anterior. Aún tenía su voz en mi conciencia.
Apenas nuestros padres avisaron que se iban, me relamí los labios poniéndome de pie. Caminé a la habitación de Bill, al cual encontré escondiendo un cuaderno debajo de su cama. Seguramente otro más de sus dibujos. Le sonreí cerrando la puerta detrás de mí.
Ni siquiera tuve que esperar para que Bill me alargara un pequeño paquete mientras me invitaba a sentarme a su lado. Se aventuraba a un espacio peligroso, la cercanía de nuestros cuerpos, la cercanía de mi deseo a su virginidad y sufrimiento.
Lo miré y lo besé rápidamente en los labios mientras con mis manos abría la cajita. Lo dejé de besar cuando vi su contenido. Lo miré a los ojos mientras una sonrisa se formaba en su rostro.
Una colección de cinco piercings para mi labio: negro entero, con bolitas transparentes, con un pequeño diseño de una guitarra, con el signo del “ying yang”… y uno rosado.
Sonreí, mirando embelesado la pequeña colección. Cada uno lo miré minuciosamente. Cuando llegué al rosa, miré a Bill alzando una ceja, y se rió divertido:
—Ya, déjame hacer bromas…déjame soñar.
Ahora me tocaba darle mi regalo.
Al terminar de admirarlos por su dedicación y notoria clase, agarré el rostro de mi hermano y lo miré fijamente a los ojos. Su mirada no se separó de la mía. Ambos nos mordimos el labio a la vez, queríamos un beso, por diferentes razones pero lo queríamos. Rocé nuestros labios mientras movía mi piercing plateado, y le susurré sigiloso:
—Bill… excítame.
Continúa…
Gracias por la visita.