Por más que quería quedarse en la cama, Bill sabía que era mejor hacer lo que Gordon le había sugerido. Maldijo por lo bajo y se levantó con pesadez, caminó por la habitación frotándose los ojos y fue a darse esa ducha que tanto necesitaba.
Entró en el baño y se desnudó, dejando la ropa en el suelo tirada. Se metió bajo el agua y no salió hasta que sintió que poco a poco se iba despejando. La cabeza ya no le dolía tanto, ahora era solo un ligero martilleo. Resopló y cortando el agua se puso el albornoz que le habían prestado.
Regresó a la habitación para vestirse de nuevo, escogiendo un pantalón de chándal azul clarito y una camiseta negra. Una vez vestido se dirigió a la cocina, ignorando a Tom cuando se cruzó con él por el pasillo. Pero cuando estaba terminando de bajar las escaleras se quedo inmóvil. Le venían voces desde la cocina, hablaban de él y de su madre, y no le gustaba lo que decían. Se dejó caer poco a poco hasta quedarse sentado en un escalón, escuchando atentamente hablar a Simone y Gordon.
—Cariño, Bill me ha prometido no volver a hacerlo—mintió Gordon con firmeza.
—Lo siento, pero lo he estado pensando y creo que lo mejor es que Bill se vaya—dijo Simone cruzándose de brazos—Es una mala influencia para Tom, no quisiera que vea que a Bill le permitimos hacer algo que a él le prohibimos, podría creer que a él le exigimos más y no le damos toda esa libertad que Bill tiene.
Gordon respiró hondo, había llegado el momento de contar la verdad…o al menos, parte de esa dolorosa verdad…
—Simone…antes que nada quiero pedirte perdón por haberte mentido—empezó a decir Gordon.
Simone se le quedó mirando realmente sorprendida, entre ella y su marido jamás había habido secretos y en esos momentos le decía que le había estado ocultando algo.
—Bill no puede irse porque…no tiene donde vivir—explicó Gordon—Su madre no está de viaje como te he dicho, está en la cárcel.
— ¿En la cárcel?—repitió Simone empezando a ponerse nerviosa.
—Sí, y mucho me temo que van a pasar unos cuantos años hasta que Bill se pueda reunir con ella de nuevo—siguió explicando Gordon.
— ¿Cuánto tiempo?—pregunto Simone en voz baja.
—Unos 7 años—contestó Gordon suspirando.
Simone se llevó una mano a la boca para ahogar el grito que quería salir de ella, y no fue la única. Ajenos a que eran escuchados, Bill tapaba su boca sollozando contra su mano. ¿Iban a pasar 7 años antes de que volviera a reunirse con su madre? ¿Cómo iba a poder soportarlo?
Empezaba a sentirse mareado, inclinó la cabeza cogiendo aire con esfuerzo, hasta que sintió una mano sobre su hombro. Al momento Tom se sentó en el escalón a su lado, bajó la mano y cogió la de Bill en silencio, estrechándosela mientras sus padres seguían hablando.
—Y si echamos a Bill irá a parar a un reformatorio, y es un buen chico. Solo que está pasando por un mal momento—dijo Gordon, sabiendo que eso era verdad.
Simone empezaba a entenderlo todo. No podía culpar a Bill de su comportamiento si no había tenido una madre “normal” que le impusiera unas órdenes. Ella no podía estar más orgullosa de Tom, se aplicaba en los estudios y quitando alguna que otra salida de tono, siempre había sido un chico muy cariñoso y nada conflictivo.
— ¿Y…qué hay del padre de Bill?—preguntó de repente.
—No…no se sabe quién es—contestó Gordon carraspeando.
—Pobre Bill, me imagino la clase de infancia que ha tenido—dijo Simone suspirando—Lo que no acabo de entender es por qué te hiciste tú cargo de él.
—Ya te lo dije, conozco a su madre—murmuró Gordon, rezando para que su mujer terminase con el interrogatorio.
— ¿Y de qué la conoces?—preguntó Simone, para fastidio de Gordon— ¿Qué hizo para estar ahora en la cárcel?
Gordon respiró hondo antes de contestar, no podía pensar que mentira contar para que su mujer se la creyera y dejara en paz el tema.
