«Bill y Tom, el amor de dos inocentes». Por lyra
19. Amame una noche más
Esa misma tarde recibieron la visita del resto del grupo y de Andreas. Les contaron emocionados lo que había pasado, enseñándoles la tarjeta que David les había dejado.
Aprovechando un momento en que Andreas acompañó a Bill a su habitación para recoger unos apuntes que le había prestado, Georg y Gustav rodearon a Tom sin dejar de mirarle fijamente.
—Por clase corre el rumor de que fue el memo de Bushido el que os atacó—empezó a decir Georg en voz baja.
—Y que os pilló a ti y a Bill…besándoos—añadió Gustav en un susurro—Aunque solo es un rumor Tom, no hay que hacer caso de lo que va diciendo porque es…
—Verdad—terminó Tom la frase por él.
— ¿Qué?—gritaron Gustav y Georg a la vez.
Tom solo asintió con la cabeza, esbozando una débil sonrisa que confirmaba más esos rumores.
— ¿Por qué no me has dicho nada? Soy tu mejor amigo—le reprochó Georg.
—Y respetamos vuestra decisión—apuntó Gustav.
—Muchas gracias, y lo siento mucho Georg…es que no sabía cómo deciros que me he enamorado locamente del cantante de nuestro grupo—dijo Tom suspirando.
— ¡Estás pillado por Bill!—exclamó Georg rompiendo a reír.
—Estamos ciegos, debimos darnos cuenta desde el primer momento—dijo Gustav guiñándole un ojo—Os dedicabais unas sonrisas y unas miradas muy, pero que muy raras.
—Es que todo es muy raro. Un buen día descubro que me gustan los chicos, de hecho uno en concreto y pierdo la cabeza por él— explicó Tom sonriendo.
—Ya nos contarás que tal…os va—dijo Georg dándole un codazo en el estómago.
—Cuidado burro—le riñó Gustav al ver como su amigo emitía un gemido.
—Perdón—se excusó Georg riendo.
Tom le devolvió la sonrisa con esfuerzo mientras se frotaba el costado con una mano. Sus amigos se habían tomado con naturalidad su homosexualidad. Ahora solo quedaba el resto del pueblo…
.
—Gracias por dejármelos—dijo Bill entregándole sus apuntes a Andreas.
—Así podíamos hablar un poco a solas—murmuró Andreas sentándose en la cama.
Bill le miró extrañado, pero aún así se sentó a su lado, mirando con asombro cómo le cogía una mano y se la apretaba con cariño.
— ¿Estás bien de verdad? —preguntó Andreas en voz baja.
Asintió con la cabeza. Se sentía algo incómodo en esa situación, con su mejor amigo acariciando su mano con suavidad y si novio en el piso inferior. Si subiera y los pillara así…. ¿qué iba a pensar?
—Me llevé un buen susto esta mañana cuando nada más entrar en clase ya corría el rumor de que te habían pillado besándote con Tom y Bushido os había pegado a los dos—explicó Andreas como si nada.
— ¿Lo sabe el colegio entero?—preguntó Bill con miedo.
—Pues…si—respondió Andreas—¿Ocurre algo?
Soltó su mano y se frotó la cara, gimiendo desesperado.
— ¿Bill? —llamó Andreas asustado.
—No dijimos nada a la policía, porque me avergonzaba de lo que casi me hizo Bushido, pero ahora que él muy tonto ha corrido la voz…
— ¿Te quiso…te quiso violar…?—preguntó Andreas con miedo en la voz.
—Lo habría conseguido si Tom no se hubiera soltado y aparecido David—explicó Bill por encima.
—Bill, eso ha debido ser horrible para ti—dijo Andreas apresurándose a abrazarle.
Le pilló desprevenido, pero era lo que necesitaba en esos momentos. Se abrazó con fuerza a su amigo y suspiró contra su pecho. Las cosas se estaban sacando de quicio, solo quería averiguar qué clase de familia era esa por la que su padre rompió la suya, no contaba con enamorarse del hijo de su…”enemiga”, y estar a punto de padecer una humillación por culpa de ese amor.
