Please forgive me 12

Parte de esta conversación de Bill y Georg (el plan de Georg y el estado en que encuentran la casa) esta sacada de “Un destello en la niebla”, de V.C Andrews, de donde he sacado parte de la idea en la que me baso en este fic, aunque al final no he seguido tan al pie de la letra porque eso dejaría a Georg al final como un desequilibrado y al final pensé que no se lo merecía.

Capitulo 12

La casa no quedaba lejos, pero aún así Georg cogió el coche de su padre. Por el camino le fue contando cómo le iba con los estudios y sus planes futuros.

Quiero estudiar medicina, como mi madre—explicó muy orgulloso—Y también me gustaría echar una mano en la tienda a mi padre, siempre dice que tiene que coger a alguien pero nunca se decide. Aunque…si tú quieres ofrecerte estoy seguro que mi padre no pondrá pega alguna y yo podré dedicarme plenamente a mis estudios.

A Bill le pareció una buena idea, no tenía ninguna fuente de ingreso y sus ahorros serían insuficientes para pagar el arreglo de la casa, y tenía que reservar una parte para el cuidado de su hijo.

Es una buena idea, hablaré con tu padre—dijo Bill muy animado—Estoy muy orgulloso de ti Georg, serás un buen médico.

Georg sonrió y siguió conduciendo. Llegaron a la casa y apagó el motor arrugando la frente al ver la expresión de Bill. Tal y como le habían contado él y sus padres, estaba en ruinas. O lo parecía, no se había salvado ninguna ventana de una pedrada, y la verja del jardín estaba rota. Toda la casa necesitaba una mano de pintura, el tejado tendría que ponerse nuevo y el jardín estaba echado a perder.

Es lamentable, ¿verdad?—dijo Georg suspirando—Tu tío se abandonó tras tu marcha, bebía cada vez más y los último meses ya solo salía de casa para irse a echar sus partidas de cartas al bar.

¿Y quién trabajaba las tierras?—preguntó Bill con curiosidad.

Las tierras…las malvendió—contestó Georg arrugando la frente.

¿Cómo?—susurró Bill.

Necesitaba dinero para jugar y vendió las tierras ya que ya no las trabajaba por pereza—explicó Georg—Suerte que la casa no la quiso comprar nadie…

Pero…las tierras eran mi herencia, ¿me he quedado sin nada?—preguntó Bill entre lágrimas.

Lo siento mucho Bill—susurró Georg cogiéndole de la mano—Tu tío estaba muy enfermo…

Bill lo sabía, siempre sospechó que no vería nada del dinero dejado por sus padres, pero mantenía la esperanza de que le quedasen las tierras, podría trabajarlas y vivir de ellas. Suspiró y tragándose las lágrimas se soltó del agarre de Georg y salió del coche. Quería ver la casa por dentro, saber si seguir adelante con sus planes o mejor abandonarlos.

¿Estás seguro de que quieres entrar ahí? —preguntó Georg yendo tras él.

Sí, Georg—contestó Bill suspirando—Aunque ahora parezca un chamizo, un día fue mi hogar y el de mi madre.

Cruzó con rapidez el que una vez fuera algo parecido a un jardín y subió los peldaños del porche. Los tablones crujieron de manera alarmante; la puerta de acceso chirrió sobre sus oxidados goznes y amenazó con venirse abajo cuando con ayuda de Georg la empujaron. La casa misma apestaba como si todas las criaturas del mundo se hubieran cobijado en alguna de sus estancias.

Presiento que por aquí han desfilado las peores sabandijas de Magdeburgo—murmuró Georg arrugando la nariz.

La cocina era una pocilga hedionda. Había botellas de whisky vacías en el suelo, debajo de la mesa y de las sillas. El fregadero estaba lleno de platos con comida reseca, y en todas partes se veían sobras en estado de descomposición que sin duda llevaban allí semanas, si no meses. Las condiciones de la sala de estar no eran mucho mejores. La mesa estaba volcada, también había botellas desechadas. En el suelo se acumulaban barro, mugre y escucharon unos pasos escurridizos al lado de la pared.

Serán ratas—dijo Georg carraspeando—Mejor salir cuanto antes.

Bill no se hizo de rogar y dando media vuelta salió de la casa. Sentía que el mal olor le había revuelto el estado y llevándose una mano al vientre salió al porche respirando hondo. Georg se puso a su lado con gesto preocupado al verlo en ese estado, puso una mano sobre su hombro tratando de confortarlo.

Estás muy pálido—comentó Georg preocupado—No debimos venir, pareces enfermo.

