«Bill y Tom, el amor de dos inocentes». Por lyra

7. Rozando el peligro

Una vez fuera de la casa de Tom, Bill echó a correr a la suya sin poder evitar sonreír. Le costó abrir la perta por lo nervioso que estaba, pero al quinto intento logró dar con la llave adecuada y entrar en casa.

— ¿Bill? —le llamó su madre.

Entró en la cocina y nada más verla la besó en la mejilla.

—Vaya—dijo Simone sorprendida.

— ¿Qué hay para cenar? Tengo hambre—dijo Bill sentándose en uno de los taburetes de la barra americana que había en la cocina.

—Pizza—respondió Simone algo extrañada por el comportamiento de su hijo— ¿Qué te pasa? Me das un beso, vienes con hambre….

—Me han cogido en un grupo—explicó Bill sonriendo—Buscaban un cantante, hice una prueba y me han dado el puesto.

— ¿Cantante de un grupo? ¿Y los estudios? No quiero que los dejes, vas muy mal en ellos y si cantar te va a robar tiempo, olvídate del grupo—dijo Simone muy seria.

—Mamá, por favor…desde el divorcio es la única cosa que me ha salido bien…—susurró Bill a punto de llorar.

—Bill, cariño—dijo Simone yendo a su lado.

Nunca antes habían hablado del tema, veía a su hijo vivir el día a día, siendo tan feliz como podía, viendo que estaba superando el divorcio poco a poco…no veía como realmente se sentía…

—Hagamos un pacto, saca buenas notas en estos exámenes y me pienso lo del grupo—dijo Simone cediendo un poco.

Bill asintió resoplando, era un pacto justo.

—Esto me recuerda…me dieron una nota para ti en clase….te prometo estudiar más a partir de ahora…

El sonido del teléfono le salvó de una riña de su madre. Simone lo atendió suspirando, pensando si lo del grupo sería una buena idea o tal vez antes debiera consultarlo con su ex marido, no fuera que le echara en cara que si su hijo suspendía era solo culpa suya, por dejarle siempre hacer lo que le daba la gana.

— ¿Hallo? —contestó Simone el teléfono.

— ¿La doctora Kaulitz? —preguntó una desconocida voz.

—Si soy yo—respondió un tanto asombrada Simone.

—Disculpe que la llame a su casa, conseguí su número en el hospital y necesitaba hablar con usted. No sé si me recordara, pero trató a mi mujer…soy Gordon Trümper…

—Si, recuerdo el caso de su mujer—dijo Simone poniéndose en alerta.

—Yo…me gustaría hablar con usted de lo que pasó esa noche—pidió Gordon.

—Señor Trümper, todo está en el informe de su mujer, lo puede consultar en el hospital y si tiene alguna duda sobre mi trabajo, los abogados del hospital….

—Tengo muchas preguntas que me gustaría que usted me respondiera—insistió Gordon—Por favor, necesito hablar con usted, no echarle la culpa ni nada parecido.

—De acuerdo—accedió Simone—Mañana tengo un hueco a la hora de comer. Le espero en el hospital.

Colgó el teléfono y se volvió a su hijo, que le miraba mordiéndose los labios preso de los nervios.

—No lo entiendo, ¿para qué querrá hablar conmigo? —preguntó Simone al aire.

—Esto…me subo a hacer los deberes—murmuró Bill levantándose.

—Te avisaré cuando esté la cena lista—dijo Simone asintiendo.

Echó a correr escaleras arriba y se encerró en su habitación con la respiración entrecortada. Era muy raro que 10 minutos después de haber estado en casa de Tom, llamase su padre y pidiera hablar con su madre. ¿Había descubierto el padre de Tom quien era? ¿Le iba a pedir a su madre que se alejara de su hijo?

No pudo cenar de solo pensando, lo que hizo que su madre le riñera y añadiera una cláusula más al pacto. Si quería formar parte del grupo, tenía que estudiar y comer más, o ella misma le internaba en el hospital y no le dejaba salir hasta que hubiera engordado unos 10 kilos más.

.

