Administración: Esta es la continuación de «Campamento Kaulitz«. Debes leer esa temporada para comprender esta.
Nuestros agradecimientos a Fabi/kabayamafabi por compartir el archivo con nosotros y ayudarnos en este rescate. Recuerden el fic pertenece a la autora being_destroyed. Y ahora, disfruten de la lectura.
Mit dir, in die Nacht II: Largo Invierno
Capítulo 1: Bajo los tilos (P.1)
Bill
Hacía un par de días que ya estaba por Berlín. Mis ánimos estaban bastante por los suelos así que no hacía más que retorcerme en mi habitación esperando que pasara el tiempo. Georg me había llamado un par de veces ya pero siempre le acababa contestando lo mismo. Georg, no estoy de humor. Y él sabía perfectamente porqué.
Desde que habíamos vuelto del campamento mi vida se había vuelto más sombría. No quería salir a ninguna parte, ni tan sólo quería deshacer las maletas, estas llevaban en una esquina de la habitación desde que entré en ella y no me había acercado casi ni a olerlas. Me dedicaba a pensar en quebrantar la petición que me había hecho Tom, y llamarle ya. Me dijo que esperara tres o cuatro días, y hoy ya era el tercero.
Por una parte me sentía como “dentro del plazo” para poder llamar, pero por otro lado sabía que él prefería que esperara incluso hasta el quinto, pero eso era algo impensable.
Mañana lo llamaría si o sí. No podía esperarme más. Había incluso guardado el móvil en una caja para evitar tenerlo a mano, aunque cada vez que Georg llamaba me suponía un problema porque lo tenía que sacar de ahí.
Desde que volví mi madre supo ver al vuelo que algo no estaba bien, pero tampoco pasaba suficiente tiempo en casa como para ni siquiera preguntarme al respecto. El día que llegué ella no estaba aún en casa, y no apareció hasta la mañana siguiente, bien es cierto que llamó a casa por la noche para asegurarse de que estaba bien ya que el móvil lo tenía apagado, pero el primer contacto con ella no fue hasta la mañana siguiente. Agradecí que fuera así porque llegué con una cara de alma en pena que no me podía ni imaginar. Vagabundeaba por la casa y picaba cosas sueltas mientras me dejaba caer muerto en algún rincón. No sabía qué hacer, no sabía ni qué decir. Algo en mí intentaba pensar que hablar en voz alta me ayudaría a calmarme, el hecho de “explicárselo a alguien” era crucial, pero no me salían las palabras.
La primera noche fue la peor. Primero por todo lo que había pasado, y segundo porque jamás me había sentido tan solo por la noche. Que mi madre trabajara con ese horario en el hospital nunca me había llegado a importar tanto, pero esa vez si lo hizo.
Sentía un vacío en el pecho y sólo quería que mi madre me abrazara. Incluso necesitaba dormir con ella y sentir su protección cerca. Era horrible pasar de una compañía constante, a un abandono extremo.
Llego a casa y nada más que está la tele para hablarme.
A veces hablaba con Tom en voz alta, como si él estuviera ahí, y era mi manera de preparar todas las cosas que quería decirle y había veces incluso, donde me ponía nervioso yo solo y no podía ni continuar. Después me ponía a llorar de la impotencia y me tumbaba en la cama con la cara enterrada en la almohada, esperanzado de ahogarme o algo por el estilo, y ahorrarme este sufrimiento constante.
También pensaba en Dawn y en Ashley, y me sentía fatal por ellas. Ninguna de las dos me había dicho nada desde que salí corriendo detrás del portazo de Tom, en el edificio de los profesores, y la verdad es que no tenía demasiadas esperanzas en que alguna de las dos viniera a decirme algo. La verdad es que como mucho, aparecería Ashley para pegarme una bofetada bien dada. Es frustrante ver las cosas de lejos y saber cuanto te has llegado a equivocar. Se podría decir que es incluso desesperante.
