Cuando regresaron David le cogió del brazo y una vez más le encargó trabajar en una de las parcelas más alejadas de la casa. Bill se dirigió a ella con resignación, no sabía cómo iba a poder ver a Tom de nuevo, levantaría muchas sospechas si se acercara a la casa cuando David se lo había prohibido expresamente. Y no quería que nadie supiera que se veía con Tom, no lo entenderían.
Estuvo trabajando casi 2 horas hasta que decidió hacer un pequeño descanso. Buscó un árbol y bajo él se sentó suspirando. Le dolía la espalda, esos días libres apenas había descansado nada, aún se sentía resentido por esa noche de pasión. Sonrió sin poder evitarlo al recordarlo, lo había pasado tan bien…
—¿Soñando despierto?
La voz de Tom le hizo pegar un salto. Se puso en pie sonriendo con timidez al tiempo que se pasaba las manos por los pantalones tratando de limpiarse un poco. Debía tener un aspecto horrible, sentía la cara sudada y el pelo sucio y despeinado.
—He venido a echarte una mano—explicó Tom remangándose.
—¿No tienes otra cosa mejor que hacer?—preguntó Bill sonriendo.
—¿Mejor que pasar la mañana a tu lado? Pues no—contestó Tom guiñándole un ojo—Así terminamos antes y podremos disfrutar del tiempo que nos sobre…
Eso sonaba muy bien, mejor tras el beso que Tom le dio en los labios antes de ponerse manos a la obra. Una vez más Bill terminó mucho antes gracias a la ayuda de Tom y viendo que aún faltaba casi una hora para la comida regresaron al árbol y se tumbaron a descansar. O eso era lo que Bill pensaba…Tom se inclinó sobre él y empezó a besarlo con suavidad.
Bill se dejaba hacer, acomodándose bajo su cuerpo y llevando las manos a su cuello, atrayéndolo para que no se terminase jamás ese dulce beso.
—Te he echado mucho de menos—confesó Tom cuando sus labios se separaron.
—Solo ha sido un día—dijo Bill sonriendo.
—Para mí parece que ha sido un año—susurró Tom besándole en el cuello—Ayer tuve un duro día con mi padre y no sabía cuando podía escapar para verte. Por suerte, mis padres estarán fuera toda la mañana y he podido disfrutar de algo de libertad.
—¿Tan duros son contigo?—preguntó Bill muy interesado.
—Sé que me he portado muy mal con ellos, pero trato de remediarlo aunque ellos no lo crean—estalló Tom sin poderse controlar—Me siguen tratando como si fuera un niño pequeño, creen que pronto me cansaré de portarme bien y volveré a las andadas. Ni siquiera creen a Gustav cuando les habla de todo lo que he logrado.
—¿Gustav?—repitió Bill alzando una ceja.
—Sí, un compañero de clase—explicó Tom besando su cuello—Le debo la vida por así decirlo, una noche me cogí una buena y si no fuera por él habría muerto atropellado. Me recogió de la calle y me hizo ver que había tocado fondo. Gracias a él cambié, y se lo quiero demostrar a mis padres. Y Gustav me está ayudando.
—Debe de ser un buen amigo entonces—murmuró Bill carraspeando.
—¿Estás celoso?—preguntó Tom sin poderse contener.
Bill negó con la cabeza, aunque Tom no se creyó su respuesta. Estaba celoso, y eso le gustaba mucho. Porque demostraba que sentía por él algo muy fuerte.
—No debes estarlo—dijo poniéndose sobre él—Es hetero y yo no le atraigo lo más mínimo. Es un buen amigo, como ya te he dicho.
Bill asintió en silencio dando la conversación por finalizada, no le había gustado que Tom hubiera adivinado lo celoso que estaba por oír lo bien que hablaba Tom de ese amigo. Suspiró y se concentró entonces en lo que estaba pasando. Tom se le había puesto encima y empezado a bajar por su cuerpo. Sentía sus manos luchar con sus pantalones hasta lograr desabrocharlos, y cuando fue consciente del todo de la situación, no pudo ni quiso hacer nada por remediarlo.
