Notas: Esta es mi participación en el reto impuesto hace ya mucho tiempo sobre el accidente de auto que sufrió Bill hace algunos años.
Luego de borrar y rehacer mil veces este OS, puedo presentar el resultado final. Algo pequeño con sus toques románticos, divertidos y angustiosos como me gustan. Disfruten.
[Dedicado a Hyemin Suni por presentar el reto]
One-Shot de Jari-KF
«Un Embarazoso Accidente»
En una pequeña casa de paredes blancas y tejados rojos bordeada por inmensos rosales que inundaban la calle con su dulce olor, un joven rubio se encontraba mirando ensimismado el reloj de pared que desde hacía dos horas había dejado de avanzar, o al menos eso le parecía.
Llevaba tres horas y veinticuatro eternos minutos sentado en la misma posición, con sus piernas dobladas bajo su trasero y los brazos cruzados sobre su pecho, el cabello desordenado cayendo sobre su frente y hombros y la enorme sudadera ajena cubriéndole hasta el cuello. Llevaba tres horas y veinticuatro angustiantes minutos esperando la llegada de su amado esposo, que como siempre, entraría por la puerta con una sonrisa cansada, el saco sobre su antebrazo, el maletín en la mano derecha y un paquete de comida rápida en la izquierda.
Era más que una costumbre, un ritual que habían adquirido desde que se casaran tres años atrás. Todos los días el hombre mayor salía en su amada Cadillac hacia el trabajo, a las siete de la mañana exactas, con un delicioso té verde -con siete gotas de endulzante- en un vaso térmico y un pequeño paquete de galletas de avena y canela para el desayuno, el delicioso almuerzo preparado con dedicación por su moreno esposo y el maletín lleno de papelería de casos sin resolver que su amado jefe le daba.
Una vez despedía a su esposo, el joven peli-negro se quedaba a desayunar sus hotcakes con jalea de piña y una taza de café con leche y canela, mucha canela. Luego, realizaba el quehacer de la casa y finalmente por la tarde se dedicaba a perfeccionar sus diseños hasta que la hora de salida de su esposo llegara y este entrara por la puerta con la cena.
Eran un matrimonio feliz, con una vida humilde y mucho amor para ambos, pero, tres años luego de su hermosa boda, la noticia más maravillosa que pudieran recibir, finalmente llegó.
Sin embargo, el estar embarazados no había cambiado para nada su rutina, tan solo agregándole largas mañanas llenas de nauseas, uno que otro desmayo los fines de semana y un increíble apetito sexual que el mayor había aprovechado bien. Eran felices y dichosos, nadie lo podía negar.
Mas aun así, los dos últimos meses para Bill habían estado plagados de desajustes emocionales y extrañísimos antojos. Solía despertar a su esposo en la madrugada, que con todo el pesar del mundo abandonaba la comodidad de su cama para correr a buscar lo que su rubio amor pedía, pero esta vez, Tom no estaba y Bill había pasado toda la tarde deseando desesperadamente una tarta de moras y queso crema que solo preparaban en su pastelería favorita, en el centro de la ciudad, a unos cinco kilómetros de su casa.
Era bastante tarde ya, Tom no respondía al teléfono y su hambre y deseo de comer el dulce se hacía mayor. Estaba muy hambriento, con un terrible dolor de espalda y la sospecha de que su esposo le engañaba atacando su mente. Tom jamás llegaba tarde y si lo hacía, siempre le llamaba para avisarle que no lo esperara despierto, pero nada de eso había ocurrido en esta ocasión.
Armándose de valor, paciencia y determinación, el moreno se levantó del sofá, se calzó sus pantuflas de Bob Esponja y tomó las llaves de la camioneta de su esposo.
Su auto se lo había llevado Tom en la mañana, algo estaba fallando en él y lo mejor era que lo llevara al taller y con lo patoso que era su rubio esposo, sabía que terminaría chocando contra un poste antes de siquiera salir a la carretera. Por lo que la única opción que tenía si quería comer su tarta antes de morir, era yendo el mismo por ella, aunque tuviera que subir a la monstruosa camioneta del moreno.