Decidí meterme en la ducha, y fui a por el albornoz. De camino a la ducha seguí pensando en todas mis mierdas y cuando entré dentro me empecé a desnudar. Mi cabeza se quedó muda cuando no sólo notaba que apestaba a mierda, si no que vi el moratón azul en un costado.
Me quedé mudo y recordé la escena de la oficina de Jörg, donde yo había intentado meterle mano a Tom, y éste me había dicho que no tantas veces que tuvo que empujarme, haciendo que me clavara el pico de la mesa.
¿Cómo es posible que viera el moratón ahora? ¿Es que no me he duchado en todo lo que llevo aquí? ¿De verdad? Intenté hacer memoria pero todo lo que recordaba era yo vagabundeando de arriba a bajo, y sólo me había cambiado de ropa una vez, dejando a un lado la ropa que llevaba cuando llegué, y cambiándola por un pijama que por lo visto, no me había quitado aún.
Volví a olerme un poco por encima y creo que esta vez el hedor era peor que antes.
-Dios mío Bill, qué te has hecho… – me dije a mi mismo, mirándome. Estaba como más blanquecino de cómo había venido, y eso que me había puesto un poco moreno.
No me había adelgazado porque yo sé que llegué con un par de quilos de más porque ahí siempre hacían mucha comida, pero estaba seguro que si seguía como ahora, acabaría adelgazando más de lo que ya estaba en un inicio. – Vaya mierda que es el amor, ¿eh Bill? – volví a hablarme a mi mismo, y por primera vez estando solo, le hablaba a algo que no era un fantasma lleno de rastas.
Qué difícil es llamarlo fantasma. Es como si no estuviera aquí más. Aunque bueno, realmente no lo está.
Estuve por lo menos dos horas metido de la ducha, incluso llegó un momento que puse el tapón y dejé que se fuera llenando la bañera para sumergirme ahí y quedarme como parado en el tiempo ni que fuera sólo en mi mente.
Otra vez me puse a llorar y a desear que jamás hubiera pasado lo que me estaba ocurriendo. Escuché el sonido de las llaves, pero no me importó demasiado. Intenté serenarme un poco y continué jugando con el agua, chapoteando un poco con los dedos, salpicándome sin querer en la cara de vez en cuando.
Escuché unos tacones y un repiqueteo en la puerta. Alguien estaba llamando, y no podía ser más que mi madre. ¿Ya era medio día? Increíble.
Mi madre entraba a trabajar a las 12 de la noche y salía las 8 de la mañana, normalmente intentaba hacer vida por la calle, hacerse un café, irse de compras, en fin.. todo eso, hasta mas o menos la una del medio día, comíamos los dos juntos y luego se iba a dormir sobre las 5. Se despertaba una hora antes de ir a trabajar y el ciclo volvía a empezar. Yo no la veía amargada, y eso era bueno. Tenía un buen suelo, y se podía comprar lo que quisiera, cuando tenía vacaciones eran bastante largas.
Incluso un fin de semana al mes se lo daban desde un jueves a un lunes. Se ve que son las ventajas de trabajar en un horario nocturno.
-Bill, cariño, ¿te estás bañando? – esta vez, el sonido venía desde la puerta de mi baño, lo cual quiere decir que ya había entrado en mi habitación. Apuesto a que había olido el olor a putrefacción y descomposición al que yo estaba llegando. O por lo menos, el olor de no haberme duchado en tres días.
-Sí. – contesté secamente.
-¿Vas a tardar mucho? Quiero hablar contigo un rato, cielo. – dijo, con esa voz de madre que sólo una madre sería capaz de poner. Ese tono que enternece a cualquiera.
-No te preocupes, mama. Ya salgo. – dije sumergiendo el pelo por última vez en el agua y levantándome poco a poco.
-Está bien, voy a preparar algo de comida. ¿Te apetece algo en especial? – mientras alcanzaba el albornoz y me escurría el pelo, me puse a pensar. -¿Bill? – vale, creo que había pensado demasiado rato.
-Pues no, la verdad. No tengo mucha hambre.
-Vale… – estaba claro de qué me quería hablar.