Al día siguiente se fue a clase sintiendo una gran pesadez en su estómago. Vería a Tom y en su cara se reflejaría si estaba dispuesto a contradecir a su padre y verle a pesar de saber quine era, o por el contrario le daría la espalda, culpándole a él también de la muerte de su madre.

Pero no pasó lo que más se temía. En cuanto le vio venir por el pasillo, Tom le dirigió una amplia sonrisa y le saludó con la mano.

—Hola—le dijo cuando estaba a su altura— ¿Estás bien? Traes mala cara.

—He dormido poco, mi madre no está muy de acuerdo con que forme parte del grupo—explicó Bill sin atreverse a mirarle—Dice que primero están los estudios y yo soy pésimo en ellos….

—Te puedo ayudar en lo que sea—se ofreció Tom—Pásate luego por mi casa y empezamos por lo que se te dé peor.

—Las mates—dijo Bill suspirando.

—De acuerdo, nos vemos entonces a la salida—se despidió Tom haciéndose escuchar por encima del timbre.

Cada uno entró en su clase y pasaron el resto de la mañana haciendo actividades y casi sin verse. Cuando llegó la hora de irse a casa, Bill tuvo que decirle con pesar a Andreas que se iba a la de Tom a estudiar.

— ¿Y eso? —preguntó Andreas sorprendido.

—Me va a ayudar con las mates, si no suspendo y mi madre no me dejará formar parte del grupo—explicó Bill mientras cerraba su mochila.

— ¡Te han cogido! Ya no me cuentas nada…—le echó Andreas en cara.

—Perdona, con lo que ha pasado se me olvidó—se disculpó Bill.

— ¿Qué ha pasado? ¿Tu padre otra vez? —preguntó Andreas muy preocupado.

—No, movidas en casa….déjalo, es difícil de entender. Nos vemos mañana—se despidió antes de que le quisiera sonsacar más.

Salió a la calle y vio que Tom ya le esperaba, hablando con Georg y Gustav.

—Bill, cuando quieras nos vamos—dijo Tom sonriendo al verle.

—Nosotros también nos vamos, esta noche hablamos—se despidió Georg de ellos.

Bill les dijo adiós con la mano y se fue en dirección contraria con Tom hacia su casa. Llegaron y subieron a su habitación para estudiar matemáticas.

.

No paraba de mirar el reloj muy nerviosa. El señor Trümper llegaría en cualquier momento y no sabía aún que le podía decir. Casi saltó cuando sonó el interfono de su despachó, apretó un botón y escuchó la voz clara de Silke informándola de que la visita que esperaba acababa de llegar.

—Que pase—contestó Simone tras carraspear.

Se alisó la bata blanca de hospital y se sentó mejor tras su escritorio. La puerta se abrió y Silke dejó pasar al señor Trümper.

—Gracias—dijo Gordon sonriendo a Silke.

Entró del todo en el despacho y se sentó cuando la doctora Kaulitz se lo indicó con un gesto de la mano.

—Gracias por recibirme, doctora Kaulitz.

—Simone, por favor—dijo Simone—Usted me dirá en que le puedo ayudar.

—No consigo olvidar lo que dijo mi hijo que pasó esa noche…—comenzó a decir Gordon.

Simone se recostó en la silla y miró al señor Trümper fijamente. Ella tampoco podía olvidar que el hijo estaba presente cuando dispararon a su madre.

—Dijo…Tom dijo que apenas había sangre—dijo Gordon en voz baja.

—Es verdad—asintió Simone—Su hijo no pudo ver sangre alguna, porque su mujer sangraba por dentro. La bala le atravesó el corazón, nada más abrir vi que no había nada que hacer, estaba destrozada por dentro…

Dejó de hablar mordiéndose los labios. Había sido algo brusca, pero no había otra manera de explicarlo, y el señor Trümper había ido en busca de respuestas.

—Mi hijo no paraba de repetir que su madre apenas sangraba y yo…al final me lo creí. Lo siento mucho—se disculpó Gordon levantándose.

—Señor Trümper, no se vaya por favor—pidió Simone imitándole—He sido muy brusca, le pido perdón. Si usted o su hijo necesitan ayuda psicológica, el hospital le ofrecerá la mejor.

