Tom miró a su madre como si no la hubiera oído bien. ¿Preñado? ¿Bill? Y era suyo entonces claro, sino su madre no se hubiera tomado esas “molestias”.
—Sabía que el día menos pensado harías algo así—siguió diciendo Simone arrugando la frente—No tienes cabeza para usar las medidas adecuadas para no dejar embarazado a todos con los que te acuestas, ya tenía yo vigilado a Bill y en cuanto le noté los primeros síntomas le eché sin pensármelo dos veces.
—¿Has….has echado a Bill y a…tu propio nieto?—susurró Tom.
—No es mi nieto—dijo Simone con firmeza—No permitiré que una escoria como Bill forme parte de la familia, solo porque lleve un hijo tuyo en su vientre.
—¡Yo le amo!—estalló Tom—Y pienso ir a por él.
—Lo que vas a hacer es regresar a Berlín—dijo Simone con firmeza—Aquí he dicho que te quedabas porque te ibas a casar. Con una chica. Para eso te presenté a Claire.
—Está con Gustav—apuntó Tom—Y yo me voy a buscar a Bill. No le pienso abandonar, se lo prometí.
Dio media vuelta dispuesto a hacer lo que acababa de decir, pero la voz de su madre le hizo detenerse en seco.
—Si sales por esa puerta, no te molestes en volver—siseó Simone poniéndose en pie—Y olvídate de todo, te desheredo. Ya me he cansado de tus caprichos. Vas deshonrando el nombre de la familia acostándote con cualquier ramera que se te cruce por el camino, ya tienes edad para sentar la cabeza.
—No pienso abandonar a Bill ni a mi hijo—dijo Tom con firmeza—Y si no quieres que vuelva, no lo haré. No necesito vuestro dinero, podré sobrevivir si Bill está a mi lado.
Y siguió su camino. Salió de la casa y fue hacia su coche, regalo de su padre del verano pasado. Pero se lo pensó mejor y sacando del maletero su equipaje dejó las llaves puestas y abandonó el vehículo. No quería nada que viniera de sus padres. Por suerte tenía algo de dinero ahorrado que siguiendo los consejos de su padre había invertido y obtenido grandes beneficios, era el dinero que pensaba emplear para labrarse un futuro junto a Bill y su hijo.
Cargó con las maletas y se dirigió al barracón, algunos trabajadores ya se habían acostado y otros fumaban antes de irse. Reconoció a David entre ellos y de nuevo se dirigió hacia él.
—David, necesito que me prestes tu camioneta—le pidió entre jadeos.
—¿Por qué no le olvidas, Tom?—preguntó David, sabiendo que había hablado de Bill con su madre.
—Porque no puedo—contestó Tom en un susurro—¿Sabes dónde está?
—¿No te cansas de hacerle daño?
La fría voz de Andreas le hizo volverse. Estaba a su espalda, apoyado en la puerta del barracón fulminándole con la mirada.
—Es lo que mejor se te da—murmuró resoplando Andreas.
—Me acabo de enterar que mi madre le echó porque estaba embarazado, y pienso ir a por él—explicó Tom tratando de mantener la calma—Le prometí una vida juntos y lo pienso cumplir.
—No te mereces a Bill—dijo Andreas con firmeza—Lo ha pasado muy mal en la vida y tú solo has ayudado a que se sienta peor.
—Andreas, cállate por favor—pidió David—Tom, Bill ha regresado a Magdeburgo. Está viviendo en la que fuera la casa de su tío, la heredó tras su muerte y la ha reformado para darle un hogar a su…a vuestro hijo.
—Gracias David—dijo Tom respirando aliviado—¿Me prestas tu camioneta, por favor?
David asintió de inmediato y le tendió las llaves, ignorando el gruñido que Andreas emitió. Le acompañó hasta donde le tenía aparcado y allí se despidió de Tom.
—¿Sabes cómo vino a parar Bill aquí?—preguntó David de repente.
—No—contestó Tom sin entender.
—No necesitábamos a nadie, pero una noche estaba yo en Magdeburgo jugando a las cartas y uno de los jugadores era el tío de Bill, Gordon. Perdió y como no tenía dinero con qué pagarme…me vendió a Bill.
—¿Le vendió?—repitió Tom.
—No sé cómo me dejé convencer, pero nada más ver donde vivían y lo desdichado que parecía Bill supe que sacarlo de allí era lo mejor que podía hacer—siguió explicando David—Con su trabajo pagó la deuda de su tío y cuando terminó le dije que era libre para irse. Pero no quiso, no tenía nada y esto era lo más parecido a un hogar que había conocido.
—Hasta que llegué yo y lo estropeé todo—murmuró Tom.
—Gordon murió días antes que Bill regresara—siguió David—Lo único que ha podido heredar es la casa en ruinas que con ayuda de la gente ha podido restaurar. Tenía también tierras, pero su tío las malvendió y se ha quedado sin su herencia. Parte de esas tierras eran de su madre y Bill contaba con ellas para sobrevivir.
