Capitulo 18
Gordon no daba crédito a sus ojos, sus dos hijos revolcándose en la cama, sus labios bien cerca y abrazados con firmeza. Sintió que le hervía la sangre y mirando fijamente a Bill dio dos pasos y le cogió con firmeza del brazo. Tiró de él sacándole de la cama mientras que Tom se levantaba sin saber qué decir o hacer.
Le sacó de la habitación a rastras y bajó las escaleras. Simone estaba en su dormitorio y no quería que viera lo que había pasado o que escuchara la bronca que le iba a echar a ese hijo del que no tenía ni idea.
Entró en la cocina sin soltar a Bill y le hizo mirarle.
— ¿Qué demonios estabas haciendo con Tom? —gritó zarandeándole con fuerza—Me da igual que seas gay y te gusten los chicos, pero…¿te has vuelto loco o qué? ¡Con tu propio hermano!
Bill le escuchaba temblando de miedo, jamás había visto a Gordon gritarle ni tratarle de esa manera.
— ¿Es que no me oyes? ¿Cómo has podido Bill? ¿Estás enfermo o qué?-siguió gritando Gordon— ¡Que me contestes, joder!
No pudo controlarse y al ver que no le decía nada le abofeteó con todas sus fuerzas.
— ¡Gordon! —exclamó Simone asustada.
Gordon se giró con rapidez viendo a su mujer en la puerta de la cocina. A su lado Bill respiraba con dificultad llevándose una mano a la mejilla que sentía palpitar contra su palma. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, una de ellas ya bajaba hasta sus labios y él se la tragó con rabia.
— ¿Se puede saber qué ha pasado? —interrogó Simone a su marido—¿Qué ha hecho Bill para que se mereciera esa bofetada?
Gordon se mordió el labio, no podía confesarle a su mujer que acababa de pillar a su hijo besándose y revolcándose por la cama con otro chico, que resulta que era su hermano. Pero no sabía qué historia contar y Bill parecía que no quería colaborar. A él se le daba muy bien mentir, pero en esos momentos podía sentir como le odiaba con toda su alma y que por él no iba a mover ni un solo dedo.
—Ven conmigo Bill—llamó Simone al ver que su marido no le hablaba—Pondremos hielo en esa mejilla antes de que se hinche y mientras me puedes contar lo que ha pasado.
—Mamá…no ha sido nada—intervino Tom.
Había salido tras Bill y su padre en cuanto se recuperó de la impresión, su madre iba delante de él y mucho se temía que se iba a producir una discusión de órdago. Y no iba mal encaminado…claro, que jamás iba a imaginarse que su padre fuera así de violento como para querer pegar a Bill, más después de saber lo mal que lo estaba pasando y lo difícil que había sido y era su vida.
—Tom, regresa arriba—ordenó Gordon mirando a su hijo.
— ¿Y si no lo hago, qué? —se encaró Tom a su padre—¿Vas a pegarme, como a Bill?
—Bueno, ya está bien—dijo Simone con firmeza—Bill, coge un poco de hielo y sube arriba con Tom. Y ponte algo encima del pijama, no cojas frío. Mi marido y yo tenemos que hablar.
—Hablaremos Simone—suspiró Gordon, sabiendo que había llegado la hora de contar toda la verdad—Pero que Bill se quede en el salón. No quiero volverle a ver cerca de Tom.
Simone miró extrañada a su marido, no le reconocía. Jamás había pegado a Tom ni Tom le había hablado de esa manera. Algo muy grave debía haber pasado para que su marido estuviera tan furioso como lo estaba.
Bill obedeció en silencio, se deshizo del agarre de Gordon y cogió un poco de hielo que envolvió en un paño. Salió de la cocina y se dirigió al salón sin atreverse a dirigir la mirada a Tom, Gordon le miraba fijamente con el ceño fruncido. Se dirigió al sofá y en el se sentó resoplando al tiempo que se colocaba el paño contra su mejilla con cuidado.
La había cagado, mucho se temía que le iban a echar de casa ese mismo día…
Una vez a solas, Gordon entró en la cocina con su mujer y cerró la puerta tras ellos. Le indicó una silla y él se sentó en la otra cruzando las manos sobre la mesa. Simone esperaba en silencio que hablara, y sabía que por más que tratara de ganar tiempo mirando al vacío no iba a lograr nada.
—Simone yo…lo siento mucho—murmuró al cabo de unos minutos.
—Deberías pedirle perdón a Bill, no a mí—aclaró Simone—Aún no sé que ha podido pasar para que le pegaras.
—He pillado a Bill besándose con Tom en su propia cama—soltó Gordon casi sin respiración.
— ¡¿Qué?! —gritó Simone sin querer.