Tom se había apoderado de su miembro con los labios, lo había sacado al exterior y metido en su boca. Todo su cuerpo se estremeció, nunca jamás imaginó que se podía hacer una cosa así, ni sentir tanto placer. Cerró los ojos y llevando las manos abajo las colocó sobre la cabeza de Tom, tratando así de llevar él el ritmo.
De sus separados labios se escapaban pequeños gemidos que fueron cobrando intensidad hasta convertirse en gritos. No se podía controlar, Tom le estaba torturando con la lengua y antes de poderse contener se derramaba en su boca alzando las caderas.
Tom alzó la cara sonriendo ante lo que veía, a Bill retorciéndose en el suelo con los ojos cerrados entre gemidos y jadeos. Se pasó una mano por los labios y dejó escapar un suspiro. Le gustaba mucho Bill, era muy guapo y nuevo en todo, adoraba cada una de sus reacciones.
—Será mejor que nos movamos—dijo Tom al cabo de unos minutos—No querrás llegar tarde a comer y que te hagan preguntas…
Bill negó con la cabeza y aceptando su mano se levantó. Se colocó la ropa y tras pasarse las manos por el pelo se despidió de Tom con un beso.
—¿No puedes escaparte esta noche?—preguntó Tom abrazándolo fuertemente.
—No creo—contestó Bill suspirando—Recuerda que duermo en un barracón lleno de gente, y David no me quita el ojo de encima.
—Yo esta tarde no puedo—dijo Tom resoplando—Mi padre invitó a merendar al señor Thompson, el vecino de al lado. Quieren hablar de compartir unas tierras para luego repartirse los beneficios. Me escaparía, pero no quisiera que pensara que ya estoy volviendo a las andadas…
—No lo hagas—dijo Bill con firmeza—Hallaremos la manera de estar juntos.
—Quiero volver a hacerte el amor—susurró Tom sin poderse contener—Me gustas mucho y me siento muy feliz estando a tu lado. Eres lo mejor que me ha pasado…
Se apoderó de nuevo de sus labios, besándolo con pasión hasta que el sonido de un coche acercándose les hizo separarse de golpe. Corrieron a esconderse tras un árbol, observando pasar un coche camino de la casa.
—Son mis padres—explicó Tom resoplando—Tengo que irme, no quiero llegar tarde y que me echen la bronca.
Bill asintió y tras recibir un último beso le vio echar a correr. Se quedó varios minutos tratando de recuperar la respiración, y cuando sintió que no le temblaban las rodillas él también se marchó.
Llegó al barracón y tras lavarse las manos y la cara se sentó a comer junto con los demás trabajadores.
—¿Estás bien?—preguntó Andreas sentándose a su lado.
—Sí, ¿por qué?—preguntó Bill poniéndose tenso.
¿Tendría algo en el pelo que le delatara que en vez de estar trabajando se había estado revolcando con Tom por el suelo?
—No sé…te veo raro—contestó Andreas echándole un vistazo de arriba abajo—Más feliz.
—¡Es que soy muy feliz!—exclamó Bill sin poderse contener.
Andreas esperó que siguiera hablando, pero viendo que no iba a soltar prenda empezó a comer pensativo. No sabía que le podía estar pasando a su amigo para que sonriera de esa manera, ni entendía por qué no se lo contaba. Creía que eran buenos amigos, ¿qué pasaba para que no confiara en él?
Esa tarde y como todas las demás se encargaron de llevar el ganado al río para que pastara. Se sentaron bajo un árbol y Andreas estuvo vigilando mientras que Bill dormía profundamente. No se despertó hasta casi una hora después, avergonzado por todo lo que había dormido cuando debía estar trabajando.
