Notas: Quiero agradecer muchooo a Claudia o MizukyChan quien me ayudo a editar este cap. Dedicado a ella. Gracias 😉
Y pues vomité arcoíris y cosas felices verdad… no mentira pues disfrútenlo.
Fic TOLL de Michelle483
Capítulo 6
(Tom)
—Habían transcurrido ya dos semanas desde que Bill venía mi casa y le leía cuentos a mi pequeña Megan y me pregunté ¿por qué no darle algo de regalo?, algo de que demuestre que me a ayudado mucho ¿pero el qué?
— ¿En qué piensas, papá? —preguntó Megan.
—No lo sé…. ¿Qué le darías a un hombre como regalo?
—Un abrazo —me respondió ella con soltura.
—Pero si fueras hombre —insistí.
— ¿Qué le quieres dar a Bill?
— ¡Que!….. —me sorprendí de que pudiera leerme tan bien—, espera ¿Por qué piensas eso? —le pregunté.
—Él es el único hombre con el que te has estado llevando bien en estos momentos. O… ¿Me equivoco?
—Y si así fuera…. —miré hacia arriba, suspirando— ¿Qué le darías?
—Rosas, algo de comer, no lo sé. Mejor apresura al chofer de lo contrario llegaré tarde a la guardería.
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(Normal)
-En la guardería-
—Oh, mira Ginger las flores se marchitaron —dijo el pelinegro, mirando con tristeza el florero.
—Hay que botarlas —respondió la chica, tomando el ramo de flores, cuidando de no derramar el agua, y finalmente arrojándolas a la basura—. Ahora hay que conseguir otras, te dejo… tengo que ir hacer la merienda.
—De acuerdo —respondió el pelinegro. Paseó su mirada por la entrada, viendo a todos los niños entrando y saludándolo. En segundos vio, como una pequeña gacela, a Megan.
—Buenas tardes —le saludó Tom que venía con las manos atrás.
—Tom…hola —sonrió.
—Te traje un regalo… de agradamiento —completó con rapidez. Le mostró un ramo de flores rosadas y rojas.
— ¡Oh!, son bellísimas —el moreno las aceptó encantado—. Muchas gracias, las pondré en agua —agregó Bill y cambió el agua de las flores anteriores y luego las reemplazó con el hermoso ramillete—. Listo…. Gracias, pero no debías.
— ¡Claro que sí debía!…. Me has ayudado mucho, bueno también la guardería —miró a su alrededor un poco tenso—. Bien te….te…veo a las ocho.
—A las ocho —confirmó el pelinegro y sonrió.
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(Casa de Tom, Habitación de Megan 8:30pm)
—El Fin —Bill cerró el colorido libro—. Se quedó dormida —sonrió al ver el rostro relajado de la niña.
—Lo sé —el trenzado besó la mejilla de la castaña—. Te voy a dejar a tu casa ¿bien?
—De acuerdo —respondió el moreno.
Mientras iban caminando hacia la entrada principal Tom recordó algo.
— ¡Oye!, casi se me olvida… tú me debías una historia.
—Pero… ¿ahorita? —preguntó el menor con tono cansado.
—Sí… de lo contrario, te molestaré todo este tiempo —bromeó el trenzado.
— ¡Está bien! —Contestó el rastudo con rapidez—. Pero improvisaré —advirtió dirigiéndose a la recámara de Tom.
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(Bill)
«Era mejor decir sí, antes de que él me estuviera molestando por el resto de mi vida» Pensé con amargura. Ya que eso había descubierto en Tom, su perseverancia. Me recosté en la cama y él la movió, pues se tiró bruscamente en ella—. ¿Y qué cuento? —pregunte cansado.
—Improvisa —respondió. Yo suspiré, rodando los ojos. Ahora tenía que encontrar una historia corta para contar.
—Bien, te contaré la de “Juanito y los frijoles mágicos”. Pues… Juanito era un pequeño niño que había cambiado su vaca por unas semillas mágicas. Su madre se enojó y arrojó los frijoles por la ventana —comencé la historia, pero me interrumpió.
— ¿Cómo puede hacer semejante tontería? —gruñó—. ¿Cambiar una vaca por frijoles?
— ¡Tom es una historia déjame contarla! —le grité. Estaba cansado y me salía con esto.
—Está bien.
