Capitulo 14
Se encontraba en su habitación, estaba atardeciendo y sus padres habían salido a dar un paseo. Había empezado a llover, lo veía desde la cama donde estaba leyendo una revista que dejó a un lado. Suspiró y dándose media vuelta de tumbó de lado. Le gustaba ver llover, y el aroma de la tierra mojada que precedía a la tormenta.
—Tom…
Se volvió al escuchar que le llamaban, Bill entraba por la puerta en esos momentos. Acababa de ducharse y llevaba puesto su albornoz blanco. El pelo le caía sobre los hombros, húmedo y desprendiendo ese dulce aroma a melocotón del champú que su madre compraba.
— ¿Qué haces? —preguntó Bill acercándose.
—Viendo llover—contestó Tom suspirando.
Se volvió de nuevo y fijó la mirada en la ventana, donde la fina lluvia se había transformado en un aguacero. Empezaba a sentir sueño, cerró los ojos solo por un momento, hasta que sintió que el colchón se hundía tras su espalda. Abrió los ojos y se volvió con rapidez, encontrándose con Bill sentado en su cama sonriéndole ampliamente.
— ¿Querías algo? —preguntó carraspeando.
No podía evitar sentirse incómodo al tenerlo tan cerca, más pensando que iba desnudo bajo ese albornoz que llevaba.
—Quería darte las gracias—empezó a decir Bill con timidez—Por todo lo que has hecho por mí, sé que en el pasado jamás nos hemos llevado bien, pero estos días has hecho todo lo posible porque me sienta como en mi propia casa.
Tom se encogió de hombros restándole importancia, no era para tanto.
—Te debo mucho—susurró Bill inclinándose— ¿Cómo puedo pagarte?
Quiso incorporarse, pero antes de que pudiera reaccionar Bill se le había echado encima. Separó los labios dispuesto a decir algo, pero fue un error, Bill se apoderó de ellos y pronto su lengua empezó a juguetear con la suya.
Levantó las manos tratando de apartarle, pero Bill era condenadamente fuerte cuando quería y le costaba moverse. Cuando al fin pudo agarró el albornoz y tiró de el para tratar de separar a Bill, logrando solo que el cinturón se desabrochara y sintiera más de cerca esa dureza que sentía rozar su entrepierna.
Bill empezó a mover las caderas rozándose contra él, y no pudo evitar ponerse duro él también. Negó con la cabeza, eso no podía estar pasando. Sentía que le faltaba el aire, hasta que Bill soltó al fin sus labios y pudo respirar una bocanada de aire.
—Hazlo, Tom—gimió Bill desesperado.
— ¿Qué…?—susurró Tom sin entender.
Bill se mordió el labio y tumbándose de espalda en la cama separó el albornoz del todo y alzó las caderas gimiendo por lo bajo. Tom no podía apartar los ojos de esa bella visión, más al ver como Bill llevó una mano a su miembro y empezó a tocarse. Sintió que la boca se le secaba, desvió la mirada y la clavó en los ojos de Bill, cuyas pupilas estaban dilatadas.
—Fóllame Tom—suplicó Bill desesperado.
No se pudo contener y se le echó encima abrazándolo con fuerza, enterró la cara en su cuello y se acomodó entre las piernas de Bill, que separó sin dejar de alzar las caderas contra Tom.
—Fóllame…—susurró Bill en su oído—Tom….fóllame….
Separó los labios y empezó a lamerle el cuello sin dejar de moverse contra su cuerpo, hasta que no pudo más y se derramó entre jadeos.
—Bill….Bill…
— ¿Te pasa algo?
Abrió los ojos de golpe. Estaba en su cama sí, pero él solo. Era de noche, Bill estaba en su propia cama y había dado la débil luz de la mesilla. Le miraba con una expresión preocupada en la cara al ver que no contestaba, a punto de levantarse e ir a su lado.
— ¿Estabas soñando? —preguntó Bill moviéndose.
—He tenido…una pesadilla—murmuró Tom—Apaga la luz, es tarde y mañana tenemos que madrugar.
— ¿Seguro que estás bien? —insistió Bill.
— ¡He dicho que apagues la maldita luz!—estalló Tom sin poderse contener.
No se lo tuvo que decir dos veces, Bill obedeció y se volvió a meter en la cama extrañado por su comportamiento. Pero Tom no podía evitarlo, en su mente estaba aún muy fresco el sueño, aún podía sentir a Bill entre sus brazos frotándose contra él mientras le suplicaba que le follara una y otra vez…
Gruñó por lo bajo y se dio media vuelta en la cama, trató de volver a dormir pero le fue imposible, y pasó el resto de la noche dándole la espalda a la persona por la que empezaba a sentir algo tan fuerte sin poder hacer nada por impedirlo.
