Listen to tour heart 39

Parte III, capítulo 4

 

Sin poder apartar los ojos de Bill, Tom se quedó pensativo unos minutos. ¿Qué demonios hacía él en ese hotel? ¿Y Bill?

“Los dos buscamos respuestas”—se dijo a sí mismo.

Cogió aire con fuerza y entró en el hotel. Pidió una habitación y se la dieron nada más comprobar su identidad. Esperó mientras la recepcionista rellenaba su reserva en el ordenador, rezando por lo bajo que no le diera una habitación justo al lado de la de Bill. Ya solo faltaba que pensara que le estaba realmente espiando…. ¡ni se le había pasado por la cabeza! Solo quería algo de espacio para poder pensar, alejarse de todas las personas que pensaban que protegiéndole le hacían algún bien, cuando era justo todo lo contrario.

No podía seguir dejando que sus amigos le sacaran las castañas del fuego, o sus padres velaran por sus intereses. Era ya mayor de edad y tenía una vida por delante. Tenía que empezar a vivirla, dejando a un lado esa tonta fantasía de que gracias al corazón de un desconocido tenía a escasos metros al amor de su vida.

No era posible, no creía en las reencarnaciones, y si así fuera…mucho se temía que el tal James se había reencarnado en el cuerpo equivocado. Él era hetero, siempre había gozado con las chicas y no pensaba cambiar sus sentimientos por el primer desconocido que se había cruzado en su camino…por muy guapo que le pareciera…

Sonrió ampliamente a la recepcionista y cogió su llave electrónica. Entró en el ascensor y se dirigió a su habitación. Era muy amplia, con una gran cama de matrimonio en mitad de la estancia y un baño equipado con un jacuzzi. Se lo quedó mirando, pensando cómo sería llenarlo con agua caliente y echar una de esas sales aromáticas que Mark y Michelle le regalaron en las pasadas navidades y que aún no había estrenado…como sería estar sumergido en ellas mientras hacía el amor con Bill sobre su regazo…

— ¡Así no te lo sacarás de la cabeza!—se riñó a sí mismo en voz alta.

¿Cómo hacerlo si no dejaba de pensar en cómo sería estar en tal sitio con él y haciendo Dios sabe qué?

Sacudió la cabeza resoplando y sabiendo de lo preocupados que estarían sus padres marcó el número de su casa mientras se sentaba en la cama.

—Tom… ¿estás…?—empezó a preguntar Simone, frenándose solo al recordar la de veces que le había pedido su hijo que no hiciera esa pregunta.

—Estoy en un hotel, mamá—contestó Tom con calma.

Esperó que siguiera hablando, pero su madre respiraba con dificultad al otro lado de la línea, aún confusa por lo ocurrido. Iba a hablar él en su lugar cuando escuchó como se le adelantaba.

—No tienes por qué hacerlo así—soltó Simone sin poderse contener—Aquí tienes amigos que te puedan ayudar, y estamos papá y yo también…

—Lo sé, pero no puede ser—cortó Tom suspirando—Necesito tiempo para pensar y ver que hago con mi vida, y no puedo hacerlo sintiendo miradas de lástimas fijas en mí.

—Pero es que…no quiero que te pase nada—susurró Simone—Quiero que me llames al menor síntoma de que estás…de que tu corazón…

—Lo haré mamá—prometió Tom con firmeza—Ahora debo dejarte, quiero darme una ducha y…y pensar.

Escuchó aliviado como cedía su madre y se despedía de él tras hacerle prometer que la llamaría si se sentía mal y quisiera hablar. Cerró el móvil y lo dejó sobre la cama. Deshizo la maleta y cogiendo su pequeño neceser entró en el baño, donde se dio una ducha rápida y vistió con ropa limpia.

Sintió protestar su estómago y viendo que aunque solo eran las 11:30 de la mañana decidió bajar al restaurante y tomar un ligero tentempié. Luego podría salir a dar una vuelta por esa parte de la ciudad, donde no había estado nunca.

Por el camino al restaurante pensaba como había ido a parar allí entonces, que fuerza le había hecho dirigirse a un sitio desconocido en donde por casualidades de la vida estaba el origen de todas sus preocupaciones.

Suspiró y desechó esos pensamientos, estaba allí para buscar respuestas, no para más quebraderos de cabeza.

Entró en el restaurante y tras escoger una mesa apartada se escondió tras la carta para estudiarla. Pediría un sándwich y un té frío para beber. Nada de pasta, el mero olor le hacía recordar ciertas cosas que no quería en esos momentos.

— ¿Le tomo ya su pedido?

Alzó la cabeza de golpe…dejando de sonreír al ver ante sus ojos una linda camarera que esperaba su respuesta.

—Perdón…puedo volver más tarde si aún ni lo tiene claro—se disculpó la chica visiblemente avergonzada.

—Perdóname tú a mi….Beth—dijo Tom tras leer el nombre de su plaquita—Estaba distraído y te confundí con otra persona.

