Lie to me 3

Capitulo 3

Fue despertado bruscamente, alguien había dado un portazo «sin querer» y pegó un bote en la cama maldiciendo por lo bajo. Abrió los ojos y vio que no había nadie en la cama de al lado, señal que había sido Tom el dueño del portazo.

Las voces que le llegaban del pasillo se lo confirmaron, Simone reñía a su hijo tratando de no elevar la voz a esas horas de la mañana.

Tienes que ser más considerado, Bill está aún dormido—riñó Simone a su hijo.

¿Más considerado? —repitió Tom pestañeando—Me habéis metido un completo extraño en mi propia habitación, un chico que es repulsivo y al que le gusta chupar pollas.

Una palabra más de ese tipo y estás castigado—amenazó Simone con firmeza—La orientación sexual de Bill solo es cosa suya, y si sus gustos no son iguales a los tuyos no tienes porque insultarle.

Es raro, y me cae como una patada en el culo—aclaró Tom mirando desafiante a su madre—Solo te digo que si una noche le veo acercarse a mi cama le saco de casa a patadas.

Y sin decir más entró en el baño dando otro portazo. Abrió el grifo de la ducha y se desnudó resoplando. No entendía a sus padres, ¿por qué acogían un chico tan problemático? Todos en clase conocían de las andanzas de la madre, se rumoreaba que se dedicaba a la prostitución y tráfico de drogas, aunque nadie estaba del todo informado.

Y viendo las pintas de Bill, más de uno pensaba que le seguía los pasos. Solo había que dar tiempo al tiempo, al final se vería de que calaña era Bill, y fijo que si para entonces continuaba durmiendo en la cama de al lado, su madre le echaría de casa sin ningún reparo.

Asintió conforme a sus palabras y se metió en la bañera a darse una ducha rápida. Tenía tiempo de sobra, se había levantado casi media hora antes, pero…abrió los ojos y por la tenue luz que se colaba por la ventana vio la silueta de Bill. Le daba la espalda, podía ver como sus hombros subían y bajaban al ritmo de su suave respiración.

Podía ver como la camiseta con la que dormía se le había subido dejándole ver parte de su espalda. Y algo más…el pantalón de su pijama era de cadera baja y desde donde estaba podía ver el borde de sus bóxers. Se quedó mirando fijamente sin poder evitarlo, era la primera vez que se fijaba en el culo de un tío…

Fue entonces cuando se levantó de golpe de la cama y salió corriendo de la habitación soltando ese portazo. Se había empalmado sin poder evitarlo, y para colmo le paraba su madre en el pasillo. Se cubrió como pudo hasta que no aguantó más y dejando a su madre con la palabra en la boca entró corriendo en el baño.

Con la discusión había logrado calmarse un poco, pero una vez desnudo bajo el agua y con sus manos enjabonando su cuerpo, no pudo pensar en otra cosa que no fuera…que no fueran las manos de Bill recorriéndoselo. Se puso tenso y bajó la mirada a esa erección que portaba. No lo entendía, él no era gay y los chicos no le ponían. Odiaba a Bill con toda su alma, era uno de esos chicos que se sentaban al fondo de la clase tratando de pasar desapercibidos, pero vistiendo de esa manera y maquillándose lo único que lograba era todo lo contrario, y que le insultasen.

Jodido Bill… —masculló para sus adentros.

¿Qué podía hacer? ¿Pasarse todo el día empalmado?

No le quedó otro remedio que aliviarse antes de que su madre aporreara la puerta y preguntara porque tardaba tanto. Cerró los ojos y alejando la imagen de Bill durmiendo en su habitación, comenzó a masturbarse con toda la rapidez que pudo.

Un segundo portazo le hizo dar otro bote. Resopló incorporándose en la cama, por la luz que se colaba por la ventana dedujo que serían las 7 o así. Entraban a clase a las 8 y media, lo mejor sería que se levantara y fuera preparándose, aprovechando que no estaba Tom.

Así lo hizo, se quitó el pijama y se puso la misma ropa que había llevado el día anterior. Tampoco es que tuviera donde elegir, el poco dinero que conseguía su madre lo gastaban en comida y el alquiler del apartamento. Y algún que otro capricho, como el maquillaje que usaba….cuando no podía robarlo, claro. Tenía buenas manos, cuando nadie miraba cogía todo lo que se le antojaba, pero la ropa llevaba una alarma difícil de quitar y era lo que peor se le daba.

«Ya aprenderé»—pensó encogiéndose de hombros.

