Parte III, capitulo 14
Una vez llegaron sus padres Tom se vio sometido a una prueba rutinaria más que conocida. Le hicieron un electro que confirmó algo que sospechaba…y al parecer el doctor Listing también.
—Es imposible—murmuró Moritz aún incrédulo.
— ¿Pasa algo?—preguntó Simone con el alma en vilo.
—No, todo está bien—contestó Moritz sonriendo ampliamente—La leve taquicardia que le detectamos ha remitido por sí sola y los latidos son normales.
— ¿Estoy curado?—preguntó Tom alzando una ceja.
Moritz asintió para felicidad suya y de sus padres, que le abrazaron efusivamente hasta que recordaron que no debían agotarle. Le soltaron y Simone le besó en la mejilla suspirando.
—Te vienes a casa—susurró muy contenta.
—Quiero que pases aún esta noche en el hospital—intervino Moritz—Es solo por precaución, según la pases te damos el alta mañana.
Tom asintió y se acomodó en la cama una vez le hubieron quitado del pecho los electrodos y colocado de nuevo en sus sitio la sábana blanca de hospital con la que se tapaba.
— ¿Tienes hambre?—preguntó Simone sin dejar de mirarle.
—Los chicos me trajeron bombones y hay una bolsa que no sé que tiene pero huele deliciosamente bien—señaló Tom relamiéndose.
— ¿Por qué no vas a buscar a sus amigos?—preguntó Moritz de repente dirigiéndose a Simone—Y Jörg…podríais ir a por café, me ha parecido detectar que hay una tarta de manzana en esa bolsa y con un café estará muy rica.
Jörg asintió al momento y cogiendo a su mujer por el codo salió de la habitación dejando a solas a su hijo con el médico. Sabía que querría hablar con él en privado, y que fuera lo que fuera su hijo se lo diría cuando llegase el momento.
Y así fue, una vez a solas Moritz se sentó en el borde de la cama y se quedó mirando a su paciente fijamente.
— ¿Ocurre algo?—preguntó Tom desconcertado.
— ¿Por qué de repente tu corazón está mejor que nunca?—preguntó Moritz yendo directo al grano.
Tom se encogió de hombros, él no era médico ni tenía idea de por qué un día se sentía bien y al siguiente como si se ahogara…bueno, tenía una ligera idea pero no era tan lógica como la que el doctor Moritz esperaba…¿no?
— ¿Tiene que ver con Bill?—preguntó Moritz en voz baja, viendo que había acertado cuando Tom se sonrojó de arriba abajo—No os estaba espiando pero…bueno, verle sentado en el borde de la cama, cómo os mirabais y que minutos después el electro muestre un corazón latiendo fuerte y sano… ¿o diría más bien enamorado?
Tom se mordió el labio antes de contestar. Sabía que lo que dijera sería confidencial, aunque bien era cierto que era algo que sabían sus amigos y padres, pero con su médico podía tener más confianza y contarle sus problemas, todos los relacionados con su corazón ya fueran físicos o emocionales.
—No…no sé como ha pasado—empezó a decir carraspeando—Ya se lo conté, de la noche a la mañana me he sentido atraído por los chicos….un chico, y resulta que es….era novio de James…
—Si, eso me pareció cuando le nombraste—murmuró Moritz—Le pude reconocer en el acto.
—Siento algo muy fuerte por él—repitió Tom en voz baja.
—Comprendo—dijo Moritz carraspeando.
—Mis padres lo saben—confesó Tom—Y Georg y los demás, pero…hay algunas cosas que no se las puedo contar a ellos porque no sabría ni por dónde empezar.
—Sabes que estoy a tu disposición—dijo Moritz con firmeza—Para lo que sea, y sea la hora que sea.
