Capitulo 16
Al día siguiente Tom se despertó con una amplia sonrisa. No podía evitarlo, fue darse la vuelta y ver a Bill durmiendo en su cama al lado y sonreír al recordar los besos que se habían dado. Le había gustado, y mucho. Tenía que admitir que Bill le atraía y tenía muchas ganas de estar con él, de compartir su tiempo y empezar a conocerlo.
Se le quedó mirando dormir, moverse en sueño y ponerse de costado mostrándole su cara. Dormía plácidamente ajeno a que le estaba espiando, con la mirada fija en sus labios. Sonriendo al verle separarlos y hacerlo él en sueño. ¿Soñaría con sus besos?
Él sí que lo haría, a partir de eses momento todas las noches se iría a la cama con el dulce recuerdo del sabor de Bill en sus labios.
Suspiró y decidió levantarse, sabía que su madre le habría contado a su padre el incidente de la noche anterior y seguro que le caería una buena encima por haberse defendido. Gracias a la mentira de Bill había quedado como un idiota, pero eso era mejor que sus padres supieran el verdadero motivo de su pelea con Georg. Y esperaba no encontrárselo a solas el lunes en el recreo, porque fijo que le partía la cara. Con que le dirigiera una lasciva mirada a Bill iría a por él sin pensárselo.
Bajó a la cocina y tal y como se temía su padre le hizo sentarse mientras le recomendaba que usara más la cabeza y no dejara guiar por sus sentimientos. Escuchó en silencio su sermón, tratando de no pensar en cuando encontraría un momento para estar a solas con Bill y poder declararle cuáles eran sus sentimientos.
Y el momento llegó esa misma tarde, sus padres salieron a dar un paseo y ellos se quedaron recogiendo la mesa y fregando los platos usados. Una vez terminado fueron al salón a ver un rato la tele, se sentaron juntos en el sofá pero en vez de encender la tele Tom se apoderó del mando y Bill se le quedó mirando.
— ¿Qué pasa? —preguntó sin entender.
— ¿No crees que deberíamos hablar sobre lo que pasó anoche? —preguntó Tom a su vez.
—No me apetece hablar de Georg en estos momento—murmuró Bill cruzándose de brazos.
—No…no me refiero a Georg—aclaró Tom carraspeando.
Bill sonrió sin poder evitarlo y se le acercó más en el sofá, poniendo una mano sobre su rodilla.
—Solo fue un beso, Tom—dijo restándole importancia.
— ¿Solo un beso?—repitió Tom estallando sin querer—No, ha sido un beso maravilloso que me ha hecho sentir cosas que jamás creí que pudiera llegar a sentir por otro chico. Tengo que admitirlo Bill, me gustas mucho y espero que el beso haya significado algo más para ti porque si me estás mintiendo como tan bien se te da hacer me vas a hacer mucho daño.
Sentía que le faltaba el aliento, pero las palabras salieron de su boca sin que pudiera hacer nada para frenarla. Porque estaba empezando a pensar que Bill se estaba riendo de él, que el beso de la noche anterior no significó nada y que solo lo hizo porque le apeteció en esos momentos y él fue muy tonto que cayó en sus redes y se dejó.
—Piénsalo muy bien Tom—dijo Bill poniéndose muy serio—Tú y yo somos muy distintos, tal vez mi beso solo te ha confundido y realmente no sientas nada por mi ni ningún otro chico.
—Sé lo que siento—susurró Tom también muy serio—Me gustas mucho, y te lo repetiré todas las veces que hagan falta para que lo comprendas y…
No pudo seguir hablando, Bill se había apoderado de nuevo de sus labios y le besaba hambriento. Suspiró aliviado y abrazándolo le hizo inclinarse sobre él al tiempo que se recostaba en el sofá.