Normal, si la tal Beth era una chica de pelo largo y moreno con unos ojos castaños que le miraban con timidez…

—Quisiera un sándwich y un té frío para beber—pidió con una amplia sonrisa.

—Enseguida se lo traigo—contestó Beth sonriendo también.

Le devolvió la carta y se entretuvo mientras esperaba echando un vistazo a su alrededor. Veía la calle desde donde estaba, la puerta principal del hotel más en concreto. Desvió la mirada de inmediato, no quería que cierta persona le viera si regresaba al hotel y siguiera creyendo que le estaba espiando.

—Era realmente guapo…

Arrugó la frente al escuchar esas palabras y miró hacia donde venían, descubriendo dos chicos sentados tras su mesa. Se volvió de nuevo, pero no pudo evitar escuchar con discreción.

—Vamos, que te lo hubieras tirado—rió el otro chico.

—Y tú también, no lo niegues—se defendió el primero.

—Sabes que tan delgados no me van, todo tuyo si te da una oportunidad.

— ¿Y por qué no me la habría de dar?—inquirió el chico.

— ¿No le has visto? Parecía a punto de echarse a llorar—comentó en voz baja. ¿No querrás que en medio de…rompa a llorar como un bebé?

No quería seguir escuchando, algo le decía que estaban hablando de Bill, riéndose de su dolor. Estaba a punto de levantarse y partirles la cara, cuando nuevamente Bill apareció.

—Mírale, ahí viene—señaló uno de los chicos mirando por la ventana.

Se giró y efectivamente Bill entraba por la puerta del hotel. No se fijó en sus espectadores, ni en como uno de ellos dejaba a su amigo con la palabra en la boca y salía a su encuentro “por casualidad”.

—Su sándwich—dijo Beth apareciendo de repente.

Tom la miró sonriendo a duras penas mientras que mirando más allá de ella podía ver como Bill hablaba con ese chico que minutos antes se reía de él a su espalda.

Tenía pensado dar un agradable paseo, pero ver a Tom a la puerta del hotel donde había ido a refugiarse le había estropeado los planes. Paseó sí, pero sin poder sacárselo de la cabeza. ¿Qué hacía ahí? Decía que no le espiaba, pero era mucha casualidad que hubiera dado con el mismo hotel en el que se hospedaba.

Pero no podía culparle de nada, ni si quiera su padre sabía dónde estaba, ¿quién se lo podría haber dicho?

Suspiró y a la hora de haber salido decidió regresar al hotel. Preguntaría en recepción donde se alojaba Tom y si era cerca de él cambiaría de habitación de inmediato, incluso de hotel si se diera el caso.

Pero nada más entrar por la puerta del hotel, le abordó ese chico del que se fijó cuando desayunaba…

—Perdona—escuchó que le llamaba.

Esperó a que llegara a su altura y hablara, no pudiendo evitar pasarse las manos por el pelo y colocárselo.

—Hola, soy Mike—se presentó de buenas a primeras al tiempo que le tendía una mano.

Se la quedó mirando reacio a estrecharla.

—Vaya, perdona—murmuró el tal Mike retirando la mano—Debes estar harto de que la gente te atosigue.

— ¿Cómo?—preguntó Bill sin entender.

—Al ser famoso…—dijo Mike.

— ¿Famoso, yo?—repitió Bill cada vez más confuso.

—Debes serlo—insistió Mike asintiendo—Un chico tan guapo como tú fijo que es cantante, o modelo.

No pudo evitar echarse a reír, y sonrojarse tras sus palabras.

— ¿No lo eres?—preguntó Mike imitándole.

—Soy un chico normal—explicó Bill sin dejar de sonreír.

—No, eres especial—dijo Mike cortándole la respiración—En serio, mírate. Ese pelo y esa ropa…esa belleza que desprendes…y esa tristeza…

Dejó de hablar al ver como sus ojos se llenaban de lágrimas. Solo quería adularle, pero también que viera que no era un aprovechado….como realmente era.

—Si he dicho algo malo, lo siento mucho—se disculpó en voz baja.

—Yo…debo aprender a superarlo, pero hay algo que me lo impide—explicó Bill por encima.

—Si necesitas hablar, aquí me tienes—se ofreció Mike al momento—Sé que no nos conocemos de nada, pero puedes confiar en mí. Se me da muy bien escuchar, y está claro que tú lo necesitas.

¿Cómo no negarse, si era eso lo que buscaba? Alguien que le escuchara, un hombro sobre el que llorar y que no le juzgara.

Asintió en silencio y Mike se movió con rapidez. Quedaron en salir a dar otro paseo y charlar por el camino. Le señaló la puerta con una mano y esperó a que Bill se volviera y saliera por ella, momento en que aprovechó para volver la mirada al restaurante y hacerle una señal a su amigo de “ha caído”, ignorando la fulminante mirada que le dirigía el desconocido de la mesa de al lado…

Escritora del fandom

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