—Estarás muy cansado—comentó Andreas—David me comentó que has hecho en una mañana el trabajo de dos días. No te mates tanto a trabajar, luego te puede pasar factura.
—No volverá a pasar—murmuró Bill sonrojándose.
Debía tener más cuidado, si David sospechaba que alguien le estaba echando una mano iría a vigilarlo y se le caería el mundo encima si descubría que era el mismo Tom Kaulitz quien le estaba ayudando para luego poder compartir besos y caricias bajo los árboles.
—¿Sabes de qué me he enterado?—preguntó de repente Andreas—El señor Kaulitz quiere expandir el negocio, exportar sus productos a las grandes ciudades. Esta tarde está reunido con el señor Thompson, es quien le ha estado hablando del tema durante meses y al parecer ahora se está pensando mejor en asociarse con él.
—¿Cómo te enteras de esas cosas?—preguntó Bill con curiosidad.
—Fui a la casa a por la comida—explicó Andreas—La señora Webber sabe todo lo que pasa en la casa, solo tienes que preguntarla.
Bill se puso tenso sin poder evitarlo. ¿Cómo podría enterarse de todo? ¿Y si sabía más de lo que Andreas sospechaba, como que Tom se veía con alguien a escondidas? Empezarían los rumores y no pararían hasta descubrirse que él era ese alguien. Si la madre de Tom se enterase, ya se veía de patitas en la calle…
Regresó al barracón con mal cuerpo, que pudiera ser descubierto hizo que se pasara el resto de la tarde con el estómago revuelto por los nervios. Ni probó la cena, se fue temprano a dormir y por la mañana nada más levantarse sintió que se mareaba un poco.
—Normal, si anoche no cenaste nada—le riño Andreas.
Fue a desayunar sin muchas ganas, se bebió un vaso de leche y comió un trozo de bizcocho solo para que no le siguiera riñendo Andreas, pero fue ponerse en pie y sentir una arcada. Caminó dando tumbos hasta unos matorrales y allí vació su revuelto estómago. Se sentía como enfermo, le temblaba el cuerpo y todo le daba vueltas.
Cuando regresó al barracón no tuvo ni que decir nada, David se asustó al ver lo pálido que estaba y le mandó de vuelta a la cama.
—Va haciendo ya mucho frío, fijo que estás incubando algo—comentó David poniéndole una mano en la frente—No estás caliente, pero de todos modos quiero que pases la mañana en cama.
—Hay mucho trabajo que hacer—dijo Bill con un hilo de voz.
—Ayer terminaste tú solo el trabajo de hoy, descansa y a la tarde acompañas a Andreas con el ganado—ordenó David—Si necesitas algo…bueno, puedes acercarte a la casa. La señora Webber tiene analgésicos, y pídele algo de comer. No tomes nada con el estómago vacío.
Bill asintió y cerró los ojos suspirando. Se encontraba realmente mal, su estómago protestaba de hambre pero sabía que si comía algo lo echaría de inmediato. Poco a poco se fue quedando dormido, y cuando despertó horas después lo hizo muy hambriento.
Se levantó poco a poco de la cama, comprobando que se le habían pasado las nauseas. Fue a la casa tal y como David le había dicho y allí la señora Webber le puso un plato de estofado delante.
—Tengo que salir a tender la ropa al patio—explicó la señora Webber mirándole con gesto serio—Voy a tardar un poco. No salgas de la cocina para nada, que no me entere que has estado husmeando por la casa.
Bill asintió con la cabeza y siguió comiendo en silencio. Ni se le ocurriría entrar en la casa a echar un vistazo, jamás había pasado de la cocina y aunque la curiosidad era grande, sabía lo que se jugaba si por ejemplo le pillaba la señora Kaulitz.
—¿Bill?
Se puso en pie de golpe al escuchar su voz, se volvió y sonrió con timidez al ver a Tom.
