Notas: Este One-shot es producto de una muy buena propuesta que al final no pude trabajar como debía, espero que eso no haya afectado demasiado a la historia y disfruten de leer tanto como yo escribir.
Sin más que decir, ¡A leer!
One-Shot de Jari-KF
«Demons»
Lunes, una nueva semana que iniciaba. Un día más de colegio o de trabajo para todo el mundo, excepto para él.
Ese día despertó temprano, se puso su ropa deportiva y salió a correr al parque cerca de su departamento, regresó a casa dos horas después, se dio una rápida ducha y desayunó ligero antes de salir al centro en busca de su disfraz para esa noche.
Halloween era la noche más importante del año para Tom, amaba las festividades del día, las fiestas, ver pasar a los niños que entusiasmados corrían por toda la ciudad en busca de dulces, el ambiente otoñal que se respiraba, la oscuridad que rodeaba la fecha, era simplemente hermoso.
Manejó hasta el centro, perdiéndose entre las calles abarrotadas de gente que terminaba de hacer las compras pertinentes para ese día, hasta llegar a una pequeña tienda colocada estratégicamente entre una librería y un restaurante de comida china. Era un lugar pequeño donde elaboraban los disfraces más creativos que pudieran imaginar, Tom estaba realmente emocionado por ver cómo había quedado su disfraz de vampiro. Había escogido la temática para la ocasión pues era algo de lo que nunca se había disfrazado y luego de ver la nueva película de Drácula había decidido que ese sería su tema.
Todos los jóvenes de su pequeña ciudad esperaban con ansias la fiesta de ese 31 de octubre que Gustav Schäfer daría. Las fiestas del rubio hombre siempre eran las mejores, llenas de alcohol, algunas drogas y ambientadas a la perfección, todo aquel que se considerara alguien en el pueblo debía asistir a la fiesta, y el no sería la excepción. Conocía a Gustav desde que eran niños cuando sus abuelas vivían en casas vecinas y cada verano iba a visitarlas, al crecer asistieron a la misma escuela secundaria, y ahora, hechos unos hombres eran casi inseparables.
Bajó del auto y cruzó la calle entrando de prisa a la tienda, donde detrás del mostrador le esperaba Jane con su disfraz.
—He de admitir que me tomó un poco más de trabajo que el resto de encargos, pero merece la pena, te verás muy guapo.—La mujer de rubios cabellos ensortijados y sonrisa amable le entregó la bolsa negra y le cedió el paso hacia el interior de la tienda para que se probara el traje.
Minutos después de pie frente al espejo, Tom no podía estar más satisfecho de lo que veía. La blusa era blanca, suelta y con encaje en el cuello y las muñecas que tapaba sus manos, el chaleco dorado de cinco botones se ajustaba perfectamente a su figura, los pantalones negros abrochados bajo su ombligo y las botas relucientes y de un café oscuro hasta un poco más debajo de sus rodillas.
Jane se acercó a él sosteniendo el saco con gruesos botones y delicado bordado en tonos dorados, para que se lo colocar, dando el toque final al adusto atuendo, largo y un poco pesado, parecía estar ligeramente empolvado, como el resto de la indumentaria, todo parecía tan antiguo, daba esa sensación de haber sido usado por mucho tiempo, justamente lo que Tom buscaba.
—Es perfecto Jane, como siempre. —Una sonrisa curva y un asentimiento le ofreció a la mujer que solo pudo encogerse de hombros y salir del probador tratando de que el apuesto joven no notara su sonrojo. Podía haber pasado la treintena pero seguía siendo mujer y Thomas Kaulitz era un joven muy apuesto capaz de seducir hasta a la más fría y seca solterona del pueblo.
Con su disfraz en mano regresó a casa a prepararse. Tomó un rápido almuerzo y subió a la carrera a su habitación para empezar a arreglarse. Se duchó y con todo el dolor de su alma deshizo una a una las delgadas trenzas que se apretaban a su cráneo. Cuando terminó con la última luego de treinta minutos vio con una mueca su cabello largo y ondulado.
—Si me peino terminaré con un afro. —Murmuró para sí mismo, cogiendo un delgado peine y resignadamente procedió a pasarlo por sus finas hebras oscuras.
Al final había decidido que podía hacer funcionar su cabello, lo peinó todo hacia atrás cuidando de no deshacer por completo las hondas, y lo anudó en su nuca con una cinta negra. Maquilló su rostro con una base demasiado blanca que le hacía parecer enfermo, marcó sus ojeras sutilmente con sobras oscuras y sus parpados también para terminar la imagen fantasmal. Se colocó los lentes de contacto rojos más los ridículos colmillos, y retrocedió para ver su trabajo.