Pasaron la tarde haciéndose arrumacos el uno al otro, hablando de futuros planes mientras se miraban a los ojos y se besaban de vez en cuando. Solo se separaron cuando escucharon la puerta de la calle y regresaron los padres de Tom. Entonces Bill se levantó con rapidez y simuló estar leyendo la primera revista que encontró sobre la mesita baja que tenía delante mientras que Tom encendía la tele en el primer canal que pilló.
Esperaron en silencio hasta que Gordon entró en el salón, Simone se había quedado hablando con una vecina y Gordon aprovechó para hablar a solas con los chicos.
— ¿Ocurre algo? —preguntó Tom extrañado.
— ¿Sabes qué día es mañana? —preguntó Gordon en voz baja.
— ¿Domingo? —contestó Tom aún sin comprender.
—Mañana es el cumpleaños de tu madre—aclaró Gordon—Sabía que se te iba a olvidar.
—No…es que no me acordaba que mañana es 20—se justificó Tom.
—Tu madre quiere que hoy cenemos todos fuera….y tú también estás invitado, claro—dijo Gordon dirigiéndose a Bill.
Bill se le quedó mirando sin saber qué decir, la verdad es que no se esperaba que le invitaran a algo tan familiar como era celebrar el cumpleaños de Simone.
—No le he comprado a mamá, mejor que vaya ahora—dijo Tom poniéndose en pie— ¿Y tú qué le vas a regalar?
—Un ramo de rosas, mañana por la mañana lo trae un repartidor—contestó Gordon.
— ¿Solo eso? —preguntó Tom arrugando la frente, pensando que su padre no era para nada romántico.
— ¿Y qué más le puedo regalar? —preguntó Gordon a su vez.
— ¡Pues una joya! —exclamó Tom desesperado.
Gordon asintió en silencio. Sabía que su hijo tenía mucha razón, un ramo de flores se estropearía al cabo de unos días y no quedaría nada del regalo. En cambio una joya…Simone se la pondría todos los días. Y se lo debía, por hacerle pasar por lo que estaban pasando, por engañarla y no decirle que Bill era su hijo y le hizo mucho daño en el pasado.
—Dame dinero y le compro yo algo—se ofreció Tom—Fijo que si te vas ahora de compras mamá se huele algo y no parará hasta sacártelo.
Gordon asintió de nuevo, su mujer siempre terminaba sonsacándole la verdad. Suerte que con el tema de Bill iba con pies de plomo y con lo poco que le había explicado se había conformado. Suspiró y sacó la cartera, acababa de sacar dinero y le dio a Tom 150€ esperando que fuera bastante.
—Genial, con esto fijo que encuentro algo—dijo Tom guardándose el dinero.
—Cómprala un anillo—murmuró Gordon—Me fío de tu gusto, ya sabes que a tu madre le gustan de oro blanco. Ve a la joyería del centro comercial, el dueño es amigo mío y si no te llega el dinero me llamas y yo hablo con él.
Tom asintió y miró a Bill, quien había permanecido todo ese tiempo en silencio.
— ¿Me acompañas, verdad? —preguntó.
Bill asintió con la cabeza y tras recoger ambos una cazadora y una sudadera salieron a comprar los regalos de cumpleaños. Por el camino se encontraron con Andreas que regresaba de ver a Samantha.
— ¿Qué te ha pasado? —casi gritó al ver la mejilla de Tom.
—Georg—gruño Tom como respuesta.
— ¡Será imbécil! Sabía que un día de estos se ganaría una buena—gruñó a su vez Georg.
—Vamos al centro comercial a comprarle algo a mi madre por su cumple, ¿te vienes? —preguntó Tom sin ganas de hablar del por qué se había pegado con Georg.
— ¡Claro! Samantha tenía que estudiar y no tengo nada mejor que hacer—contestó Andreas asintiendo.
Se pusieron en marcha y 15 minutos después entraban en la joyería que el padre de Tom les había dicho. Tom preguntó por el dueño y tras explicarle quien era su padre y lo que buscaba enseguida se vio mirando anillos perfectos para su madre.
