Administración: Hay mucha especulación sobre la carta a Muñeco. Se supone que esta es la que escribió Sarae, pero los invito a mirar «Los Archivos Secretos de Muñeco», porque BeKa ha encontrado la respuesta.
«Carta a Muñeco»
(One-Shot de Sarae)
—Así que por fin ha llegado el momento. —Dice alguien a mi espalda y me giro. Derek se apoya en el cabezal del sofá, observando la carta con ojos curiosos y también, nerviosos.
—Te dije que llegaría.
—Ha tardado siete años en responder.
—Eso no cambia nada.
—¿Tú crees? —Derek intenta sentarse a mi lado, pero le fulmino con la mirada.
—Vete a casa, Derek.
—Eso no es justo, y tú lo sabes. Yo he estado a tu lado estos últimos siete años, y él no.
—Lo sé.
—¿Entonces? ¿Vas a ir a por él, sin más, vas a olvidarlo todo por él?
Suspiro. —Ya sabes cuál es la respuesta.
Derek no dice nada. Con cuidado, se sienta en el sofá que hay a mi lado.
—¿A qué esperas? —Me pregunta, haciendo de tripas corazón—. Ábrela.
—No contigo aquí.
—¿Por qué no? A mí también me interesa saber qué es lo que tiene que decir ese gilipollas luego de tantos años de ausencia.
Lo fulmino de nuevo con la mirada, él lo nota y se suaviza para darme gusto.
—Lo siento, quise decir que quiero saber qué tiene que decir Tom luego de tanto tiempo.
—Por favor vete, es algo personal. No tengo idea de lo que diga aquí así que necesito estar a solas para digerir esto.
Derek se pone de pie muy a su pesar, lo deja claro con el suspiro que da antes de asentir con la cabeza accediendo finalmente a mi petición.
—De acuerdo pero promete que me dirás qué es lo que te escribió.
Me levanto también y camino hacia la puerta instándolo a que avance hacia la salida trasera.
—Te llamaré después. —Menciono antes de empujar la puerta, cerrando con prisa puesto que la incertidumbre me come desde dentro. Sin esperar más, doy media vuelta y camino hacia el sofá sentándome de nuevo.
Vale, aquí vamos… —Comienzo a cortar la pestaña del sobre con manos temblorosas, la paz se ve interrumpida cuando escucho el sonido del motor de un auto, doy por hecho que Derek se ha ido y toda mi atención regresa al papel que tengo entre manos. Del interior del sobre obtengo un par de hojas de papel llenas con la inconfundible caligrafía de Tom, el pulso se me acelera de nuevo y experimento una extraña sensación de indecisión, tengo miedo, pero también necesito saber qué tiene que decirme. De forma inconsciente llevo la mano libre al anillo que aún llevo puesto, lo acaricio y tomando el valor necesario, finalmente desdoblo las hojas comenzando a leer:
Lunes 17 de julio, 2018
Muñeco:
Hace siete años te hice la promesa de notificarte en cuanto el mal hubiera desaparecido de Stuttgart y bueno… Llegó el día. Atrapamos a Gore, nos tomó tanto tiempo porque el muy hijo de puta andaba moviéndose de ciudad en ciudad por toda Alemania, pero al final lo conseguimos. No entraré en detalles de lo que ocurrió con esa escoria porque es irrelevante como toda su existencia, sólo debes saber que no tenemos que preocuparnos nunca más por él y ahora, saltaré a lo importante.
Lo primero que tengo para decirte es que me siento orgulloso de la persona en que te has convertido (sí muñeco sé de forma general lo que has hecho estos años), no dejé de cuidarte nunca. ¿O acaso pensaste que me quedaría tan pancho mientras estábamos lejos? Sé que no te encantará leerlo, pero indistintamente de lo fuerte o independiente que te volviste, quería asegurarme de que la única persona que le dio una razón a mi vida se encontraba bien.
