Capítulo 5

—Hola, Sashá — saludó Tom de manera alegre mientras sonreía al ver el salto que había pegado la pelirroja, lejos de ellos.

—Q-que… ¿Cómo saben mi nombre? — tartamudeó, parpadeando rápidamente, y luego volvió su afilado rostro hacia una petrificada Aziza — ¿Así que eran ellos dos? Pequeña zorra… veremos que dicen en el colegio cuando se enteren, y ¿que dirán tus padres?— amenazó con una sonrisita burlona y después se volvió hacia los gemelos, sonriendo con coquetería y poniendo una mano sobre su cadera.

Aziza quería gritar, quería advertirle y llevarse de ahí a Sashá aunque fuese arrastrándola de los cabellos, pero había perdido la voz…

— ¿Se divierten? — inquirió Bill, esbozando una maligna sonrisa.

—Es amiga mía…— logro decir Aziza— de casa…

—Qué bonito…— escupió Tom. El vampiro tenía la espalda muy recta y sus ojos ardían con un gélido fuego plateado.

La chica pelirroja no la desmintió, pero le dio la espalda. Sus ojos se habían quedado enganchados a las plateadas pupilas de los gemelos y sonreía bobamente.

—Qué bueno que Aziza trajo a una de sus amigas— dijo Bill con una vocecita inocentona— eso significa que podemos divertirnos por partida doble…

La mirada de Sashá vaciló y recorrió entonces los rostros que tenía enfrente con detenimiento. Los ojos de Bill estaban hambrientos y medio absortos en la nada, y los de Tom, que seguían escupiendo su fuego de plata.

— ¿Aziza? ¿Qué está pasando? — la chica de cabellos borgoña se sintió temerosa e insegura de repente. Intento arrastrarse y volver con Aziza pero Tom deslizó un dedo bajo el collar de perlas que colgaba del cuello de Sashá y tiró con fuerza, obligándola a retroceder lejos de Aziza y Sashá emitió un sonido ahogado cuando el collar se tensó alrededor de su cuello; después la delgada cadena se rompió y hubo perlas casi doradas saltando por todos lados. Bill se lanzó por ellas con tanta avidez como si fuesen caramelos y se metió varias en la boca.

Y un instante después, Tom y Bill estaban a cada lado de ella, flanqueándole, empujándole hacia abajo como si quisieran hundir su cuerpo debajo de la hierba.

Los ojos aterrorizados de Sashá se encontraron con los de Aziza.

—Haz que paren— suplicó— no dejes que me hagan daño.

Bill sujetó los pies de Sashá deteniendo sus frenéticos pataleos, y los hizo parar con una sola mano.

La chica empezó a debatirse sobre la hierba. Sus ojos no se habían apartado ni un momento de los de Aziza, pero ahora le estaban contemplando con una expresión acusadora, y Aziza sintió una débil punzada de ira. <No te pedí que me siguieras> -pensó- <No les he dicho que te hagan daño> y en realidad no creía que fueran a hacerle daño. Pero ¿Por qué un vampiro tenía esa expresión tan expectante y al mismo tiempo tan despectiva? ¿Y porque había saliva goteando de las comisuras de los labios del otro vampiro?

—Parece muy dulce— dijo Bill.

—Déjenla— la voz de Aziza fue baja pero a la vez muy decidida—… es una chica legal…— dijo sin mucha convicción, y se arrepintió de haber hablado.

Tom sujetó a la pelirroja sentándose sobre ella e inmovilizándola con sus potentes brazos sin el más mínimo esfuerzo, y Bill se materializó de la nada a un lado de Aziza y ahogó el grito en una de sus manos mientras la inmovilizaba contra el tronco con la otra, mientras el roble rugía, impotente, adolorido. Bill acarició los labios de Aziza, esos hermosos labios tan pálidos y tan delicadamente trazados en cuyas comisuras se agazapaban el miedo y la preocupación y sintió como los labios de Aziza se tensaban bajo su dedo al comprenderlo al fin. Los gemelos eran terriblemente peligrosos, y estaban además terriblemente hambrientos.

