Parte II, capítulo 16
Asintió con la cabeza mientras se mordía el labio. Era verdad, fue ver a Tom y pensar por un segundo que era James a pesar de que físicamente no se parecían en nada. Pero era todo, sus movimientos, las cosas que le decían…la manera en la que le tocaba….
Era como si tuviera a James delante en persona, pero…
— ¿Pero cómo puede ser?—preguntó Andreas.
—Yo…tengo una ligera sospecha—murmuró Bill suspirando.
— ¿Cuál?—preguntó Andreas.
—No te la diré, creerás que estoy loco—se negó Bill en rotundo.
Sacudió la cabeza y se entretuvo lavando la camiseta de Tom mientras que Andreas esperaba en silencio a su espalda. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué pensaba que James se había re encarnado en Tom o algo parecido?
—Cuando quieras hablar, ya sabes dónde encontrarme—dijo Andreas dándose por vencido.
Asintió y escuchó como regresaba a la cocina. Terminó de lavar la camiseta y la dejó colgada en la ducha para que se secara. Entonces regresó a la habitación y se sentó en la cama para terminarse el bol de fresas con nata mientras que pensaba.
Tenía que hablar con alguien y solo había una persona que a pesar de lo pasado podría contarle eso que tanto le preocupaba. Pero no sabía cómo ponerse en contacto con él, ni donde vivía…
Pero se acordó de la comida que James y sus compañeros de clase hicieron, y de la anterior. Fijo que si miraba en la agenda aparecerían los dos números de teléfonos que pedían cada vez que hacían una reserva para que en caso de que surgiera un problema pudieran llamar y cancelar esa reserva o dar otro día.
Fijo que uno de ellos podía ser el teléfono de James, pero el otro sería el de David u otra persona que le condujera a él….
Esa noche apenas pudo dormir, su cabeza estaba llena de los momentos que había compartido con Tom. No podía dejar de pensar en lo mucho que le recordaba a James…
«Es una locura»—gimió dándose la vuelta en la cama—«¿Qué tiene que ver Tom con James? No se conocían, ni se parecen en absoluto. Mi mente solo ve lo que quiere ver: alguien muy parecido a él.»
Eso era lo que pasaba, sentía que desde que vio a Tom por primera vez surgió algo entre ellos. Pero aún no se sentía preparado para empezar una nueva relación y su cabeza hacía que viera a James en cada gesto que Tom hacía, en cada sonrisa…en cada mirada que le dirigía…
«Basta»—se riñó a sí mismo—«Deja de pensar en eso o…»
No pudo terminar la frase, ya sentía como su cuerpo reaccionaba. Respiró hondo y cerró con fuerza los ojos concentrándose en dormir. Había pasado toda la noche pensando en Tom mientras trabajaba y en más de una ocasión había tenido un despiste como servir el plato que no era o derramar el agua sobre la mesa mientras llenaba una copa con una sonrisa tonta en la cara.
Su padre le había llamado la atención y al verle distraído y no poder sonsacarle el porqué, al final le relegó a la barra donde le pudiera vigilar mejor.
Gordon no era tonto, no había pasado por alto lo bien que se llevaba con ese nuevo amigo que se había echado. Hacía mucho tiempo que no veía sonreír a su hijo de esa manera y Tom le había caído muy bien. Se le veía un buen chico, responsable, trabajador y con ganas de echar una mano sin pedir nada a cambio.
No era que el otro no le cayera peor, no le había conocido tanto como a Tom pero hacía feliz a su hijo y eso era lo que contaba. Incluso relegó en el fondo de su mente el pensamiento de que sabía que le sacaba unos cuantos años a su hijo, y la primera impresión que se llevó cuando él y su amigo insultaron a su hijo delante de los clientes del restaurante…bueno, fue solo el amigo. Bill le contó la manera en la que le defendió James delante de su amigo y eso ya cambiaba las cosas.
Pero aún así, siempre estaba en alerta cuando sabía que había quedado con él. Le decía que iba a dar un paseo, pero él sabía que era con James. Se quedaba preocupado, pero al ver lo feliz que regresaba su hijo simplemente sonreía pensando que tras lo mal que le había tratado la vida se lo merecía.
Y Bill lo sabía. Su padre siempre había estado allí apoyándolo sin hacer preguntas. Le veía feliz ya fuera con James o Tom y aceptaba que saliera con ellos sin poder impedimento alguno.
«Con Tom no estás saliendo»—le recordó una vocecilla en su cabeza.
—Ya lo sé—murmuró entre sueños.