Me desenredé el pelo con los dedos, y salí del baño. Mi madre ya estaba escaleras abajo, y podía oír el sonido de las sartenes.
Busqué por mi ropa algo cómodo y encontré unos pantalones de chándal que no dudé en ponerme. No pensaba salir de casa, así que me importaba más bien poco el aspecto que tenía. Lo combiné con una camiseta blanca y ancha y me dediqué a limpiar un poco mientras mi madre no me avisaba. Abrí las ventanas de par en par y dejé que se corriera el aire por todas partes. El viento me soplaba en la cara y me secaba el pelo.
Hoy no iba a usar ni secador ni plancha, hoy iba a ser más Bill que nunca. No quería ni un poco de maquillaje.
Incluso deshice las maletas. La poca ropa sucia que no se pudo lavar en el campamento ya me encargué el primer día de ponerla en la cesta de la ropa sucia así que sólo tenía que encargarme de ponerme a colocar cada cosa en su sitio. Me llevó casi un cuarto de hora colocar sólo la primera maleta, pero aún así deshice las tres, y para cuando justo mi madre ya me había llamado, las estaba guardando en la parte más alta de mi armario.
Bajé con parsimonia y pude ver a mi madre en la mesa del comedor, poniendo los platos en la mesa, y con una fuente enorme de ensalada en el centro de todo. Después trajo una sartén caliente, y pude ver como le escurría el aceite a unos filetes de carne rebozada. Vale, me estaba volviendo el hambre.
La ayudé a traer cosas que faltaran y en silencio nos acabamos sentando los dos uno al lado del otro. Ya habíamos comido juntos los dos días anteriores, pero esta vez la tele era un elemento que faltaba, y estaba claro que era apropósito.
-Bill, ¿qué ha pasado en ese campamento? – me dijo sin tapujos, después de servirnos agua a los dos. Noté como arrastraba todas y cada una de las sílabas de la palabra “campamento”.
Suspiré. No le iba a contar que me había hecho gay de repente. No le quería hablar de Tom porque no sabía si lo de Tom volvería a estar vigente. Por un lado deseaba explicárselo porque era mi madre, y se supone que tenía que entenderme, pero por otro lado me daba miedo que el karma me atacara por la espalda se iba tan confiado hablando. Tenía que esperar a que la llamada con el de las rastas saliera bien, para poder respirar tranquilo.
Pero no había nadie más en el mundo que mi madre para darme buenas vibraciones sobre todo esto. Podía intentar maquillar la historia un poco.
-Nada. – bueno, más que maquillarla creo que la he censurado.
-Bill, no hagas la charla más larga de lo necesario. ¿Qué ha pasado? – no me miraba a los ojos siquiera, pero lo decía con ese tono que tranquilizaba a la vez que asustaba.
– ¿Ha pasado algo malo? Desde que llegaste no has salido casi ni de tu habitación.
-No, en realidad… Ha sido un mes genial, mamá. – lo dije con un tono sincero e incluso algo conmovedor, pero porque pensar en los días pasados, me sacaba una sonrisa incluso ahora.
-¿Entonces? Oh, espera… ¿Y Dawn? – se me quebró un poco el corazón al oír eso, y me maldije por dentro por sentirlo. Eran esos sentimientos tan extraños los que habían llevado a pique mi relación con Tom, y no había manera de librarme de ellos. Lo único que podía hacer, era no exteriorizarlos con él. Supongo que con mi madre, daba igual si lo hacía.
-Lo dejamos hace como tres semanas. – me sinceré.
-Oh, cariño… Ya veo porque estás mal entonces. – me puso la mano en el brazo y me lo acarició un poco. Creo que pudo notar la mueca que puse porque de pronto me miró mal. – ¿No es por eso? – de golpe me quedé estático y lo miré sorprendido. ¿Qué coño? ¿Cómo es posible? ¡Pero si no he dicho palabra!
-¿Cómo lo has sabido? – creo que era la primera vez que decía una frase con la entonación de algún sentimiento en concreto. Este, era la sorpresa.