Bill se imaginó lo que se sentiría al deslizar los dedos entre aquellos labios esculpidos en cristal y acariciar el trapo rosado de la lengua permitiendo que sus dedos quedaran rodeados por el húmedo calor de una criatura tan pura e inmaculada como aquella niña. Se preguntó que se sentirá al saborear la dulce saliva de Aziza, algo puro, que no había sido probado ni contaminado por nadie. Pocas veces podían tener una víctima tan inmaculada y con un don tan fuerte, y esa pureza era como un manantial de azúcar sin contaminar.

—Pobres chicas— dijo con un tono de tristeza fingida — tanto la una como la otra… una intenta ahogar su odio desquitándose con los inocentes, y la otra intenta enfrentarse al miedo a solas…— Tom dejó escapar una risita estridente, chasqueó las mandíbulas y retorció los brazos de la pelirroja, disfrutando de los gemidos de dolor.

—Pobre chica— murmuró Bill— eres muy valiente Aziza, eres tremenda y conmovedoramente valiente… quieres salvar a la pelirroja aunque ella tenía verdaderos deseos de acabar contigo…

—Eso no es verdad…— gorgoteó la chica del cabello de borgoña antes de que Tom le apretara el cuello.

—Pequeña mentirosa— bisbiseó Tom y apretó un poco más.

Bill le sonrió a Tom y después acarició la suave curva de la garganta desnuda de Aziza y sintió como la carne se estremecía bajo su helado roce y después dejó que sus dedos vagabundearan por debajo del cuello de la camisa ceñida que ella llevaba.

¿Para qué engañarse a sí mismos? Habían venido a París con el único propósito de embrujar a Aziza y atraer a la niña hacia su cama para hacerle enloquecer de placer, para ahogarle en un mar de sabanas de seda y almohadas de plumas, antes claro de matarla. Pero no contaron con la presencia entrometida de la otra chica, la otra chica con el alma tan ennegrecida.

— ¿Te ha dado un susto terrible ¿verdad Aziza? Esta chica se ha portado mal contigo— dijo Bill mientras se sentaba al lado de Aziza, sin soltarla del férreo apretón ni un momento, y después contemplaron ambos la expresión de terror en el rostro de Sashá, y la expresión de pornográfica y perversa malevolencia que resplandecía en el rostro de Tom— ah, pero estabas metiendo las narices en donde no debías. Debiste hacerle caso a tu amigo el roble— dijo Bill, acercándose aun mas al cuerpo de la chica. — Nunca tendrías que haber venido aquí…, no con tu don, no con ese ojo resplandeciente que hay en tu corazón. Para alguien que siente las cosas como tú, Tom y yo somos demasiado fuertes, demasiado embriagadores— canturreó Bill, llevándose a la chiquilla a su regazo y abrazándola como lo haría un padre protector.

Los gemelos estaban contentos por el placer que había empezado a embargar a la pequeña Aziza al caer en la extraña simpatía fingida del tono de Bill. Era eso lo que necesitaban; su mayor placer era el embrujar y fascinar. El ser amados por sus víctimas hacia que la traición final resultara todavía más dulce. Debían ir hacia su víctima en la carne y hacerle el amor. Deben atraerla hacia debajo de una sabana de seda, donde se arrodillaran delante de la criatura que escogían. Deben convertirla en una adicta a su saliva, debía respirar su olor hasta que acabara intoxicándose, solo así consumarían su amor, robándole hasta la última gota de belleza, de juventud. Eso planeaban hacer con Aziza.

— ¿Qué le pasará? — preguntó Aziza, mirando fijamente hacia la nada, encogiéndose al sentir la risa de Bill alborotándole el cabello.