Tom asintió respirando algo más aliviado. Costaba explicar como de la noche a la mañana descubría que era gay y estaba profundamente enamorado de un chico tan guapo…
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Un día después Tom recibía el alta con mejor cara, nada quedaba del chico pálido que ingresó en urgencias pensando que su vida había terminado, que al fin sus plegarias habían sido escuchadas y le iban a quitar ese corazón que tantos problemas le había dado. Pero como si de un milagro se tratara los resultados de las últimas pruebas que le habían hecho no podían ser mejores y el doctor Listing pensó que en casa se recuperaría mejor y por eso le dio el alta.
—Recuerda, nada de esfuerzos ni agotarte—dijo Moritz muy serio—Reposo durante una semana y vete incorporando a la vida normal poco a poco.
—Lo prometo—aseguró Tom sonriendo.
No pensaba hacer nada que pusiera su vida en peligro de nuevo, aunque en el fondo sabía que con Bill a su lado, nada malo pasaría.
Terminó de vestirse mientras que su madre guardaba su neceser en la pequeña bolsa de viaje que le habían llevado pensando que su estancia en el hospital iba a ser más larga. Una vez con su cazadora de cuero puesta y bien abrigado con un gorro de lana y bufanda salieron del hospital tras firmar los papeles del alta. Se quedó al lado de su madre mientras que su padre iba a por el coche, momento que recibió parte de los mimos que le tenían predestinado.
—No cojas frío—murmuró Simone colocándole la bufanda.
—Tranquila mamá, que estoy bien—dijo Tom con firmeza.
Pero su madre insistió y hasta que no le dejó bien abrigada la garganta no paró.
—Te haré tu plato favorito para comer—empezó a explicar Simone—Y a la noche podemos pedir unas pizzas, llama a tus amigos y que se vengan a cenar.
Tom la miró sonriendo, sabía que los había echado mucho de menos y aunque era su primer día en casa tenía las fuerzas necesarias para hacerles ver que ya estaba bien. Y…con un poco de suerte, Bill sería también invitado…
Pero cuando llegó la noche comprobó que no era así. Mientras que su padre llamaba a la pizzería y entre Georg, Gustav y Kate ponían la mesa, pudo hablar con Mark y Michelle a solas.
—Le llamé pero esta noche le tocó trabajar—le explicó suspirando Michelle—Aunque si te digo la verdad, diría que me puso esa excusa porque en el fondo le parece muy pronto y…y a lo mejor le gustaría primero pasar un poco de tiempo contigo a solas antes de enfrentarse a nosotros y a tus padres.
—Se le veía algo cortado—confirmó Mark.
—Ya…pero me habría hecho mucha ilusión…—suspiró resignado Tom.
Pero tampoco debía forzarle, habían dicho de ir poco a poco y por muchas ganas que tuviera de tenerle a su lado y estrecharle en sus brazos, tenía que aguantarse un poco. Descansaría tal y como había prometido, y una vez con las fuerzas renovadas no dejaría escapar a Bill si ese era su destino.
Disfrutaron de la cena, hablando de los viejos tiempos y haciendo planes. Sus amigos no se quedaron hasta tarde, le veían algo cansado y recordando que hacía solo 2 días que su corazón amenazó con dejar de latir, se despidieron hasta dentro de un par de días y regresaron cada uno a sus casas.
Tom se fue a la cama tras despedirse de su padre y ser arropado por su madre, que no se le escapó el gesto que le recorrió la cara.
—Si te agobio, dímelo por favor—pidió Simone.
—No mamá—se apresuró a decir Tom.
—Puede que me pase un poco, pero he estado a punto de perderte dos veces y ahora solo quiero pasar el tiempo cuidándote y mimándote—dijo sonriendo Simone—Si, ya sé que a tu edad estos mimos sobran pero…permíteme algunos mientras estés convaleciente.
Tom asintió sonriendo y tras besarla en la mejilla deseándola buenas noches cerró los ojos y se acomodó en la cama. Su último pensamiento antes de caer profundamente dormido fue para Bill… ¿le estaría echando tanto de menos como él?