—Te ves ridículo. —Se dijo mirando su reflejo.
“Yo creo que luces sensual” Un susurro dulce y coqueto resonó en su cráneo mientras una sonrisita extraña se pintaba en sus labios. Tom sacudió la cabeza tratando de alejar esos pensamientos de su mente y terminó de vestirse.
Dio un último retoque a su traje y a su cabello y tomó las llaves del auto saliendo finalmente de la casa. El viaje al local donde se realizaría la fiesta era de una hora desde su casa, eso sino había algún embotellamiento como era normal a esas horas de la tarde y más aún en el día que era.
Gustav había alquilado una hermosa mansión de estilo victoriano para la ocasión, decorándole delicadamente para darle la apariencia antigua y deteriorada que deseaba, una autentica mansión embrujada.
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La noche se estaba haciendo eterna y para nada había salido como Tom esperaba. Su disfraz era perfecto y había atraído la atención de muchas chicas en el lugar, pero, no se sentía como el Drácula que quería ser, y menos después de que Gustav le dijera que lucía como Brad Pitt en “Entrevista con el vampiro”, el no entendía, jamás había visto esa película así que no le dio importancia y se decidió a disfrutar la noche lo más que podía.
La música estaba a todo lo que daba, los tragos desaparecían con velocidad en las gargantas de los asistentes y el aire estaba lleno de humo grisáceo con un olor más fuerte y adictivo que el del tabaco.
Tom estaba en su quinto vaso de Vodka, ¿o era el séptimo?, tal vez el décimo, la verdad ya no recordaba. Su cuerpo se balanceaba de un lado a otro con lentitud en el medio de la pista, dejándose llevar por la música y las manos que le acariciaban. Había un pequeño y delgado chico vestido de Dios griego que se movía a su alrededor, frotando su pequeño cuerpo contra el suyo con sensualidad. Tom estaba aturdido, perdido entre el alcohol y los rastros de droga en su sangre, con la vista nublada bailando el nuevo éxito de algún dj americano. Sus manos se aferraron a las finas caderas del chico, presionándole contra su ingle para frotarse contra el con más fuerza. El niño recostó su cabeza en su hombro y dejó su pálido cuello al alcance de sus hambrientos labios.
“No, el no, no es el correcto” Susurró aquella voz en su cabeza que durante toda la noche había intentado acallar.
—Vamos a un lugar más privado, guapo.—Dijo el niño girando entre sus brazos para aferrarse a su cuello.
—No.—Gruñó apartándole de su cuerpo tal vez con demasiada fuerza.
Giró sobre sus talones y se perdió entre las demás personas que bailaban, buscando algo sin saber que era.
“Vamos, hay alguien aquí…Puedo olerle”
Giró su cabeza en todas las direcciones tratando de encontrar aquello que le llamaba pero no veía nada, no sabía que buscaba solo que le necesitaba.
“¡Sigue buscando!”
—¡Cállate, eso hago!—Gritó apretando su cabeza, las personas cerca de él le miraron confundidos, pero él no prestó atención y les apartó para seguir recorriendo la casa, buscando, cazando.
“Ahí, está cerca… ¡Vamos, vamos, no te detengas!”
Tom miró a su alrededor desesperado, la voz se volvía insistente, su cuerpo se calentaba y su garganta ardía, anhelando algo que le llenaría y calmaría. Sus ojos buscaron entre la multitud de gente en sus disfraces ridículos hasta que finalmente le encontró.
Una preciosa mujer, rubia, de piel tan blanca como la leche y delicadas curvas redondeadas, ataviada en un sexy y a la vez tierno disfraz de ángel.
“Sí, sí. Ve por ella, ¡La quiero a ella!” Gritó la voz y Tom no dudó en obedecerle.
Sus pies daban pasos torpes, su cuerpo se sentía pesado y adormecido, una bruma rojiza empañaba su visión; no fue consciente de lo que hacía hasta que sus manos se encontraron aferradas a la cintura del angelito y sus labios devoraban su cuello con gula, en un rincón de la sala…
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Un molesto rayo de sol dio de lleno en su rostro arrancándole de los brazos de Morfeo con agresividad. Rodó sobre la cama dándole la espalda a la ventana, tiró de la manta para cubrirse y seguir durmiendo, pero esta se vio aprisionada por alguna extraña razón. Frunciendo el ceño molesto entreabrió los ojos, tratando de que la molesta luz no le afectara tanto, su cabeza palpitaba con fuerza y su estómago estaba revuelto, tal parecía que se había excedido un poco con el alcohol, otra vez.