— ¡Gracias! —alcé mi voz. Con los niños tenía paciencia, pero él era otra cosa—Bien…como decía. A la mañana siguiente, Juanito encontró una planta alta que llegaba hasta el cielo. Trepó por sus ramas y se encontró con un gigante. El niño se escondió y esperó a que el gigante terminara de beber su vino, hasta que cayó dormido —me tiré en la cama y me levanté, simulando la acción del cuento—. Juanito corrió, pero despertó al gigante que lo iba persiguiendo —puse cara de susto—. El pequeño Juan corrió cuanto pudo, hasta alcanzar la enredadera de guisantes mágicos por la que había llegado.
Continué mi historia—. El pequeño Juan empezó a descender rápidamente, tan aprisa como le era posible. El gigante seguía persiguiéndolo, cada vez más cerca. Llegó a tierra, gritó en seguida: “¡Mamá, mamá, rápido, tráeme el hacha!”, y el pequeño, cortó con agilidad la planta mágica. El gigante cayó a tierra desde las alturas provocando un estruendo terrible y murió instantáneamente. El pequeño Juanito y su mamá, con los tesoros de la familia recobrados, nunca más pasaron tristezas y fueron felices para siempre.
— ¿El fin? —preguntó el de trenzas, sin cambiar la cara de atención.
—Sí, el fin —aseguró el pelinegro. Tom se acomodó en la cama para dormir—. ¡Oye!, no te duermas tengo que regresar a mi casa.
—Vete entonces —respondió sin darle importancia a mi frase.
—Vamos… —le di pequeños empujones, no me había percatado de que el reflejo de las ventanas marcaba una X a la par de Tom. O sea a mi lado. No había notado que él estaba…. Sin pareja… Completamente solo—. Oye Tom ¿No has encontrado candidatas?
— ¿Candidatas? ¿Para qué?
—Para…. —hice mi pelo para atrás—, para ser tu ¿esposa? Tal vez.
—Ah ya veo, pues aun no he encontrado a esa chica especial —me miró yo sólo le hice una mueca de alegría.
— ¿Cómo debería ser? ¿Esa chica especial?
—Pues original… —pensó—, creativa, espontánea, cariñosa y lo más importante, sin duda, sería, que ella acepte a Megan y que mi pequeña la acepte también —y era muy cierto, eso lo ponía a elegir con más cuidado—. Tú eres original.
—Gracias —sonreí, me gustaban los elogios.
— ¿Por qué la pregunta?
—Nunca había preguntado sobre tu vida —admití—, además… mi hermana es cariñosa y creativa —miré hacia arriba, trataba de darle su empujón a Ginger.
— ¿Por qué solo me hablas de tu hermana? — preguntó alzando la ceja.
—Es que —agarré una almohada y me cubrí por la vergüenza—. A mi hermana le gustas y mucho.
—Es linda —reflexionó—, pero es de esas chicas con las que no me gustaría arruinar una amistad, pero es buena candidata.
—Bien… se lo diré —reí—, ¿me puedes ir a dejar ya?
—Andando…o me dormiré —ambos regresamos riendo en el camino. Quería tratar de hacerlo feliz o hacerlo sentir cómodo. Llegamos a mi casa bajé del automóvil y me volteé a verlo.
—Gracias por las flores y… —bajé mi cabeza, y el soplo de viento frío hizo que volviera a alzarla. Le miré y me despedí—. Buenas noches.
—Buenas noches a ti también —me sonrió.
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(Tom)
Por la mañana, iba en camino a mi cita con Alicia, no sabía que me pasaba, tenía un problema y era hora de contárselo a alguien. El aparato infernal de mi oído sonó y lo conteste rápidamente.
— ¡Tom! —gritó Georg y casi me rompe el tímpano.
—Georg… mi oído…, creo que me dejaste sordo —gruñí por la línea.
—Perdón pero creo que a alguien se le olvido venir a trabajar ¿Dónde estás?
—En mi camioneta —respondí, sin dar más detalles.
—Y vienes hacia acá ¿cierto?
—No.
— ¡Tom! —volvió a gritar.
—Voy a una cita con mi psicóloga —esperé que con eso se aclarara todo.
—Estoy revisando mi agenda y no tienes ninguna cita con Alicia —me regañó, creyendo que le mentía.
—Ya voy a llegar, tranquilo —colgué. Antes de estresarme más con cosas del trabajo, debía calmarme. Estacioné la camioneta y entré a la oficina, no me importó un carajo su asistente, así que la ignoré olímpicamente y me senté en un sofá.
