Listen to your heart 33

Parte II, capítulo 15

 

— ¿De qué te ríes?—preguntó Bill de repente.

Llevaba varios minutos observando a Tom, empezando a sentirse incómodo con el masaje que le estaba dando. No lo pensó bien cuando aceptó, se sentía realmente cansado y Tom estaba logrando hacer que se relajara…demasiado. Varios gemidos se le habían escapado de sus labios sin que hubiera podido hacer nada por retenerlos, y en esos momentos las hábiles manos de Tom subían por su pierna izquierda bajo su pantalón.

Y no solo fue eso lo que hizo sentirse incómodo…que le hubiera chupado los dedos al darle la última fresa…

— ¿Te molesto?—preguntó Tom a su vez, sacándole de sus pensamientos.

—No, no es eso—contestó Bill carraspeando—Es que no me imaginé que tú fueras…

Sintió como Tom dejaba las manos quietas donde estaban, a escasos centímetros de su rodilla, alzando la mirada y quedándosele mirando con la frente arrugada.

—Solo te estoy dando un masaje—se defendió Tom.

—Perdona—murmuró Bill incorporándose en la cama.

Se sentó en ella y Tom le liberó la pierna, sentándose a su lado. Sentía que había metido la pata al hacer caso de lo que estaba sintiendo. No era “normal” que un chico se ofreciera a hacerle a otro un masaje en los pies así de buenas a primera, y que una de sus manos subiera por su pierna haciendo que miles de escalofríos le recorrieran el cuerpo estremeciéndole porque le estaba tocándole tan sensual manera…

Tenía que haber algo más tras todo eso, o no se lo explicaba.

—Perdóname—repitió sin atreverse a mirarle—Es que me has dado una sensación equivocada y yo…me he dejado llevar…

—No pasa nada—dijo Tom restándole importancia—Ha sido solo un malentendido.

Asintió y cogió otra fresa de bol que tenía en su regazo. Iba a llevársela a los labios pero Tom fue más rápido, le cogió por la muñeca y se inclinó en su dirección dispuesto a apoderarse de la fresa, pero los nervios le traicionaron y le hizo soltarla, viendo cómo caía sobre la camiseta de Tom y dejaba un rastro de nata tras ella.

— ¡Cuánto lo siento!—se disculpó al momento.

—No ha sido nada—dijo Tom muy divertido.

Vio como se pasaba las manos tratando de quitarse la nata, pero solo consiguió esparcirla más por la camiseta.

—Quítatela, te lavo—dijo Bill con firmeza.

—Si no es nada…con un poco de agua…—empezó a decir Tom.

Pero Bill se negó y sus manos ya tiraban del borde. Tom no tuvo más remedio que dejarse desnudar de cintura para arriba.

— ¿Y esa cicatriz?—preguntó Bill sin poderse contener.

Y era verdad, fue verla y sentir algo…difícil de explicar. Sentía ganas de extender una mano y pasar los dedos por ella, como si supiera que al tocarla fuera a sentir algo que pensó perdido del todo…

—Te dije…que estuve malo del corazón—contestó Tom carraspeando.

— ¿Te han operado de el?—preguntó de nuevo Bill extendiendo al fin una mano.

—No me gusta hablar del tema—contestó Tom carraspeando.

Retiró la mano de inmediato, no sabía cómo se había atrevido a hacer esa íntima pregunta nada más conocerlo, y tratar de…de acariciar su pecho…

—Siento mucho haberlo mencionado—susurró muy cortado.

—No pasa nada, no lo podías saber—dijo Tom carraspeando.

Bill asintió y se puso en pie llevando la camiseta de Tom en las manos.

—Te la lavo en un momento—explicó saliendo de la habitación.

—No te molestes, Bill—dijo Tom yendo tras él—Es una mancha de nada, y yo…será mejor que vuelva a casa, mis amigos estarán preocupados.

—Es verdad, llevas toda la mañana aquí metido—dijo Bill girándose—Pero insisto en lavarte la camiseta, puedes pasarte mañana a por ella y te invito a comer.

—No hace falta, en serio—repitió Tom.

Pero Bill era muy cabezota y se negó a entregarle la camiseta cuando Tom le tendió la mano para que se la diera.

— ¿Quieres que regrese a casa medio desnudo?—preguntó Tom sonriendo.

—Tienes abajo otra camisa—le recordó Bill—Y si no, te dejo algo de mi padre. Mi ropa es…

—Pequeña—terminó Tom la frase por él.

—Además de eso…no creo que te gustara—dijo Bill resoplando.

¿Qué pensaría Tom si viera su armario? Abarrotado de prendas de ropa casi todas oscuras y muy estrechas. No como él, que debía gastar dos tallas menos de la ropa que llevaba. Le hacía mucha gracia esa moda que se había impuesto de llevar los vaqueros demasiado bajos de cintura y anchos, un poco más y Tom le enseñaba la ropa interior que llevaba.