Parpadeo repetidas veces para eliminar las lágrimas que han nublado mi vista y me impiden seguir leyendo. Me genera una mezcla de sentimientos el saber que Tom me lee como a un libro abierto, que me conoce como a la palma de su mano.
A veces era Ricky, otras veces Black, incluso Andreas, pero me aseguraba de mandar a alguien cada cierto tiempo para que comprobara que todo estaba bien contigo. Te preguntarás por qué no lo hice yo mismo, la respuesta es simple. Si lo hacía, no me limitaría a mirarte de lejos, iría a por ti sin más (tú mejor que nadie sabes que soy un impulsivo por huevos) y no me podía permitir tanto egoísmo… Bueno, claro a excepción de un par de veces especiales que quise compartir contigo como el día en que obtuviste tu medalla de plata en el concurso nacional de natación o la vez en que te graduaste como licenciado en derecho.
Trago saliva y noto un doloroso nudo en la garganta y una cálida sensación en el pecho por saber que estuvo conmigo en esos momentos tan importantes para mí.
Hubo días en los que sentía que me volvería loco al pensar en ti, al necesitar, tocarte, escucharte simplemente verte… Salía de casa hecho una fiera buscando el mínimo pretexto para romper todo y a todos a mi paso y no fue hasta que enfoqué toda esa ira en capturar a Gore, que pude recobrar un poco de estabilidad. Sigo estando al frente de los barrios bajos aunque ahora con el control que teneamos gracias a la fama que rápidamente adquirí cuando se corrió la voz de que el capitán y sus encadenados se cargaron al más hijo de puta de toda Alemania, hay mucha menos actividad así que en mis ratos libres me pongo a tocar la guitarra que un estúpido y cursi niñato me regaló.
Ahora que te he puesto al día de lo que he hecho durante estos años, te hablaré del dilema que enfrenté hace varios días.
El día posterior a la captura de Gore, los encadenados se reunieron y organizaron una improvisada fiesta para celebrar que al fin nos habíamos deshecho de ese cabrón. Todos esperaban verme ahí, pero para su desilusión no puse un pie en la reunión. Al contrario de ellos, yo tenía un humor de perros por todo lo que estaba pasando, así que me encerré en mi pocilga por dos días completos, apagué el móvil y me quedé simplemente a reflexionar cuál sería mi siguiente paso. Se suponía que debía contactarte para informarte lo sucedido tal y como habíamos acordado y aunque el capitán de los bajos me ordenaba que te llamara sin más, que fuera a por ti hasta el fin del puto mundo de ser necesario, estaba también por otro lado, Tom (tu estúpido hermano mayor y no el jodido Capitán) me obligaba a pensar en todo lo que posees en Hamburgo; tu familia, trabajo, amigos, el perro (Sparky, no Scotty) y todos tus logros personales. Tu pringado hermano mayor me hizo ver que construiste una buena vida y todo eso lo conseguiste tú solo. Me aconsejó que me limitara a contarte lo sucedido y que después me alejara para siempre… ¡Pero no quiero! ¡No lo acepto! ¡Que me la chupe!
He buscado una alternativa, una que sea menos egoísta tanto para ti, como para mí. ¿Eres feliz con tu nueva vida muñeco? Sigue adelante, no mires atrás ni por un momento e imagina que nunca recibiste esta carta, prometo no buscarte. ¿O quieres verme? ¿Qué tal empezar de nuevo? ¡En donde sea! Fuera de Alemania si nos viene mejor.
¿Recuerdas que te dije que odio finales inconclusos? Vamos a darle un final a la historia del muñeco y el capitán.
– Tom
Me quedo sin respiración, miro a los lados sintiéndome paranoico y trago en seco. Doblo las hojas con suma delicadeza y vuelvo a meterlas al sobre. Parece que el corazón se me saldrá del pecho, siento una emoción que no experimentaba hace años cuando mil recuerdos de Stuttgart llegan a mi mente, pero también me cuestiono si es razonable el abandonar toda la estabilidad que tengo en mi vida por ir detrás de un recuerdo de la adolescencia.