Terminó de vestirse y ya iba a salir cuando echó una mirada a la cama. ¿Debía hacerla? Su madre siempre le obligaba, era la única de las veces que se portaba como una madre normal y corriente, cuando le ordenaba colocar y limpiar su habitación o comerse esa verdura que tanto detestaba.

Decidió hacerla antes de que la madre de Tom se lo echara en cara, no quería darle a Tom ninguna oportunidad más para que se riera de él.

Y en eso estaba, retirando hacia atrás las sábanas cuando la puerta de la habitación se abrió.

Oh, Bill. Deja, no hace falta—dijo Simone entrando.

Bill la miró sin saber que decir, avergonzado del salto que había dado. Pero es que le había asustado, no se esperaba que entrara nadie. Y de así serlo, se imaginaba que sería Tom, y no estaba de humor para aguantar alguna de sus «amables» palabras.

Baja a desayunar antes de que se enfríe—siguió diciendo Simone quitándole las sábanas de las manos—Abriremos la ventana para que se ventile la habitación y luego haré yo las camas.

Yo….siempre la hago en casa— murmuró Bill sin moverse de donde estaba—Y mi madre me pidió que obedeciera así que…

Pero yo siempre se la hago a Tom, así que a ti también te la puedo hacer—dijo Simone sonriendo.

No se moleste, yo la haré—insistió Bill.

Pero Simone era igual de insistente que él, y tomándole del brazo prácticamente le echó de la habitación sin perder en ningún momento la sonrisa.

Baja y desayuna—repitió Simone con suavidad—Y cuando haya terminado Tom os podéis ir juntos a clase.

Bill se la quedó mirando con una ceja alzada, ¿de qué hablaba? ¿Pretendía que todo el colegio le viera llegar de la mano de su mayor enemigo? Eso sin contar lo que diría Tom, que se negaría en redondo.

Suspiró y asintió resignado, era imposible hacer cambiar de idea a Simone. Dio media vuelta y se perdió por el pasillo. Llegó al baño y arrugando la frente se acercó a la puerta y se quedó escuchando. Oía el agua caer, señal de que alguien se estaba duchando. Y ese alguien era Tom…el mismo que en esos momentos emitía gemidos ahogados…

Sonrió para sí al tiempo que se separaba y seguía su camino como si nada, dejando que su medio hermano terminase a solas su trabajo. Bajó a la cocina y en ella se encontró con su padre. No esperaba verle allí y se quedó inmóvil en la puerta, advirtiendo que a Gordon le pasaba lo mismo. Era como si al despertarse esa mañana creyeran que todo lo pasado fue obra de un mal sueño, pero al verse cara a cara de nuevo se dieran cuenta que era real.

Buenos días—saludó Gordon esbozando con esfuerzo una sonrisa.

Bill se limitó a asentir con la cabeza al tiempo que entraba del todo en la cocina. Sobre la mesa había una cafetera con café recién hecho, un plato con tostadas y un bote de mermelada. Lo miró arrugando la nariz, gesto que Gordon no pasó por alto.

Si no te gusta hay cereales—dijo levantándose.

Gracias—murmuró Bill carraspeando.

Se sentó mientras que Gordon abría un armario y sacaba una caja de cereales que le puso ante él, junto con un bol y una jarra de leche.

¿Has dormido bien? —preguntó Gordon sentándose de nuevo a su lado.

Me costó conciliar el sueño, pero si. Gracias—contestó Bill sirviéndose el desayuno.

Gordon asintió al tiempo que tomaba otro sorbo de su segundo café. Él sí que no había podido pegar ojo, tumbado al lado de su mujer se sentía verdaderamente mal por haberla engañado años atrás. Y más por tener en la habitación de al lado el resultado de una noche de pasión, que a sus 16 años estaba pasando por un mal momento.

Aunque parecía disimularlo muy bien, desayunando como si nada hubiera pasado. Se le quedó mirando, aún no se había maquillado y en su cara había un leve gesto de tristeza.

Si no te sientes bien para ir a clase… —empezó a decir.

Estoy bien—mintió Bill sin mirarle.

¿Qué iba a hacer? ¿Escribirle un justificante para poder saltarse un par de clases? Lo que él necesitaba era a su madre, no un padre que de repente se «preocupaba» por él solo porque le habían obligado.

Bill, si necesitas hablar aquí me tienes—dijo Gordon con sinceridad—Y con mi mujer también puedes hablar.

¿Quiere que charlemos de lo que hubo entre tú y mi madre? —preguntó Bill riendo con sarcasmo.

