Fic TWC de Melody Fliegen
Capítulo 20: Revelación
By Tom
Luego del colegio, no tuve paciencia de ir a casa de Chantelle, ya que según ella tenía invitados de sus padres, y no podríamos hacer lo que queríamos con gente estorbando… por lo que me la llevé a mi casa. Sabía que Bill se quedaría con su amigo Andreas, como siempre hasta la noche, hablando de sus cosas, jugando… así que estaría libre de gente que me molestara. La casa estaría sólo para Chantelle y para mí.
Me la llevé a mi habitación apenas llegamos, pero ella quiso comer algo antes, relajarse, ver televisión. Por lo que todo se atrasó…
Y en el momento del sexo, en lo único que pensaba era en Bill, en cómo sería tenerlo en la cama, lo que gritaría cuando lo penetrara en su estrechez.
Realmente estaba deseoso de sexo bruto con él. Quería que gritara pidiendo piedad y a la vez más… que lo rompiera y que gozara por eso. Eso deseaba, tenerlo en mi poder y que me rogara clemencia, pero a la vez que me pidiera seguir, que fuera un puto masoquista.
Y por eso, en medio de todo el clímax, sintiéndome totalmente caliente y sólo teniendo a Bill en mi mente, dije su nombre sin querer. Por suerte los gritos de mi pareja sexual fueron más grandes y no alcanzó a escuchar que gruñía el nombre de mi hermano.
Lo más extraño fue que sentí una especie de sensación punzante en mi interior, como si lo que había hecho en ese momento, me afectaría en el futuro. Decidí ignorarlo. Mi vida era, literalmente, perfecta: un esclavo sentimental que me deseaba, y una perra que me daba su cuerpo cuando quisiera, ¿cómo iba a poder pasar algo malo?
Procuré despachar a Chantelle a su casa luego de un par de horas, cuando dejamos de hacerlo seguido y luego de una ducha. Al volver a casa, Bill seguía sin volver, no había ni siquiera atisbos de su presencia. Extraño, generalmente volvía a la medianoche, y eran pasadas las dos de la mañana. En un día de semana el señor perfección e inocencia no volvía a casa, eso no era normal.
Mis padres me preguntaron por él cuando llegué, como si me estuvieran esperando:
—¿No has visto a tu hermano? —mamá me preguntaba con tono preocupado y de total desconfianza hacia mí.
—No tengo idea de dónde podría estar —papá me miró preocupado.
—¿No lo has visto por ningún lado? Llamamos a Andreas, y tampoco está allá.
—Saldré a buscarlo —la verdad no quería estar allí con ellos despiertos. Ya me bastaba con que todos los días mamá me gritara que valía mierda, para que ahora me inculpara de algo en lo que yo no tenía que ver.
—Cuídate hijo —dijo papá antes de tomar a mamá del brazo para llevársela al cuarto. Presentía otra discusión entre ellos —confío que lo encontrarás.
Salí de casa al segundo que papá hacía entrar a mamá en la habitación. Seguía extrañándome y provocándome algo en mi interior la actitud de mi padre esos últimos días.
Llamé a su celular en la entrada de mi casa, pero lo tenía apagado. Me encogí de hombros. Necesitaba aire sin una razón aparente, sólo quería caminar un rato. Buscar a mi hermano había sido una simple excusa. Poco me importaba dónde estuviera por el momento, él sabía lo que hacía, no dependía de mí, y yo menos de él.
Dos de la mañana y treinta minutos.
Era ridículo pensar en él, pero seguía haciéndolo de manera insistente, como si una punzada me diera en el pecho al no tener idea de su paradero.
Me senté en una banca del parque frente a mi casa resoplando. Nadie me molestaría a esas horas de la noche. Cerré los ojos y estiré mi cuello.
—Hola Tom…
Abrí mis ojos enormes cuando escuché esa voz, y busqué su procedencia en la noche con mis ojos dilatados. Apareció al frente mío, con una sonrisa que conocía perfectamente.
Al parecer sí me podrían molestar a las casi tres de la mañana.
No me interesó, no estaba con tiempo de soportarlo, menos a esa hora de la noche.
—¿Me espiabas? —rió a carcajadas antes de controlarse y mirarme a los ojos.
