I would die for you 6

«Fic TOLL de lyra»

Capítulo 6

Tal y como le había prometido, Bill pasó descansado los dos siguientes días, pero al tercero ya estaba dando guerra. Se aburría de estar encerrado en casa y quería irse de compras a renovar su vestuario.

Tom no pudo negárselo, había aprovechado ese tiempo para indagar más en su pasado y había averiguado ciertas cosas que le hicieron comprender mejor su manera de ser.

Entendía porque no había querido quedarse ni un minuto más en el hospital, había descubierto que cuando su madre murió por una sobredosis él estaba presente. A pesar de su corta edad, le dejaron presenciar como su madre se fue muriendo poco a poco sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. Su corazón estaba muy dañado, había sufrido varios infartos y un pequeño Bill Trümper lo había presenciado todo.

Sintió mucha pena por él, y también por la madre. Si le pasara lo mismo a él, perder a alguien tan cercano…no sabría como podría resistirlo, seguir con su vida. Bill era solo un niño y había conseguido mantenerse a flote con los escasos medios que tuvo a su alcance, sin el amor de una madre y al cuidado de un padrastro que no le habría quitado los ojos de encima viendo como crecía y se convertía en esa belleza que tenía ante sus ojos…

—¿Puedo salir, si o si?—preguntó Bill cruzándose de brazos.

—Pero yo te acompaño—cedió Tom a regañadientes.

—Te vas a aburrir, puedo pasarme dos horas en la misma tienda—explicó Bill pasando por su lado.

Tom resopló dándole la razón, pero su trabajo era vigilarlo fuera donde fuera. Se puso la cazadora y siguió a Bill, notando que cojeaba un poco al andar. Le había revisado la herida y comprobado que estaba curándose bien sin rastro de infección por ningún lado. Y que le hubieran vuelto las ganas de ir de compras y su frialdad de siempre, quería decir que se había recuperado del susto del todo.

Salieron de la casa y ya había un coche esperándolos con el motor en marcha. Gustav hacía las veces de chófer cada que a Bill se el antojaba ir a dar una vuelta o de compras. Georg también los acompañaba y vio como se sentaba atrás al lado de Bill.

Lo pasó por esa vez y se sentó al lado de Gustav, que se puso en marcha una vez Bill se lo pidió con una amplia sonrisa. Nada más arrancar la radio se encendió y Tom arrugó la frente. No conocía la canción que sonaba en esos momentos, pero esa dulce voz que la cantaba era inconfundible. Alzó la mirada y miró a Bill a través del retrovisor, notando que le estaba mirando fijamente a su vez, esperando un halago de su parte.

Pero no dijo nada. Volvió la mirada al frente y se concentró en la carretera, mirando a todos lados por si de repente saltaba un loco delante del coche. Por suerte no fue así y pudieron disfrutar de esa mañana de compras.

Pasaron casi todo el tiempo en Chanel y Dior, de donde salieron cargados de bolsas que fueron directas al maletero. Bill debía ser muy famoso, como comprobó Tom al ver lo bien que le trataban nada más entrar por la puerta, haciéndole la pelota y ofreciéndole una copa de champán sin importar que fuera una hora temprana.

Bill se las bebió como si fuera agua y pidió más cuando las vaciaba de un trago. Tom declinó la copa que le ofrecieron, estaba de servicio y aparte de eso jamás bebía. Se quedó vigilando de lejos, dándole a Bill la libertad necesaria de escoger y probarse la ropa que más le gustaba, y coquetear con las dependientas con descaro.

No le sorprendió en absoluto que también cayera algún chico, sin importarle que fuera hetero. Le sonreía dulcemente y ponía la mano en su pecho para reírse de cualquier halago que le hacían, sin importarle que fuera parte de su trabajo.

Casi gritó de alegría cuando llegó la hora de comer y Bill hizo un alto. Gustav les llevó al mejor restaurante de la ciudad y Tom vio con gran asombro que solo entraban ellos dos a comer.

—¿Y ellos?—preguntó Tom señalando el coche, donde Georg le fulminaba con la mirada.

—Saben que siempre como solo—contestó Bill—Pero como tú tienes que seguirme a todos lados, tendré que hacer una excepción.

Tom le siguió en silencio. Entraron en el restaurante y enseguida salió el maître a saludarlos. No tenían reserva alguna, pero eso no era ningún problema. Según le explicó Bill camino de la mesa, siempre había un par de ellas reservadas a gente importante como él y nunca le negaban comer en tal restaurante cuando se le antojaba.

Se sentaron y les ofrecieron la carta al tiempo que traían una botella de champán por gentileza de la casa.

—¿No has bebido ya bastante?—preguntó Tom sin poder evitarlo al verle coger su copa.

—No—murmuró Bill antes de vaciarla de un trago—No te cortes por el precio, pide lo que quieras que yo pago.

—No tengo mucha hambre—dijo Tom algo molesto.