—Conocí a la madre de Bill hace tiempo, antes de que él naciera—explicó Gordon empezando a ponerse muy nervioso—Hacía años que no la veía y cuando fue arrestada y al ver que Bill iba a quedarse desamparado se acordó de mí y la policía me llamó para que me hiciera cargo de él. Cuando llegué a comisaría le vi tan destrozado que no pude negarme.
Simone asintió con la cabeza, a ella le hubiera pasado lo mismo. Recordaba el día que Bill llegó a casa, se notaba que había estado llorando y tenía los ojos tristes y apagados.
—Está bien—accedió Simone al final—Se puede quedar, pero lo de anoche no se puede repetir. A su edad no debería estar bebiendo y fumando, debe comprender que todo lo hacemos por su bien.
Gordon asintió y dando la conversación por finalizada cambiaron de asunto y empezaron a hablar de la cena.
En las escaleras Tom seguía apretando la mano de Bill, impactado por lo que había escuchado. No fue su intención, había subido un momento a su habitación a coger una sudadera porque tenía intención de salir a dar una vuelta y cuando iba a bajar vio a Bill sentándose con pesadez en un escalón. Se acababa de duchar y llevaba un chándal que le hacía más delgado de lo que ya estaba y el pelo aún mojado.
Iba a ignorarle de la misma manera que él lo había hecho minutos antes, pero entonces escuchó claramente la voz de su padre, mencionaba a la madre de Bill y decía algo de que iba a permanecer 7 años en la cárcel. Se quedó impactado al escucharlo, no se lo pensó dos veces y puso una mano sobre el hombro de Bill tratando de consolarlo.
Se imaginaba que estaría destrozado, y no sabiendo que más hacer se sentó a su lado y le cogió de la mano, escuchando el resto de la historia que su padre estaba relatando. Sentía a Bill my tenso a su lado, sin poder respirar hasta que su padre cambió de tema y empezó a hablar de que iban a cenar esa noche.
Entonces soltó en un profundo suspiro todo el aire que tenía retenido en sus pulmones y sin soltar la mano de Bill se le quedó mirando. Estaba muy pálido, y varias lágrimas resbalaban por sus mejillas hasta los labios.
—Vete, por favor—susurró de repente Bill
Tom le miró sin entender, no podía marcharse sin saber cómo estaba o le si le necesitaba. Porque dejando a un lado todos sus problemas del pasado, en esos momentos se le veía tan derrotado y con ganas de necesitar un fuerte abrazo.
—No, no me voy—dijo Tom con firmeza.
—Por favor…—repitió Bill ahogando un sollozo—No quiero llorar delante de ti.
“No sería la primera vez…”—pensó Tom suspirando.
Sacudió la cabeza y sin hacer caso de sus protestas pasó un brazo por sus hombros y le atrajo.
—Llora lo que quieras, te hará bien—susurró Tom sin dejar de abrazarlo.
Y así lo hizo Bill, no se pudo reprimir y dio rienda suelta a tantas lágrimas acumuladas. Se aferró a Tom inconscientemente, quien no sabiendo que hacer empezó a acariciarle la espalda con una mano al tiempo que bajaba la cara y besaba con suavidad su frente, prometiéndole que las cosas irían mejor a partir de entonces…
Minutos después los sollozos de Bill remitieron y se separó con Tom, quien le miraba con lágrimas en los ojos también. Sus padres continuaban hablando en la cocina ajenos a ese momento íntimo que acababan de compartir.
Momento que Tom no quería que terminara nunca, Bill le miraba con una expresión tan triste en la cara que se le rompía el alma. Levantó una mano y acercándosela a su cara limpió con el pulgar una lágrima que le bajaba por la mejilla hasta perderse en sus temblorosos labios.
— ¿Estás mejor? —preguntó en voz baja.
Bill asintió con la cabeza suspirando. Hacía mucho que nadie le daba un abrazo y el de Tom había sido inesperado. Cerró los ojos estando en sus brazos, notando como le besaba en la frente y por primera vez se sintió protegido…y amado.
Carraspeó y se soltó del agarre de Tom y poniéndose en pie con dificultad. Sabía que tenía que pedirle perdón a la madre de Tom, pero en esos momentos no estaba en condiciones de hablar con nadie, así que regresó a la habitación.
Tom también se levantó y le acompañó por si quería hablar. Cerró la puerta tras él y le vio tumbarse en la cama, cubriéndose hasta la cabeza con la sábana. Suspiró y se sentó en el borde, volviendo a poner una mano sobre su hombro.