—¿Crees que no tengo otra cosa más importante que hacer que andar vigilando a un niñato lleno de deseos de sexo duro con su hermano? —Hijo de puta, conocía perfectamente mis pensamientos, como si los leyera de un manual— De hecho, esta vez quise cambiar de persona… —apreté mis dientes.
—¿Qué mierda hablas David? —apreté mis puños.
—Hoy estuve bastante interesado en la actividad de Bill… —apenas nombró a mi hermano, perdí el control. Me puse de pie y lo tomé de su polera holgada, totalmente enrabiado.
—¿Hasta cuándo vas a entender que tienes que dejarlo en paz? —rió.
—¿Acaso intentas protegerlo? ¿No querías que se hundiera por todo lo que te hizo? —lo zarandeé un poco, ni siquiera se inmutó.
—No, él vale mierda, pero lo estoy haciendo a mi manera.
—Método que al parecer no surte efecto, Tom Kaulitz —alcé una ceja ante sus palabras. Me sonrió ladeando su cabeza— ese traserito de tu hermano debe estar… —y esa fue la gota que derramó el vaso.
—¡ERES UN HIJO DE PUTA! —grité empujándolo contra un árbol, haciendo que se golpeara la espalda en el acto, no me interesó, lo zarandeé bastante antes de que lo golpeara en la cara. No se negó y esperó a que le hablara— no se te ocurra decir eso… además… tú me querías a mí.
—Sí, te amo Tom, eso lo sabes… estar con tu prima es sólo para acercarme a ti… —sonrió mientras escupía al suelo. Aún no le soltaba la polera— pero cambió cuando te me negaste y preferiste llevar a tu hermano a tu habitación… ¿no querías que sufriera? Habría sido tan fácil ese día…
—Lo voy a hacer a mi manera, y vas a ver cuanto triunfo voy a tener gracias a tus enseñanzas… sólo…
—Ya cállate —y me besó en los labios con fuerza, agarrándome de los rastas para que no me escapara. Él sabía que mi punto débil era ese, la manera en la que me agarraba era profesional. Definitivamente, me conocía de pies a cabeza.
Intenté separarme de él, pero me acorraló contra el mismo árbol, haciendo que me golpeara, me separó una pierna y comenzó a restregarse contra mi miembro sin pudor.
—¿Por qué ya no gritas como en esa noche? Anda… hazlo, satisfáceme…
—Déjame tranquilo —luchaba contra él intensamente, como si en eso se me fuera la vida. Pero él al ser mayor, tenía más fuerza y lograba sostenerme sin dificultad. Sería mierda… —ah… grr…
—Ahora gruñes por lo que me doy cuenta… me gusta, te hace más salvaje… —una de sus manos fue a parar a mi trasero, lo apretó con recelo, comenzando a masajearlo.
—No soy tu juguetito —comencé a besarlo con fuerza, chocando mi piercing contra sus labios, con potencia. El piercing que tenía era cortesía de mi hermano, tenía puesto el ying yang en mi boca.
Ese signo era igual a nosotros. Perfectos contrarios, el complemento al demonio que era yo, era un ángel como Bill. Podía sonar a amor, pero no lo era… sólo había descubierto que con Bill disfrutaba, daba lo mismo como, el hecho de verlo gritar y pedirme más era mejor que cien drogas, que mil sesiones de sexo con chicas.
Sólo tocar a Bill despertaba pero serenaba a la bestia que vivía en mi interior. Que en ese momento logró despertar David, pero que no pudo calmar.
—No voy a caer en tu juego… ya no existes para mí —susurré en sus labios antes de golpearlo en el rostro en el momento que libró mis manos de su agarre. Eso lo desconcentró de sus toques en mi piel, y así logré empujarlo lejos de mí— ya no quiero que me sigas. Lo he conseguido todo sin ti, ¿crees que no voy a poder joderme a Bill? Con esos ojitos que tiene tan brillantes y ese cuerpo tan delgado pero perfecto, ¿cómo no voy a querer…? —David comenzó a reír a carcajadas agarrándose el estómago, no le interesaba el dolor que le provocaba mi golpe… quizás ni siquiera lo había sentido— ¡¿qué mierda te pasa, retrasado?!
—Es tarde para lograr lo que deseas Tom… —se secó las lágrimas que tenía en sus ojos por la risa, y terminó diciendo— tú ya estás acabado. No pasas como mi discípulo.
