«Bill y Tom, el amor de dos inocentes». Por lyra
22. Caprichos del destino
Sin separar los labios, Tom atrajo más a Bill hacia su cuerpo, metiendo las manos bajo su camiseta y acariciando la suave piel de su estómago, arrancándole un profundo gemido que le hizo estremecer.
—Bill….te amo….—se le escapó contra sus labios.
Pero Bill no interrumpió el beso, asintió con la cabeza y siguió respondiéndole poniendo toda su alma en ese beso, como si presintiera que era el último que se iban a dar, llegando incluso a sollozar.
Tom le escuchó y le iba a preguntar el porqué de esa lágrima que había sentido bajar contra su mejilla, cuando escuchó que se abría la puerta de la casa y con eso el beso finalizaba.
Empezaron a separar los labios, mientras escuchaban las voces de los recién llegados…
—¿Qué le vamos a decir a los chicos?—decía Gordon.
—No lo sé—contestaba Simone—Me gustaría hacer las pruebas sin recurrir a Jörg, por eso pedí la sangre de Bill. Hasta que no tengamos los resultados, no sabremos si de verdad son hermanos.
¿Hermanos?
Se quedaron a medio camino, mirándose fijamente a los ojos sin podérselo creer. Sus alientos rozaban los labios de esa persona que amaban con toda su alma y que al parecer no deberían hacerlo.
Sintió como Bill se estremecía en sus brazos, levantó una mano y recogió otra lágrima que se le había escapado tiñendo de negro su mejilla.
— ¿Tom?—susurró Bill sin dejar de temblar.
—Vámonos—dijo Tom cogiéndole de la mano.
Le ayudó a ponerse en pie y sin hacer ruido se escaparon por la puerta de la cocina. Echaron a andar sin dirigirse a ningún lugar en particular, pero sus pies les llevaron al único lugar en el que podrían disfrutar de algo de soledad.
Bajaron a la playa esa vez. El faro se erguía a su derecha, aguantando con firmeza las olas que rompían en su base con violencia.
— ¿Cómo podemos ser hermanos?—preguntó Tom dejándose caer en la arena.
Bill le imitó y se sentó a su lado, con miedo de tocarlo. Su mente trabajaba velozmente. Sabía que podía ser, su padre tuvo algo con la madre de Tom y por lo visto no había sido reciente como él llegó a sospechar, si no que se remontaba años atrás. Unos 16, casi 17…la misma edad que tenían él…y Tom.
Se puso tenso cuando sintió que Tom le cogía de la mano y tiraba con suavidad de él. Cerró los ojos y se dejó caer, recostándose sobre su agitado pecho. Puso el oído a la altura de su corazón y le sintió latir con fuerza…por él…
—Dime algo, por favor—pidió Tom acariciándole la espalda.
¿Qué le podía decir? ¿Qué era verdad? No quería escucharlo salir de sus propios labios, no quería romper ese bonito sueño en el que estaba viviendo.
— ¿Crees que puede haber una posibilidad? ¿Qué mi madre tuvo una aventura con tu padre antes de conocer al mío? —insistió Tom.
Quería pedirle que se callara, que no indagara o iba a descubrir una dolorosa verdad, y que le había vuelto a mentir. El primer día que le vio no le contó quien era su madre y ahora no pensaba decirle que compartían el mismo maldito padre.
Rompió a llorar sin poderlo evitar. Enterró la cara en la curva de su cuello y se aferró con fuerza a su cuerpo. Sintió como Tom le abrazaba con más fuerza, pero nada más. No intentaba besarle, solo consolarle…. ¿como el buen hermano que era?
Se quedaron tumbados en la playa viendo como se ponía el sol, escuchando como las olas rompían al llegar a la orilla. Se había levantado una ligera brisa que hizo estremecer a los chicos, pero se abrazaron con más fuerza y así permanecieron hasta que empezó a oscurecerse con más intensidad.
—Es hora de regresar a casa—murmuro Tom sin soltar a Bill.
Le sintió asentir y suspirar, echándole el aliento en su cuello. Tenía la cara escondida en el, y también podía sentir como las lágrimas que había derramado en silencio le mojaban la piel haciéndole estremecer.