—Vamos, no te vengas abajo—dijo tratando de consolarlo.
Pero Bill no podía evitarlo, de repente se sentía como si tuviera fiebre. Temblaba sin poder evitarlo y sentía el estómago revuelto.
—No….no puedo creerlo—susurró Bill bajo las sábanas—Pensaba que iban a ser como mucho unos meses, y… ¡7 años! No…no puede ser…
Tom le escuchó sintiendo como rompía a llorar de nuevo, no sabía qué hacer o decirle para consolarle. ¿Qué había hecho su madre para merecer tal castigo?
—Me dijeron que podía hablar con ella—dijo Bill entre lágrimas—Y ha pasado casi una semana…necesito oír su voz…
—Pero no le digas que lo sabes—apuntó Tom.
Bill se destapó y se le quedó mirando sin entender.
—Si tu madre no te lo dijo fue para no preocuparte—se explicó Tom—Y si…si se lo echas en cara, se sentirá muy mal por haberte mentido. Y tú no querrás eso, ¿verdad?
Bill negó con la cabeza, no querría que su madre viviera esos 7 años pensando que le había hecho daño con su mentira, aunque al final se iba a saber toda la verdad. Tal vez buscaba la manera de decírselo, con 16 años era aún un niño y esperaría que fuera algo más mayor para explicárselo todo.
—A tu madre le gustaría verte feliz—siguió diciendo Tom.
—Y que me aplicara en los estudios—susurró Bill—Siempre me lo estaba diciendo, que fuera alguien en la vida, que no hiciera como ella…
—Yo te ayudo en lo que sea—se ofreció Tom de inmediato.
Bill sonrió al escucharlo, la verdad era que los estudios le costaban mucho porque no entendía nada y nadie se molestaba en explicárselo. Y sabía que Tom a pesar de su fachada de chico duro se aplicaba en sus estudios y sacaba muy buenas notas.
—Mi madre se disgustó mucho ayer—dijo Tom de repente—Tiene sus cosas, pero es una buena madre. Y a pesar de todo lo que la cabreaste ayer, estoy seguro que ya te ha perdonado, y te quiere como si fueras su propio hijo. Y mi padre también.
Bill resopló al escucharlo. Si Tom supiera…
—Así que a partir de ahora haremos un trato—siguió diciendo Tom—Yo te ayudo con los estudios y tú cambias tu manera de actuar. En todo.
Bill sabía a qué se refería con ese “todo” y lamentablemente negó con la cabeza.
—Lo haces por dinero, ¿verdad?—preguntó Tom en voz baja.
— ¿No es obvio?—resopló Bill—Así ayudaba a mi madre, es la única manera que conozco, y ahora no estando ella ahora solo puedo conseguir así dinero para mis cosas.
—Si necesitas algo se lo puedes pedir a mi padre—dijo Tom con naturalidad.
—No pienso pedir a mi…a tu padre—saltó Bill enojado, rectificando a tiempo.
— ¿Por qué no? ¿Es que te ha hecho algo?—preguntó Tom sin podérselo creer.
Bill negó con la cabeza resoplando, no podía contarle todo el daño que su padre le había hecho a su madre. Porque si hubiera sabido del embarazo le hubiera podido echar una mano, y no dejarle a ella sola la carga de criar un hijo sin un trabajo fijo.
—Pues entonces, pídemelo a mí—dijo Tom—Lo que sea, si necesitas algo de ropa nueva, o cualquier cosa. Prométeme que no volverás a… a hacer esos trabajillos.
Bill sintió que iba a ponerse a llorar de nuevo, nunca antes se había preocupado tanto por él. Y Tom mucho menos, y eso le conmovía. Suspiró y asintió con la cabeza para su satisfacción.
—Genial, ahora trata de descansar—dijo Tom dando la conversación por finalizada—Le diré a mi madre que te sientes muy mal y dormirás hasta la cena.
—Dile que…que lo siento mucho, de verdad—apuntó Bill en voz baja—Y que no lo volveré a hacer.
—Lo haré—dijo Tom sonriendo.
Y antes de que Bill pudiera reaccionar, se inclinó sobre él y le besó de nuevo en la mejilla esa vez. Bill se quedó todo cortado, le vio salir de la habitación y entonces soltó todo el aire retenido en un profundo suspiro, llevándose la mano al lugar donde Tom le había besado, suspirando sin poder evitarlo…