—Sí, sobrepasé al maestro —sonreí altanero, que admitiera que le había ganado en su propio juego.
—¡AL CONTRARIO! —Rió un largo rato sentándose en un banco cercano. Me mantuve en pie, no sabía qué mierda le pasaba por la cabeza ahora a David. Quizás el haber estado cerca de mi prima Melanie lo había hecho un retardado mental.
—¿Crees que no voy a poder partir a Bill en dos como lo habíamos planeado hace tres años? ¡¿Eso crees?! —le grité para que dejara de reír. Lo hizo rápidamente, cambiando sus risas por una sonrisa maliciosa.
—Tú estás enamorado, sólo no lo quieres aceptar. No vas a poder hacerle daño a tu hermano como lo habíamos acordado. Me das demasiada vergüenza, pensé que lo lograrías…
—¿Quién mierda dice que me gusta Bill? Lo único que quiero es que sufra…
—Creíble, pero no, escúchate. Ya no lo odias.
—Sí lo odio —dije casi con desesperación, enojado. —Ya es tarde Tom, tardaste mucho en intentar vengarte…
—¡YO NO LO AMO!
Grité antes de sentir un gemido lastimero de Bill en mi oído. Sabía… sabía que había sido nuestra conexión.
¡¿Dónde mierda estaba Bill?!
By William
Me costó llevar a Bill a mi casa, sobre todo porque no estaba en su mejor estado. No quiso entrar a la suya, dijo que no quería volver ahí, a pesar que le pedí que por lo menos avisara a sus padres… no quiso prender su celular ni hablar más del tema.
Lloró todo el camino, me costó hacerlo subir a la camioneta porque tenía sus piernas débiles. Por suerte era liviano, y cuando se dejó llevar por mí, pude ponerle el cinturón de seguridad.
Me senté en el asiento del piloto, y observé a Bill ante la luz del alumbrado que estaba cercano a nosotros. A pesar de lo triste y agotado que se veía debido al llanto, y el maquillaje corrido que le ennegrecía las mejillas intensamente, se veía angelical, como si de todos modos fuera capaz de estar mejor de lo que se veía.
Se acurrucó en el asiento sacándose el cinturón, me miró reprochándome el hecho de que se lo hubiese puesto, y se sobó los ojos con suavidad. Luego bajó la mirada y habló en el momento que prendí el auto.
—Yo… William, yo quiero dibujarte…
—Shh… —le susurré lentamente, acariciándole el húmedo cabello que se le pegaba en la frente en una pequeña capa de sudor, se lo corrí de la cara— trata de dormir, Bill. —me miró fijamente a los ojos mientras me tomaba la mano con la que lo estaba acariciando, y la besó.
—Pero no me lleves a casa… cualquier parte menos mi casa… —dijo casi con desesperación. No lo entendía, ¿qué lo había hecho salir llorando de ella, y llegar hasta tal punto de no querer volver? No le exigiría contarme, quizás era algo personal que no necesitaba saber. Sólo quería que estuviese tranquilo…
—No, iremos a la mía, ¿te parece? —ya vería lo que haría al día siguiente con mi inesperado invitado.
Y algo extraño sucedió en ese momento. Aún no partíamos en el auto, pero Bill me dejó estupefacto con lo que hizo. Se acercó a mi cuerpo con la sensualidad de una serpiente, pero la inocencia de un gato bebé en sus ojos. Como si todo él hiciera algo que casi no deseaba.
Me besó en los labios y tomó una de mis manos con las suyas… no me negué a su beso. Bill tenía algo hipnótico en sus labios, quizás su saliva que había tenido suerte de disfrutar ese día en la sala de música.
Pero lo detuve casi de un salto cuando llevó mi mano a su entrepierna, para que lo tocara ahí, incluso ya se estaba bajando la cremallera… lo detuve en un instante tomándole ambas muñecas.
—Debemos partir —fue lo único que le dije. Me miró con una especie de desilusión, y se volvió a acomodar en su asiento.
—Sí, entiendo… lo lamento —susurró con su voz débil.
—No lo lamentes.
