Gordon Kaulitz aparcó su coche en la entrada de la comisaría pero no se bajó de el. Sentía que le temblaban las piernas desde esa llamada que había recibido repentinamente. Elizabeth Trümper, una mujer con la que tuvo una aventurilla de una noche le llamaba desesperada para que se hiciera cargo del hijo de ambos.
No podía creérselo, 16 años pensando que solo tenía un hijo y de la noche a la mañana se encontraba con que eran dos, y de la misma edad…
Su mujer aún no lo sabía, pero cuando se presentara con el otro hijo en casa iba a poner el grito en el cielo. Estaban pasando un mal momento cuando decidió tener esa aventura de una noche, nunca volvió a ver a Elizabeth ni a saber nada de ella. Luego rehízo su vida con Simone, pasaron una noche de pasión y Tom fue el resultado. Jamás pensó que muy cerca de él crecía su otro hijo ajeno a lo que le rodeaba.
El rato que pudo hablar con Elizabeth descubrió que vivían a escasas manzanas de su casa e incluso sus hijos iban al mismo instituto. No podía terminar de creérselo…
Quince minutos después bajaba del coche, con quedarse en el quieto no iba hacer que retrocediera el tiempo. Entró en comisaría y tras identificarse pidió hablar con Jensen, el agente encargado del caso. Le hicieron esperar y se puso a pasear mirando con pena a la joven muchacha que sentada en una silla se limpiaba con las dos manos las lágrimas que bajaban por sus mejillas.
Sintió lástima por ella y en un arrebato sacó un pañuelo limpio y se lo ofreció con una sonrisa. La chica lo cogió en silencio y se lo pasó por ambas mejillas, tiñendo de negro el pañuelo. Se le había corrido el maquillaje pero parecía no importarle.
— ¿Señor Kaulitz?
Se giró al escuchar su nombre. Un agente de policía caminaba hacia él y le señalaba un rincón aparte para poder hablar a solas.
—Señor Kaulitz, sé que debe ser extraño para usted la llamada que recibió, pero es el único pariente cercano que le queda a Bill—explicó Jensen—Su madre pasará un mínimo de 7 años entre rejas por tráfico de drogas y él es menor de edad…
—Lo comprendo—murmuró Gordon.
—La señorita Trümper ya ha pasado a disposición judicial y ahora no puede hablar con ella. Puede llamarla en un par de días, querrá saber cómo se ha adaptado Bill a su nueva vida.
Gordon asintió suspirando, esperaba que su mujer no le matara cuando le viera entrar por la puerta de casa…
— ¿Y dónde está…Bill? —preguntó en un suspiro.
—Justo detrás de usted—señaló Jensen.
Gordon se volvió y buscó a su hijo con la mirada, pero no había rastro de él. Solo estaba esa chica que le miraba con los ojos llenos de lágrimas y una rara expresión en la cara.
—No le veo—murmuró Jörg mirando al agente.
—Es….está sentado en esa silla—señaló de nuevo Jensen, comprendiendo su confusión.
Gordon miró de nuevo y esa vez entendió…no era una chica la que estaba llorando como él había erróneamente pensado. Se había puesto de pie y entonces le pudo hacer un buen repaso. Lo que más le había confundido fue su pelo, lo llevaba rozándole los hombros, perfectamente liso y con unas mechas blancas repartidas aquí y allá. Sus ropas eran muy estrechas en comparación con la de su hijo. Una camiseta negra que le quedaba corta, dejando al aire un tatuaje en forma de estrella en su cadera derecha. Tan justa la llevaba que se le notaba que no era una chica, sus pechos no abultaban.
Llevaba unos pantalones de camuflaje de cintura baja, por el que se veía el elástico negro de los bóxers que llevaba. Calzaba unos playeros negros y del brazo llevaba colgada una cazadora vieja de cuero.
Su cara era todo un poema, una sombra negra enmarcaba sus castaños y tristes ojos, el rímel le bajaba en forma de ríos por sus bañadas mejillas…y sus largas y pintadas uñas no se quedaban atrás, aparte de los anillos y pulseras que llevaba.
En definitiva, Bill podía perfectamente pasar por su hija…
—Choca verle por primera vez, pero créame. Es su hijo, y se llama Bill—dijo Jensen entregándole un sobre—Aquí tiene la llave del apartamento donde vivían Bill y su madre, el alquiler está pagado hasta la semana que viene, tiempo suficiente para que el chico pueda recoger sus cosas y las de su madre.
Gordon asintió y viendo que ya no había nada más que decir o hacer se despidió de él. Caminó hasta su hijo y señaló la puerta con una mano. Bill asintió suspirando y tras ponerse de nuevo la cazadora le siguió con paso lento. Entró en el coche que le indicó y se cruzó de brazos mordiéndose los labios.