—Tom Trümper, sin pedir cita —dijo Alicia entrando con un chaleco y falda rosados y con sus infaltables tacones de charol. La seguí hasta su oficina—. ¿Qué necesitas?
—Que me ayudes —respondí de inmediato y con total sinceridad.
— ¿Sobre qué?
—La guardería.
— ¿Algo no fue de su agrado? Creí que habías quedado satisfecho —dijo ella con su rostro profesional.
—No es específicamente la guardería. Sería, más bien, sobre el personal de la guardería.
— ¿Algo le disgusta de los educadores?
—Más bien… me gusta… ¿Puedo sentarme en uno de sus sillones de loco? —pregunté levantándome del sillón “normal” y prácticamente acostándome en el más largo. Ella rodó los ojos y se sentó en la silla para escucharme mejor.
—Le gusta una educadora —afirmó y luego preguntó—. ¿Simone o Ginger? —me miró intrigada.
—Más bien —creo que me sonrojé—, el otro.
— ¡Bill! —alzó la voz—. No Trümper, ni te atrevas a tocar a Bill —me regañó—. Él es demasiado inocente para caer en tus manos de millonario.
— ¿Cómo sabes que es Bill!?
—Es un amigo mío y yo aprobé la Guardería junto con otros psicólogos infantiles —me dio una mirada asesina—, él es como un hijo, no te atrevas a hacerle daño.
—No le haría daño, sólo… —me levanté y miré por la ventana—, tengo miedo de que me guste y pueda llegar a amarlo.
—También sería malo para Megan —agregó ella. No lo había pensado.
—Dios, eso es mucho peor, no quiero que ella tenga un… padre gay… Además, no creo que ella quiera otro padre —suspiré resignado, ahora no podía pensar sólo en mí mismo.
—Creo que es pasajero —dijo ella calmándose también.
—Eso espero. Bien, gracias doc me voy —salí de la clínica con un trillón de preguntas.
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(Bill)
— ¡Hora de dormir! —gritó Simone. Todos los niños corrieron a tomar sus almohadas y sábanas para dormir.
—Hora de que nosotros también durmamos —agregó Ginger al estirarse.
—Bill ¿canta una canción? —me pidieron, suspiré y sonreí. No podía negarme a los pequeños.
—Sí… ¿por qué no? —me senté en el suelo frente a todos—, pero los quiero con los ojos cerrados —todos obedecieron, pero algunos trataban de abrirlos— sin…trampas —los cerraron rápido—. Eres tu mi príncipe azul , que yo soñé eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor y al mirarme así, el fuego encendió. Eres tú el dulce ideal que yo soñé eres tú, tus ojos me vieron con ternura de amor Al mirarte así el fuego encendió mi corazón y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré como aconteció en mi sueño ideal —Tomé aire, me levanté del suelo y a mí a lado estaba Simone.
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—Tranquilizas muy rápido a los niños —me dijo con cordialidad.
—No lo había notado así
— ¿Y qué te traes con Trümper? —preguntó de improviso, me sorprendí.
— ¿Yo? ¿Por qué traería algo entre manos con Tom? —me defendí.
—No lo sé, te ves mucho con él cuando viene, además cada vez que lo ves… sólo nota tu mirada…
— ¿Qué mirada? —desvié mi cabeza, me sentí avergonzado— es mi mirada común.
—No es cierto. “Esa” es la mirada de que encontraste a tu príncipe azul —dijo ella.
¿Qué rayos me estaba diciendo Simone? A mí… no me puede gustar. Aunque me encanten los cuentos de hadas, no significa que yo busque a un príncipe. No, yo busco a una princesa.
—Sería princesa —le rebatí—, no soy el caballero desorientado Simone —crucé los brazos a la defensiva, ella sólo rió. Aunque yo no le encuentro lo gracioso. No lo es… jugar con mi sexualidad.
—Pero sientes algo por él —volvió a la carga.
—Emmm… —tartamudeé y sentí mis mejillas arder. Sin contar, que también tenía miedo de decir esas dos palabras.
—No tengas miedo al pensar que te despediré por tener un…impulso homosexual Bill.
— ¡No! —alcé la voz y luego la bajé, porque que los niños estaban durmiendo—. No es un impulso homosexual Simone… sólo estoy confundido es… todo.
—Bueno, si termina tu confusión —cambió el tono de voz—, pues… se cuidadoso con él, los empresarios me dan mala espina —me dio un abrazo el cual correspondí.
—Lo tendré.
Continúa…
Gracias por la visita.