Capitulo 14
No podía creérselo, pero era verdad. Tom Kaulitz había regresado, y le tenía delante esperando que le invitara a entrar. Quería decirle que se fuera, cerrarle la puerta y librarse así de más dolor. Pero en el fondo de su corazón, le seguía amando y más de una noche había soñado con su regreso.
—Déjame explicarme, por favor—habló Tom al cabo de unos minutos.
Bill asintió con la cabeza y le dejó entrar. Le llevó al salón y se sentó en el sofá. A un lado estaban aún las sábanas usadas por Georg la noche anterior, que Tom se quedó mirando algo intrigado. Y Bill lo sabía, lo que le dio una idea.
—Date prisa en hablar, Georg puede volver de un momento a otro—dijo tratando que no le temblara la voz.
—¿Georg?—repitió Tom alzando una ceja—¿Es ese el nombre del chico que he visto salir?
—¿Me has estado espiando?—preguntó Bill sin podérselo creer—¿Y…? ¡Eras tú el de ayer! ¿Verdad? Sabía que había alguien espiándome, no has cambiado nada Tom.
—Ayer quise verte pero…no me atrevía—explicó Tom tratando de no alterarle más de lo que lo estaba—Estuve bajo un árbol casi media hora buscando la manera de contarte todo lo que me ha pasado, hasta que llegó el tal Georg y me fui. Esta mañana volví con la firme promesa de no irme sin hablar contigo.
—Pues date prisa—repitió Bill—No quiero que Georg te vea.
—¿Estás saliendo con él?—preguntó Tom sin poderse contener.
—Sí—mintió Bill sin pestañear.
—Y….el hijo que esperas es suyo, ¿no?—preguntó Tom, sabiendo que le estaba mintiendo.
—Si—susurró Bill.
Tom no podía apartar la mirada de esa barriga que se curvaba bajo el albornoz que llevaba, ya la había visto en todo su esplendor cuando se estaba besando minutos antes con Georg, el albornoz se desabrochó y la dejó al descubierto.
—Tom—llamó Bill carraspeando, cruzando los brazos sobre su vientre.
—No hace falta que me mientas Bill, sé que ese hijo que esperas es mío—dijo Tom para su sorpresa—Además, hace poco más de 4 meses que has vuelto y por tu estado diría que estás de unos 6.
—Me he estado viendo con Georg—mintió Bill de nuevo—Cada vez que David me daba unos días libres nos veíamos a escondidas.
—Bill, te recuerdo que eras virgen cuando yo…—empezó a decir Tom.
Pero se calló de golpe, no era un buen momento para recordarle que le había tomado a la fuerza en el pasado. De repente se puso muy pálido, acababa de caer en la cuenta que fue justo unos 6 meses atrás cuando le vio nadando en el río y decidió hacerlo suyo. Entonces….eso quería decir que su hijo era fruto de esa vez…
—Es….es mío…—susurró con un hilo de voz.
—No—negó Bill con firmeza—Es solo mío.
No hacía falta que siguiera mintiendo, Tom acaba de saber cuándo concibieron ese niño que crecía sano y salvo en su vientre. No había más que ver lo pálido que se había puesto y como sus ojos se habían llenado de lágrimas. Era la primera vez que le veía a punto de llorar, y eso de algún modo le conmovió.
—Ahora que ya sabes la verdad, puedes volver con tu mujer—dijo Bill poniéndose en pie.
—¿Mujer?—repitió Tom sin entender—Bill, yo…yo no me he casado.
—¿También las has abandonado tras aprovecharte de ella?—se le escapó a Bill.
Tom arrugó la frente al escucharlo, había llegado la hora de contarle toda la verdad. De que viera que a él también le habían engañado…
4 MESES ATRÁS
No podía evitar sentirse muy nervioso, en pocos días regresaría a casa y volvería a ver a Bill. No había pasado ni un solo día sin pensar en él, en si le echaría de menos tanto como él le añoraba. Había trabajado duro tal y como le había prometido a su padre y gracias a Gustav habían conseguido dar a conocer el nombre de su plantación. Habían logrado que mucha gente confiara en sus productos y se comprometieran a comprarlos.
Su padre no podía estar más orgulloso de él, regresaba a casa con las manos llenas. Por eso cuando vio a su madre bajar del coche que se acercaba, tuvo un mal presentimiento. Se acercó a saludarla y ayudarla con el equipaje.