Inflando el pecho con orgullo avanzó hacia la puerta, tomando su billetera de un mueble en el camino, la frente en alto y la sudadera bien puesta para cubrirle del frío. Abrió la puerta con brusquedad y de inmediato fue golpeado por una ráfaga de viento helado con aroma a rosas y lluvia que alborotó sus cabellos rubios algo largos.
Con una sonrisa orgullosa cerró la puerta poniendo la doble llave y bajó los peldaños que le separaban del camino que cruzaba el jardín hasta la vereda donde la Cadillac estaba estacionada. Con algo de temor y nerviosismo abrió la puerta del chofer y subió a la camioneta, sintiéndose sumamente diminuto en aquella monstruosidad, le hacía falta su esposo, él era grande y fuerte y cuando ambos viajaban en la camioneta, no se sentía tan pequeño.
—Todo sea por lo comida. —Se dijo colocando la llave en su lugar y encendiendo el vehículo. —Y porque no quiero que luego tengas cara de tarta. —Susurró acariciando su barriguita con un gesto de pánico en el rostro.
Suspirando colocó las manos en el volante y presionando apenas el acelerador se dispuso a marcharse. Si Tom llegaba a casa y él no estaba se asustaría, pero no le importaba, que escarmentara un poco por dejarle tantas horas esperando sin siquiera avisar de su atraso.
Su bonito vecindario estaba separado por una larga y desolada carretera con dirección al centro de Berlín, era muy tarde ya, la carretera estaba mojada por la lluvia de la tarde y no se veía un alma transitando por ahí.
Bill manejaba con cuidado, a 60km por hora como indicaban las señales de tránsito y con la vista siempre fija en el frente, muy debes en cuando desviándose a sus costados un par de segundos para cerciorarse de que ningún animal saliera de pronto y se le atravesara.
Su estómago gruñó y su bebé le dio una fuerte patada en las costillas removiéndose inquieto, estaba hambriento, mucho, necesitaba llegar ya y comer finalmente su maldita tarta. Con el ceño fruncido y la determinación de llegar a la pastelería en menos de una hora, pisó el acelerador hasta ochenta y avanzó con más rapidez por la carretera, necesitaba llegar urgentemente.
El problema estaba en que le era difícil maniobrar la camioneta y la larga línea de baches que de pronto se presentaban en medio de la carretera le hicieron sentir en una de esas películas de Rápidos y Furiosos que Tom amaba ver, corriendo a toda velocidad y sorteando los obstáculos que se le interponía, en su mente un camión lleno de gas y unos cuantos autos con tipos con armas se precipitaron en lugar de los baches.
Como pudo giró a la derecha, luego a la izquierda, derecha una vez más, recto unos veinte metros, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, recto y finalmente izquierda y había salido del atraco.
Suspiró y asintió satisfecho y orgulloso consigo mismo por haber logrado superar ese tropiezo.
—Papi sería mejor que Vin Diesel, bebé.—Murmuró sin despegar su vista del camino.
A lo lejos logró visualizar unas cuantas luces de distintos colores, supuso que ya estaba cerca de la ciudad y se emocionó acelerando, solo un poquito más.
Ya casi, solo faltaban unos 500 metros para llegar, podía ver perfectamente el letrero de “Bienvenidos a Lake Town” que anunciaba la entrada a su vecindario residencial en formación, dos autos pasaron a su lado a gran velocidad y Bill se sintió más tranquilo bajando la velocidad.
Un par de luces redondas se acercaban a toda velocidad pero Bill no le dio importancia, hasta que el inmenso tráiler derrapó cien metros antes de llegar a él, el fuerte pitido del chofer del camión le asustó y solo le dio tiempo de pisar con fuerza el freno y girar hacia su derecha tratando de evitar el camión, mas sin embargo no lo hizo con suficiente rapidez, pues lo último que escuchó fue su grito aterrado antes de que la camioneta impactara contra el costado del camión, luego todo fue oscuridad.
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Tom suspiro por décimo quinta vez en lo que iba de la noche, echó la silla hacia atrás y se recostó en está llevando sus manos a su cuello para masajearlo levemente y así tal vez alejar un poco el dolor que empezaba a formarse en aquella zona.