Se incorporó llevándole en sus brazos y le ayudó a ponerse en pie. Levantó las manos y le limpió esas húmedas mejillas. No pudo apartar los ojos de los temblorosos labios de su….de su hermano, y aunque ya sabía que estaba mal hacerlo, se apoderó de ellos y le besó con suavidad, hasta que Bill levantó las manos y le apartó poniéndolas en su pecho.
—Tom, tenemos que dejar de vernos—murmuró Bill con dolor.
—Ya es tarde para eso, ¿no crees?—replicó Tom negándose.
—Esto no está bien…lo supe desde el primer día…—se le escapó a Bill.
— ¿Sabías lo de mi madre con tu padre?—preguntó Tom aún si podérselo creer.
—Me enteré la noche en que murió tu madre. La mía se lo estaba contando a tu padre y ese fue el motivo por el que nos abandonó—explicó Bill desviando la mirada.
No quería ver el odio asomar a sus ojos. Le había vuelto a mentir, demostrado que su relación ya había empezado con mal pie. Si no podía confiar en él, ¿para qué seguir?
—Todo esto ocurrió hace años, no tenemos la culpa, somos dos víctimas inocentes—dijo Tom tratándolo de convencer.
— ¿Quieres seguir amándome a pesar de que sabes que somos hermanos?—preguntó Bill con un hilo de voz.
—Ya oíste a tu madre, tienen que hacer más pruebas y yo…nunca te dejaré de amar, por muy hermano mío que seas—dijo Tom con firmeza.
Pero para Bill era muy complicado. Amar a su propio hermano…. ¡qué locura más grande!
Negó con la cabeza y se soltó de sus manos. No sabía cuando le había cogido por ellas y se las acariciaba con suavidad para que dejara de llorar. Pero era imposible hacerlo, su mundo se estaba viniendo abajo y ellos no podían evitarlo.
—Démonos un tiempo—pidió Bill en voz baja—Esperemos a que mi madre haga las pruebas necesarias y luego….ya hablaremos…
Quería negarse, decirle que luego le seguiría amando sin remedio, pero al verle a punto de llorar de nuevo solo accedió para ganar tiempo. Le cogió otra vez de la mano y subieron por el acantilado. Le acompañó hasta su casa, pero no llegó hasta la puerta. Se inclinó para despedirse con un beso, pero Bill giró la cara en el último momento y fue su húmeda mejilla la que rozó con sus labios.
Le soltó resignado y vio como caminaba con paso lento y entraba en la casa. Regresó a la suya cabizbajo y entró por la cocina, viendo sobre la mesa sus libros y los de Bill también. Los metió en su mochila pensando que ya tenía una excusa para hablarle al día siguiente cuando le viera en clase.
Escuchó la voz de su “padre” hablando al teléfono en su habitación, pero no tenía ganas de verle y mucho menos de hablar con él. Se encerró en la suya y tras desnudarse se metió en la cama.
Se tumbó de espalda, llevando una mano al otro lado de la cama, recordando con los ojos llenos de lágrimas como Bill se acopló a su cuerpo aquella primera vez que hicieron el amor perdidos bajo la sábana, que en esos momentos apretaba con fuerza en sus manos mientras lloraba de rabia…
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Al día siguiente, Simone esperó a que se levantara su hijo para desayunar con él. El día anterior no le había visto y cuando regresó por la noche no se atrevió a salir de su habitación. Le escuchó subir las escaleras sin dejar de llorar, entrar en su habitación y meterse en la cama sin poder evitar sollozar.
Se le partió el alma al escucharle. Presentía que sabía la verdad, cuando dejó a Gordon en su casa vio sobre la mesa de la cocina sus libros al lado de los de su… ”hermano”, señal de que habían estado estudiando, o escuchándolos.
No era la mejor manera de enterarse de que compartían el mismo padre…
Carraspeó para alejar las lágrimas cuando escuchó bajar a su hijo. Nada más verle la cara lo supo de inmediato. Ese día no iba maquillado, hasta llevaba el pelo lacio.