—Buenas tardes, madre—murmuró tras besarla en la mejilla—¿Va algo mal?
—¿Qué hay de malo que una madre quiera ver a su hijo?—preguntó Simone.
—Regreso en dos días—le recordó Tom.
—Lo sé, pero quería hablar antes contigo—dijo Simone con tono serio.
Tom sabía que era de algo importante y se hizo cargo del equipaje. Se alojaban en una casa de huéspedes y Gustav estaba en esos momentos descansando en su habitación. Por lo visto su madre ya había reservado otra para ella y Tom la acompañó en silencio, pensando que podía estar pasando para que fuera su madre en persona.
Pero la conversación se hizo de rogar, Simone Kaulitz estaba hambrienta y pidieron que les subieran un té y unos bizcochos. Y hasta que no se los terminaron Simone no empezó a hablar.
—Querido, necesito que me hagas un pequeño favor—empezó a decir Simone.
—¡Claro madre!—exclamó Tom poniéndose recto.
—El otro día estuve comiendo con la señora Thompson y me habló de su sobrina, Claire—explicó Simone—Resulta que vive aquí en Berlín y al igual que tú ha terminado los estudios y le gustaría echar una mano en este nuevo negocio.
Tom escuchaba a su madre en silencio, algo le decía que no regresaría a casa en dos días…
—Ya he quedado con Claire en vernos mañana—dijo Simone—Comeremos juntos y puedes ir poniéndole al día de cómo han ido las negociaciones y los futuros planes.
—¡Mamá, en un día me es imposible explicárselo todo!—exclamó Tom resoplando—Podemos dejarlo para más adelante, tras mi vuelta a casa…
—Lo mejor sería que te quedaras más tiempo—cortó Simone—Ya lo hablé con tu padre y está de acuerdo, además debéis hacer un viaje a Oberhausen y Claire os acompañará para ir aprendiendo. Serán solo un par de semanas, nada más.
A Tom no le quedó más remedio que asentir, no podía decirle a su madre que primero quería regresar para ver a Bill y explicarle en persona que sus planes se iban a retrasar. Conoció a Claire al día siguiente y pudo comprobar que estaba muy interesada en el negocio y aportó varias ideas. A la comida también estuvo invitado Gustav, y Tom pudo comprobar que entre los dos parecían saltar chispas.
Su madre se fue esa misma tarde tras la comida, Tom la acompañó hasta el coche y sabiendo que se arriesgaba le pidió que entregase una carta a David.
—Le hablo de un nuevo abono que me han recomendado—murmuró Tom carraspeando.
Simone cogió la carta que le tendía y se la guardó en el bolso, prometiéndole dársela a David en persona. Tom suspiró al verla marchar, rezando para que la carta llegase a su verdadero destinatario. Era para Bill, en ella le contaba que por favor le perdonase y le esperara, que iba a tardar en regresar y sus sentimientos hacia él no habían cambiado, sino que se hacían más fuerte cada día que pasaba.
Sabía que David le daría la carta, no era tonto y en más de una ocasión le había visto dirigir una extraña mirada a Bill cuando sus caminos casualmente se cruzaban.
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El par de semanas se transformaron en un par de meses y en ese tiempo Tom pudo comprobar cómo iba naciendo algo entre Gustav y Claire. Tras las reuniones con sus futuros clientes solía tomar algo para celebrarlo, pero Tom se excusaba y los dejaba a solas. No quería interponerse, ni ver como se amaban. Porque le traía recuerdos, porque le hacían sentirse muy solo y querer mandarlo todo al demonio e ir junto a Bill.
Ya lo tenía todo pensado, compraría unas tierras y él mismo las trabajaría. Y Bill le podía echar una mano, si quería. Quería empezar desde cero en un nuevo sitio, labrarse su futuro y no depender de sus padres.
Y así tenía pensado en decírselo un mes más tarde cuando al fin pudo regresar a casa. Claire y Gustav se quedaron en Berlín dando los últimos retoques a un contrato muy importante y Tom se pudo al fin escapar. Llegó por la noche y a pesar de la hora se acercó al barracón donde cenaban algunos trabajadores. No vio a Bill con ellos, ni Andreas. Estarían ya acostados o aseándose. El que si estaba era David, y nada más verlo se levantó y fue hacia él.