Pero, si tuviera la posibilidad de hacer retroceder el tiempo, se volvería a enamorar perdidamente de Tom…
Una vez repuesto, se soltó de Andreas y le agradeció su gesto.
—Para eso están los amigos—dijo Andreas guiñándole un ojo.
—Los buenos amigos—recalcó Bill asintiendo.
Salieron de su habitación y se reunieron en el salón con los demás, ocurriendo algo que nadie se esperaba en absoluto. Tom le cogió de la mano y sin ningún miramiento se apoderó de sus labios y le besó delante de sus amigos.
—Tom…—logró exclamar Bill tras el beso.
—Ya lo saben, y me apetecía mucho hacerlo—se excusó Tom sonriendo.
Los chicos se echaron a reír y aplaudir, haciendo que Bill se pusiera más rojo que un tomate. Gordon entró a ver qué pasaba, pero nadie le quiso contar nada y solo pudo encogerse de hombros resoplando.
.
Cenaron los tres juntos tras la marcha de sus amigos y Bill se dispuso a pasar su última noche en casa de Tom. Ya tenía su maleta de nuevo hecha y la miraba con pena desde la cama. No volvería a estar tan cerca de Tom una noche más…cuanto le iba a añorar…
Se dio la vuelta en la cama suspirando, pensando en cuanto tiempo tendrían que pasar para volver dar rienda suelta a esa pasión que amenazaba con consumirlos a los dos…
Al día siguiente volvieron a las clases, con la cabeza bien alta ajenos a las duras miradas. Se separaron y de la misma manera que Georg y Gustav cuidaron de su amigo, Andreas se encargó de proteger a Bill.
Se reunieron a la hora de comer, cansados ya de escuchar risitas tras sus espaldas.
—Ahora más que nunca deseo abandonar este pueblo—comentó Tom resoplando.
—Tranquilo, trabajaremos más en serio en el grupo y cuando los jefes de David nos escuchen podremos irnos de aquí y no volver nunca más—le trató de animar Georg.
Bill les escuchó en silencio. Eso sería lo mejor para todos, empezar en un sitio nuevo sin que nadie les señalara con el dedo por ser lo que eran, y sentir lo que sentían….
.
Regresó a casa de Tom tras la comida y hacia las 7 su madre le abrazaba bien fuerte.
—Mi niño—murmuró Simone contra el pelo de su hijo.
—Mamá…que estoy bien—dijo Bill por enésima vez.
—No volveré a irme a ningún lado—prometió Simone soltándole.
Se dirigió entonces a Tom y para su asombro también le abrazó, con más suavidad esa vez. Le dio las gracias a Gordon por haber cuidado esos días de su hijo y se marchó con él a su casa.
Durante la cena, Bill le contó las novedades del grupo.
— ¿Y ese David es de fiar? —preguntó Simone algo reacia.
—Que si, Gordon le conoce desde hace mucho, y se llevaba muy bien con su mujer—se le escapó a Bill.
Simone se quedó mirando fijamente a su hijo, con una pregunta que le cruzó por un instante por la cabeza, la misma que se estaría haciendo su hijo… ¿cómo de bien se llevaba con esa mujer?
.
Los días pasaron y Gordon le informó a su hijo que esa misma tarde sería la reunión programada por la comisión.
—Empezaremos a las 8 y puede que a las 11 haya logrado echarles de casa—explicó Gordon suspirando.
— ¿También tienes que darles de cenar? —preguntó Tom viendo las bandejas que había sobre una mesa.
—Solo es algo de picar y de beber—contestó Gordon.
— ¿Vino? —preguntó Tom alzando una ceja.
—No, bueno…es que esas botellas las compré para la próxima cena en que invitemos a Simone—contestó Gordon carraspeando—Y a Bill, claro.
—Ya—solo dijo Tom sonriendo.
Gordon dejó lo que estaba haciendo en esos momentos y miró fijamente a su hijo. Había un tema que no había hablado con él, y supo que ya había llegado el momento.