—Subí para decirles que se levantaran y al abrir la puerta los he visto a los dos sobre la cama, besándose—explicó Gordon sin atreverse a mirar a su mujer—Estaban…estaban revolcándose por la cama, a saber que hubieran hecho si yo no llego a entrar.
— ¿Te has enfadado porque resulta que tu hijo es gay? —preguntó Simone desconcertada— ¡Gordon! Debemos apoyar a nuestro hijo sea cual sea su orientación sexual, de la forma que has actuado no le has ayudado mucho, es como si renegaras de él, como si no le comprendieras ni quisieras hacerlo. Y Bill es un buen chico y…
—Y es hijo mío— dijo Gordon al fin.
Simone abrió la boca sin decir nada. ¿Había escuchado bien? ¿Bill hijo de su marido?
—No…no puede ser—logró decir en voz baja.
—Lo es Simone, lo siento mucho—dijo Gordon sin atreverse a tocar a su mujer—Te lo tenía que haber dicho desde el principio, conocí a su madre hace tiempo cuando tú y yo tuvimos una fuerte discusión. Elizabeth es…era prostituta y en esos momentos yo la necesitaba y estaba muy borracho. Jamás supe que la había dejado embarazada hasta que hace unas semanas recibí una llamada de la policía para contarme que sería encarcelada por 7 años por tráfico de drogas y que si no me hacía cargo de Bill iría a parar a un reformatorio o algún sitio peor y yo…no pude decir que no…
Dejó de hablar para tomar aire, en todo ese tiempo su mujer había permanecido en silencio con los ojos llenos de lágrimas. Ya había terminado de relatar la historia porque tampoco había mucho que contar, y no sabía que iba a pasar a continuación, si le iba a perdonar porque habían pasado muchos años y le seguía amando y el amor lo podía todo, o…
—Vete—susurró Simone con la voz ahogada.
—Cariño, no…
— ¡No vuelvas a llamarme cariño! —estalló Simone—Recoge tus cosas y vete de casa. No quiero volver a verte…me has hecho mucho daño…
Simone rompió a llorar sin poder evitarlo, no quería hacerlo delante de Gordon pero era tanto el daño que le había hecho que sentía que algo le desgarraba por dentro.
Gordon se levantó en silencio y salió de la cocina sintiendo que él también iba a echarse a llorar. Lo había estropeado todo, sabía que tenía que haberle contado la verdad a su mujer el primer día, no cuando apareció con Bill en casa hacía apenas unas semanas, sino cuando a la mañana siguiente de haber estado con Elizabeth lo recordó todo al despejarse su cabeza de la gran resaca que tenía. Pero había estado a punto de perder a Simone por una tonta pelea y tenía miedo que si le contaba lo que había pasado le iba a dejar sin pensárselo dos veces.
Subió las escaleras y fue a su habitación. Sacó una maleta y metió en ella algo de ropa, la suficiente porque sabía que iba a pasar una larga temporada antes de que pudiera tratar de hacer algo para que Simone le perdonara.
Una vez hecha la maleta salió de la habitación y se encontró a Tom en la puerta de la suya. Por suerte no había escuchado la conversación que había mantenido en la cocina, sus ojos estaban clavados en la maleta que llevaba en una mano y podía ver el miedo y la confusión en ellos.
—Solo va a ser por unos días—murmuró Gordon sonriendo con esfuerzo.
—Papá yo…quiero a Bill—soltó Tom para desgracia de Gordon—Sé que puede chocarte escuchar que ame a otro chico, pero no lo puedo evitar.
—Pues tendrás que hacerlo—dijo Gordon procurando no gritar.
Tom iba a replicar cuando su padre dio dos pasos hacia él y le abrazó con fuerza.
—Cuida de tu madre—le pidió Gordon.
Soltó a su hijo y bajó las escaleras. De la cocina le llegaban unos sollozos ahogados, y en el salón Bill le miraba sin comprender que había pasado. Gordon negó con la cabeza y cogiendo las llaves del coche salió de la casa.
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Media hora después Simone se secaba las lágrimas. Ya había pasado, nada de lo que ella pudiera hacer haría que cambiara nada. Bill seguiría siendo hijo de Gordon y… ¿se había estado besado con Tom, con su propio hermano? ¿Por eso le había pegado Gordon? Pero a lo mejor Bill no sabía nada, ni Tom tampoco. Se habían enamorado sin saber que les unía un lazo muy fuerte imposible de romper. Mucho se temía que iba a tener que hacer algo para que esa relación no llegara a buen término….
Con esa idea en mente se levantó y viendo lo tarde que era se puso a preparar el desayuno. Había pensado hacer algo especial por ser su cumpleaños pero no estaba de humor y mucho se temía que Bill y su hijo se iban a tener que conformar con un poco de café y unas tostadas con el pan duro del día anterior.
—Mamá, ¿te echo una mano?