—Tom la dejará tan seca y retorcida como una raíz de mandrágora. Nada se pudrirá en ella salvo sus ojos y su lengua, porque no quedará nada más que pueda pudrirse… la habrá chupado hasta dejarla totalmente seca. Sus ojos se irán encogiendo y su rostro se irá transformando en polvo… pero para ella será muy fácil.

Aziza había ido poco a poco sumergiéndose en la inconsciencia con la cabeza acunada contra los brazos del malévolo vampiro, soñando las palabras más que oyéndolas mientras su mente se llenaba de imágenes del cuerpo marchito del niño que había visto hacia un rato por el canal, del roble gigantesco contra el que estaban apoyados, y del cual se desprendían chorros de lagrimas de savia transparente al verle perdida…

— ¿Morir es fácil y no duele? — preguntó con voz adormilada, alzando la mirada hacia Bill.

Y sin saber porque, Bill pensó que Aziza ya había oído aquellas palabras con mucha anterioridad; pero movió la mano apartando los mechones de cabellos negros de la frente de Aziza y dejó que su cabeza se fuera inclinando lentamente hacia atrás, dejando al descubierto el pulso y la vida escondidas bajo la piel de la garganta.

Quizá se quedaría con los vampiros a final de cuentas, realmente quería ahogarse en la cama de los gemelos. Quería suspirar en los brazos de Tom, quizá deseaba retorcerse y gemir bajo los tiernos cuidados que le administrarían los labios de Bill, tal vez así su mente conseguirá apagarse para siempre y dejaría de sentir tanto dolor.

—Así es, querida mía, morir es fácil y no duele— su lengua aleteó sobre la sedosidad de las pestañas de Aziza, después resbaló por su mejilla e intentó encontrar un paso a través de aquellos labios exquisitos… y todos los nervios del cuerpo de Aziza parecieron cobrar vida al instante, se tensaron y se desplegaron. Recordó que ella odiaba a los gemelos por lo que le habían hecho al niño de la carretera, por lo que le habían hecho a todas aquellas victimas que rodaban y rodaban en las mentes de los gemelos, gritando suplicas de auxilio.

Se envaró y trató de levantarse pero los brazos del vampiro eran como dos extremidades hechas de hormigón puro y no pudo moverse un ápice ni siquiera cuando el vampiro se puso en pie y le rodeó el torso, manteniéndola atrapada firmemente en la presa de sus brazos, con los pies colgando a gran altura del suelo.

Después reparó en la figura de Sashá, que aun se retorcía entre los brazos de Tom con el rostro bañado en lágrimas.

—Por favor— gemía— quédense con Aziza… ella es hermosa y yo…

Pero Tom negó con la cabeza y tensó más el agarre, haciendo crujir levemente los huesos de la joven.

—No, no queremos a la hermosa Aziza…, —canturreó el mayor— o por lo menos todavía no la queremos. Lo próximo que nos dirás es que nos vayamos a la calle de Bourbon y que nos busquemos una puta ¿verdad? Tenemos hambre. Te necesitamos.

—Es muy fácil, tarareó Bill, meciendo con una especie de ternura demente a Aziza entre sus brazos.

—Fácil replicó el otro gemelo como un eco lejano.

Bill se acercó hacia Tom y hacia la chica que su hermano tenía en debajo de él, cerrando filas. Aziza no se podía mover, agitaba los pies en el aire y trataba de zafarse, hasta que Bill, ya harto de tanto forcejeo, gruñó molesto y le propinó una dolorosa mordida que desgarró su hombro izquierdo, haciendo brotar un chorro de sangre color rojo claro que le salpicó el rostro; y después arrojó a Aziza a los pies del gran roble, donde ella se golpeó la cabeza y se quedó quieta, con los ojos cerrados y no volvió a moverse.

Bill le dio una ojeada para asegurarse de que no fuera a escapar y después se acercó a la confusión de forcejeos y sollozos que tenía lugar en la hierba junto a él.