—¡Tom! No sabía que ibas a venir—saludó David estrechándole la mano.
—No avisé a mis padres, quería darles una sorpresa—explicó Tom carraspeando—¿Recibiste mi carta?
—¿Carta? ¿Qué carta?—preguntó David arrugando la frente.
—La que le di a mi madre—murmuró Tom empezando a ponerse nervioso—¿No la recibiste? Fue hace un par de meses.
—No Tom, tu madre no me ha dado nada—dijo David sin entender—¿Era algo importante?
Tom negó con la cabeza, no quería poner a su madre en ningún aprieto ante David. No sabía cómo preguntarle por Bill directamente, pero se moría por saber de él. ¿Estaría enfadado por no haber regresado cuando le prometió? ¿Pensaría que le había mentido y abandonado? Rezaba para que no fuera así, quería explicarle que le escribió una carta que lamentablemente no recibió, y en ella le contaba lo mucho que le amaba.
Cogió aire y mirando a David fijamente trató de hablar con normalidad.
—¿Qué tal ha ido todo en…en mi ausencia?—preguntó sin poder evitar que le temblara la voz.
—Bien, ayer mismo se cosechó el campo 9 y el señor Thompson pasará mañana a hablar con tu padre—explicó David.
—Pero… ¿no ha habido ninguna novedad?—insistió Tom desesperado.
David no era tonto y sabía por quién le estaba preguntando. Pero… no podía contarle toda la verdad, aún no sabía porque había vuelto Tom y solo. ¿No se suponía que se iba a casar? ¿Dónde estaba su prometida? ¿Ya se había cansado de ella y quería disfrutar de Bill una vez más?
—¿David?—llamó Tom procurando no gritar—¿Qué ha pasado?
—Hubo…un pequeño altercado con un ternero—empezó a explicar David—Rompió un vallado y se coló en las tierras del señor Thompson estropeando unos sembrados. Tu madre se disgustó mucho y me pidió que echara al chico que estaba al cuidado del ganado…
No tuvo que decir nada más, Tom sabía de sobra que siempre eran Bill y Andreas quienes se ocupaban del ganado, y al ver en esos momentos a Andreas salir del barracón no tuvo que pensar más.
Echó a correr hacia la gran casa y se dirigió al estudio donde sabía que estaría su madre leyendo antes de irse a dormir. Entró como una exhalación, asustándola sin querer.
—¡Tom!—gritó Simone poniéndose en pie.
—Madre…lo siento…—se disculpó Tom entre jadeos.
—¿Qué haces aquí?—preguntó Simone aún enfadada con su hijo—¿Ya te has cansado de trabajar, verdad? Ya te lo dije a tu padre, que pronto volverías a casa a por más dinero que gastar… ¡si es que nunca vas a cambiar!
—¿Dónde está?—interrumpió Tom, procurando no gritar.
Simone se sentó de nuevo antes de contestar, cogiendo el vaso de agua que tenía a un lado y tomando un sorbo con demasiada lentitud. Sabía por quién le preguntaba, y no se lo iba a poner fácil.
—¿Tu padre? Se acostó temprano—explicó Simone acomodándose en la butaca.
—Sabes que no he preguntado por padre—siseó Tom.
—Y tú que no me gusta que me hables en ese tono—dijo Simone con dureza.
—¡Pues contéstame sin rodeos!—exclamó Tom gritando un poco—¿Dónde está?
—¿Quién? ¿El chico al que te has estado tirando?—preguntó Simone arrugando la nariz—Le eché de las tierras. Sabías que lo haría con los próximos con los que te pillara.
—¿Me…me has visto con Bill también?—preguntó Tom sin poderse contener.
—Tom, ¿sabes cómo me sentí en esos momentos?—estalló Simone realmente enojada—Salgo a pasear por mis tierras y os veo retozando tras unos matorrales. Ya sospechaba que te veías a escondida con alguien, hacías muchas salidas a escondidas y no soy tan tonta como me crees. Sabía que no olvidarías tus viejos hábitos, y por tu culpa Bill ha pagado las consecuencias.
—Y aprovechando el altercado del ternero le echaste—susurró Tom jadeando.
—No—dijo Simone para su sorpresa—Le eché porque estaba preñado.
Continuará…
nadie acertó que fuera la madre quien los pilló, echásteis la culpa a la pobre cocinera 😀