Aunque él no se quedaba atrás, más de una ocasión su padre le había reñido por enseñar más de lo debido y juraría que Tom le había mirado cada vez que se inclinaba a recoger algo…

Sacudió la cabeza y pensó que lo mejor era que Tom saliera de allí cuanto antes, no fuera que su padre subiera de repente y los pillara a él descalzo y a Tom desnudo de cintura para arriba. Nunca le había prohibido salir con un chico, pero jamás se le ocurriría llevarse uno a su habitación para…

“¿Para volver a gemir de placer?”—pensó sin poder evitarlo.

Carraspeó y se puso en marcha. Le pidió a Tom que le esperara y echó una carrera rápida a la cocina. Andreas le había colgado la otra camisa lejos de los fogones para que no se la manchara y se la subió para que se la pusiera y cubriera así su desnudez.

—Gracias por echarnos una mano—dijo muy serio—Hay días que los problemas se suceden unos tras otros y te cogen desprevenido.

—Ha sido un placer—aseguró Tom.

—Será muy bien recibido la próxima vez que vengas a comer—dijo Bill sonriendo ampliamente.

—Oh…esto me recuerda que mis amigos y yo tenemos otra cena—comentó Tom.

— ¿Son los mismos del otro día?—preguntó Bill con curiosidad.

—Si, todos…menos Chantelle por supuesto—contestó Tom sacudiendo la cabeza.

Bill asintió mordiéndose el labio para no reír, sabía que la tal Chantelle era esa perra que tan mal le había hablado y tratado. Se alegraba de que no fuera ese día, así podría ofrecer un mejor servicio sin pensar en que jugarreta nueva hacerla.

—Veo que la recuerdas—comentó Tom muy divertido.

—Antes que nada quiero que sepas que es la primera vez que hago una cosa así—explicó Bill aún muy avergonzado porque le hubiera pillado haciendo esa travesura.

—Se lo merecía, no tienes por qué disculparte—aseguró Tom.

—También me vio mi padre…casi me coge de las orejas—murmuró Bill resoplando.

Vio que Tom se echaba a reír y suspiró resignado mientras que pensaba que o se ponía en marcha o se quedaba allí a vivir. Y Tom debía de pensar lo mismo porque fue quien dio el primer paso.

Le acompañó escaleras abajo y esperó en silencio a que se despidiera de su padre y Andreas. Salieron de la cocina y se quedó tras la barra, se había olvidado calzarse y no daría buena imagen pasearse de esa manera por el restaurante.

—Llámame cuando sepas cuando es la cena y os reservo la mejor mesa—le dijo a modo de despedida.

Tom asintió y tras decirle adiós con la mano salió del restaurante silbado. Entonces regresó a la cocina y antes de que su padre le dijera nada anunció que se subía a acostar un rato hasta que le tocara bajar a trabajar.

Pero una vez arriba se entretuvo lavando la camiseta de Tom a mano. Antes de empezar no pudo evita llevársela a la nariz y aspirar profundamente con los ojos cerrados. Olía muy bien, reconoció el desodorante que usaba y pensó que era el que mejor se ajustaba a alguien como Tom.

— ¿Qué haces?

Pegó un bote y se giró con rapidez, fulminando con la mirada a Andreas que parado en el marco de la puerta sonreía ampliamente.

— ¿No sabes llamar antes de entrar?—preguntó Bill enojado.

Estaba perdido en sus pensamientos y le había pillado oliendo la camiseta que obviamente no era suya.

— ¿Es de Tom?—preguntó Andreas ignorando su enfado.

—Si, se la he manchado y quedé en lavársela—explicó Bill por encima resoplando.

— ¿Qué hacías para machársela?—insistió Andreas.

— ¡Nada! ¿Qué te piensas?—preguntó Bill poniéndose en alerta.

— ¿Es que hay algo que pensar?—preguntó Andreas a su vez.

Resopló y le dio la espalda. Tapó el lavabo y tras coger agua en el echó un poco de jabón y metió la camiseta para lavarla.

—Vamos, solo quiero saber si…si habéis pasado un buen rato—se explicó Andreas—Quiero decir, que no estoy insinuando que en los 15 minutos que habéis estado aquí hayáis hecho…vamos que solo habéis…

Dejó de hablar al escucharle reír, y rió con él. Al menos su torpeza había servido para relajar el ambiente.

—Él…me dio un masaje en los pies—dijo Bill sin aliento.

— ¿Te gustó a Bill?—inquirió Andreas.

Vio como se lo pensaba antes de contestar, asintiendo con la cabeza tras varios segundos.

—Se me escapó algún que otro gemido—explicó Bill sonrojándose—No pude evitarlo, estaba realmente cansado y Tom supo como relajarme y…

—Ya, me hago una idea—cortó Andreas levantando una mano.

— ¿Estás enfadado?—preguntó Bill mordiéndose el labio.

—Celoso más bien, pero ya me conoces—murmuró Andreas encogiéndose de hombros.

—Jamás pensé en volverme a enamorar tras lo de James—explicó Bill en un susurro—Pero ha sido ver a Tom y…es como si le conociera de antes, no sé si me explico. Hace o dice algo y es como si tuviera un deja vu y me dejo arrastrar por él, sintiendo cosas que sé que ya he sentido….como si fuera…

Dejó de hablar al darse cuenta de la locura que estaba pensando, aunque al parecer no era él el único.

— ¿Cómo si fuera James?—preguntó Andreas en un susurro.

Escritora del fandom

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