Giró de nuevo hacia la izquierda y su brazo topó con algo suave, blando y frío. Arrastró su mano por la superficie tanteando lo que había a su lado, sus dedos hundiéndose en la suave carne.
—¡Mierda! —De un salto se sentó en la cama y miró con sorpresa el cuerpo tendido a su lado.
Había una mujer ahí, una mujer desnuda, con su cabeza llena de rizos rubios hacia un lado, su rostro deformado en una perpetua mueca de pánico y un rastro rojo y seco que descendía por su hombro hasta su pecho. Tom sintió su estómago revolverse más, una arcada le atacó y tuvo que salir de la cama cubriéndose la boca con las manos. Dando trompicones se acercó a la ventana y la abrió dejando entrar una corriente de aire fresco que le dio de lleno en el rostro. Aspiró con fuerza tratando de llevar el aroma fresco de la mañana hasta sus pulmones para despejarse un poco, calmar a su estómago y a su cerebro.
Luego de lo que parecieron horas volvió la mirada a su cama, la mujer seguía ahí, en la misma posición en la que la había dejado, perfectamente quieta, calmada, muerta.
—Mierda, ¿Cómo pasó esto? —Se preguntó dando vueltas en la habitación.
No recordaba nada, nada de lo que había pasado la noche de ayer, nada más que el en la fiesta de Gustav, bebiendo hasta perder el sentido. Claro que lo había conseguido, de otro modo se imaginaba que no estaría en su casa, con un cadáver en su cama y sin saber cómo mierda había muerto aquella chica.
—Demonios, tengo que deshacerme de esto.
Entre susurros, algo asustado y bastante decidido, procedió a encargarse del cuerpo. Arrastró a la chica por los pies hasta dejar la tendida en el suelo, completamente desmadejada y con la misma expresión aterrada. Corrió a buscar en su armario sabanas y matas limpias para cambiar las de su cama, tal vez debería cambiar el colchón también, no le parecía nada atractiva la idea de dormir en una cama donde alguien había muerto. Colocó todo de nuevo en su lugar en la cama; fue al baño y se lavó los dientes y la cara, se vistió con algo ligero y bajó hasta el sótano de la casa, regresando a su habitación con un hacha y algunas bolsas de basura.
Su mente estaba en blanco, hacía todo aquello como un autómata, negándose a detenerse a pensar por qué esa mujer estaba muerta, o el cómo había muerto, solo tenía algo en claro, y eso era: desaparecer toda evidencia. Tal vez la chica había sufrido una sobredosis, un ataque cardiaco o un derrame cerebral, tal vez solo había muerto por causas completamente naturales, no tenía por qué ser su culpa, él no era un asesino.
—No soy un asesino, no soy un asesino.—Se repetía una y otra vez mientras clavaba con fuerza el hacha en el hombro de su víctima.
“Si lo eres”
—¡No, no lo soy!
“Claro que sí, mírala Tom, está muerta, en tu casa, y ahora tu estas despedazándola… Eres un psicópata, ¡estás enfermo!”
—¡No, no cállate! ¡Cállate, sal de mi cabeza!—Gritó desesperado. El hacha voló de sus manos a algún rincón de la habitación, sus manos cubrieron sus oídos mientras aun de rodillas, bajaba su cabeza azotándola en el piso una y otra vez. —¡No la maté, no la maté!
“Si lo hiciste… y disfrutaste mucho haciéndolo” La voz cantarina rió alegre, extasiada.
—¡No,no,no! ¡Tú…tú lo hiciste, tú la mataste!
Detuvo sus movimientos de pronto, su cabeza giró hacia su izquierda fijando su desquiciada y rojiza mirada en el cuerpo de la mujer, justo donde dos pequeñas marcas circulares en su hombro aún tenían algo de sangre seca, que no podían ser de las salpicaduras provocadas por el reciente corte en el hombro.
—¡Tú, si tú maldito demonio! ¡Tú lo hiciste!
Sus labios se dividieron en una sonrisa feliz, sus ojos ardieron en rojo, una carcajada desquiciada escapó de lo más profundo de su garganta.
El cuerpo del joven fue alzado en el aire, con los brazos extendidos a ambos lados de su cuerpo, su cabeza se sacudía de un lado a otro, una presión fuerte en su pecho le impedía respirar. Una espesa bruma negra salió poco a poco de su pecho, esparciéndose en la habitación hasta formar un remolino. La atmosfera se sentía pesada, asfixiante y el poco aire que entraba en la habitación estaba manchado con el fuerte olor a azufre. Poco a poco la nube negra se disipó y el cuerpo de Tom calló al suelo, tosiendo con fuerza, sus ojos llorosos miraban aterrados y molestos al ser frente a él.
