«Fic TOLL de lyra»
Capítulo 31
UNA HORA ANTES
—Pensaba que el caso estaba cerrado del todo—comentó Gustav entrando en el coche.
No obtuvo respuesta de su acompañante, que se sentó a su lado y abrochó su cinturón de seguridad. Sus ojos se escondían tras unas grandes gafas oscuras, pero sus labios en tensión señalaban lo nervioso que se sentía.
Arrancó y salió del parking subterráneo que tenía Bill en su casa. En el guardaban los coches que se había comprado, incluso una moto. Fue un capricho, la vio y se quedó prendada de ella aunque no sabía manejarla. Gustav recordaba que unos de los muchos chicos con los que se acostaba si sabía y le llevó a dar una vuelta una tarde. Bill le confesaría entre risas que casi tuvieron un accidente por su culpa porque comenzó a frotarse contra su espalda y no paró hasta que se empalmó, lo que hizo que parasen la moto e hicieran el amor de una forma salvaje en medio de la nada…
Llegaron a comisaría y el móvil de Bill comenzó a sonar. Lo contestó antes de bajar del coche, era su nueva productora.
—Repite Dunja por favor, me falla la cobertura—pidió Bill quitándose las gafas de sol.
Escuchó en silencio mientras que veía a Gustav cerrar el coche y mirarle resoplando. Se les hacía tarde, si luego quería ir a ver algo de ropa. Natalie se reuniría con ellos y luego comerían con Dunja mientras hablaban de la nueva imagen de Bill, dado su corte de pelo la discográfica quería que se hiciera unas fotos de promoción.
Pero Dunja le había llamado con urgencia, debían tratar un tema que no podía esperar hasta la hora de comer. Le habían salido dos actuaciones y eran en programas de grandes audiencias. Negarse sería un delito…
—Espera Dunja—murmuró Bill separando el móvil—Gus, adelántate. Termino de hablar y nos vemos arriba.
Gustav asintió a regañadientes y le dejó a solas para que terminara de hablar.
—Sé que son muy seguidas y encima la del jueves es en Praga, pero te prometo dos días libres antes de la próxima—explicó Dunja.
—Me quedaré en Praga entonces, aprovecharé para ir de compras—comentó Bill mientras paseaba por el parking.
—Deja todo en mis manos, te reservaré el hotel para dos noches—dijo Dunja a modo de despedida.
Bill se lo agradeció y colgó la llamada, metiéndose el móvil en el bolsillo de la cazadora. Dio media vuelta pero no vio que se le acercaba…un hombre vestido con vaqueros, cazadora de cuero, gorra y gafas oscuras se le acercaba por la espalda y cuando le vio girarse no se lo pensó dos veces y actuó.
Recibió un fuerte golpe en la frente dado con algo metálico, sintió que le faltaba el aliento y perdió el conocimiento antes de caer con pesadez al suelo. No vio ni sintió nada más, ni como David miraba a su alrededor asegurándose de que no había nadie y se inclinaba para cogerlo en sus brazos, dejando un charco de sangre tras él.
Se lo llevó al coche que tenía aparcado a cierta distancia, fue una suerte que los viera salir de la casa cuando se dirigía a ella a poner su plan en marcha. Llevarse a Bill con cualquier excusa para hacerle razonar, y si no lo lograba mucho se temía que iba a tener que cumplir cada una de sus amenazas.
Le metió en el maletero del coche y en el le ató de pies y manos, a la vez que le amordazaba. Entró en el coche y arrancó saliendo de comisaría. Por el camino pensaba en lo arriesgado que había sido enseñar a la policía esos anónimos que él mismo había escrito y «mandado» a la discográfica. Cuando pasó el incidente en la casa y tuvieron que llamar a la policía, no se lo pensó dos veces. Se aprovecharía de la situación y haría creer que había un loco tras Bill, así le asustaría un poco y recurriría a él para que le protegiera.
Solo que no contaba con que mandaran a un agente que trabajaría encubierto, lo que le estropeaba los planes. Tuvo que seguir con la farsa de los anónimos, más cuando el día de la gala los descubrió besándose apasionadamente. Sintió que le hervía la sangre, se esperaba que Bill actuara como la puta que era y se tirara al policía pero…el gemido de placer que se le escapó a Tom solo quería decir que el muy imbécil se había enamorado.
Actuó movido por los celos, se fue sin que nadie le viera y preparó otro anónimo con la sentencia de muerte del cantante. Lo dejó sobre una mochila que reconoció como la de uno de los chicos del equipo técnico que los acompañaba y siguió actuando como si nada pasara.