—Tom, ¿te molesta que me vea con otra mujer? Lo de tu madre está aún muy reciente, si te parece mal…
—Me parece bien y Simone me cae genial—contestó Tom con rapidez—Siento mucho haber dudado de ella al principio, pero…tenía que culpar a alguien de la muerte de mamá, y ella estaba más a mano.
Gordon asintió en silencio. Él también lo pensó los primeros días, buscar el culpable de que su mujer ni estuviera con ellos en esos momentos…
—Y… ¿qué vas a hacer mientras yo trato de no echar a esta gente de casa?—preguntó sonriendo, cambiando de tema.
—Iré a ver qué hace Bill—contestó Tom mordiéndose los labios.
Esperó en silencio, pero su padre no añadió nada más como un <I>“si su madre no está no puedes ir a verle”</I>. Solo le sonrió y siguió preparando los refrescos de sus invitados, pegando un bote cuando la casa se iluminó por un relámpago.
—Va a llover—dijo mirando por la ventana—Genial, lo que faltaba…
Tom sonrió y dejó refunfuñando solo a su padre. Esa misma mañana Bill le contó en clase que su madre tendría guardia toda la noche, y rechazó su oferta de que pasara en su casa esa noche, sabiendo que no podría contenerse si pasaba tan cerca de él una noche más.
Se le había ocurrido un plan y lo pensaba poner en práctica en cuanto entrara el primer molesto invitado por la puerta de casa.
El primero lo hizo a las 7 y media. Estaba tumbado en la cama estudiando o al menos intentándolo en esa tarde en la que habían suspendido el ensayo por limpieza general del garaje de Georg. Escuchó el timbre de la puerta y cerrando el libro sonriendo se calzó de nuevo las playeras.
Afuera seguía lloviendo y parecía que ya era de noche de lo oscuro que se había puesto. Cogió una sudadera y bajó a la cocina a despedirse de su padre, encontrándose con ese periodista que le dio su tarjeta el mismo día que le descubrió su padre con Bill.
—Hola—saludó por educación.
—Hola, Tom—saludó Jörg sonriéndole.
Incómodo ante su mirada, Tom le dio la espalda y se dirigió a su padre a la vez que cogía una galleta de una de las bandejas.
—Me voy ya—anunció con la boca llena.
—No ha dejado de llover, coge un paraguas—advirtió Gordon.
Pero Tom negó sonriendo y salió por la puerta de la cocina, aprovechando que su padre miraba en otra dirección para <I>“robarle”</I> una de las botellas de vino que había sobre la mesa. Fue verla ahí llamándole y cogerla al instante con una pícara sonrisa en los labios.
— ¡Hijos! —resopló Gordon cuando escuchó el portazo que se le escapó—¿Tú tienes, Jörg?
—Si, tengo…uno—contestó titubeando Jörg.
—Seguro que no te dará los mismos problemas que me da Tom a mí—dijo Gordon cogiendo una bandeja.
—Parece un buen chico, no como mi hijo—aseguró Jörg ayudándole a llevar otra bandeja.
—Si, es el mejor hijo que haya podido tener, pero cuando se le mete algo entre ceja y ceja, no lo abandona hasta que lo consigue—explicó Gordon sonriendo.
—Como su padre…—murmuró Jörg.
Porque para eso había ido esa noche, tratar de descubrir algo más de ese chico que con las pistas que había obtenido, estaba casi seguro que era más suyo que de Gordon…
.
Sin dejar de sonreír, echó a correr bajó la lluvia. Llegó hasta la casa y la rodeó para entrar por la cocina. Al acercarse a la entrada escuchó música. Le vio a través de la ventana, llevaba un chándal y estaba descalzo. El pelo le cayó hacia delante y le ocultó la cara cuando se inclinó a sacar algo de la nevera mientras marcaba el ritmo de la melodía con uno de sus pies.
Sintió algo parecido a la lujuria golpearle el pecho, lo que le hizo entrar sin llamar, dándole un buen susto a su amigo.