Sacudió la cabeza y siguió durmiendo, no pudiendo evitar con soñar con James…le veía tumbado en una cama soñando al igual que él. Separaba los labios y trataba de decirle algo que no lograba entender con claridad. Agudizó el oído y entonces lo escuchó claramente.
—Te echo de menos…
Despertó pronto al día siguiente y cansado de dar vueltas y vueltas en la cama se levantó y dio una ducha rápida. Era domingo y por raro que sonaba tenía libre la mañana. Su padre había «contratado» a los hijos del señor Meyer para ese fin de semana y así poder darle a él un respiro.
Aprovecharía esa mañana para salir de dudas, así que una vez vestido bajó a la cocina. No había nadie, el padre de Andreas no llegaría hasta pasada media hora y así podía investigar sin tener que dar explicación alguna.
Pasó a la barra y cogió el libro donde apuntaban las reservas. Lo abrió por el mes anterior y buscó una fecha exacta. Allí estaba el nombre de James escrito con su propia letra. Sonrió al ver que él mismo había tomado nota de esa reserva sin ser consciente de lo que iba a suceder en un futuro no muy lejano. Se veía a sí mismo atendiendo la llamada y hablando con James como si nada, preguntándole cuántos serían a cenar y a qué hora, sin sospechar que la persona que le hablaba se iba a fijar en él y caería rendido a sus pies…
Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y pestañeó para alejarlas. Ya no había nada que hacer, tenía que dejar a un lado el pasado y centrarse en lo que estaba buscando. Junto al nombre de James había anotado su teléfono y bajo él estaba el otro que pedían por si acaso. Suspiró aliviado al ver que efectivamente era el de David y tras anotarlo en un post it amarillo lo dobló en dos y guardó en el bolsillo de su pantalón.
— ¿Bill?
Se volvió y vio a su padre en la puerta de la cocina.
—Hoy no tienes que trabajar, ¿qué haces que no estás en la cama?—preguntó Gordon—Son las 7 de la mañana.
—No podía dormir—contestó Bill con la verdad.
—Pues no te vas a poner a trabajar—dijo Gordon con firmeza—Ayer ya hiciste un turno doble y hoy no pienso permitírtelo.
—Tengo una cosa que hacer, pero tengo tiempo de desayunar contigo—apuntó Bill.
Gordon le miró esperando que se explicara, pero al ver que no seguía hablando suspiró y entró de nuevo en la cocina. Preparó el desayuno para él y su hijo y media hora después se les unían Andreas y su padre.
—No pensé que estuvieras levantado—comentó Andreas una vez que sus padres les dejaron a solas.
—No podía dormir—repitió Bill mientras se terminaba su bol con cereales.
— ¿Puedo ayudar en algo?—preguntó Andreas.
—No, gracias—contestó Bill suspirando—Esto tengo que hacerlo yo solo.
Alzó la mirada y la fijó en reloj que había en una de las paredes. Era un poco pronto para hacer esa llamada pero tampoco podía esperar más. De todos modos, hizo algo más de tiempo ayudando a Andreas a preparar la cafetera y poner la tostadora a calentar.
Se entretuvo media hora más y a las 8 en punto decidió poner en práctica su plan. Ya habían llegado los 3 camareros que trabajarían esa mañana y pudo entonces subir al apartamento dejándolos abriendo el restaurante.
Se encerró en su habitación y cogiendo su móvil marcó con dedos temblorosos. Iba contando en voz baja los tonos dados, pensando que si al quinto no se lo cogía colgaba y llamaba media hora más tarde,
Pero no tuvo que hacerlo, al tercer tono escuchó la voz de David alta y clara.
— ¿Quién es?
— ¿David?—preguntó Bill a su vez.
—Si, ¿quién eres?—preguntó David extrañado.
—Perdona que te moleste, soy…soy Bill—murmuró algo cortado—Bill Trümper.
Recibió un frío silencio al otro lado de la línea, llegando incluso a pensar que le había colgado. Pero pasados unos segundos David pareció reaccionar.
—Bill, si—murmuró al otro lado— ¿Qué tal estás?
Pestañeó como si saliera de un sueño, ¿de verdad que David le estaba preguntando qué tal estaba?
—Tirando—contestó aún conmocionado— ¿Y tú?
—Pues…más o menos—contestó David.
—Ya…—susurró Bill.
No sabía cómo sacar el tema, como decirle que necesitaba hablar con él de cierto tema. Pero antes de que pudiera empezar a hablar, David se le adelantó y le dejó confuso de nuevo.
— ¿Quieres que quedemos y hablemos?—preguntó.
—Si—contestó sin pensárselo dos veces.
