Parte IV, capitulo 6

Dicho y hecho, Bill bajó tras la ducha vestido con unos vaqueros, camiseta y playeros. Colgada del brazo llevaba una chaqueta de chándal y el pelo le caía liso por los hombros, aún algo húmedo. Saludó a su padre con una sonrisa y se sentó al lado de Tom a desayunar. Andreas les había preparado dos capuchinos con tortitas, esa vez con fresas.

Mi amiga Kate cocina muy bien también—comentó Tom de pasada.

¿Kate?—repitió Andreas levantando una ceja, pensando si era tal Kate era una antigua novia de Tom con la que guardaba aún una buena relación.

Si, es la novia de uno de mis amigos—explicó Tom para tranquilidad de Andreas.

Es verdad—intervino Bill—El otro día hizo una tarta para chuparse los dedos. Deberías conocerla e intercambiáis recetas.

Podíamos incluir nuevos postres—comentó Andreas mirando a Gordon—A mi padre y a mí se nos terminan ya las ideas.

Pues decidle a Kate que se pase cuando quiera—dijo Gordon mirando a Tom y su hijo.

Se lo diremos—murmuró Tom sonriendo.

No lo había dicho a propósito, pero también era verdad que el otro día Gustav le comentó que Kate necesitaba hacer algunas prácticas en un restaurante como parte de sus estudios de hostelería. Y fue probar esa deliciosa tortita y acordarse de lo bien que cocinaba su amiga…a la que le debía una. Si no fuera por ella, por esa cena en la que le llevó a Chantelle no habría conocido jamás a Bill, ¿verdad?

Aunque en el fondo lo dudaba, algo le decía que sus caminos estaban destinados a cruzarse.

Terminado el desayuno Bill se despidió de su padre hasta la tarde. Salieron del restaurante, el coche de Tom estaba aparcado justo delante pero Bill negó con la cabeza.

Iremos donde tú quieras—murmuró Tom sonriendo.

Se guardó las llaves de nuevo en la cazadora y tomando a Bill de la cintura echó a andar en silencio calle abajo. Bill se sabía el camino, le guió por las calles sin fijarse por donde iban o en los escaparates.

Media hora después Tom se extrañó al ver donde estaban. Era una zona residencial rodeada de casas de dos plantas con sus jardines bien cuidados. Le recordaba mucho al barrio donde vivían sus padres, un buen lugar donde formar una familia.

Iba a preguntar qué hacían allí cuando Bill echó de nuevo a andar, dirigiéndose a un parque cercano. Les llegaban las risas infantiles de los niños y las voces de sus padres, y nada más girar la esquina Tom vio que había acertado.

¿Un parque?—preguntó carraspeando.

Bill asintió y soltándose de su agarre se dirigió hacia los árboles, apoyándose en uno y cruzándose de brazos suspirando.

¿Qué miras?—preguntó Tom una vez a su lado.

Pero Bill no le contestó, miraba fijamente un columpio donde un grupo de niños reía mientras se balanceaban. Tom le siguió la mirada, comprobando que seguía los pasos de un único niño, que reía en voz alta. Se le quedó mirando, reconociéndolo en el acto…

Es tu hermano—dijo en voz baja.

Bill asintió suspirando, no había que ser ciego para no darse cuenta. Tenía el pelo moreno con unos pequeños rizos, sus ojos eran castaños e incluso llevaba su mismo lunar bajo el labio.

Se llama Henry, le vengo a ver siempre que puedo—empezó a explicar Bill en voz baja—Aquí, escondido tras los árboles para que no me vea mi madre. Le veo jugar y pienso en si sabrá de mí o piensa que es hijo único. Me gustaría que cuando fuera más mayor tuviéramos más contacto y…

Tom asintió al tiempo que le cogía la mano. Le entendía perfectamente, él era hijo único y siempre echó de menos un hermano con el que jugar y hablar.

Siguieron observando en silencio, Henry se había bajado del columpio en el que estaba y puesto a dar patadas a un balón, ajenos a las miradas de sus padres que hablaban con los otros.

Sintió como Bill se ponía tenso a su lado, Henry había dado una patada al balón haciéndole botar hacia donde ellos estaban. Nadie se había dado cuenta y tras ellos había una carretera donde pasaban coches sin parar. El balón parecía ir directo a ellos y Henry corría tras el.

Tom no se lo pensó dos veces, se soltó de Bill y paró el balón con un pie. Lo cogió en sus manos y saliendo de los árboles se lo acercó al niño que le miraba con una amplia sonrisa.

Cuidado pequeño—dijo Tom también sonriendo.

El niño le miró en silencio, tendiendo sus manitas para que le devolviera el balón. Pero Tom no quería dárselo, estaba muy cerca de Bill y los padres aún no se habían dado cuenta de la carrera de su hijo.