—Tom…no te he escuchado llamar—dijo Bill agarrándose a la puerta de la nevera para recuperar el equilibrio.
—No he llamado—explicó Tom sin más—Y deberías cerrar mejor esta puerta.
—Ya—dijo Bill pasándose las manos por el pelo con nerviosismo, mirándole de arriba a abajo—Estás empapado.
—Está lloviendo—murmuró Tom mientras se acercaba.
—Yo…—comenzó a decir Bill sintiendo que le temblaban las rodillas—Estaba a punto de coger algo de beber.
—He traído vino—dijo Tom sacando la botella que se metió dentro de la sudadera.
—Buena idea—aprobó Bill sonriendo— ¿Por qué no te sirves una copa mientras voy a por una toalla?
—No la necesito—respondió Tom tajantemente, quitándose la sudadera.
—Está bien—dijo Bill respirando hondo, percibiendo el olor a lluvia y el calor que desprendía Tom—Te sirvo una copa, veo que la necesitas más que yo,
—Más tarde—susurró Tom cerrando la puerta de la nevera.
Le hizo apoyarse contra ella y comenzó a besarle en los labios con avidez. Acto seguido metió las manos bajo su camiseta y las cerro posesivo en sus caderas. Le mordió la lengua, lo que provoco que Bill temblara de dolor y miedo.
Después deslizo las manos hacia abajo, metiéndolas en su pantalón de chándal. Le rodeo las nalgas y le levanto sin esfuerzo varios centímetros del suelo. Sus vaqueros empapados se rozaban contra la entrepierna del muchacho, que consiguió exhalar una bocanada de aire cuando sus labios abandonaron los suyos y comenzaron a recorrerle el cuello.
—Es evidente que vas al grano—susurró Bill mordisqueándole el lóbulo de la oreja—Mi habitación es la primera, subiendo las escaleras…
—No quiero una cama—corto Tom mirándole con una sonrisa lasciva en los labios—Lo haremos de otra manera.
— ¿En la cocina?—preguntó Bill sonriendo también.
—En la cocina—repitió Tom asintiendo con la cabeza.
Le dejó en el suelo antes de que Bill tuviera tiempo de pestañear. A continuación le levantó los brazos por encima de la cabeza y le inmovilizó las muñecas al tiempo que le empujaba de nuevo contra la nevera.
—Mírame—ordenó antes de meter la mano libre por sus pantalones, acariciándole el miembro por encima de sus bóxers.
Bill dejó escapar un gemido entre cortado al tiempo que movía las caderas contra las de Tom, siguiendo el ritmo que el imponía. Se le nubló la vista y la respiración se le aceleró. Se estaba poniendo duro, y eso Tom lo notó.
Jadeando, Tom le quitó la camiseta y se apoderó de un pezón suyo con la boca. Era pequeño, firme…deseaba devorarle…
Mientras, Bill le había quitado la gorra y soltado las rastas, enterrando una mano en ellas, tirándole de la camisa mojada con la otra…
—Más…—susurró Bill al sentir que le bajaban los pantalones—Quiero más…
Cuando Tom se deshizo de sus pantalones y deslizó la boca hacia abajo, Bill le tomó los hombros y sollozo.
—No puedo…no podemos… ¿qué me estás haciendo?—farfulló sin sentido.
—Te estoy poseyendo—contestó Tom sin dejar de lamer su piel.
Le recorrió el cuerpo con la boca y sus dientes y lengua le enloquecieron. Bill apoyó la cabeza contra la nevera mientras el calor que sentía subir por su cuerpo le derretía, le cubría la piel de gotas de sudor…sentía que iba a tener un orgasmo allí mismo, pero entonces Tom se paró y él casi se cayó.
Cuando le alzó, Bill estaba laxo. En ese momento ya nada le escandalizaba, ni siquiera que le tendiera sobre la mesa de la cocina.