-Por el amor de dios Bill, soy tu madre. Ahora dime ¿qué ha pasado? ¿Y porqué no estás mal por lo de Dawn? Era una chica increíble y preciosa. – me miró bastante desconcertada.
-Ya lo sé… Es que no lo sé, mama… Ha habido cientos de dramas, no sabría ni por donde empezar.
-¿Y porqué ha sido un mes genial si has tenido tanto drama?
-Engañé a Dawn, ella me perdonó pero yo pensé que era mejor dejarlo. – no quise contestarle a lo anterior.
-Santo cielo, Bill. ¿Porqué la engañaste? ¿Y con quien? – frunció el ceño, sabiendo que debería enfadarse conmigo pero que no podía porque era mi madre, y sabía que yo estaba mal por algo. Era difícil saber que tu madre se tiene que posicionar a tu lado siempre aunque sepas que has hecho algo por lo que no deberías ser perdonado.
Puse la cabeza gacha y luego contesté tan bajito que mi madre tuvo que agachar la cabeza un poco para poder escucharme bien.
-…Ashley. – casi sollocé. Me sentía culpable, claro estaba. Por Georg, por Dawn, por la misma Ashley. Empecé a jugar con la comida y a pasarla de un lado al otro del plato, sintiendo que cada vez se me cerraba más el estómago.
-Madre mía, hijo. ¿Y Georg?
-Él estuvo mucho tiempo enfadado conmigo.
-¿Entonces estás con Ash? – preguntó, pensando que era lo más lógico. Que para la imbecilidad que hice, ya tendría que haber sido así. Si te acuestas con alguien, es porque la quieres, ¿no? Negué con la cabeza mientras apretaba los labios, casi haciéndolos desaparecer, haciendo una mueca de arrepentimiento. – ¿Entonces? ¿Bebiste o algo así? – cada vez estaba más preocupada por mi, e intentaba buscar excusas que defendieran a su hijo del alma.
Pensé muy seriamente en confesarle mi reciente cambio de acera, en decirle que estaba tan confundido que necesitaba intentarlo con otra chica, pero en el último momento me pudieron los nervios a su posible rechazo, y simplemente no dije nada.
-No, no bebí. La verdad es que no sé porque lo hice… – se me inundaron los ojos de lágrimas, y mi madre solo me abrazó.
-¿Y que ha tenido de especial, cariño? – dijo mientras me miraba a los ojos con ternura.
-Conocí… – a un chico increíble. – …a una chica. – dije, haciendo una pequeña sonrisa, con un poco de culpa. Mi madre puso cara de asombro y después una sonrisa tierna.
-Oh, ahora lo entiendo todo… Bueno, menos lo de Ashley. – dijo, poniendo cara rara.
– ¿Y como se llama?
-T… – ¿Tom en femenino? – …Tam. -¿¡TAM?! ¿¡Pero tú eres tonto, Bill?!
-¿Tam? – mi madre puso una cara que parecía un cuadro. Piensa rápido Bill, por el amor de dios.
-Tam… Tamara. – OH DIOS, salvado por los pelos. – Pero le gusta más Tam. – alzó una ceja como no acabándoselo de creer y luego asintió.
-¿Y es guapa?
-Mucho… – suspiré. Mi madre negó con la cabeza mientras me sonreía y después me tocó el pelo. – ¿Y estás mal con ella porque no os habéis vuelto a ver?
En realidad no, pero ya no quería empezar a hablar de eso porque entonces incluso mi madre me castigaría o algo así por la atrocidad que había hecho. Me limité a asentir poco a poco y esta me dio un beso en el pelo. Se levantó y recogió mi plato que había abandonado hacia un rato. Me había comido un poco de ensalada y uno de los dos filetes que me había puesto. Seguramente lo comería por la noche.
Nos tumbamos juntos a ver la tele y dejamos el tema. Cada uno nos quedamos en un sofá distinto y al cavo de media hora, pude notar como mi madre empezaba a caer dormida. Después de asegurarme de que estaba bien dormida, la tapé con una manta y le puse un despertador medianamente temprano por si tenía que hacer alguna cosa de la que yo no fuera consciente. Acabé de recoger la mesa y bajé las persianas para dejarla dormir tranquilamente.