La voz de su hijo le asustó, Simone se volvió con rapidez y sonrió con esfuerzo para que no viera todo lo que estaba sufriendo.
—Ve poniendo la mesa, cariño—pidió Simone procurando que no le temblara la voz—Y llama a Bill para que te eche una mano.
— ¿Por qué se ha ido papá? —preguntó Tom sin poderse contener— ¿Ha sido por mí?
—Lo hablamos tras el desayuno, ¿vale? —dijo Simone.
Tom asintió y fue a por Bill, arrugó al frente al ver como sujetaba un paño con hielo contra su magullada mejilla. Se sentó en el sofá a su lado y levantando una mano le retiró un mechón de pelo tras la oreja.
— ¿Te duele? —preguntó en voz baja.
Bill negó con la cabeza, la verdad es que con todo lo que había pasado, el dolor que sentía en su mejilla no era nada comparado.
—Mi padre se ha ido de casa Bill—explicó Tom suspirando—Creo que no ha encajado bien que me haya enamorado de ti. Al parecer no acepta que yo sea gay…o no lo sé, mi madre me ha dicho que luego lo hablamos pero yo creo que no hay nada que explicar. No me quiere comprender, y punto.
Se levantó y cogiendo de la mano a Bill le ayudó a ponerse en pie. No pudo resistirse y se apoderó de sus labios, besándole con suavidad en ellos.
—Tom…no…—susurró Bill contra sus labios.
—Lo siento—se disculpó Tom en voz baja.
No había podido reprimirse, sabía que hasta que las cosas se calmaran él y Bill iban a tener que evitar mostrarse afectuosos, y hasta que pudiera volver a besarle iba a pasar mucho tiempo, así que…ese sería su último beso, de momento.
El desayuno transcurrió en un frío e incómodo silencio. Simone no tenía hambre y apenas tocó su plato, Bill solo se tomo un vaso de leche sin atreverse a levantar la mirada del plato y Tom no dejaba de pensar que sus vidas iban a dar un giro de 180º.
Cuando terminaron Simone no pudo callar por más tiempo y mirando a su hijo le cogió una mano por encima de la mesa apretándosela con cariño.
—Tom, tu padre…se ha ido de casa—empezó a decir Simone—Hemos discutido y…bueno, le he pedido que se fuera.
—Pero… ¿por cuánto tiempo? —preguntó Tom sintiendo la garganta seca—¿Habéis discutido por mi culpa?
—No cariño, no—apuntó Simone con firmeza—Ha sido por otra cosa. Pero debes saber no te juzgo y que siempre tendrás mi apoyo…pero os pediría que por favor, no hagáis nada de lo que más tarde os pudierais arrepentir. Aún sois muy jóvenes, no vayáis con prisas.
—Mamá, Bill y yo nos amamos—dijo Tom muy serio—Jamás me arrepentiré de nada de lo que haga con él.
Los ojos de Simone se llenaron de lágrimas y Bill lo vio. Se maldijo por lo bajo, por su culpa una familia estaba destruida, Tom estaba sufriendo mucho y era por culpa de sus mentiras, le había ocultado el verdadero motivo por el que Gordon le había llevado a vivir allí, y que eran hermanos y entre ellos no podía haber nada. Que todo había empezado por un capricho suyo, por ver si era capaz de hacer caer rendido a sus pies a aquel chico de clase al que tanto odiaba…
No, no podía quedarse con los brazos cruzados.
—Tom…tu madre tiene razón—empezó a decir—Somos muy jóvenes aún, nuestra primera vez tiene que ser muy especial, y si lo hacemos con prisas solo vamos a estropear nuestro momento. Debe ser algo que recordemos con mucho cariño, no hacerlo a escondidas y con miedo de ser pillados. ¿Me quieres?
—Con toda mi alma—confesó Tom.
—Entonces podrás esperar—dijo Bill desviando la mirada.
—Lo mejor sería que os separaseis—dijo Simone de repente—Quiero decir que uno de los dos duerma en el sofá solo por una temporada mientras que pensamos que vamos a hacer.
—Mamá, Bill y yo no vamos a hacer nada, te lo prometo—murmuró Tom—Díselo a papá, que nos queremos mucho pero que vamos a esperar a ser más mayores y…y que regrese a casa…
Simone se levantó y corrió a abrazar a su hijo. Bill los veía con lágrimas en los ojos, todo era culpa suya, de sus sucias mentiras…
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Dos horas después iba a ver a su madre con un gran nudo en el estómago. No tenían noticias de Gordon y Tom y su madre estaban muy tristes. Él había pasado el tiempo pensando que esa noche dormiría en el sofá o trataría de hacerlo sin dejar de pensar en la persona que descansaría en el piso de arriba, se moriría por ir a su lado para abrazarlo y consolarlo, pero algo se lo impediría. Su conciencia, hasta que no hiciera algo para que Tom fuera feliz de nuevo, no podía volver a tocarle.