Entre tantas emociones y pensamientos había pasado por alto algo bastante curioso: la fecha de la carta coincide con la de este día, ¿cómo es que ha conseguido que llegue tan rápido? Examino con más detenimiento el sobre y descubro que en la carta no figura la dirección, de hecho no contiene tampoco dato alguno sobre el remitente o el destinatario, vamos… ¡Ni una puta estampilla!
Palidezco y sin querer dejo caer la carta al suelo cuando creo comprender lo que está sucediendo. Me incorporo lentamente del sillón temiendo que mis piernas fallen y caiga, pero lo logro. Camino hacia la puerta de la entrada principal, no me molesto siquiera en coger el impermeable del perchero, a pesar de que afuera está lloviendo de forma ligera, pero constante. Llevo mi temblorosa mano diestra al pomo de la puerta, abro despacio y exhalo profundamente antes de salir al porche.
Comienzo a buscar con la mirada y por puro instinto el Cadillac negro, no lo consigo, en su lugar sólo logro divisar una Range Rover blanca con las ventanillas polarizadas aparcada justo al frente de la acera de mi casa, la puerta del conductor se abre y veo descender a un hombre: cabello negro amarrado por una goma elástica, barba crecida y ese maldito piercing en el labio inferior… No hay duda, el capitán está en Hamburgo.
No me doy cuenta en qué momento, pero mis labios han formado una amplia sonrisa, él se apoya en el carro, no parece tener intención de acercarse, sólo me contempla en la distancia y detecto el esfuerzo que hace por no echarse a reír.
—Vale seré yo quien tome la iniciativa si de pronto te has acobardado. —Me río y avanzo en su dirección, olvidando por un momento el mundo a mi alrededor. A pesar de que no se parece físicamente en nada al adolescente al que conocí siete años atrás, sigue siendo condenadamente atractivo.
—Le dejo el trabajo a quien más ha deseado este momento.
—¡Ja! No has perdido lo bromista, eh.
—Tú sí perdiste los ojos de mapache y la melena negra.
—Y tú el trapeador que tenías por cabello.
—¡Cierra la boca Bill! A mis casi 29. Ya no me iba más ese look.
Vuelvo en mí mismo de golpe y la sonrisa se me borra, no es mentira que han pasado siete años desde que nos dejamos de ver, pero extrañamente se siente como si el tiempo no hubiera pasado entre nosotros. No quiero que nos perdamos de nuevo de una forma tan drástica, ya tengo una respuesta a lo que quiero hacer a partir de ahora.
—¿Qué pasa muñeco te ha puesto triste que ya no llevo las rastas encima? —Se ríe con descaro en mi cara y lo observo con los ojos entrecerrados, cruzándome de brazos y notando entonces lo húmedo de mi ropa. ¡Ni siquiera recordaba que llovía! Y al parecer Tom tampoco ha caído en cuenta de ello.
—Tonterías, mejor dime. ¿Les hace falta un abogado en Stuttgart?
Tom deja de reír y su gesto se endurece, clava sus ojos en los míos como intentando escrutar en mi mente.
—¿Quieres decir que quieres regresar a Stuttgart?
—No. Pregunté si les viene bien un abogado.
—Eh, pues… La verdad que sí, tenemos una vacante disponible precisamente. ¿Te interesa?
—Me interesa, prepararé mis maletas.
Tom ni se lo piensa, extiende sus brazos rodeando mi cintura entre ellos, pienso que va a besarme, pero en lugar de eso simplemente me abraza, larga y fuertemente. Le correspondo y dejo mi cabeza apoyada entre su hombro y su pecho disfrutando de la agradable calidez compartida, de su aroma que creí haber olvidado, deseando quedarme de esa forma para siempre.
F I N
¿Qué les ha parecido?