A la mañana siguiente Bill se despertó y lo primero que hizo fue ver que tal estaba Tom, pero su cama estaba vacía. Miró el reloj de la mesilla, faltaban 15 minutos para que sonara la alarma. ¿Dónde se habría metido?
Se levantó y cogiendo su neceser se dirigió al baño, pero allí tampoco estaba Tom. Suspiró y empezó a asearse, tenía que darse prisa para no llegar tarde a clase, no quería que le volvieran a expulsar. Había tomado la firme decisión de seguir los consejos de su madre y se iba a esforzar todo lo que pudiera para no defraudarla.
Una vez listo se vistió y bajó a la cocina a desayunar, la madre de Tom ya tenía todo preparado y se tomó su bol de cereales escuchándola hablar de que ese día parecía que iba a llover. Minutos después apareció Tom por la puerta, ya estaba vestido y traía el periódico en una mano.
— ¿Tom, vienes de la calle? —preguntó Simone sin entender.
—Yo…no podía dormir y salí a dar un paseo—murmuró Tom dejando la prensa en el sitio de su padre.
Ocupó el suyo y se sirvió un café, negando con la cabeza cuando su madre le ofreció una tostada.
—No comes nada—dijo Simone resoplando—Oh, antes de que se me olvide, una tarde de estas tenemos que ir de comprar, el otro día tuve que tirarte unos vaqueros imposible de remendar más.
—Mamá, ¡qué se llevan rotos! —gruñó Tom.
—No si yo puedo arreglarlos—insistió Simone—Eran ya viejos, y también necesitas unos playeros nuevos…Bill, ¿necesitas tú algo?
El aludido levantó la mirada sin saber que decir, la verdad era que sí, y tenía pensado ir él mismo a ver si pillaba algo.
—Podemos ir la próxima semana y si ves algo que te guste o necesites no dudes en decírmelo, yo te lo compro—dijo Simone sonriendo.
—Gracias, pero no hace falta—negó Bill—Tengo algo de dinero y…
—Guárdatelo, yo lo pagaré—insistió Simone—Y daos prisa en desayunar, ¡mirad la hora que es!
Bill y Tom se levantaron al momento y tras recoger sus mochilas y cazadoras se fueron al instituto. Por el camino Bill notó que Tom seguía igual de raro que la noche anterior, y pasados unos minutos no pudo soportar más ese silencio tenso.
— ¿Te pasa algo? —preguntó sin rodeos.
Tom resopló y le miró alzando una ceja, ¿qué si le pasaba algo? ¡Pues claro! Que no entendía qué demonios ocurría, un día se masturbaba pensando en él y otro tenía un sueño húmedo donde le pedía desesperado que se lo follara. ¡Era de locos!
Bill esperó a que le contestara, pero al parecer Tom se había cerrado como una ostra y no iba a soltar prenda por mucho que insistiera. Y eso le dolía mucho…
—Pues nada, si quieres hablar ya sabes dónde me tienes—murmuró Bill suspirando.
Siguieron caminando en silencio hasta que llegaron al instituto. Allí se reunieron con Andreas y entraron a clase. Bill y Tom ocuparon sus sitios en primera fila como siempre y antes de nada le fueron requisados sus deberes extras. Tenían matemáticas a primera hora, y el profesor se extrañó de ver que habían cumplido con su castigo, más al ver que Bill llevaba bien todas las ecuaciones que le había mandado. No se lo podía creer y le sacó a la pizarra poniéndole una nueva, que Bill realizó a la perfección para asombro de toda la clase.
—Puedes volver a tu sitio—gruñó el profesor.
Bill así lo hizo sin poder evitar sonreír, gracias a Tom empezaba a entenderlo todo. Se sentó a su lado, borrando la sonrisa de inmediato al ver su fría mirada. Carraspeó y clavando los ojos en su libro aguantó toda la hora en silencio pensando qué demonios podía haber pasado para que su relación se hubiera estropeado.
Cuando llegó el recreo Tom quiso irse con Andreas, pero había quedado con Samantha y prometió regresar 5 minutos antes para hablar si lo necesitaba. Tom resopló y metiéndose las manos en los bolsillos se dirigió al patio a dar un paseo. Arrugó la frente al ver una melena castaña pasar con cierta rapidez, Georg Listing parecía tener mucha prisa. Iba con paso decidido y le miró intrigado, maldiciendo por lo bajo al ver que iba tras Bill.