Sabes que…que no me refiero a eso—susurró Gordon echando un vistazo a la puerta.

Pero contigo si lo puedo hablar—dijo Bill para asombro de Gordon—No sé nada de como conociste a mi madre ni que pasó para que terminaras acostándote con ella. Y déjame que te diga que fuiste muy imprudente, teniendo sexo sin protección alguna. Podías haberle pasado algo a mi madre.

Gordon se le quedó mirando en silencio, no podía contestar a ninguna de sus preguntas. Porque era un tema privado y muy delicado. ¿Que qué había pasado? Pues que una noche se emborrachó y terminó haciendo el amor con una puta en un oscuro callejón. ¿Era eso lo que Bill quería escuchar? No sabía si estaba al tanto de las actividades de su madre, y él no era nadie para desvelárselas.

La vida de Elizabeth Trümper había sido muy complicada, por lo que Gordon recordaba. Había hablado con ella apenas unos minutos en ese bar en el que entró a ahogar sus penas. Se sentó a su lado y la invitó a una copa, contándole lo desgraciado que era y que pensaba que su matrimonio había terminado.

Elizabeth le escuchó, contándole a su vez que llevaba un año viviendo en la calle y que no le había quedado más remedio que recurrir a la prostitución para poder sobrevivir. Y una cosa llevó a la otra, y fue sentir su mano frotando con suavidad su entrepierna y querer estar con ella.

Salieron del bar y Elizabeth le llevó al callejón donde llevaba a sus clientes, se dejaron llevar y 9 meses después Elizabeth pagaba el precio.

¿Y bien?

La voz de Bill le hizo salir de sus pensamientos. Carraspeó y se le quedó mirando sin saber que decir.

¿Vas a hablarme de como conociste a mi madre? —repitió Bill cruzándose de brazos.

Pero por suerte la llegada de Tom le libró de contestar.

Buenos días—gruñó Tom acercándose a la mesa.

Cogió una taza y se sirvió un café que se tomó allí mismo de pie.

¿No te sientas? —preguntó Gordon extrañado.

No estoy cansado—murmuró Tom mirando de reojo a Bill.

Lo último que quería era sentarse a su lado, más tras lo que había pasado.

Gordon asintió y tras terminarse de un trago su café se levantó y les dejó a solas.

Deberías sentarte—dijo Bill levantándose también—Hacerse una paja a estas horas de la mañana deja a uno agotado.

¿De qué coño hablas? —saltó Tom casi tirando su café.

Te oí en el baño—explicó Bill sin más—Espero que lo hayas limpiado.

Tom le miraba sintiendo que la sangre le hervía por la rabia. Le odiaba con toda su alma, odiaba tener que compartir su habitación con él, dormir a escasos metros…y tener esos húmedos pensamientos…

Si ya has dejado libre el baño entro a maquillarme—dijo Bill sonriendo ampliamente—Espero no ponerme demasiado guapo, no quisiera que tuvieras más…problemas por mi culpa.

Y diciendo eso dejó a Tom solo en la cocina. No estaba seguro al cien por cien, había tenido una corazonada de que Tom se había hecho la paja por él, y había acertado de lleno. No había más que ver la cara que había puesto, como sus labios se separaron y sus ojos se abrieron como platos, fulminándole con ellos.

Entró en el baño sonriendo, se lo estaba pasando muy bien provocando a su hermano…bueno, a saber si de verdad era su hermano. Aún no se lo acababa de creer, sabía que a su madre se le daba bien mentir y por más que mirase a Tom no hallaba ningún parecido. Si había accedido a vivir en casa de Gordon había sido solo para librarse de los de asuntos sociales.

Sabía que si él o Gordon se negaba a los deseos de su madre, sería enviado a una casa de acogida o un reformatorio, el único sitio donde le meterían en cuanto vieran como era. Un chico problemático con su madre en la cárcel y un padre que no le quería en su casa. Sabía que ese era el destino que le esperaba, por eso no tuvo más remedio que irse a vivir a la casa de Tom. Se quedaría el tiempo necesario, y mientras…se lo pasaría bomba provocándole.

Era solo un juego, sabía que Tom jamás caería rendido a sus pies. Claro que…saber que se había masturbado pensando en él tras la primera noche que pasaban juntos, era algo que no se esperaba. ¿Querría Tom jugar con él? Esperaba que sí, porque en el fondo sabía que por mucho que le odiara, Tom tenía un buen polvo. Y eso nadie se lo quitaba.

Escritora del fandom

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