Y partimos hacia mi hogar. Bill se había dado la vuelta para que me impidiera mirarlo, y allí se quedó durante todo el trayecto, silencioso hecho un bollito casi minúsculo a pesar de sus larguísimas piernas. Ni siquiera me hablaba.
Su actitud… tan forzada ante ese momento que habíamos tenido había sido impresionante… nunca pensé que llegaría a verlo así de débil, entristecido. Él se veía tan feliz y alegre, siempre saltaba de un lado a otro como si nada más le importara que alegrarle la vida a los demás con su deslumbrante estilo y sensación de júbilo.
Pero aquí estaba, luchando solo contra algo que lo hacía sufrir terriblemente, lo noté en su mirada cuando se subió al auto.
Llegamos a casa y noté que Bill estaba completamente dormido, se veía en paz con sus ojos cerrados… pero una lágrima descendía por su mejilla lentamente, queriendo pasar desapercibida. Lamentablemente no fue así.
Toqué el hombro de Bill lentamente y lo volteé.
—Bill… —le hablaba en susurros para que no se asustara— Bill, ya llegamos… —se removió en su asiento y abrió los ojos somnoliento. Me sonrió de manera extraña y se abrazó a mi cuello rápidamente.
—Mmm… William… —su voz sonaba extraña— ¿Por qué no te quedas aquí dentro conmigo? —Restregó su rostro en mi cuello, haciendo que a modo de reflejo cerrara mis ojos— Podríamos…
Y gimió en mi cuello como si mi olor le hubiera producido placer o algo parecido. Comenzó a moverse en el auto como si algo… o alguien lo estuviera manipulando. Eso me dejó totalmente helado, como si el ambiente se hubiese llenado de niebla.
De nuevo intentaba algo sexual conmigo.
Intenté separarme de él, pero mientras más lo hacía, más gemía y trataba de que lo tomara, casi como si fuera una droga mortífera el contacto. Me gemía desesperado y lágrimas le salían de los ojos mientras me pedía que lo tocara.
Con un empujón algo brusco, logré hacer que me soltara haciéndolo volver a ubicarse en el asiento. Me subí al auto y me puse sobre él, tomándolo de los hombros, con mis rodillas apoyadas en el asiento al costado del cuerpo de Bill. Por suerte era un vehículo amplio y él era bastante delgado, frente a frente sí cabíamos.
Lo miré fijamente mientras él se quedaba en silencio, tragando saliva silencioso, como si el eco le provocara dolor.
—¿Qué intentas hacer? —le pregunté directamente.
—Yo… yo sólo quería hacer… lo que sé… —abrí mis ojos impactado mientras él bajaba la vista. Le tomé el rostro y lo obligué a que me mirara a los ojos.
—Bill, ¿quién… te dice que hagas eso? —no podía creer que me hubiera dicho que era lo que sabía hacer.
—Nadie —bajó la vista, sabía que mentía, se le notaba en los ojos, que se volvían a llenar de lágrimas de dolor— nadie… —repitió.
—Bill, Bill mírame —me acerqué a su rostro y rocé sus labios con mis dedos, su sollozo fue tenue— te prometo que no haré nada. Sólo quiero saber… —tragó saliva nervioso, su cuerpo comenzó a tiritar y agarró mis muñecas con sus dedos, apretándolas. Cerró sus ojos… y lloró las siguientes palabras.
—Yo… yo lo amaba…
—¿A quién, Bill? —me mantuve serio, aunque mi interior me hacía sospechar, me hacía querer no cumplir mi promesa de que no le haría daño a quién hiciera sentir a Bill así.
—Él nunca me quiso, ¡nunca me quiso! —Gritó mientras agitaba su rostro y me seguía apretando las muñecas— nunca… lo va a hacer…
—Shh… tranquilo… —le toqué el rostro y lo traté de tranquilizar. Hizo un tenue efecto, su respiración era entrecortada— Bill, dime quién es… —le susurré al oído con dulzura. Bill dio un suspiro sollozante.
—Tom… siempre me quiso para tener sexo.
Mis manos se cerraron en puños que pusieron mis nudillos blancos.
Bill lloró sonoramente en mis brazos.
No recuerdo haber sentido tanta rabia hasta el segundo que esas palabras salieron de la garganta de Bill.
Si antes no me agradaba, ahora literalmente había entrado a mi lista negra.
Continúa…
Gracias por la visita.