Tom le escuchaba en silencio, un plan empezaba a formarse en su cabeza. Se despidió de David prometiéndole cuidar muy bien de Bill y ese hijo que tanta ilusión le hacía. Subió a la camioneta y condujo hasta Magdeburgo.
Era aún de noche cuando llegó y la pasó dentro del automóvil. Hasta que amaneció y viendo abierto un bar entró a desayunar. Como ya supuso el dueño conocía a Bill y pudo preguntar por esas tierras que una vez le pertenecieron y en esos momentos tenían nuevo dueño. Se hizo con su nombre y teléfono y no paró hasta lograr que se las revendiera, ofreciéndole el doble de su precio.
Casi se quedó sin dinero, pero no le importó. Y una vez con las escrituras en la mano se dirigió a las afueras donde vivía Bill. Estaba anocheciendo y no tuvo el valor de ir a verle, le había estad espiando una media hora escondido tras un árbol, viendo como un chico salía de la casa y entrando en su coche se iba. No sabía quién era, esperaba que un amigo de Bill.
Se hizo más de noche y él continuaba escondido bajo el mismo árbol, no sabía cómo explicarle a Bill todo lo que había pasado sin mencionar a su madre. Hasta que vio que volvía el mismo coche y ese amigo de Bill entraba en la casa.
Decidió marcharse, no quería que le encontraran espiando tras los árboles. Volvería por la mañana y no dejaría pasar otra oportunidad…
—Y no lo hice—siguió contando Tom—Esperé a que estuvieras a solas y aquí me tienes. Para rogarte que me des una segunda oportunidad, para que me dejes demostrarte que te sigo queriendo con toda mi alma y quiero formar parte de la vida de mi hijo.
Bill le escuchaba en silencio, como llevaba esos minutos en que le había contado cómo fue a por él nada más saber que su madre le había echado. Estaba realmente conmovido, confiaba en la palabra de Tom y creía su historia.
—Sé que necesitas tiempo para asimilar lo que ha pasado, puedo irme y volver cuando lo hayas pensado—murmuró Tom poniéndose en pie.
—¡No necesito tiempo!—exclamó Bill imitándole—He de reconocer que pensé que me habías abandonado cuando Andreas me contó que te quedabas en Berlín con tu futura esposa, y entonces me sentí utilizado. Pero cada día que pasaba no podía dejar de pensar en ti, en que algún día volverías a por mí tal y como habías prometido…
—Y aquí me tienes—dijo Tom emocionado.
Abrió los brazos y Bill se refugió en ellos sollozando. Era tal y como lo había soñado, Tom al fin había vuelto y entre los dos iban a criar a ese hijo que se movía en su vientre.
—¿Lo has notado?—preguntó Tom separándose.
—Sí, nuestro hijo está feliz de verte—contestó Bill entre risas—Es la primera vez que le noto tan agitado.
Tom bajó una mano y la puso sobre su vientre hinchado con cierta timidez. Bill le cogió por la muñeca y la llevó a un lado, justo donde su hijo le estaba dando una patada con suavidad. Los ojos de Tom se llenaron de lágrimas al sentirlo.
—Es…es un niño—explicó Bill sonriendo—Crece cada día fuerte y sano.
—¿Y tú estás bien?—preguntó Tom sin poder apartar la mano.
—Cada día me siento más pesado—explicó Bill suspirando—Me canso más pero la madre de Georg me dijo que era normal.
—¿Su madre?—repitió Tom sin entender.
—Sí, es médico y me está llevando el embarazo—contestó Bill—Dentro de unos meses empezaremos a hablar del parto, habían pensando que me mudase a su casa para no estar tan lejos y que el bebé viniera en mitad de la noche.
—Ahora estoy yo—dijo Tom con firmeza—Entre los dos sabremos qué hacer.
Bill asintió sonriendo y alzando la cara separó los labios esperando. El beso no se hizo de rogar, Tom se apoderó de sus labios y le besó profundamente, suspirando porque al fin se había reencontrado.
Pasaron el resto de la mañana viendo la casa, Bill le fue contando de los arreglos que había tenido que hacer al estar en mal estado gracias a su tío. Primero le enseñó su habitación y la cama que iban a compartir a partir de esa noche, cuando Tom se instalase. Y luego fueron a la de su hijo donde estaba ya la cuna montada. Tom sonrió al verla, la veía muy pequeña…
—Ya tengo algo de ropa—explicó Bill abriendo el primer cajón de la cómoda—Son prendas tejidas por la madre de Paul, el novio de Andreas, y la madre de Georg.
—A mi madre también le gusta tejer—comentó Tom arrugando la frente—Por lo que me contó mi padre, toda mi ropa de bebé la hizo ella y la tiene guardada en un baúl en el desván, a la espera de los nietos que yo les diera…
No siguió hablando, le dolía pensar en cómo se había portado su madre ignorando ese nieto al que jamás vería crecer.
—¿No tiene solución tus problemas con tus padres?—preguntó Bill preocupado.
—No, nunca retroceden cuando han tomado una decisión, por muy dura que haya sido—contestó Tom carraspeando—Ya me habrán desheredado, pero no me importa. Tengo dinero ahorrado y con el he comprado…
Dejó de hablar, esa era una sorpresa que quería que Bill viera en persona.