Llevaban ya un tiempo en silencio, cuando Gordon decidió romperlo ya incómodo.
— ¿Que te ha pasado? —preguntó refiriéndose a la señal que le recorría parte de una mejilla.
—Me han pegado—murmuró Bill sin mirarle.
Tenía la mirada fija en la ventanilla, reconocía el camino por el que iban y por un momento llegó a pensar que le iba a llevar al bloque de apartamentos donde vivía con su madre, pero su esperanza se esfumó cuando en vez de seguir recto giró a la derecha.
— ¿A dónde me lleva? —preguntó en un susurro.
—A mi casa, y llámame Gordon—pidió Gordon carraspeando.
Bill resopló como respuesta, lo llevaba claro si pensaba que le iba a llamar papá…
Metió una mano en el bolsillo de su cazadora y sacó unas gafas de sol que se puso de inmediato. Le molestaba la claridad del día.
— ¿Qué pasa con mis cosas? —preguntó mirando de nuevo por la ventanilla.
—Oh…claro. Podemos ir a por ellas esta tarde—contestó Gordon.
Siguieron el resto del camino en silencio y suspiró aliviado cuando llegaron a casa. Su mujer estaría haciendo la comida y su hijo regresando de clase, lo que hizo preguntarse qué estaría haciendo Bill en la calle a esas horas.
— ¿Hoy no has ido a clase? —preguntó Gordon tras apagar el motor.
—No—contestó secamente Bill.
— ¿Puedo saber el motivo? —insistió Gordon sin perder la calma.
Se conocían hacía apenas una hora, era normal que se mostrara así de frío…
—Me sentía mal—mintió Bill resoplando—Mi madre le puede hacer un justificante.
—Ya—murmuró Gordon.
Salió del coche suspirando, no sabía que era un chico tan…problemático, aunque después de saber donde había ido a parar su madre era comprensible. Dejó el coche bien cerrado cuando Bill salió de el y atravesaron el jardín.
Bill se quedó admirando la nueva casa en la que iba a vivir. Era pequeña, de dos plantas y con macetas con flores en todas las ventanas…
—Tengo alergia—murmuró de repente.
Gordon se giró y fijó la mirada en las ventanas, que fijamente miraba Bill.
—Bueno, las quitaremos—dijo asintiendo—Le diré a mi mujer que saque todas las plantas de casa…
—No son las plantas, es por los mosquitos, abejas y demás insectos—aclaró Bill.
—Oh…me tienes que contar si hay….alguna otra cosa importante más que deba saber—dijo Gordon rascándose la cabeza.
—Soy gay, ¿eso es importante, o le da igual? —preguntó Bill alzando una ceja.
Gordon puso una cara que arrancó la primera sonrisa a su nuevo hijo. Suspiró aliviado, a Bill le gustaba ponerle nervioso. Abrió la puerta de la casa y le dejó entrar primero. Se quitó la americana que llevaba y la colgó en el perchero que tenían en la entrada. Esperó a que Bill le imitara, pero le vio negar con la cabeza.
Le señaló el pasillo que había a su derecha que llevaba directo al salón y le pidió en silencio que esperara allí mientras hablaba con su mujer. Le vio asentir resoplando y caminar con paso lento. Él lo hizo en dirección contraria. Su mujer estaba en la cocina y allí se la encontró pelando patatas.
Lo primero que hizo tras besarla en la mejilla fue quitarle el cuchillo de las manos…por si las moscas.
— ¿Ya has vuelto? ¿Hiciste ese encargo tan importante? —preguntó Simone secándose las manos a un paño.
Asintió con la cabeza, no sabía por dónde empezar a hablar…
—Siéntate Simone—pidió retirando una silla.
— ¿Que ha pasado? ¿Tom está bien? ¡Me estás asustando! —dijo Simone sentándose.
—Me ha llamado una vieja…conocida, ha tenido que irse de viaje por motivos de trabajo y me pedido que nos hagamos cargo de su hijo—mintió Gordon carraspeando.
— ¿De su hijo? ¿Por cuánto tiempo? —preguntó Simone llevándose una mano al pecho.
—No es seguro del todo, un par de días—mintió Gordon desesperado.
—Ah, bueno, ya me habías asustado—dijo Simone suspirando—Claro que se puede quedar, pero tendrá que dormir en la habitación con Tom, usamos la de invitados para tu despacho. Suerte que entró allí la otra cama…
Se levantó dispuesta a conocer al hijo de esa…vieja conocida de su marido, pero la voz de su propio hijo la interrumpió.
— ¿Tú qué demonios haces aquí? —gritaba Tom Kaulitz fulminando a Bill con la mirada.