—Bill—llamó con suavidad.
Abrió sus brazos y Bill corrió a refugiarse en ellos, rompiendo a llorar sin poderlo evitar.
—Le he dejado, mamá—logró explicarse Bill entre lágrimas.
— ¿Por qué?—preguntó Simone con miedo.
“Por favor…que no lo sepa…que no se haya enterado de esa cruel manera…”—rezaba Simone en silencio.
—Debía hacerlo—contestó Bill suspirando.
Cerró los ojos al escuchar a su hijo. Les había oído la noche anterior, sabía que su padre era también el de Tom y por eso debían separar sus caminos. Le abrazó con más fuerza sollozando también ella.
—Lo siento mucho, cariño—susurró Simone contra su pelo.
Pero Bill no quería escuchar sus disculpas, solo que le dijera que se había equivocado, que él y Tom no eran hermanos…Se soltó de su abrazo y se limpió con furia las lágrimas que aún bajaban por sus mejillas.
— ¿Cómo pudo hacerlo papá?—preguntó con furia en la voz—No le bastó con joderte la vida a ti, yo también estaba en el camino y me ha arrollado sin querer evitarlo.
—Bill, no digas eso—pidió Simone muy asustada—Quédate en casa, no vayas a clase…
—¿Para qué? ¿Tienes miedo de que le vea y me lo monte con él en mitad de la clase? —preguntó Bill con ironía—Lo hemos dejado mamá, jamás volveré a ver a Tom de esa manera…a estar en sus brazos…
“A hacer el amor como si el mañana no importara”—pensó entre lágrimas.
Echó a correr y salió de casa. No sabía a dónde dirigirse, solo que ese día quería estar solo y poner en orden sus pensamientos, hacer que su corazón dejara de latir con tanta fuerza en su pecho….
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Esperó a que su hijo se levantara, no quería irse de casa sin verle. La noche anterior se acostó porque no podía más, sentía que si le veía se iba a poner a gritar y lo que era peor, maldecir a su mujer muerta por lo que había hecho.
¿Cómo pudo? Hizo pasar a ese dulce bebé como su propio hijo, le había criado y querido con toda su alma y en esos momentos se presentaba una persona que lo reclamaba como suyo. ¿Qué derecho le daba a querer quedarse con Tom? Él no lo había criado, no le había consolado cuando su madre murió…no se merecía tenerlo porque nunca fue suyo, y nunca lo sería.
Le daba igual lo que dijeran los análisis. Tom era hijo suyo, a pesar del dolor que sentiría cuando le dijera que él y Bill…
— ¿Papá?
Se giró con rapidez y le vio parado a los pies de las escaleras. Tenía un aspecto horrible, pálido y con grandes ojeras. Los ojos los tenía llenos de lágrimas, y al estudiarlos con más detenimiento, le pareció ver los de Bill en ellos…
— ¿Estás bien?—preguntó Gordon muy preocupado.
Tom asintió y terminó de bajar las escaleras. Entró en la cocina y vio con dolor la mochila con los libros que Bill se dejó. Cuando su padre y Simone descubrieron que habían estado estudiando allí, los dejaron por si regresaban y querían seguir actuando con normalidad…al menos una noche más…
Cogió su mochila y se la cargó al hombro, llevando la de su “hermano” colgada del brazo.
—¿No desayunas?—preguntó Gordon a su espalda.
—No puedo—susurró Tom arrugando la frente con dolor.
Sentía un nudo en el estómago, y unas ganas tremendas de llorar. Pero no iba a hacerlos delante de…de su “padre”. Se mordió los labios con fuerza y salió por la puerta de la cocina. Fue directo a clase, no trató de pasar por su casa para ir caminando los dos cogiditos de la mano como si nada.
Al llegar vio con dolor que no estaba. Se acercó a Andreas y le pidió que le devolviera a Bill su mochila.
—Claro, ¿ha pasado algo?—preguntó Andreas preocupado.
Le parecía raro que tuviera los libros de su amigo, y que no estuvieran juntos desde que se convirtieran en novios e inseparables.