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Tom
Ya hacía dos días que nos habíamos separado. La verdad es que no tenía muchas ganas de volver a hablar con él aún, pero sabía que mañana ya lo iba a llamar y tendrían que empezar a reconciliarse. Era bastante jodido porque yo seguía muy tocado por el tema.
Bill me había humillado como jamás antes en la vida, y no sólo eso, si no que me importaba.
Yo he vivido cientos de dramas donde me estoy tirando a una tía “x” y de repente se cruza con su ex y una nueva novia y a esta le entra un ataque de celos, pero yo simplemente salía de ahí por patas, y si te he visto no me acuerdo.
Pero esta vez, estaba metido en el tema hasta la garganta. Y era alguien que me había empezado a importar muchísimo, y me había humillado seriamente. Le había dejado de importar su pareja actual, para preocuparse por un lío esporádico de su ex.
Eso me tocaba las pelotas, y sobre todo el orgullo.
De pronto el móvil me sacó de mis pensamientos. Me puse tan nervioso que no sabía si mirar la pantalla. ¿Sería Bill? ¿Y si era Bill, que? ¿Se lo cogía o no se lo cogía?
Aunque de todas formas, no sé si es Bill… No tengo su teléfono. Aunque si me llama un número registrado, querrá decir que es él, ¿no? ¿Quién más puede ser?
¡Bueno Tom, cógeselo ya antes de que cuelgue! Aunque si es él igual sería lo más conveniente…
Miré la pantalla y todas las dudas que había tenido desaparecieron dejándome una cara de tonto. ¡Bill no iba a llamarme antes de plazo! Estaba asustadísimo, lo último que iba a hacer era hacer algo que pudiera cabrearme más. Aunque él también estaba cabreado conmigo… ¿Me llamará igualmente, no? Sabe que yo no tengo su teléfono…
Espero que no sea capaz de liarla así.
¡Tom, coge el puñetero teléfono!
-Hola Mario. – dije intentando fingir una voz tranquila y alegre. Llevaba un par de días fingiendo con ellos, pero hoy tendría que explicarles la historia.
-¡Ey Putom! – chilló, dejándome prácticamente sordo. – ¡En diez minutos en el bar de siempre, ya me muero de ganas de salir un poco de fiesta!
-¿Diez minutos? ¡Tardaré un cuarto de hora entre que llego y todo, lo siento!
-Vaaale. – y sin decir nada más, colgó.
Me encendí un cigarro y éste se fue consumiendo poco a poco. Era verano así que me senté en las mesas de fuera y así de paso poder empezar a pedirme una cerveza mientras los esperaba. El guarda de la puerta ya me conocía y con una señal que le hice, este abrió la puerta y le dio indicaciones al camarero para que me trajera la cerveza bien fría. Dos instantes después, la rubia y la morena (mis mariconcentes),
aparecieron cogidos de la cintura. Volverlos a ver sin que estuviera Bill cerca, se me hacía especialmente difícil esta vez.
Se sentó Mario, y Andy iba a entrar a pedir justo cuando apareció mi cerveza y este sólo tuvo que pedirle ahí mismo, otras dos más para ellos. En nada, los tres estábamos disfrutando de una buena cerveza a la par que nos hinchábamos los pulmones con humo.
Se hizo un pequeño silencio que no sabía cómo romper. Para mi suerte, el rubio empezó a hablar enseguida, quitándome a mi ese peso.
-Tom, empieza a cantar ya mismo porqué mierdas tienes esa cara de culo – todo lo dijo con una sonrisa muy irónica que no dudé en devolverle en forma de mueca.
-Ya… Esto… – intenté ordenar mis ideas. ¿Qué decía primero? Hola me llamo Tom y estoy saliendo con un chico desde hace un par de semanas. Ah, y sí, lo conocéis perfectamente. Me iban a matar. Sobre todo Mario, que se sentirá ultrajado o algo así sabiendo que hace dos semanas que estaba con Bill y no le había dicho nada. – Pues… Me enfadé con Bill. – bueno, en realidad es lo que ha pasado. Estoy mal, porque me he enfadado con él. Mario puso un puchero enseguida.