Bill se encogió de hombros y estudió la carta, que venía toda en francés. Al cabo de unos minutos alzó la mirada y la fijo en un camarero que esperaba a escasos pasos. Hizo su pedido en un francés impecable, y cuando le llegó el turno a Tom, vio con sorpresa como el camarero cogía la carta de Bill y le quitaba la suya de las manos.

—Espero que no te importe, pedí por los dos—explicó Bill sirviéndose otra copa de champán.

—No sabía que hablaras tan bien francés—dijo Tom sin poderse contener.

—Me costó lo suyo—comentó Bill riendo—Pero David me obligó, dijo que me vendría muy bien para mi carrera. Estudié inglés, francés y me sé defender en español.

Tom asintió sonriendo. Él también hablaba inglés a la perfección pero el francés se le trababa. Esperaron en silencio hasta que les sirvieron, y entonces comenzaron a comer. No podía quejarse, no era la primera vez que Bill comía ahí y había pedido unos platos exquisitos.

—¿Cómo tengo la agenda?—preguntó Bill de repente.

Tom le miró alzando una ceja, ahora le hablaba como si fuera su secretario. Pero bueno, más o menos lo era ya que se había hecho cargo de la agenda tras el accidente y había cancelado todos sus compromisos para esos dos días. Con ayuda de Georg los había aplazado todo lo que pudo, y emitido una nota de prensa en donde pedía disculpas en nombre de Bill por las actuaciones canceladas debido a una leve afonía de la que se estaba recuperando.

—¿Y bien?—insistió Bill al ver que no hablaba.

—Tienes una sesión de fotos mañana por la mañana—empezó a relatar Tom—Luego una entrevista, una comida con un productor amigo de David y por la noche una actuación en un pequeño club, pero si ves que es mucho trabajo para un solo día cancelo algo.

—No—contestó Bill tajantemente—Nada de cancelar más cosas, debo ser más responsable con mi trabajo.

Siguieron comiendo en silencio y tras un sabroso postre que eligió Bill, dieron terminada esa deliciosa comida. Se sentía extraño dejando que Bill pagara la cuenta, había echado un vistazo por encima a los precios y solo el vino que pidieron era casi la mitad de su sueldo. Pero Bill se podía permitir eso y más, y no se sintió nada culpable por malgastar su dinero.

Regresaron a la casa y Tom dejó a Bill en su habitación entretenido en colgar su ropa nueva. Entró en la suya, ignorando la mirada asesina que le dirigió Georg. Abrió el portátil y movido por la curiosidad indagó más a fondo en la vida de Georg y Gustav.

Pero no halló nada. Gustav estaba al lado de Bill desde el principio como ya le había contado Bill, Georg había aparecido dos años atrás. Era uno de sus muchos fans y a Bill debió caerle muy bien para haberle dado ese puesto tan cercano entre su equipo, además de otro bajo sus sábanas.

Dejó la búsqueda cuando sintió que le escocían los ojos. Se levantó de la cama y se asomó a la ventana, maldiciendo al ver a Bill tomando el sol cómodamente tumbado en una hamaca. Bajó como una exhalación y al minuto ya estaba de pie a su lado cruzado de brazos.

—Aparta—siseó Bill sin abrir los ojos.

—Tienes que avisarme de cada paso que das—dijo Tom tratando de mantener la calma.

—Estoy en casa—murmuró Bill con cansancio.

—Te recuerdo que se coló un loco en tu habitación y se masturbó sobre tu cama—dijo Tom sin moverse del sitio.

—Gracias por recordármelo—gruño Bill abriendo los ojos—La sutileza no debe ser uno de tus fuertes.

—Y tú, la obediencia—saltó Tom ya cansado—Debo saber exactamente que haces y dejas de hacer, ya sea en la casa o cuando estemos fuera de ella.

—Me apeteció bajar a tomar el sol, ¿vale?—dijo Bill incorporándose—Estabas en tu habitación y tras la pesada mañana que te hice pasar pensé que estabas descansando y no te quise molestar.

—Es mi trabajo, no una molestia—aclaró Tom.

Bill asintió y se levantó pasando por su lado, llevándose las manos a la coleta con la que se había recogido su largo pelo y deshaciéndola.

—¿A dónde vas ahora?—preguntó Tom yendo tras él.

—A tomar un baño, ven si quieres—contestó Bill sin volverse—Tienes bañadores en esa caseta de tu derecha, pero no me importa si te quieres bañar desnudo.

Se quedó donde estaba sacudiendo la cabeza. Bill era muy insoportable cuando quería. Le vio caminar hasta el borde de la piscina y zambullirse de cabeza. Estuvo esperando hasta que le vio salir a la superficie una vez hubo recorrido media piscina buceando. Escuchó sus jadeos por el esfuerzo mezclados con su risa, y no pudo evitar suspirar al pensar en lo dulce que era…

Continúa…

Gracias por la visita.

Escritora del fandom

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