—Deja el drama Tom, sabes que no es la primera vez que lo haces, ni será la última.—El ser de ultratumba sonrió de aquella manera que solo él sabía hacerlo, que le hacía ver tan diabólico e inocente a la vez.
—¡Tú me obligas a hacerlo! —Le echó en cara furioso causando una vez más la risa del otro.
—Y tú lo disfrutas, Tom, ¿o acaso ya has olvidado el placer sexual que todas esas almas te dan?—Comentó asqueado. Los humanos eran tan banales, tan superficiales que se dejaban llevar por la satisfacción que el grotesco acto sexual les provocaba.
Tom le miró en silencio, sopesando sus palabras. Las lágrimas corrían por sus mejillas, aterrado y molesto. Su pecho estaba oprimido por una fuerza extraña que impedía que el aire llegara a sus pulmones. Eso siempre era así cada vez que aquel ser demoniaco se presentaba ante él, el aire se iba de sus pulmones, se sentía asfixiado por la presencia maligna que inundaba la habitación con su hedor a azufre y maldad.
Recordaba perfectamente la primera vez que le había visto.
Fue en su adolescencia, en un momento en el que la desesperación y el dolor oscurecían su alma y le nublaban el pensamiento. La lluvia caí como torrencial sobre el césped humedeciendo las pequeñas hojas y la tierra hasta hacerla espeso barro. Todos se habían retirado del cementerio media hora atrás dejándole solo al con su sufrimiento.
Sus piernas temblaron y sus rodillas se doblaron enviándole al suelo; sus manos golpearon la fría lapida y sus rodillas dolieron al tocar el encharcado suelo. Gritó con fuerza, quejándose del dolor de su alma, del dolor de la perdida de aquel que yacía unos metros por debajo de la tierra y el césped durmiendo por siempre.
—¿Porque? ¿Por qué te lo llevaste? —Sollozó alzando la mirada al cielo sin importar que las gordas gotas de agua salpicaran su rostro. —No tenías derecho… ¡No tenías derecho! —Su garganta dolí mientras continuaba gritando furioso contra Dios por haberle quitado lo que más amaba. —Devuélvemelo, haré lo que quieras, solo devuélvemelo.—Musitó pegando su frente en la lápida.
—¿Lo que sea?—Preguntaron a sus espaldas. Tom alzó la cabeza girándola apenas para ver por sobre su hombro a quien se atrevía a interrumpirle en su dolor. Recostado en el alto tronco de un árbol había un hombre viéndole fijamente y muy sonriente. —¿Estás dispuesto a hacer lo que sea para recuperar su vida?—Preguntó de nuevo.
—Lo que sea.—Respondió sin ser realmente consciente de lo que pedía.
El hombre extraño amplió su sonrisa dejando ver sus puntiagudos y largos dientes, y asintió. —Bien. Yo puedo devolverlo, pero a cambio tú me darás algo que yo anhelo.
Durante largos minutos Tom escuchó atento lo que el hombre decía, aceptando al final el trato sin saber en qué se había metido, sin saber que con un simple “acepto” había condenado su alma y la de miles más a pasar la eternidad envueltos en el ardiente fuego del infierno.
Siete años más tarde ahí estaba, el objeto de sus más profundos deseos y todo su amor, su pequeño hermano, siendo suplantado por el ennegrecido espíritu de aquel demonio.
—Matarlos por ti jamás fue parte del trato.
—¿Ah no? —El demonio enarqueó una fina ceja. —Tu pediste a tu hermano de vuelta y eso te di; yo pedí a cambio todas las almas puras que pudieras conseguir hasta que tus días en el mundo de los mortales llegaran a su fin, ¿creíste acaso que yo las obtendría por ti? —Gruñó bajo, sus ojos más rojos que nunca, furiosos, con sed de sangre, tal vez la del pobre humano arrodillado frente a él.
—¡Esto no fue lo que pedí! ¡Quería a mi hermano de vuelta, a mi Bill! ¡No a ti maldito desquiciado!
El demonio se carcajeó, con un movimiento de su mano arrastró el cuerpo sangrante de la mujer hasta el otro lado de la habitación. Sus pasos se encaminaron hacia el humano sin importarle que sus botas se mancharan con el rojo líquido que humedecía el piso.