No estoy enfermo Georg…estoy embarazado—confesó Bill en un susurro.

Georg se quedó con la boca abierta. ¡Embarazado! Pero… ¿cómo había pasado?

Es…es una larga historia—susurró Bill, como si le hubiera leído la mente—Me han abandonado y despedido del trabajo, por eso he regresado a casa.

Parecía a punto de derrumbarse, y Georg no se pudo contener. Le estrechó en sus brazos acariciándole la espalda tratando de consolarlo. El ruido de un coche le hizo alzar la mirada, reconociendo al conductor que le saludó con la cabeza al mismo tiempo que pitaba.

Es un amigo de mis padres—murmuró Georg, saludándolo con la mano—¿Te acuerdas de él? Solía darme clases de gramática en la trastienda, siempre se me atragantaron.

Bill asintió con la cabeza, le había visto en más de una ocasión cuando iba a suplicar comida en nombre de su tío. El coche había reducido la velocidad, parándose ante la verja para tratar de averiguar quién era el chico que estaba con Georg, qué hacían allí….y por qué le seguía abrazando de esa manera…

Bill lo notó y se soltó de su agarre carraspeando, sonriendo al recién llegado.

¡Bill Trümper!—exclamó el hombre reconocerlo, echándole un buen vistazo de arriba abajo—Hacía mucho tiempo que no te veíamos por Magdeburgo.

He estado una temporada fuera—explicó Bill, como si no fuera obvio—Regresé ayer para quedarme.

Eso está bien. Georg, tienes mucho mejor aspecto. Bueno, os dejo. Da recuerdos a tus padres.

Georg asintió y le volvió a saludar con la mano.

¿Sabes que soñé ayer por la noche?—preguntó Georg de repente—Que habías regresado para estar conmigo.

Georg…no sigas por ahí, por favor—suplicó Bill.

Lo sé, solo…fue un tonto sueño. No me hagas caso—dijo Georg carraspeando—Y… ¿qué harás cuando se te empiece a notar el embarazo? ¿Qué dirás a la gente?

Todavía no lo sé—contestó Bill suspirando.

Lo más fácil sería que lo criáramos juntos—propuso Georg de repente.

Georg…sabes que eso no puede ser—murmuró Bill con cansancio.

¿Por qué no? Dame una buena razón—casi exigió Georg.

Es una barbaridad ni siquiera plantearlo. Y tus padres…

Mis padres no dirían una palabra—dijo Georg con firmeza—¡Qué felices se iban a poner! Y nunca te faltaría nada, ni…ni al bebé…

Bill no sabía cómo hacerlo entrar en razón, le estaba proponiendo un plan realmente descabellado.

¿Y sabes lo que dirá la gente cuando se entere de tu estado?—preguntó Georg resoplando—Ya los conoces, enseguida correrán rumores y te señalarán con un dedo. Pero…podemos decir que estamos juntos y vamos a tener un hijo. Nadie lo podrá en duda, y cuando nazca mi madre puede decir que es prematuro si hace falta.

Bill se le quedó mirando, ¿lo estaba diciendo en serio? Porque en el fondo tenía que reconocer que llevaba mucha razón, él solo no podría sacar a su hijo adelante, y la gente era muy cruel a veces. Ser padre soltero no era algo bien visto, y más a su edad. Era demasiado joven y estaba solo… pero lo que le estaba proponiendo le parecía un plan descabellado, sin pies ni cabeza. Y tenían que incluir a sus padres, que mintieran ante todo el mundo solo para salvaguardar el poco honor que le quedaba. No les podía pedir eso…

No quiero causaros ningún problema—dijo Bill con firmeza—Yo solo quiero restaurar la casa y ver crecer aquí a mi hijo.

Tú solo no podrás con todo—empezó a decir Georg—Y esta casa está en las afueras, ¿qué pasaría si una noche el niño cae enfermo? ¿O tú mismo? Estás aislado, el vecino más próximo está a más de 3 kilómetros, ¿a quién le pedirías ayuda?

Bill no lo había pensando, lo único que quería era salir de esa casa donde Georg vivía su fantasía en la que entre ellos había algo. Pero debía pensar en su hijo, no tenía dinero suficiente para comprarse otra casa más cercana o pagar el alquiler de una. Y un hijo generaba muchos gastos…

¿Acaso no me quieres?—preguntó Georg de repente.

Sí, te quiero mucho, pero no como…novio—contestó Bill, esperando no herirle.

Hay algo más, ¿no es así?—preguntó Georg, viéndolo asentir con la cabeza—Aún amas al chico que te ha dejado embarazado, a pesar de que te ha abandonado. ¿Verdad?