—No, gracias. Solo necesitaba hablar con alguien, y usted me pareció la mejor opción—murmuró Gordon.

—No lo creo, últimamente estoy pasando por un mal momento y no creo que pueda servirle de ayuda a nadie…ni a mi propio hijo…—confesó Simone.

Gordon vio como se sentaba suspirando y enterraba la cara entre las manos. Sintió mucha pena por ella y se volvió a sentar él también.

— ¿Hay algún problema? —preguntó en voz baja.

Simone se descubrió la cara y le miró fijamente. ¿Qué si había algún problema? Su mujer murió y su matrimonio se fue al garete. Si le contaba lo que había pasado entre ella y su marido, quedaría destrozado, incluso pensaría que ella la había matado dejándola morir en el quirófano.

— ¿Simone? —llamó Gordon.

—Me acabo de divorciar, y mi hijo lo está pasando muy mal—explicó Simone por encima.

—Lo siento mucho, si puedo hacer algo por usted…

El sonido del busca les interrumpió y Simone se apresuró a atenderlo.

—Lo siento, me reclaman en urgencias—dijo Simone levantándose.

—No se preocupe, pero tal vez quiera terminar esta conversación más tarde, quizás cenando—dijo Gordon si poder contenerse.

Esas palabras hicieron que Simone se parada de golpe antes de llegar a la puerta y se girara.

—Yo…esta noche no podré—empezó a decir, viendo como el señor Trümper se desilusionaba— ¿Otro día?

—Otro día—aceptó Gordon—Y llámeme Gordon, por favor.

Simone asintió y se apresuró a atender esa llamada antes de que fueran a buscarla.

.

—Esto no hay quien lo entienda—gritó Bill dándose por vencido.

Tom rió desde su cama. Le había dejado su escritorio a Bill mientras que él hacía los deberes tumbado boca abajo en su cama.

—A ver, dime ahora que es lo te pasa—pidió sonriendo.

—Esta ecuación, no tiene pies ni cabeza. Al final me ha salido que x es igual a y—dijo Bill cogiendo su cuaderno y lanzándolo bien lejos.

—Anda, ven que te lo explico de nuevo—dijo Tom dando un golpecito en la cama.

Bill lo miró sin entender. ¿Por qué no se levantaba él? ¿Cómo iba a tumbarse a su lado…en su cama?

—Vamos, que no muerdo—rió Tom leyéndole el pensamiento.

Se levantó indeciso y esperó a que Tom le dejara hueco. Cogió su cuaderno que había aterrizado en el suelo y se tumbó al lado de Tom, procurando no rozar su cuerpo.

Tom sonrió por lo bajo y le quitó el cuaderno de las manos, arrugando la frente al ver el galimatías que tenía ante sus ojos. No había entendido sus explicaciones, la ecuación era de las fáciles, pero Bill había conseguido transformarla en algo ininteligible.

—Lo mejor será empezar desde el principio—murmuró pasando la hoja al cuaderno.

Escribió de nuevo la ecuación en una hoja nueva y la fue haciendo él mismo, explicándole los pasos que daba, sintiendo sus ojos fijos en él…

—¿Lo ves? Despejamos x y al final nos sale que es igual a 4—dijo sonriendo de nuevo.

—Explicándolo tú lo veo muy fácil, pero me dejas solo…y mira la que armo—bufó Bill resoplando.

Tom le miró y la sonrisa murió en sus labios. Al resoplar, un mechón de su largo pelo que le cubría la cara voló por unos momentos, dejándole a la vista sus labios…cayendo de nuevo sobre ellos…

Antes de que pudiera evitarlo, levantó una mano y él mismo le retiró el pelo, sujetándoselo tras la oreja, que acarició sin darse cuenta, sin apartar los ojos de sus labios, viendo como los separaba dispuesto a decir algo, pero no saliendo nada de ellos.

Lo tomó como una señal, y dejando a un lado el cuaderno se inclinó hacia su derecha haciéndole recostarse en la cama. Se acercó todo lo que pudo, rozando sus temblorosos labios con su aliento, besándoselos con suavidad antes de que Bill le pudiera rechazar.

Continúa…

por lyra

Escritora del fandom

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