—Oh mi querido Tom.—Sus largos dedos de filosas uñas negras acariciaron la tersa y húmeda mejilla de Tom, cortando sin querer la piel que tocaba. —Pero si yo soy tu hermano, tu precioso Bill, ¿acaso no me ves?—Su voz dulce y amorosa llenó los oídos del muchacho, su cabeza dio vueltas y su mirada se nubló de rojo dejándose engatusar por las palabras dulces que el demonio con la apariencia de Bill susurraba en su oído. —Soy yo Tom, estoy aquí. Ven conmigo.—Continuó susurrando mientras se recostaba en la cama, atrayendo hacia si al hipnotizado muchacho.
Tom enterró sus dedos en la delicada piel de los brazos de Bill, inclinando su cabeza hacia abajo degustando la caliente piel del cuello ajeno. El demonio ladeó la cabeza permitiéndole a Tom tocar a su antojo; cerró sus ojos suspirando relajado, permitiéndose disfrutar de las atenciones del humano.
El que le pareciera repugnante que los humanos se dejaran cegar tan fácilmente por el deseo de probar la carne de sus iguales, no quería decir que no disfrutase de las atenciones que aquel humano que había nublado su juicio desde la primera vez que le viese, le daba. Disfrutaba de verse poseído en cuerpo por aquel hombre, sentirse lleno de su vigorosa juventud, degustar el placer que su tibia sangre le provocaba. Oh su sangre, su aroma y su sabor eran juntas un manjar tan atractivo que le había enloquecido desde la primera vez que le sintiese. Pasó largos años vigilándole desde las sombras a la espera del momento perfecto para presentarse ante él, el momento idóneo en que podría finalmente apoderarse de todo su ser.
Y no tardó en llegar, un pequeño desperfecto en los frenos del auto en el que el pequeño hermano y más grande adoración de su humano viajaba, y el mismo Tom dejó su alma en sus manos, todo a cambio de recuperar a su hermano. Para él fue fácil pero, aun los de su especie tenían ciertas restricciones, no podría traer un cuerpo físico de vuelta al mundo terrenal, más si esencia. Le mostró a Tom lo que podía hacer y este resignado aceptó dándole su alma y todas las que pudiera cazar para él. Como no estaba en sus planes alejarse de Tom se decidió a vivir en él, en su mente y en su cuerpo, dejando su hogar en contadas ocasiones, cuando el momento de cobrar su pago llegaba.
La noche pasada le había parecido muy divertido el cobrarse con aquella humana disfrazada de un tierno ángel, y que mejor manera que succionando su sangre y su vida de la manera en que el personaje que Tom había decidido encarnar esa noche hacía. Por eso, tomó posesión de la mente del humano, dejándole inconsciente para así poder ser el quien matara a la chica, como siempre hacía con cada alma que en sus manos estaba. Era sencillo y tan revitalizante, que se había vuelto rutina hacerlo un par de veces en el mes. Nadie hasta la fecha tenía la menor sospecha de lo que en la casa del joven tomas sucedía, todo gracias a su poder para borrar de las mentes de quienes habían llegado a ver a Tom y a su víctima, todo rastro de ellos.
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Horas después y satisfecho de todo lo que Tom le proporcionaba, le despertó de su encanto, ordenándole como siempre, a desaparecer el cuerpo de la mujer que empezaba a asquearle con su apariencia demasiado angelical, aun sin llevar puesto el disfraz.
Tom obedeció en silencio, presto despedazó el cuerpo bajo la atenta mirada complacida del demonio. Guardó las piezas en las bolsas plásticas y las arrastró hasta el patio trasero, donde enterró la cabeza y quemo el resto del cuerpo. Subió de nuevo a su habitación y limpió todo hasta que no quedara rastro de lo que había sucedido ahí. Finalmente casi al anochecer, se dio una cucha, preparó algo para cenar y se fue a dormir tranquilo colocando la alarma para despertar temprano e ir al trabajo, como si nada de aquello hubiese pasado.
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A la mañana siguiente los periódicos y las noticias de la tv local, anunciaban la desaparición de Geraldine Fletcher una joven estudiante de 22 años, que había sido vista por última vez la noche del 31 de octubre; una víctima más que se agregaba a la lista de las extrañas desapariciones que ocurrían en el pequeño pueblo cada año, sin dejar rastro o pista alguna que les indicase porque se fueron o donde podían estar…
F I N
¡Hola de nuevo! Quiero agradecerles por leer, se que no es lo más aterrador ni nada parecido pero espero lo hayan disfrutado.
¡GRACIAS POR SU TIEMPO BEBÉS! Nos estamos leyendo, besos.