Me temo que sí, Georg—confesó Bill suspirando.

Eso no cambia nada. Siempre me tendrás a tu lado—dijo Georg con firmeza.

Georg, no hagas que me arrepienta de haber venido—murmuró Bill.

¡Por supuesto que no!—exclamó Georg—Pero…sabes lo que pensarán de todos modos ¿no?

¿Qué?—preguntó Bill sin entender.

Que el niño es mío—murmuró Georg mirándole fijamente—Vuelves de repente y te alojas en casa de mis padres una temporada, y meses después tienes un bebé. No hay más que atar cabos…

Contaré la verdad cuando sea necesario—prometió Bill con firmeza.

No te creerán—insistió Georg—Ya sabes cómo son las viejas chismosas, te vendrán a ver y por mucho que jures y perjures que te abandonó el padre de tu hijo, no dejarán de sospechar que es mío y si no te hacen cambiar de opinión vendrán a hablar conmigo y mis padres.

Bill lo sabía, odiaba que la gente no se metiera en sus propios problemas. La liarían gorda, y los más perjudicados serían los padres de Georg. Y no podía permitirlo…

Georg, eres un buen amigo y sé que solo lo dices por mi bienestar, pero lo siento mucho. No puede ser—dijo Bill con firmeza—Lo mejor es que me vaya de tu casa cuánto antes, mientras arreglo la mía puedo alquilar una habitación donde sea y…

No lo hagas, por favor—pidió Georg—Solo quería que supieras que tenemos esta opción. Y que aunque ahora me digas que no, siempre quedará una puerta abierta. Deja las obras en mis manos, me encargaré yo mismo de contratar al personal necesario y podrás mudarte en cuanto esté todo terminado.

Bill suspiró aliviado, se había sentido realmente mal oyéndole contar ese descabellado plan. Porque…casi había estado a punto de decir que si…

&

Regresaron a casa y fue como si nada hubiera pasado. Georg se comportaba como si la conversación que habían mantenido hubiera sido un sueño muy lejano. Ese día en la cena habló con su padre de la posibilidad de que Bill le echara una mano en la tienda.

¡Claro que sí!—exclamó el señor Listing—Pero con calma, no queremos que te canses en tu estado. Y como bien ha dicho Georg, deja la restauración de la casa en nuestras manos, conozco a varias personas que nos harán un buen precio.

Yo lo pagaré todo—dijo Bill con firmeza.

Déjanos ayudarte—insistió el señor Listing—Cuidar solo de un hijo conlleva muchos gastos.

Georg asintió con la cabeza de acuerdo con las palabras de su padre. Bill no supo que decir, sentía que le dolía la cabeza y decidió retirarse a descansar a pesar de que aún era temprano. Se tumbó en la cama y se acarició el vientre suavemente, pensando si había hecho bien al no aceptar la ayuda de Georg.

Pero…lo hizo porque en el fondo aún pensaba que quedaba una sola posibilidad de que Tom regresara con él y juntos criarían a ese hijo que tanto iba a querer…

Un mes después la vida de Bill había cambiado radicalmente. Empezó a trabajar en la tienda a media jornada, el señor Listing le fue enseñando como iba el negocio y pronto pudo comprobar que Bill trabajaba duro.

Cada cliente que entraba y le reconocía quería saber donde había estado todo ese tiempo, pero Bill solo explicaba que se había ido fuera a trabajar. Le daba vergüenza contar que fue vendido por su tío.

Semanas después pudo comprobar cómo su deseo de restaurar esa casa que una vez llamó hogar se cumplía. Había quedado perfecta, ¡tal y como lo había soñado! El tejado era nuevo al igual que todas las ventanas, habían pintado de blanco la fachada y arreglado el porche que la rodeaba. La verja también había sido restaurada y el jardín empezaba a florecer gracias a las plantas que entre la madre de Georg y él habían elegido y plantado, dejando una zona para el pequeño huerto del que Bill se haría cargo.

Por dentro, la cocina había sido remodelada y contaba con nuevos electrodomésticos. El salón estaba pintado en color crema y de momento no había ningún mueble, Bill ya se encargaría de decorarlo más adelante, de momento corrían más prisa los dormitorios del piso superior, el principal y el que usaría para su hijo. El desván y antiguo dormitorio suyo había sido limpiado a fondo y de momento estaba también vacío.

Todas las tardes tras cerrar la tienda daba largos paseos acompañado de Georg tal y como su madre le había recetado. Iban hasta la casa y día a día la vieron crecer mientras hacían sus planes.