-Oh, no me digas. ¿A distancia? ¿Qué ha podido pasar para que os enfadéis por teléfono? – dijo, acercándoseme más, como si el echo de aproximarse hiciera que comprendiera mejor mis palabras.
-No no, nos enfadamos el último día. Por eso no se despidió de vosotros, se metió en el autobús lo antes que pudo. – Yo sabía que eso le había fastidiado a Mario especialmente, y lo pude notar cuando este hizo una mueca rara. – A ver… en el fondo me imagino que los dos ya lo sabíais, no hace falta ser un genio, y menos viendo las señales pero… yo nos lo he dicho aún.
-¿El qué? ¿Que estás pillado de Bill hasta las trancas? – dijo Andy, dándole un buen trago a la cerveza, mirándome sonriente. – Beh, eso lo sabía todo el puñetero campamento que se fijara en ti al menos dos veces. No os separabais casi, por el amor de dios.
-Y oh claro, ¿qué hará Tom cuando no duerme en esta cabaña? ¡Qué misteeeerio! – ironizó Mario. – ¿Te piensas que somos tontos? No te preocupes, sabíamos que nos lo ibas a decir algún día, que esto no lo podías guardar tanto tiempo. – y me pegó un pequeño codazo con una sonrisa.
Me quedé algo atónito. Vale sí, es cierto. Se me veía de aquí a Marte, pero joder… Vaya.
Les expliqué absolutamente todo, y para cuando acabé ya eran como la una de la noche y yo ya llevaba más de cinco cervezas encima. Uh, estaba empezando a pillar el punto. Ellos iban más lentos que yo, pero en cuanto a la historia me seguían perfectamente, asintiendo a cada nueva información. Aunque Mario no parecía sorprenderse del todo. ¿Cómo es posible?
-Mario… ¿Tú ya sabías todo esto? – dije, con la ceja alzada. Mario abrió tanto los ojos, que no pudo disimular. – ¡Será posible!
-Pero oye oye, ¡no te enfades más con él! Me cago en la puta, ¿cómo soy tan evidente? – eso último se lo había dicho a si mismo, pero en voz alta. – El pobre chico tenía serios problemas y no se hablaba con ninguno de sus amigos aún… ¡Encontró no sólo a alguien con quien hablar, si no a alguien que te conocía a ti! Tio, era el amigo perfecto. – estuve apunto de enfadarme más si cabía. ¡Le había dicho a Bill que no quería que lo superan Mario y Andy! ¡Que éste trabajo era para mí! Lo mataré cuando lo vuelva a ver, ya lo creo. – Enserio Tom, el pobre chico estaba mal. – esta parte la dijo con una voz que me hizo sentir lástima. Levanté la mirada y fijé mis ojos en él y casi pude volver a ver a Bill, con sus inseguridades y sus comidas de olla. Lo pude ver hablando con Mario, muerto de la vergüenza, y explicándole lo que le pasaba… Diablos.
Pobre Bill.
-Puufft… – no pude decir nada más. Después asentí. – Vale sí, tienes razón. –después se me encendió la bombilla. – ¿Y… qué te decía? ¿Qué le pasaba?
-Em bueno… Lo típico, que flipaba por lo que estaba pasando.
-¿En qué sentido?
-Lo evidente en plan “oh dios, me gusta un chico”, y lo segundo evidente “Oh Dios, le gusto a Tom Kaulitz”. – no pude evitar que me saliera una sonrisa estúpida y aún peor no pude evitar tener ganas de largarme de ahí y pirarme a Berlín a buscarlo ya mismo.
-¿Qué más?
-Oh bueno, el tema importante era el sexo… Me dijo que tuvisteis muchos problemas.
– asentí como diciendo “amén hermano”. Este simplemente sonrió. – pero veo que mi charla con él tuvo resultado… – lo miré interrogante y después alcé una ceja, indicando que se explicara. – El pasivo es él, ¿no? O al menos eso me dijo a mi… – dijo, de pronto, algo fuera de si mismo.