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Y no estaba equivocado…odiándose a sí mismo por haber soltado esa mentira con descaro Bill paseaba por su habitación como un león enjaulado. Era tonto, debió aceptar esa invitación a cenar e ir a ver a Tom en su primer día fuera del hospital, pero…sabía que alguno de los amigos de Tom no veía con buenos ojos que estuviera allí sabiendo que era no solo parte sino el origen de todos sus problemas, y luego estaban sus padres a los que aún no había conocido.
No, lo mejor era esperar a que primero Tom se recuperara y luego hablar las cosas con más calma, ver si su relación podía ser y si así era, intentarlo con todas sus fuerzas.
Pensando en eso se pasó toda la noche en vela. Su padre había cumplido su promesa y contratado un camarero nuevo que hacía su trabajo. Mientras él descansaba y ponía en orden sus ideas, o al menos lo intentaba. Pero para cuando se hizo de día no se había aclarado nada. Y quería ver a Tom, se moría de ganas…
— ¿Bill?—escuchó la voz de su padre—¿Estás despierto?
Se levantó de la cama corriendo y abrió la puerta de la habitación, viendo a su padre con el teléfono de la mano.
—Es esa amiga de Tom, Michelle—explicó Gordon.
Bill le miró con la frente arrugada, ¿le había pasado algo a Tom? Rezando en voz baja para que no fuera así cogió el teléfono que le tendían con mano temblorosa.
— ¿Hallo?—susurró.
—Espero no haberte despertado—dijo Michelle mordiéndose el labio.
—No…¿está Tom bien?—preguntó Bill sin atreverse a respirar.
—Si, perdona si te he asustado—se disculpó Michelle avergonzada—Es que como ayer no le pudiste ver, he pensado que a lo mejor si estás libre…te puedo llevar y así os veis…
No podía evitar tartamudear, cuando se levantó esa mañana pensó que sería una buena idea llamarle y explicarle su plan, pero al ver que su llamada le había asustado pensando que era por algo más vital e importante, se sentía ridícula en esos momentos.
— ¿No molestaré?—preguntó Bill antes de aceptar.
—Tú nunca lo harías—le aseguró Michelle— ¿Te paso a recoger en media hora?
Bill asintió de inmediato y cortando la llamada salió al pequeño salón donde su padre le esperaba.
—Tom está bien—contestó a su silenciosa pregunta.
—Oh, es una buena noticia—dijo Gordon sonriendo.
—Michelle me viene a recoger y me llevará a verlo—siguió diciendo Bill camino del baño—Me doy una ducha rápida.
Gordon no tuvo tiempo de decir nada más, su hijo se encerró en el baño y un minuto después escuchó el sonido del agua al caer…y a su hijo tararear ilusionado. Sonrió y regresó al restaurante donde el nuevo camarero atendía las mesas como un experto.
Minutos después bajó su hijo con el pelo medio húmedo, y nada más verlo le amenazó con no dejarle ir a ver a Tom si no se lo secaba en condiciones.
—Hace frío, no quiero que caigas enfermo—insistió Gordon.
Le vio asentir y correr escaleras arriba resoplando. No bajó hasta que se hubo secado y alisado el pelo, descubriendo que Michelle ya estaba y se tomaba un capuchino recién hecho. Vio que Andreas le había preparado otro a él también y se lo tomó antes de que su padre le volviera a reñir y castigara esa vez de verdad.
—Cuando quieras nos vamos—dijo Michelle una vez los dos desayunados.
No hizo falta que se lo repitiera dos veces, se levantó y tras despedirse de su padre y Andreas se puso la cazadora y cubrió con un gorro de lana su cabeza. El coche de Michelle estaba aparcado en la puerta del restaurante y entró en el muy emocionado.
Por el camino Michelle puso la radio y de vez en cuando hablaba, contándole por donde iban y si en tal tienda vendían una botas estupendas. Sonrió al escucharla, no se conocían de nada y habían conectado a la primera, llegando incluso a quedar para ir de compras.
Llegaron a la casa de Tom y entonces se puso a sudar de improvisto. ¿Y si esa vez era él el que al final cambiaba de opinión? ¿Y si los padres al verle se opondrían? ¿Y si…?
Continuará…