—¡Vístete!—exclamó sonriendo—Quiero enseñarte algo.
Bill se dirigió a su habitación y se vistió con rapidez. Se puso unos vaqueros y una camiseta amplia de manga corta. Se calzó unos playeros y siguió a Tom fuera de la casa.
—¿Dónde vamos?—preguntó con curiosidad.
Pero Tom no le quería decir nada, le llevó por un camino que él conocía muy bien y arrugó la frente al ver ante sus ojos las tierras que habían pertenecido a su tío y madre.
—No entiendo…—murmuró mirando a Tom.
—Ahora son nuestras—explicó Tom sonriendo ampliamente—David me contó que tu tío las malvendió y nada más llegar las compré para que fueran nuestras. Trabajaré duramente en ellas, te prometo que no te faltará nada. Ni a nuestro hijo tampoco.
—Y yo te ayudaré—se ofreció Bill.
—¿En tu estado?—preguntó Tom alzando una ceja—No, además, tú ya has trabajado bastante. Ahora debes descansar y criar a nuestro hijo.
—Pero necesitaremos dinero, seguiré trabajando en la tienda del padre de Georg—explicó Bill—Y puedo hablar con él para poder vender allí nuestra cosecha.
Tom le escuchaba en silencio, la verdad es que era una buena idea. Claro, que primero tenía que decir que si el padre de Georg, aunque por la determinación con la que hablaba Bill estaba claro que le conocía muy bien y sabía qué diría que sí.
—¿En qué piensas?—preguntó Bill, al verlo tan silencioso.
—Los padres de Georg te han ayudado mucho, ¿verdad?—preguntó Tom.
—Desde siempre—contestó Bill—Y más ahora con el bebé. Quieren formar parte de su vida, y no se lo puedo negar.
—¿Y…y Georg?—preguntó Tom en un susurro—¿Le has hablado de mí?
—Yo…te mentí—susurró Bill carraspeando—No hay nada entre Georg y yo, aunque él mantiene la esperanza de que algún día acepte su proposición de vivir juntos y ser el padre de mi hijo. Me lo dijo nada más saberlo, para que no nos faltase de nada y nadie me señalase con el dedo por haberme quedado embarazado y sin nadie a mi lado.
—Tenemos que hablar con él—dijo Tom con firmeza—Contarle la verdad y que he regresado para estar juntos.
Bill asintió suspirando, pensando en cómo se lo iba a tomar Georg. No quería que se molestase como cuando se fue y creyó que estaba muerto, lo último que quería era que recayese de nuevo en una depresión. No se lo podría perdonar si ocurría.
Regresaron a casa y Bill se puso tenso al ver el coche de Georg aparcado junto a la valla. Apoyado contra la puerta estaba Georg con gesto preocupado, había regresado antes de lo previsto y se asustó al ver que no había nadie en casa. Nada más ver a Bill se separó del coche, mirando extrañado al chico que le acompañaba…y que iban cogidos de la mano…
—¿Bill?—llamó en voz baja.
—Hola Georg—saludó Bill carraspeando—Quiero que conozcas a Tom, es…el padre de mi hijo.
Fue directo al grano, no quería andarse con rodeos. Esperó en silencio viendo como Georg abría los ojos como platos y negaba con la cabeza.
—¡Ah! Es…el mismo que te abandonó, ¿verdad?—preguntó con ironía.
—He vuelto por Bill—intervino Tom con firmeza—No sabía que le habían echado estando embarazado. Nada más saberlo he venido a explicárselo y a quedarme para criar juntos a nuestro hijo.
—Sé que te costará entenderlo, pero Tom está diciendo la verdad—dijo Bill sin soltar su mano—Nos queremos mucho, y te estamos muy agradecidos por todo lo que has hecho…
—Pero ahora que Tom ha vuelto yo sobro—murmuró Georg.
—Por favor, no digas eso—suplicó Bill soltándose de Tom—Sabes…que lo nuestro no podía ser y yo siempre mantuve la esperanza de que Tom volviera.
—Entonces…lo mejor es que me vaya—dijo Georg dándose por vencido—Estudiaré en Berlín como tenía previsto, solo espero que cuando tenga unos días libres y venga a ver a mis padres, me dejes hacerle una visita a…a tu hijo.
—¡Claro que sí!—exclamó Bill abrazándole—Sabes que tú y tus padres siempre formaréis parte de su vida.
Georg le devolvió el abrazo suspirando y regresó a su coche tras intercambiar una mirada con Tom. Entró en el y se alejó derrapando, dejando atrás a ese gran amor que le sería imposible olvidar.
—Estará bien—murmuró Tom al cabo de unos minutos.
—Lo sé, y alejarse de mí es lo que mejor puede hacer—dijo Bill con firmeza—Estando a mi lado creerá algo que no es y eso solo le haría mucho daño.
Suspiró y cogiendo de nuevo la mano de Tom caminaron hasta la que ya era su casa, el hogar donde verían crecer a su hijo.