Podrás mudarte a final de mes—dijo Georg con cierta tristeza en su voz—Y espero que no te importe, pero mis padres quieren regalarte la cuna que usé yo siendo bebé. La tienen guardada en el desván y me han dicho que te lo dijera, que si la quieres esta misma noche la bajo y mañana la montamos.

La verdad es que no he comprado nada aún—comentó Bill suspirando—Sé que voy a necesitar muchas cosas pero no sé por dónde empezar.

Mi madre estará encantada de echarte una mano—dijo Georg con firmeza—Siente que es como si fuera a tener su primer nieto y ha estado tejiendo algunas prendas en sus ratos libres en la clínica. Verás que preciosidades, tan pequeñas que parece mentira que sirvan para un bebé…

Bill le escuchaba en silencio, su mirada estaba perdida en el horizonte. No podía dejar de pensar en Tom, hacía ya casi 2 meses desde que le abandonara tras prometerle estar juntos el resto de sus vidas. No sabía nada de él, Andreas y Paul le habían visitado 4 veces en ese tiempo y las únicas noticias que le traían eran que Tom seguía sin aparecer por casa. No sabían nada más de su compromiso ni de quien era la afortunada.

David también le hizo una visita en cuanto pudo, quería ver por sus propios ojos que se encontraba bien. Y no pudo encontrarle mejor, ya se le notaba algo la barriga y los padres de Georg le cuidaban como si fuera su propio hijo.

Una tarde estando de visita Andreas, Bill se sinceró con él y le habló del plan que Georg le había mencionado. Habían ido para enseñarles como estaba la casa ya de adelantada, Georg se la estaba enseñando por dentro a Paul y viendo una oportunidad para sincerarse la aprovechó.

Pues me parece una buena idea—dijo Andreas tras escucharle—Darías un padre a tu hijo mucho mejor que Tom y nunca te faltaría de nada.

Tengo una casa—murmuró Bill señalándola—Puedo sacar yo solo a mi hijo.

Un hijo da mucho trabajo, necesitarás a alguien que te eche una mano—dijo Andreas con firmeza—Hazme caso, acepta la oferta de Georg y manda a Tom al carajo.

Bill guardó silencio, esperaba que le dijera que había hecho lo correcto, que Georg se había obsesionado un poco con la idea de poder estar juntos y habló movido por sentimientos no correspondidos. Quería que le dijera que opinaba como él, que quizás con el tiempo Tom se diera cuenta del error que había cometido y un buen día aparecería por la puerta…

Regresaron pronto a casa de los padres de Georg, Paul y Andreas querían regresar a Leipzig antes de que anocheciera. Se despidieron de Bill, quien les vio marcharse con tristeza. Le habían prometido volver dentro de un mes y con algún regalo para el bebé. La madre de Paul también le estaba tejiendo una mantita y alguna prenda más.

Subieron al coche y Andreas se puso en marcha. Pasada una hora Paul no soportó más el tenso silencio que les rodeaba y acomodándose en el asiento se volvió para mirarle.

¿Estás bien?—preguntó, viéndole asentir con la cabeza—Estás muy silencioso…

Andreas resopló, no dejaba de darle vueltas a la idea de Georg y la cabezonería de Bill en no aceptarla. Y mientras le decía adiós con la mano pudo sentir una tristeza profunda en su mirada…

¿Estás preocupado por Bill?—preguntó Paul.

¿Tú como lo has visto?—preguntó Andreas a su vez.

Pues…algo rellenito, pero es normal en su estado—contestó Paul sin entender.

No, me refiero a… ¿no le has notado muy triste?—preguntó Andreas.

Bueno, mi madre me contó que estando ella embarazada de mi pasaba con facilidad del buen humor al llanto—explicó Paul—Bill tiene las hormonas revolucionadas, solo es eso.

Hay más—dijo Andreas con firmeza—No puede olvidar a Tom, y es como si esperase que fuera a buscarle. Pero te aseguro una cosa, como me lo vuelva a encontrar no pienso decirle nada de Bill, no se merece saberlo tras lo que le ha hecho.

Tom no sabe que está embarazado—le recordó Paul carraspeando—Cuando se entere, seguro que quiere hacer lo correcto e irá a por él.

¡Cómo se nota que no le conoces!—exclamó Andreas resoplando—Tom Kaulitz jamás hace lo correcto.

Sabía que era imposible hacerle cambiar de opinión, y en parte tenía razón al decir que él no conocía para nada al tal Tom. Jamás le había visto, solo sabía de él por lo que Andreas le había contado, y nunca era nada bueno…

Continuará…

Escritora del fandom

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