La sonrisa de Tom había enrojecido y una hilacha de carne pulposa colgaba de una de las comisuras de sus labios. La pelirroja ya había dejado de luchar mientras miraba como el otro vampiro se acercaba con paso vacilante, sonriendo como un maniaco. Durante el tiempo que había permanecido ahí, Sashá se había dado cuenta de que aquel par de chicos eran letales y muy peligrosos. Se había dado cuenta de que eran vampiros y el cínico pensamiento de que solo fueran una panda de psicópatas aficionados bebedores de sangre se esfumó de su mente en ese instante. Habían dicho que tenían hambre… que necesitaban alimentarse… se preguntó qué clase de vampiros serían y como se alimentarían. ¿Poseían una clase de probóscide* que se hundiría en su cuerpo para recorrerlo buscando hasta la última gota de vida, o se limitarían a enterrar sus bocas en su cuerpo, desgarrando con sus dientes, dejando que la fuerza vital se extendiera dentro de ellos?

Sashá quería creer que aquello era una pesadilla, un mal sueño del que pronto despertaría y se odió a si misma por haber seguido a Aziza a aquella maldita colina donde le esperaba la muerte misma. Fuera lo que fuese, esperaba que Aziza lo sintiera también, que fuera la segunda en padecer un terror semejante y helado. Pensarlo le proporcionó una especie de perverso consuelo.

Bill estaba ya muy cerca de ella y ahora ya podía ver perfectamente el brillo de sus ojos sin pupilas, podía distinguir las grietas diminutas que recubrirían la superficie de su piel y la delgada capa de polvo que cubría su lengua.

Cuando las manos heladas de Bill estuvieron sobre ella, Sashá dejo escapar un alarido de desesperación y se retorció sobre la hierba una vez más, las lagrimas se deslizaban por su rostro, gotitas de plata en la noche que le humedecieron el cabello en las sienes; volvió a suplicar pero los gemelos eran demasiado fuertes y la sometieron casi sin esfuerzo alguno…

Los gemelos se alimentaron durante dos horas. Se pegaron al cuerpo de Sashá y cada grieta y poro de su piel se convirtió en una boca minúscula llena de dientes microscópicos, un diminuto agujero chupador que se introdujo en las profundidades de los tejidos de Sashá hasta extraer la última gota de humedad, de vitalidad y de amor que pudiera hallarse enterrada en el amargado corazón de la muchacha.

Los gemelos interrumpían el proceso alimenticio para morderla e intercambiar prolongados besos, ungidos y sazonados por las entrañas de la muchacha. Para ellos el sexo ya no era más que una medida temporal, un medio para obtener un fin. El alimentarse siempre resultaba algo muchísimo más sensual.

Tom acabó irguiéndose y bostezó. El gemelo menor dejo de chupar y miró a la chica con una leve curiosidad. Los dedos de muchacha pelirroja apenas eran más que huesos recubiertos en piel, pero seguían arañando débilmente la tierra húmeda, haciendo pequeños surcos en ella. El cascaron de su cabeza aun crujía moviéndose de un lado a otro en una ciega negativa; la hoja reseca de su lengua todavía asomaba de su boca medio desmoronada buscando una gota de humedad. Ya no quedaba ni una gota de líquido en ningún punto del cuerpo destrozado de Sashá y Tom lo sabía muy bien. Pero siempre tardaban tanto en morir… realmente habían sido piadosos con la chica en DC al desgarrarle el cuello y matarla rápidamente, pero cuando se alimentaban así, con el mas puro sadismo… el ver morir…

Resultaba vagamente interesante.

Tom volvió la cabeza y miró por encima de su hombro contemplando el bulto oscuro agazapado al pie del árbol.

—Aun nos queda la chica vidente— murmuró.

Bill le sonrió.

—Insaciable, insaciable…

—Me da igual

—Bueno, en ese caso vayamos a echar un vistazo.