Suspiró y se acomodó mejor en el asiento, el agente Jensen le llevaba esa vez a ver a su madre. Le había llamado tras el desayuno para pedírselo, no se le pasaba por la cabeza llamar a Gordon para que como todos los domingos fuera él el encargado de acompañarle mientras visitaba a su madre y esperarle. Y a Simone tampoco se lo podía pedir. Así solo le quedaba una persona, había tenido que mentir para no tener que dar explicaciones de por qué Gordon se había ido de casa, aparte de que si le contaba con quien se había estado enrollando era posible que terminara encerrado en la cárcel como su madre, pero él por incesto.
— ¿Tanto trabajo tenía Gordon que no ha podido acompañarte? —preguntó Jensen sin apartar los ojos de la carretera.
—Si…se ha retrasado o le han encargado algo a última hora, no me he enterado bien—contestó Bill encogiéndose de hombros.
—Ya…—murmuró Jensen— ¿Y qué te ha pasado en la mejilla? ¿Te has peleado?
Bill resopló como respuesta, se había aplicado un poco de maquillaje con suavidad en la mejilla que Gordon le había abofeteado pero a pesar de eso Jensen tenía unos ojos muy perspicaces y no se le pasaba nada por alto.
Continuaron en silencio y tras pasar por la rutina de todos los domingos de dejar sus pertenencias sobre una bandeja y dejarse cachear por un agente de policía, Bill se reunió con su madre.
— ¡Hola, cariño! —saludó Elizabeth abrazando con fuerza a su hijo.
Bill se estremeció en brazos de su madre, él también lo había pasado muy mal y necesitaba que alguien le abrazara, pero no tenía nadie. Necesitaba un fuerte abrazo de su madre, que le consolara y le dijera que no se preocupara, que hallarían la manera para poder estar con Tom y que nadie les señalara con el dedo. Pero eso era imposible, solo podía ocurrir en un bonito sueño….
— ¿Estás bien, Billa? —preguntó Elizabeth asustada.
Había sentido como temblaba en sus brazos y cogiéndolo por los hombros le hizo sentarse a su lado y que le mirara. Bill trató de desviar la mirada pero la mano de Elizabeth le sujetó con firmeza de la barbilla y le impidió que girase la cabeza.
— ¿Qué ha pasado, Bill? —preguntó Elizabeth my seria.
—Nada—susurró Bill.
—Sabes que a mí no puedes engañarme, te lo noto en la mirada—dijo Elizabeth sin soltar a su hijo—Estás muy triste, has llorado mucho y quiero que me lo cuentes todo.
Bill no puede callar por más tiempo y rompiendo a llorar le confiesa a su madre todos sus miedos. Elizabeth le abraza de nuevo y besa su pelo tratando de consolarle.
—Me he enamorado de Tom—sollozó Bill entre sus brazos.
— ¡Oh, Billa! —susurró Elizabeth.
—Lo siento mami, no lo he podido evitar—siguió sollozando Bill—Y Gordon nos ha descubierto y ha discutido con su mujer, se ha ido de casa y ahora ella y Tom están muy tristes. Y todo por mi culpa…
Elizabeth maldijo por lo bajo, el único culpable de esa historia era ella. Por haber mentido, por pensar que todo lo hacía por el bien de su hijo y solo había conseguido que derramara lágrimas. No podía permanecer sin hacer nada, debía contar la verdad para que nadie más volviera a estar triste y todo volviera a estar como estaba antes….
Se le partió el corazón al tener que dejar ir a su hijo en ese estado, el tiempo de visita había terminado y Bill continuaba llorando en sus brazos. Tuvo que separase de él y mientras le veía caminar cabizbajo se maldijo por haberle hecho tanto daño.
Regresó a su celda y una vez en ella pidió poder hacer una llamada urgente. No se la negaron cuando les explicó que tenía que hablar con el agente encargado de su caso, tenían órdenes de permitir que le llamase si necesitaba algo. Elizabeth se extrañó al saberlo, hasta que el mismo Jensen en persona le explicó que haría todo lo que estuviera en su manos por el bienestar de Bill, y eso le incluía a ella.
Era el único privilegio que tenía en esa prisión en la que se encontraba y no lo desperdició, cogió el teléfono y armándose de valor por una vez en la vida contó toda la verdad rezando para que no fuera demasiado tarde.
Continuará…
ay, estoy super emocionada por la gran acogida de este fic, a todos les tengo mucho cariño y este es uno de los que mas me ha gustado escribir y me siento muy halagada que haya tenido una muy buena acogida.
¿Que parasa con Bill y Tom? ¿Se separaran los padres, o podran reconciliarse tras lo pasado?
¿Que as en la manga se guarda la madre de Bill?