Tom se desnudó sin quitarle los ojos de encima, sonriendo al verle con el pelo extendido por la mesa y el cuerpo tembloroso. Se tendió encima de él y sonrió, frotando su erección contra la suya, respirando con dificultad…
—Di “tómame”—pidió en un susurró Tom.
Bill apenas podía respirar y solo pudo gemir cuando el acarició de nuevo el pecho…
—Dilo—insistió Tom
De manera inconsciente, Bill alzó las caderas, elevando las nalgas, dispuesto para recibirlo…
—Tómame…—suplicó en un gemido.
Le penetró con una embestida veloz y fuerte, y por primera vez en varios días se sintió relajado. Bajó la cara y la pasó por su pelo, sonriendo por las cosquillas que le hacía en la nariz.
Le embestía con rapidez, alzándole las caderas con ambas manos y enterrando la cara en la curva de su cuello, sintiendo en sus labios como le palpitaba una vena con fuerza, sonriendo contra ella cuando se derramó dentro de él y le sintió estremecer por la fuerza del orgasmo que les atravesó a los dos,
Levantó la cara y se le quedó mirando, sonriendo al verle separar los labios y emitir un gemido alto. Se inclinó y le besó en la mejilla.
—Esto es solo para abrir el apetito—susurró cerca de su oído.
—Oh…caray…—dijo Bill con la voz entre cortada.
Tom rió en voz alta y se retiró del todo, saliendo de su cuerpo que aún temblaba deseoso.
—Sabes a melocotón—dijo Tom caminando desnudo hasta donde había dejado la botella de vino.
—Me acababa de duchar cuando llegaste de improvisto—explicó Bill levantándose con esfuerzo de la mesa.
—Entonces elegí un buen momento—rió Tom—Ahora me vendría bien esa copa.
—Sírveme a mi otra, por favor—pidió Bill apoyándose en la mesa.
Se quedó admirando las vistas, viéndole estar de espaldas a él mientras cogía la botella de vino y la descorchaba.
—Los vasos están en el segundo armario de la izquierda—le informó—Voy a vestirme de nuevo.
—No te molestes—dijo Tom sirviendo dos copas.
—No querrás que esté desnudo en mitad de la cocina—susurró Bill sonriendo.
—Si—contestó Tom girándose para contemplarle—De todos modos, no estarás mucho tiempo de pie.
— ¿No?—preguntó divertido Bill arqueando una ceja.
—No—repitió Tom tendiéndole la bebida—Creo que la encimera está a la altura ideal.
— ¿La encimera de la cocina? —repitió Bill esa vez.
—Si, luego podemos probar en el suelo si quieres—dijo Tom encogiéndose de hombros.
Bill miró el resplandeciente suelo de terrazo que su madre había fregado esa misma mañana, pensando en lo que diría si regresara del hospital y viera como su hijo retozaba por el suelo acompañado de su amigo.
—Si te apetece algo más convencional, nos podemos trasladar a tu cama en una hora—dijo Tom mirando la hora en el reloj de la cocina—Tenemos tiempo de sobra, mi padre está muy ocupado y tu madre tiene guardia.
—Tienes mucha confianza en tu virilidad, ¿eh? —preguntó Bill, sin saber si reír o apurar el vino de un trago.
—Bastante, ¿qué tal la tuya? —preguntó Tom a su vez, alzando una ceja y sin dejar de sonreír pícaramente.
—Estaré a la altura, no te preocupes—contestó Bill sonriendo también.
—Entonces, manos a la obra—dijo Tom de repente, dejando su copa y la de Bill en la mesa.
Se movió con rapidez y Bill no pudo evitar gritar cuando le cogió por la cintura y le levantó, dejándole sentado sobre la encimera de la cocina.
—Está helada—protestó Bill riendo.
—Como esto—murmuró Tom.
Hundió un dedo en su vaso de vino y lo dejó gotear sobre el pecho de Bill, inclinándose para recogerlo lentamente con la lengua, arrancándole un profundo gemido…
Continúa…
Esta escenita de la cocina con el vino, la saque de una novela. El santuario de Nora Roberts