Mientras Bill y Andreas esperaban fuera. Andreas miraba el escaparate gimiendo al ver los precios de las joyas ahí expuestas, como le gustaría regalarle algo a Samantha pero con esos precios mucho se temía que se iba a tener que pasar 2 años ahorrando toda su paga.
— ¿Puedo pedirte un favor? —preguntó Bill de repente.
— ¡Claro! dime—dijo Andreas volviéndose.
Bill no sabía cómo sacar el tema, pero se le terminaba el tiempo. Tom pronto saldría de la joyería y no quería pedirle el favor a Georg delante de él. Cogió aire y fue directo al grano.
—Necesito dinero—empezó a decir en voz baja—Me gustaría comprarle un regalo a la madre de Tom y no tengo mucho dinero.
Andreas le escuchaba perplejo. ¿Le estaba pidiendo dinero? ¿Quería eso decir que si…si se dejaba hacer…que si quería que Bill le hiciera….a cambio de dinero?
—Por favor contéstame rápido, no quiero que Tom salga y nos pille—pidió Bill en voz baja.
—Oye Bill, yo…me siento muy halagado la verdad—susurró Andreas carraspeando—Pero a mí no me van esas cosas. Quiero decir que comprendo tu situación y no te juzgo, pero conmigo me temo que no tienes nada que hacer. Lo siento.
Bill tardó un segundo en saber lo que le estaba diciendo. Se sonrojó hasta las orejas, no sabía que Andreas también estaba enterado del tema.
— ¿Te lo ha dicho Tom? —preguntó en voz baja.
—No, tranquilo—le tranquilizó Andreas—Nosotros….te seguimos un dio y te vimos con…con Georg.
Bill asintió en silencio. Claro, así fue como Tom se enteró de todo, estaba intrigado y solo hizo lo más fácil: seguirle y espiarle. Lo raro era que no lo hubiera hecho nadie más, se la estaba jugando por no tener nada de cuidado.
—Y no te preocupes por el dinero, te lo presto y no hace falta que me lo devuelvas—dijo Andreas sacando la cartera.
—Un día lo haré, te lo prometo—aseguró Bill— Y por favor no le digas nada a Tom, no quiero que sepa que he necesitado dinero y no se lo he pedido a él. Quiero que sea una sorpresa.
—Pues habérselo pedido a su padre, seguro que te lo prestaba encantado—dijo Andreas como si nada.
—No—negó Bill con firmeza.
— ¿Y por qué no?—preguntó Andreas, sorprendido por su tono de voz.
—Porque no quiero deberle nada—murmuró Bill.
Andreas no supo que contestar, abrió la cartera y le pasó 40€ con disimulo que Bill aceptó y guardó en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Esperaron en silencio hasta que Tom se reunió con ellos. En sus manos llevaba una bolsita negra con el logotipo de la tienda.
—Mi madre se va a caer muerta—explicó Tom sonriendo—Y mi padre me debe una muy grande. Ahora solo falta que yo le compre algo.
— ¿Qué tienes en mente? —preguntó Andreas.
—Algo de ropa, creo—contestó Tom suspirando—No tengo mucho dinero y ya es bastante con una joya.
—Entremos ahí—dijo Andreas señalando una tienda.
Tom asintió y mientras nuevamente pedía ayuda a la encargada de la tienda Andreas se llevó a Bill a un lado.
—Distraeré a Tom mientras tú compras algo—explicó en voz baja.
— ¿Y qué compro? —preguntó Bill desesperado—No conozco los gustos de Simone.
—Un pañuelo para el cuello, un foulard—dijo Andreas al momento—El color favorito de Simone es el verde, y le gusta mucho llevarlos. Verás como aciertas.