—¿Qué haces aquí?—preguntó Tom sin entender.
—Me sentía mal y David me dio la mañana libre—explicó Bill—Ayer me salté la cena y….bueno, he echado todo el desayuno, así que ahora que me siento bien estoy comiendo algo.
—Tienes mala cara—dijo Tom acercándoselo.
Pero Bill retrocedió un paso, no quería tenerlo tan cerca en su propia casa. No sabía quién podía aparecer en el momento menos adecuado.
—¿Qué pasa?—preguntó Tom sin entender.
—Aquí no—contestó Bill en un susurro—Vete y déjame terminar de comer, luego nos vemos.
—Ayer no pude escaparme en toda la tarde, pero de hoy no pasa—dijo Tom con firmeza—Iré a verte al río, despista a Andreas.
Bill no sabía si podría hacerlo, aparte que el río le traía muy malos recuerdos. Pero era la única posibilidad de ver a Tom y no la pensaba desperdiciar.
Fue fácil despistar a Andreas, esa vez fue él quien cayó profundamente dormido y con la excusa de vigilar el ganado más de cerca se alejó del árbol donde dormitaba su amigo. Tom le esperaba tras unos matorrales y cuando estuvo cerca salió de sus escondite asustándolo.
—¡Lo siento!—se disculpó Tom cogiéndole de la mano.
Tiró de él y le enseñó lo que había preparado. Había extendido una manta y sobre ella había una mochila de la que había sacado unos sándwiches y una bolsa de bizcochos junto con unas botellas de agua.
—He pensado que podíamos disfrutar de un pequeño picnic—explicó Tom sentándose sobre la manta.
Tiró con suavidad de Bill y le hizo sentarse a su lado, recostándose sobre su pecho.
—Andreas podría despertar y darse cuenta que no estoy—dijo Bill echando un vistazo a su alrededor.
—Pensarás que has ido al baño—murmuró Tom encogiéndose de hombros—Además, según le he oído roncar está profundamente dormido, y no le despertará ni una bomba.
—Eso lo sabes muy bien, ¿verdad?—se le escapó a Bill.
Tom se puso muy serio y se le quedó mirando, sabiendo por donde iba su pregunta.
—Andreas me contó lo vuestro—explicó Bill sonrojándose.
—Entre Andreas y yo no hubo nada—rectificó Tom con firmeza—Solo fue un polvo, nada más. Mi madre nos descubrió y Andreas pagó las consecuencias. Ahora me arrepiento, pero cuando sucedió me dio igual. Yo estaba en casa en unas vacaciones de clase y regresaba al día siguiente. Solo quise pasármelo bien la última noche…
Dejó de hablar y arrugó la frente, no le gustaba hablar de ese pasado que tanto le estaba costando superar.
—Andreas está bien, de verdad—aseguró Bill—Sale con un buen chico y se les ve muy enamorados.
—Me alegro mucho por él—dijo Tom moviéndose—Pero dejemos de hablar de Andreas, ¿vale?
Bill asintió y se movió también, acomodándose bajo el cuerpo de Tom. Pronto sus labios se unieron en un profundo beso mientras que sus manos recorrían sus cuerpos. Sabían que contaban con escaso tiempo y no lo perdieron, pronto Tom se acomodó entre sus piernas y le desnudó de cintura para abajo, desabrochando luego sus pantalones para sacar su erección al exterior y penetrarle con algo de brusquedad.
Bill gimió contra sus labios, pero negó con la cabeza para que no parara. Tom no lo hizo y empezó a embestirle entre jadeos. Bill alzó las piernas, rodeando con ellas sus caderas y alzando las suyas cada vez que le sentía salir de su cuerpo.
No tardaron en derramarse, Tom dentro de su cuerpo y Bill contra su estómago. Sus labios se fundieron en otro beso entre risas y jadeos, ajenos a la persona que los observaba escondida tras un árbol…