Pero ya en la gala…tenía que hacer algo para que Bill no subiera al escenario, ver si podía llevárselo esa misma noche y poner fin así a tantos años de amor no correspondido. Mintió diciendo que había visto a Gordon Trümper y Tom se lo creyó, tan enamorado que estaba que no se dio cuenta de que era imposible que el padrastro de Bill estuviera en la gala. Vio que trataba de convencerle de que no subiera a recoger el premio, pero conociendo tan bien a Bill no dejaría pasar esa ocasión de alardear de esa fama que él le había conseguido.
Vio como subía al escenario con Tom a su espalda, como en el discurso de agradecimiento se olvidaba de él, la persona que le dio a conocer. En ese momento deseó verlo muerto, y casi se cumple su deseo. Un loco salió de la nada y disparó, y si Tom no se hubiera entrometido Bill estaría en esos momentos a dos metro bajo tierra. No habría tenido oportunidad de probar su cuerpo, pero verle muerto era más que suficiente.
Pero ahora que lo tenía a su merced, pensaba disfrutar cada minuto que lo pensaba torturar. Se lo iba a follar salvajemente, una y otra vez hasta que se cansara y llevando las manos a su cuello apretaría con fuerza hasta arrancarle su último aliento.
Y con esa idea en mente condujo hacia unos almacenes abandonados donde había dejado su coche. Allí dejaría el que había robado e iría a su ático donde lo tenía todo planeado. Tenía que darse prisa, seguro que Tom y Gustav se darían cuenta enseguida de que tardaba y bajarían a buscarlo.
Llegó al almacén y dejó el coche al lado de su Toyota Auris, «regalo» de Bill. Todos esos años había estado cogiendo lo que le pertenecía, el sueldo que cobraba en la discográfica era ínfimo comparado con todo lo que gracias a él Bill les reportaba. No lo veía justo y cada vez que cerraban un contrato él retiraba su comisión. Nadie hacía preguntas en la discográfica, siempre les daba la misma excusa. Bill pidió su parte del dinero para comprarse uno de sus miles de caprichos, y como le tenían en palmitas solo sonreían y asentían…
Idiotas, no veían que no era más que un niño caprichoso que no se tomaba el trabajo en serio. Cada vez que actuaba o estaba en una sesión de fotos, solo sonreía coqueteando con la cámara, consciente de que alguien no podía apartar los ojos de él pensando en tirárselo.
Y él era uno de ellos…
Sacudió la cabeza, no podía pensar en esos momentos en como se había sentido cada vez que veía como se acostaba con ese y con otro. Su momento había llegado y pensaba disfrutarlo.
Rodeó el coche y abrió el maletero. Seguía inconsciente, con la mordaza con la que le había cubierto la boca manchada de sangre. Se encogió de hombros y cogiéndole en sus brazos le sacó de ese maletero para meterlo en el de su coche. Sintió que se le caía algo del bolsillo y cuando le hubo dejado cómodamente instalado, se acercó a ver que era. Su móvil, no lo necesitaría ya y lo dejó donde se había caído, en el maletero del coche robado que con un poco de suerte alguien se llevaría.
Entró en su Toyota y partió veloz a su piso. Sentía como se iba poniendo duro de solo pensar que en pocos minutos estaría dentro de su cuerpo. Condujo con una amplia sonrisa en los labios y entró en el parking subterráneo. Se movió con rapidez, a esas horas sus vecinos estarían trabajando pero siempre podía haber uno rezagado.
Cargó con el inconsciente cantante y entró en el ascensor. Llegó a su planta y tras asomarse y ver que no había nadie corrió hasta su piso. Dejó su carga en pie unos minutos en lo que usaba las llaves con manos temblorosas y una vez dentro con la puerta cerrada y bien candada pudo respirar tranquilo.
Le cogió en brazos de nuevo y le llevó a la habitación que le tenía preparada. Le tumbó sobre la gran cama que había en medio de la estancia y se alejó unos pasos para observarlo. Estaba recuperando el conocimiento poco a poco, sus ojos pestañeaban levemente y arrugaba la frente al tratar de mover la boca, sintiendo una dolorosa punzada por esa herida de la que ya no manaba sangre.
Se movió y dándole la vuelta con suavidad le desató las manos. Le quitó la cara cazadora de cuero que llevaba y le ató las manos de nuevo, esa vez sobre su agitado pecho. A la cazadora le siguieron las botas y pantalones. Le ató los pies de nuevo y se desnudó él también, quedándose solo en boxers, de momento.
Cogió un cuchillo que tenía sobre una mesilla y sentándose a horcajadas sobre su cuerpo esperó a que se despertara del todo y viera la sorpresa que le tenía preparada…
Continuará…