No se lo pensó dos veces y echó a correr adelantando a Georg, llegó donde Bill estaba y le cogió por la muñeca sin mediar palabra.
—Ven conmigo—murmuró con tono duro.
—Ah… ¿ahora me hablas? —preguntó Bill con ironía.
Tom le ignoró y sin soltar aún su agarre se lo llevó en dirección contraria de Georg.
—Puedes soltarme, sé andar yo solito—dijo Bill forcejeando.
Tom le ignoró de nuevo y buscó un rincón donde pudieran hablar sin que nadie les molestase. Se dirigió a una zona alejada del patio y una vez allí le soltó. Se le quedó mirando, sabiendo que se le venía encima una buena…
—Llevas toda la mañana ignorándome, no sé que he hecho mal para que me trates así—estalló Bill sin poderse contener—Estás como al principio, frío y distante. Pensé que tras todo lo que hemos vivido y compartido, empezabas a tratarme como a un amigo….y no como al marginado que siempre has hecho que fuera…
Dolía escuchar la verdad. Siempre había tratado mal a Bill solo porque era diferente a él y a los demás, pero en ese tiempo que habían convivido había descubierto que era muy frágil y le había vuelto a hacer daño. Una vez más.
Resopló y se maldijo por ser tan burro, había sido un sueño al fin y al cabo, no tenía que pagar con Bill su mente calenturienta. Además, fue él quien le besó, el que dio el primer paso así que si empezaba a sentir algo que jamás pensó sentir, era solo culpa suya y de nadie más.
—Lo siento mucho—dijo para sorpresa de Bill—Tuve un mal sueño y no he logrado aún sacármelo de la cabeza, pero que ya estoy bien. Siento mucho haberte tratado de esta manera.
—Cuando era pequeño y tenía una pesadilla, mi madre me abrazaba con fuerza—empezó a contar Bill—Me besaba en la mejilla y me pedía que le contara lo que había soñado, que sacara mis miedos fuera y entonces se pasaba. Hablar ayuda, y si quieres contármelo…
Tom negó con la cabeza de inmediato, si le decía lo que había soñado se reiría en su cara.
—Tranquilo, ya se me ha pasado—le aseguró.
Bill asintió suspirando, le hubiera gustado que confiara en él y le contara que era eso que tan mal le había hecho sentir, pero bueno, era muy pronto para que se contaran sus sueños, hacía poco tiempo que llevaban conviviendo juntos y dejado atrás un pasado de peleas e insultos…
Terminado el recreo regresaron a clase y nuevamente les cayeron deberes extras que aceptaron sin decir nada. Estarían ocupados toda la tarde y tras comer una vez más Simone les estuvo observando mientras estudiaban en la cocina.
Así pasaron los días, por la mañana iban a clase y por la tarde hacían los deberes que les imponían, con el tiempo el castigo se les fue poco a poco levantado al ver que no solo los hacían todos sin rechistar sino que incluso sus notas habían mejorado. Y eso tuvo su pequeña recompensa.
—Quería deciros que no puedo estar más orgullosa de vuestro comportamiento—le dijo Simone una mañana mientras desayunaba—Y como premio esta tarde nos vamos de compras y os dejo salir este fin de semana.
Tom miró a su madre realmente asombrado, apenas habían pasado 2 semanas desde el incidente del porro y pensaba que iban a pasar meses hasta que pudiera poner un pie en la calle. Pero habían trabajado duro y Bill sobretodo, quien gracias a su ayuda sus notas habían subido y tas lo pasado él más que nadie se merecía todo tipo de compensación.
Ese día era viernes y nada más llegar a clase enseguida acordaron con Andreas hacer algo esa tarde.
—He quedado con Samantha pero seguro que no le importa que cambiemos los planes—explicó Andreas.
— ¿Qué tal te va con ella? —preguntó Tom, sintiendo que hacía días que no hablaban.
—Muy bien, he tenido mucha suerte de conocerla—contestó sonriendo Andreas—Podíamos quedar esta noche los 4 y así os vais conociendo.
Tom asintió sonriendo, más porque había incluido a Bill en esos futuros planes. Con el tiempo Andreas ya no pensaba tan mal de él y había visto que no era tan raro como ellos pensaban, una vez que se le conocía Bill podía llegar a ser muy simpático.