—James me habló…me habló de un parque que hay cerca del restaurante—explicó David respirando con esfuerzo— ¿Nos vemos allí en media hora?
—Sí—contestó de nuevo Bill.
Se despidió de David hasta entonces y colgó muy satisfecho. Se levantó de la cama donde se había sentado y se fijó en la ropa que llevaba. Unos vaqueros azules, una camiseta de rayas negras y blancas y unos playeros blancos. No se había aplicado nada de maquillaje y pensó que mejor no hacerlo, quería hablar con David y no quería que al verle con sombra de ojos y labios pintados le diera vergüenza que le vieran juntos en el parque y dijera alguna de….de sus borderías.
Aunque lo dudaba, había notado mucha tristeza en su voz y que le tembló al nombrar a James. La última vez que se vieron fue muy cruel con él pero dadas las circunstancias no se lo podía echar en cara. Su mejor amigo se estaba muriendo y tenía que dar todo su apoyo a los padres, que le miraban muy sorprendidos al ver al que era el novio de su hijo…
Sacudió la cabeza, no quería recordar la manera en la que le echaron del hospital. Decidió que iba bien vestido para esa cita que le había surgido y tras coger una cazadora negra bajó a la cocina y se despidió de su padre.
— ¿Sales?—preguntó Gordon algo extrañado.
—Voy a dar un paseo por el parque—explicó Bill mientras se ponía la cazadora—Llevo aquí metido desde ayer, necesito que me dé el aire.
Eso logró hacer sonreír a su padre. Desde lo de James apenas salía a la calle y su padre empezaba a pensar que se iba a pasar el resto de la vida encerrado en el restaurante.
Se despidió de nuevo de él y salió del restaurante. Era algo pronto pero no podía quedarse en casa esperando. Caminó hasta el parque y se sentó en un banco a esperar.
David fue puntual. Le vio venir por el parque y se puso en pie para saludarlo. Pudo estudiarle mientras se acercaba. Era como si hubiera envejecido 10 años en el mes que hacía que no le veía. Caminaba arrastrando los pies y en su cara había un gesto de tristeza que se intensificó al verle.
—Bill—saludó David cuando llegó a su lado.
— ¿Nos sentamos?—preguntó Bill algo cortado.
David asintió y se sentó en el banco donde llevaba 20 minutos esperando.
—No sé cómo has conseguido mi teléfono, pero te agradezco la llamada—empezó a decir David—Yo…me temo que no reaccioné bien cuando pasó lo de James y fui muy injusto al echarte la culpa de todo y echarte del hospital de aquel modo.
Bill le escuchaba sin saber que decir, no se esperaba sus palabras.
—Si, lo sé—dijo David resoplando—Te extrañará mi cambio repentino pero…échale la culpa a James.
— ¿James?—repitió Bill en un susurro.
—Desde que muriera estoy que no levanto cabeza—empezó a explicar David—He tenido que mudarme de piso porque todo me lo recuerda, y con los amigos pasa lo mismo. Nos reunimos y terminamos hablando de los viejos tiempos y llorando. Ya ves, con casi 30 años y llorando como niños pequeños.
—Llorar no es malo—murmuró Bill—Tengas la edad que tengas.
—James era muy especial…bueno, eso tú ya lo sabes—dijo David carraspeando—Era el mejor amigo que pudiera tener, siempre te echaba una mano cuando lo necesitabas y estaba ahí para escucharte…o sostener tu cabeza tras una borrachera…
Sonrió al escucharlo, era una parte de la vida de James que desconocía, aunque tras conocer a Tom se hacía más o menos una idea.
— ¿Qué tal están sus padres?—preguntó Bill de repente.
—Tratan de sobre llevarlo, pero…les cuesta—contestó David suspirando—Voy a verles muy a menudo, les ayudé a recoger las cosas de James y me quedé con algunas cosas que su madre me quiso dar. Pero tengo todo guardado en una caja, no puedo deshacerme de ellas pero tampoco tenerlas.
Bill asintió en silencio, pensando que él no tenía nada que le recordara a James.
—Hay una carta—dijo David de repente.
— ¿Una carta?—repitió Bill sin entender.
—Si, ¿recuerdas que donaron los órganos de James?—preguntó David viéndole asentir—Pues la persona que recibió su corazón escribió una carta que el hospital hizo llegar a los padres de James. Les agradece el gesto que hicieron y que gracias a su hijo él tiene una nueva oportunidad de vivir y se siente muy afortunado.
— ¿Cómo…cómo sabes que es un chico?—preguntó Bill con un hilo de voz.
—Porque se llama Tom—contestó David para su asombro.