¿Cómo te llamas?—preguntó sin dejar de sonreír.

Henry—contestó el niño moviendo las manos para que le diera el balón.

Henry, un nombre muy bonito—comentó Tom— ¿Y tus papás?

Henry se volvió y señaló un grupo de personas que hablaban ajenos a su conversación.

Y… ¿tienes hermanos?—preguntó Tom en voz baja.

Vio como Henry negaba con la cabeza al tiempo que escuchó un sollozo ahogado a su espalda. Se sintió muy mal en esos momentos, tal vez debería haberle devuelto el balón sin someterlo a un interrogatorio con Bill a escasos metros. Cualquiera que los viera pensaría que era un pervertido que trataba de hacerle algo al niño…

¡Henry!

Pegó un bote al igual que Henry, asustado por esa voz que había estallado como un trueno en ese día soleado. Alzó la mirada y vio una mujer que se les acercaba fulminándole con la mirada.

¿Vas a devolverle la pelota a mi hijo, o tendré que llamar a la policía?—preguntó Deidre Trümper.

Tom se la devolvió de inmediato. Esa mujer inspiraba mucho miedo.

¿No eres un poco mayorcito para jugar con niños?—insistió Deidre.

Si no fuera por mí la pelota hubiera ido a la carretera y Henry tras ella—explicó Tom.

¿Cuántas veces te he dicho que no hables con extraños, Henry?—riñó Deidre a su hijo—Te podía haber raptado y yo me pondría muy triste al quedarme sin mi único hijo.

Sintió que la sangre le hervía en las venas. Esa mujer era una bruja, había olvidado que tenía otro hijo que estaba escuchando a escasos pasos. En esos momentos lamentaba profundamente haber hablado con Henry, Bill debía de sentirse muy mal en esos momentos y al niño le estaba cayendo una muy buena. Y todo por culpa suya…

Ahora mismo nos vamos a casa y estarás castigado sin ver los dibujos—dijo Deidre cogiendo a su hijo con firmeza del brazo—Y verás cuando se entere tu padre, ya puedes despedirte de la pelota y volver al parque.

Se quedó mirando cómo se alejaban, la mujer tirando del niño que de vez en cuando se volvía a mirarle. Sintió como Bill salía de los árboles y se ponía a su lado cogiéndole de la mano. Entonces Henry se volvió…y le vio. Se le quedó mirando ignorando los fuertes tirones que le daba su madre, alzó una mano y saludó a Bill con una amplia sonrisa en los labios antes de volverse de nuevo siguiendo a su madre.

Me…me ha mirado—dijo Bill sin podérselo creer—Ha sonreído y me ha saludado.

Puede que la bruja de tu madre no le hable nunca de ti, pero en el fondo Henry sabe que puede contar con alguien que de verdad le quiere—dijo Tom apretando su mano.

Bill asintió y dando media vuelta siguieron con su paseo perdido en sus pensamientos. Se había sentido muy mal al tener a su madre tan cerca y escuchar todas esas crueldades que había dicho, más al escuchar a su propio hermano decir que era hijo único. Le estaban criando en un mundo apartado del suyo donde estaba solo y desamparado. Pero no lo estaba, Tom se lo acababa de decir. Y cuando fuera mayor hablaría con él y retomaría el tiempo perdido.

Pasaron el día juntos, comieron en el centro comercial y luego se fueron al cine para distraerse un rato. Pero no prestaron atención a la película, en cuanto se apagaron las luces sus labios ya se buscaron. Pasaron la hora y media hablando en voz baja de cualquier tema, quedando en hacer una cena en el restaurante como aquella en la que se conocieron, con los amigos de Tom e invitando a Andreas. Bill quería que se integrara en el grupo y los conociera, siempre encerrado en la cocina…no era vida para un adolescente de 18 años…

Llegada la noche Tom le acompañó hasta el restaurante y se quedó a cenar con Bill y su padre. Quedaron en ir juntos al juzgado, allí se encontrarían con David y el abogado que le había conseguido.

Llámame si no puedes dormir—dijo Tom cuando llegó la hora de despedirse—Sea la hora que sea, llámame y vengo si es necesario.

Bill asintió suspirando. Necesitaba tenerlo a su lado, pero…veía muy precipitado pedirle que se quedase a dormir en casa de su padre. No iban a hacer nada, solo dormir abrazados o hablar si hacía falta. Pero estaba algo cortado y Tom también lo estaría por la presencia de su padre.

Suspiró de nuevo y abrazándose a Tom con fuerza se despidió con un profundo beso en los labios.

Continuará…

por lyra

Escritora del fandom

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