Ese día en el recreo decidieron escaparse un poco a fumar a escondidas. Ya no iban a los baños, tras lo pasado la última vez se buscaron un nuevo rincón apartado. Bill iba con ellos, a decir verdad Tom casi se lo había llevado a rastras. No había día que no le dejara a solas por miedo a que tuviera una recaída, cada vez que alguien se les quedaba mirando inmediatamente Tom se ponía delante como desafiándolos a que se acercaran. No pensaba permitir que nadie más se aprovechara de Bill.
Tras la última clase se despidieron de Andreas hasta la noche y recogiendo sus mochilas salieron de clase.
—Suerte que ya no tenemos tantos deberes—murmuró Bill suspirando—Solo de mates, ¡aunque están empezando a gustarme!
— ¡Espera! Me he dejado el libo de matemáticas-dijo Tom resoplando por lo bajo.
—Pues ve a por el, yo te espero aquí—murmuró Bill apoyándose en la pared.
Tom asintió y echó a correr de regreso a clase. Mientras esperaba Bill cerró los ojos suspirando, pensando en que ese domingo volvería a ver a su madre. Sería su tercera visita, la anterior fue igual de corta que la primera y no sabía si alguna vez podría pasar más tiempo con ella. Tenían muchas cosas de que hablar, pero siempre que trataba de sacar el delicado tema de “hasta cuando se iba a quedar ahí encerrada” , Elizabeth cambiaba de tema y terminaba hablándole de sus estudios o de lo bien que le trataban en su nueva casa.
Tan concentrado estaba que no vio a la persona que se le acercaba, solo sintió que le agarraban con fuerza de un brazo y tiraban de él con brusquedad.
— ¿Tom? —susurró abriendo los ojos.
—Me importa una mierda si ahora te has echado novio, pero te necesito—dijo Georg sin soltarle—He tenido una mala semana y no te has dejado ver mucho sin el idiota de Tom pegado a tus talones. ¿Qué pasa? ¿Tan bien se la chupas que no te puede dejar un rato a solas?
Bill trató de soltarse pero le fue imposible, Georg le arrastraba hacia la salida. Sabía donde se dirigía, tenía el coche aparcado fuera y hacia allí le llevaba. No era la primera vez que se lo montaba en su coche, solían ir a una calle apartada y allí mismo se lo trabajaba, inclinado sobre la palanca de cambios.
— ¡Eh, tú!
Georg se volvió fulminando a Tom con la mirada.
—Serán solo 10 minutos, ¿puedes estar ese tiempo si tu novio? —preguntó Georg entre risas.
—Suéltale—siseó Tom, sintiendo que la sangre le hervía.
No sabía explicarlo, pero sentía unos celos irrefrenables al ver la manera en la que Georg estaba tocando a Bill.
—Vaya, que gallito—dijo Georg sin soltar a Bill en ningún momento—Ven a por él, si tienes huevos.
No se lo tuvo que decir dos veces, Tom dejó caer su mochila al suelo y dio un paso en dirección a Georg con un puño en alto. Entonces Bill decidió intervenir, se soltó del agarre de Georg y se interpuso en su camino.
— ¡No lo hagas Tom! —suplicó—Solo lograrías que te expulsaran.
Tom maldijo por lo bajo, tenía mucha razón. Un altercado más y sería expulsado de inmediato, y no le quería dar un disgusto así de grande a su madre.
—No te preocupes—dijo Georg riendo—Cuando quieran arreglamos cuentas fuera.
Y dando media vuelta se fue, no sin antes lanzarle un beso a Bill. Tom hizo amago de ir a por él, pero nuevamente Bill se interpuso en si camino y le frenó poniéndole una mano en su hombro.
—No hagas nada que luego puedas lamentar—dijo Bill con firmeza—Georg es un imbécil, no merece la pena.
Tom gruñó como respuesta y recuperando su mochila salió del instituto seguido de Bill. Regresaron a casa en silencio, o al menos por parte de Tom. Bill no hacía más que insistirle en que no pensara por un momento en pelearse con Georg, que era más fuerte que él y si su madre le veía llegar a casa con un labio partido se iba a disgustar mucho.
Pero Tom no le escuchaba, solo podía pensar que si alguien más volvía a ponerle una mano encima a Bill se las tenía que ver con él. A partir de ese momento, se juró a sí mismo no dejar que nadie tocara algo que…que le pertenecía…
Porque en el fondo lo sabía, había nacido algo muy fuerte entre él y Bill imposible de evitar…
Continuará…