Bill sonrió y le dio las gracias en voz baja. Vio como Andreas se reunió con Tom y mientras le mantenía distraído se acercó al puesto de pañuelos y escogió uno de cachemir verde tal y como Andreas le había recomendado. Mientras pagaba en caja y pedía que se lo envolviera para regalo no pudo evitar pensar en lo fácil que le habría resultado robarlo. Pagar 50€ por un pañuelo era una verdadera vergüenza, la verdad.
Pero le había prometido a Tom no volver a sus viejos hábitos y el regalo era para Simone, y estaba seguro que se disgustaría mucho si se enteraba que le estaba regalando algo robado,
Suspiró y guardándose el paquete en el bolsillo interior de su cazadora con cuidado de que no se arrugara se reunió con Andreas y Tom, quien había escogido para su madre una camisa blanca de manga larga.
Una vez hechas las compras se despidieron de Andreas y regresaron a casa a tiempo de cambiarse para la cena. Mientras que su madre se arreglaba Tom pudo pasarle a su padre el regalo que le había cogido. Gordon sonrió y se lo guardó en el bolsillo de la americana.
—Tom, sé que es mucho pedírtelo pero procura ir bien vestido—dijo Gordon en voz baja—Vamos a ir a un buen restaurante y…
—Lo sé, lo sé—gruñó Tom.
Sus padres nunca le habían negado que se vistiera de esa manera, con ropa 2 veces más grande que la talla que usaba pero sabiendo que esa noche su madre quería que todo saliera bien haría un gran esfuerzo y escogería la ropa menos llamativa que tenía.
Aprovechó que Bill aún se estaba arreglando el pelo para abrir el armario y sacar unos vaqueros negros que conjuntó con una camiseta también negra con el estampado más discreto que encontró. Se recogió las rubias rastas en una coleta como siempre y se puso un gorro de lana gris y negro dejando sobre la cama una de esas gorras que siempre llevaba.
Se estaba calzando unos playeros también negros cuando la puerta de la habitación se abrió y Bill entró por ella. Llevaba el pelo perfectamente liso, se lo había lavado y esas mechas rubias que llevaba destacaban entre el negro del resto de su pelo.
Vestía todo de negro al igual que él, solo que sus vaqueros eran demasiado estrechos y su camiseta no llevaba dibujo alguno. Calzaba unas botas vaqueras también negras con algo de tacón, y en su muñeca lucía varias pulseras de plata, como el colgante en forma de cruz que al cuello llevaba.
Se quedó sin habla, mirándole de arriba abajo sin poder pestañear.
—Tú también estás muy guapo—dijo Bill entrando del todo en la habitación.
Dejó su neceser sobre la cama y cogió la cazadora de cuero que había dejado sobre ella, poniéndosela con cuidado de nos despeinarse mientras que Tom terminaba de calzarse.
Una vez hecho Tom se levantó con rapidez y tras dar una patada a la puerta para cerrarla cogió a Bill del brazo y le hizo girar, apoderándose de sus dulces labios.
—Hey…me vas a estropear el maquillaje—gruñó Bill contra sus labios.
—Lo siento pero…es que está muy guapo—dijo Tom con sinceridad.
—Pues para tus impulsos, no creo que a tus padres les guste que nos lo montemos sobre la mesa del restaurante—rió Bill en voz baja.
— ¿Te imaginas? —preguntó Tom gimiendo contra sus labios.
—Yo tumbado de espaldas sobre la mesa…tú tirando al suelo las copas y platos….—susurró Bill entre beso y beso.
—Ssssshhhh…..no me des ideas—gimió Tom desesperado.
Porque si seguía hablando, Tom no sabía si sería capaz de contenerse y no tumbarle sobre una de las camas para hacerle el amor suavemente.
Siguieron besándose hasta que escucharon a sus padres llamándoles, entonces se separaron tras darse un último y profundo beso. Bill sonrió y cogiendo su neceser de nuevo se acercó al espejo que había en la habitación y dio cacao a sus labios de nuevo.
Continuará…