-¿De verdad me estás preguntando eso, Mariocón? – sí, nueva palabra inventada Mario + maricón. Yo debería estar haciendo publicidad y slogans. Éste me miró con una cara extraña y empezó a negar como diciendo “buen intento, pero no”.
-Vale, pues entonces sí, tuvo algo de resultado. – antes de proseguir, sonrió ampliamente. – Yo le dije de que intentara de dejarse, que si no le gustaba pues entonces podría ir y decirte que no quería segur intentándolo porque no le gustaba, pero que si quería que hicierais algo él tendría que ser el primero en dejarse.
-Hostias Mario, no tenía ni idea… – me quedé flipando un rato y luego, sonriendo le pegué un buen trago a la cerveza. – Gracias.
-¿Y qué tal el sexo? ¿Es guay? – preguntó Andy, sacándonos del ensimismamiento.
-Puffft… ya lo creo. No sé si es porque es la primera vez que realmente noto algo haciéndolo con alguien, o que por detrás está más prieto… Yo que sé. Sólo sé que DIOS. – dije, y este sólo pudo tender la mano para que se la chocara, cosa que hice al instante.
-Seeeeeehhh – dijo Andy, riéndose y sacando la lengua entre los dientes. – Ya te digo.
Mario rodó los ojos y después también preguntó.
-¿Y Bill? ¿Sabes si le gusta el papel que toma cuando lo hacéis? – me quedé un poco pensativo pero después contesté dubitativo.
-En principio no me ha pedido nunca de cambiar las tornas, y eso que lo hemos hecho muuuuuchas veces en sólo una semana. De hecho, creo recordar que una vez me dijo algo en plan “no creí que me llegaría a gustar tanto”.
-Joder Tom, de puta madre ¿no? – dijo algo sorprendido pero sonriendo.
-Ya te digo. – volvimos a quedarnos en silencio y de pronto volví a la cruda realidad, donde Bill estaba a cientos de quilómetros, y en donde un gran enfado nos separaba enormemente. No pude evitar volver a sacar un cigarrillo. Madre mía, esta noche me estaba fumando la vida entera.
Por unos instantes me pregunté que estaría haciendo Bill en esos momentos. ¿Lo habría hablado con Ashley ya? ¿Estaría con Georg? Igual estaba mal aún por lo que había pasado. O quizás todo lo contrario. No sabía nada la verdad, pero las ganas de que tardara más en llamarme iban desapareciendo poco a poco. Mierda, lo estaba echando mucho de menos.
Me lo imaginaba otra vez en el lago, con miedo a mojarse el pelo y yendo poquito a poquito, metiendo los pies lentamente porque el agua estaba demasiado fría. Podía incluso oír su voz en la lejanía, diciendo mi nombre, y diciéndome que no iba a pasar de las rodillas. Después yo me acercaba a él y me abrazaba bien fuerte, yo le susurraba que juntos íbamos a ir adentrándonos más en el agua y sentí como la piel se le ponía de gallina.
A mí se me había puesto la piel de gallina.
-Tom… Tom. ¡Tom! – la voz de Mario me sacó de mis pensamientos.
-Perdón… ¿Qué me decías?
-Te estaba preguntando que qué pasó aquel día que me llamaste llorando… – la voz seria de Mario me descolocó un poco, pero en cuanto acabó la frase, un cubo de agua fría me empapó el cerebro completamente. Aún no les había explicado la historia…
Joder.
Cogí aire, y les dije todas las cosas que me había dicho mi padre, todas esas cosas que me estaba persiguiendo en sueños desde hacía un par de semanas.
Continúa…
Gracias por la visita.
Sentí el dolor de corazón 💔 de Bill con esa última llamada a Jorge y oír a Tom….. 😥😢😢
Confieso que no he podido leer el fic, pero al editar veo algunas cosas, y esa escena también me ha roto el corazón 🙁
Estaba buscando este fic por todos lados, gracias!!