Caminaron de puntillas hacia el pie del árbol y se colocaron uno a cada lado de Aziza Novú. Había un fuerte olor a sangre azucarada. La luna se había vuelto a ocultar y la vista de los gemelos no era tan buena como sus otros sentidos, pero realmente no la necesitaban. Se inclinaron sobre la hierba y respiraron profundamente, yendo mas allá del olor a azúcar, sangre y pena de la chica, intentando captar el palpitar de la vida que seguía latiendo.

Después se miraron el uno al otro y menearon la cabeza.

—Tú la probaste— dijo Tom, atravesando a Bill con su gélida mirada plateada— eso no me cayó demasiado bien.

—Gatito celoso…

—No es de nuestra clase… es demasiado…— Tom bufó al no encontrar un adjetivo adecuado.

—Demasiado pura, su sangre es muy empalagosa— dijo Bill y los dos soltaron una risita.

Pero su risa murió en cuanto volvieron la mirada al bulto enroscado sobre la hierba. Sashá había resultado estar tan seca…

—Qué pena.

—Qué lástima.

—Una tragedia.

— ¿Debemos olvidarnos de ella?

— ¿Perdonarle la vida?

Guardaron silencio.

—No. — ambos rieron mostrando sus afilados dientes cual desalmados tiburones blancos.

—Ella puede inyectar montones de vida en nuestros cuerpos durante mucho tiempo si sabemos utilizarla…—dijo Bill.

Loa gemelos se abrazaron al pie del gran roble y sus cabelleras se confundieron mientras compartían un beso tan salvaje como obsceno, y que los hizo casi sollozar de placer.

—Marchémonos— dijo el gemelo menor haciendo un gesto de molestia— larguémonos de ésta ciudad.

—Pero el carnaval— el gemelo mayor se había encaprichado con ir al carnaval y asesinar ahí a algunas personas para divertirse un rato.

—Claro, podemos ir si quieres. Me da igual, pero vayámonos de aquí en cuanto haya terminado ¿nos iremos querido, por favor…?

—Por supuesto— dijo Tom, acariciando el rostro pálido de su hermano— ¿pero porque tan de repente?

El gemelo más joven volvió la mirada hacia el bulto reseco y agrietado que yacía sobre la yerba. Después fue inclinando la cabeza hacia adelante y sonrió; su sonrisa era perezosa, cálida y despreocupada.

— ¿Es que no ves lo que ha ocurrido? — Preguntó — hemos consumido prácticamente a una puta ¿Dónde está la elegancia en eso?

—Creo que tienes razón— dijo Tom, haciendo una mueca de asco— ya hay demasiadas de esas chicas baratas y tan fáciles de conseguir… quizá podamos ir a Marruecos…

—Quizá…

Los dedos de Sashá seguían arañando inútilmente la tierra debajo de ella, trocitos de piel apergaminada se desprendían a cada mínimo temblor.

—Adiós, Sashá querida— dijo Bill con tono jovial cuando paso elegantemente a su lado.

Tom se rio con malicia, recogió el liviano bulto que era la joven Aziza y lamió la sangre que brotaba de la herida que Bill le había hecho en el hombro.

—Muy dulce— canturreó y los ojos de Bill brillaron al pensar en que podrían alimentarse por mucho tiempo de aquella chica si sabían manejarlo.

—Te lo dije, es demasiado pura como para vivir entre esos asquerosos mortales— y con esa excusa los gemelos se la llevaron…

Y sus pisadas crearon ecos que subieron hasta el laberinto de ramas del gran roble.

Noche. Y se han ido.

Las pisadas aun siguen creando eco; el roble sigue llorando savia por el destino que le espera a la joven que ellos se han llevado.

La luna se esconde, no va a brillar más.

Y después, el silencio.

Y después la negrura.

FIN

Probóscide* Prolongación del aparato bucal o la nariz en forma de trompa o pico, propia de algunos insectos y mamíferos, como el elefante, adaptada para la succión.

por Shugaresugaru

Escritora del Fandom

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