Pero Tom no le pudo contestar. Entró en su clase y pasó una hora sin abrir la boca para nada, sin dejar de mirar por la ventana. Cuando sonó el timbre salió al pasillo pero Andreas estaba solo y le miraba con un gesto de preocupación en la cara.
¿Dónde se había metido Bill?
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Decidió saltarse el resto de las clases, a pesar de que Georg y Gustav se lo trataron de impedir. No sabía dónde ir y regresó a casa cabizbajo, encontrándose con la sorpresa de que su padre también estaba en ella.
— ¿Tom? ¿Te sientes mal?—preguntó Gordon al verle entrar por la puerta.
¡Cómo si no lo supiera!
—Estaba algo revuelto, venía a acostarme un rato—murmuró como respuesta—¿Qué es eso?
Acababa de ver unos paquetes en el suelo del recibidor. Eran revistas viejas atadas y al momento las reconoció. Su madre las llevaba a la residencia de ancianos una vez a la semana. Al parecer, nadie se había encargado de hacerlo desde que ella muriera y se extrañaba que su padre se hubiera ofrecido.
—Me las ha mandado David—contestó Gordon suspirando—Pensó que a lo mejor las podía llevar yo, siempre le mandaba a tu madre un paquete cada mes y bueno, siempre la ayudaba en sus obras sociales y aún quiere hacerlo.
—Si estás ocupado, préstame el coche y lo hago yo—se ofreció de repente Tom.
— ¿Seguro que estás bien?—insistió Gordon.
—En cuanto me dio el aire me sentí mejor—mintió Tom—De verdad, me apetece hacerlo, ser útil para algo…
“Ya que no lo soy para retener a mi hermano a mi lado”——pensó suspirando.
Gordon asintió y le pasó la llave de coche. Se había sacado el carnet hacía ya varios meses y siempre que le dejaba el coche se lo devolvía en perfecto estado. Podía confiar plenamente en él.
Le ayudó a cargar las revistas y el vio partir….
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Llegó a la residencia y tras presentarse a la chica de recepción, ayudó a descargar las revistas.
—No sabes cómo te lo agradecemos, y lo mucho que sentimos la pérdida de tu madre—le dijo la chica con esfuerzo.
—Gracias—murmuró Tom sin mirarla.
Terminó la tarea y pasó un momento al baño a lavarse las manos. Cuando salió se quedó en el porche admirando el paisaje. A lo lejos se divisaba el faro y no pudo por menos que maldecir por lo bajo.
— ¿Pasa algo? —preguntó una voz a su derecha.
Se giró y vio que había una anciana sentada en una mecedora. Estaba a punto de disculparse e irse cuando vio que le hacía una seña para que se sentara y le hiciera compañía. No pudo negarse y se dejó caer resoplando.
—Un mal día, ¿eh?
—Si solo fuera uno…—contestó resoplando de nuevo.
—Por cierto, soy Mary Poor—se presentó la señora con una sonrisa.
Tom la miró alzando una ceja. Así que ella era la amiga tan especial de su madre…
—Mi madre y usted eran amigas—empezó a decir.
—Sé que eres hijo de Lacey, tienes su misma expresión de tristeza—dijo Mary—¿Me quieres contar que te ha ocurrido?
—Mi…pareja me ha dejado—dijo en un suspiro—No podemos seguir viéndonos…
— ¿Por qué?—insistió Mary.
—Es una larga historia—resopló, aún sin saber porque tenía muchas ganas de contársela a una extraña—Todo empezó cuando mi madre murió, la suya la atendió en el hospital y entonces me quiso conocer para saber algo más de mi familia. Sus padres se acababan de divorciar y no sé cómo pasó, pero nos enamoramos, y el otro día descubrimos que podemos ser hermanos solo porque al parecer mi madre tuvo una aventura con su padre….
Mientras Tom hablaba, Mary arrugaba la frente preocupada. Dos víctimas inocentes que se amaban con toda su alma, predestinada a estar eternamente juntas pero que debían ser separadas por un capricho del destino…a no ser que rompiera su promesa y hablara, si contara toda la verdad, esos dos chicos no se tendrían que separar jamás….
Continúa…