Sus ojos buscaron el reloj en su muñeca y gimió abatido cuando vio la hora 11:19 pm, Bill iba a matarlo.
El trabajo se había alargado, un caso especialmente complicado sobre el asesinato y violación de una mujer de edad avanzada que habían encontrado semi-enterrada en el patio trasero de su casa, tenía a todos en la oficina vueltos locos, su jefe, el capitán Trümper le había ordenado amarrarse a la silla hasta que no lograra armar una lista eficiente de sospechosos de la muerte de la señora Gruck.
Tom odiaba eso, el prefería el trabajo de campo, ponerse su uniforme y el chaleco antibalas, tomar su arma y subir al auto con Georg, su compañero y correr a detener criminales, correr por las calles, disparar su arma y recitar el formal y cliché “Puede guardar silencio…” a los criminales, eso era vida, eso era lo que amaba.
Pero desde que su esposo estaba embarazado, su jefe, que casualmente también era su suegro, le había relegado a trabajos de oficina, haciendo lo que su jodido asistente hacía con tal de que su amado hijo dejara de preocuparse por la vida del agente.
Él amaba a su esposo, adoraba que se preocupara tanto por él, pero había vivido los últimos 7 años de su vida en la acción, como para que ahora, porque el niño de papi estaba preocupado porque su bebé se fuese a quedar sin padre, su muy buen padre y capitán de la policía de Berlín decidiera que siempre si quería a su yerno, se preocupaba por él y no quería que su nieto creciera sin su padre, le relegaba a pasar largas horas con su culo sentado en una incómoda silla llenando informes y llevando café.
Tom a veces deseaba asfixiar a Bill, con amor, por supuesto.
De pronto el bullicio afuera se detuvo un minuto hasta que se escuchó gritar a uno de los jefes de unidad apresurando a su equipo para salir, seguramente había una emergencia y el como siempre, se tendría que quedar ahí.
Con un puchero frustrado arrastró la silla devuelta a su lugar frente al escritorio y continuó analizando las declaraciones de las personas cercanas a la señora Gruck, para descartar posibles asesinos. Estuvo así por largos minutos hasta que en la lejanía escuchó sonar un teléfono y alzó la mirada hasta que recayó en su propio móvil, apagado hacía tres horas, se había dejado el cargador en la casa y sus compañeros egoístas no habían querido prestarles el suyo.
—Hey,Kaulitz.—Llamó uno de sus compañeros apenas asomando la cabeza en la oficina, con semblante serio y mirada preocupada.
—¿Qué pasa?
—Tienes una llamada del hospital central.—Dijo frunciendo el ceño.
Confundido, Tom se levantó de si silla después de horas y salió de la oficina yendo hasta la mesa de la recepcionista para tomar la llamada.
—Agente Kaulitz.—Saludó.
—Señor Kaulitz, mi nombre es Anna y le llamo desde el hospital central, esta noche a las 11:42pm su esposo, el señor Bill Kaulitz Trümper fue ingresado de urgencia luego de que sufriera un accidente automovilístico, solicitamos su presencia de inmediato.—Informó la enfermera con voz mecánica y el corazón del moreno se detuvo.
—Voy para allá.—Respondió tirando el teléfono sin cuidado alguno para salir corriendo a la oficina.
Tirando todo lo que había sobre el escritorio al suelo sin importarle nada, corrió de un lado a otro en la oficina buscando las llaves del auto de Bill, hasta que frenó de golpe y recordó que el auto estaba en el taller y sus llaves en el bolsillo de su chaqueta. Tomó esta del respaldo de la silla y corrió de nuevo fuera del lugar, hasta donde sabía se encontraba Georg su amigo y compañero.
Abriendo de un golpe la puerta de la oficina del mayor entró en esta apresurado.
—Georg, necesito que me lleves al hospital…¡Ahora! —Gritó con la respiración agitada y el corazón latiéndole a mil.
El castaño no dudó en levantarse de su silla y correr tras su amigo hacia el estacionamiento en busca de su auto.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Le sucedió algo a Bill, a tu madre? —Preguntó el mayor mientras conducía como loco por las calles de la ciudad, la sirena puesta sobre el capó para que les dejaran avanzar.
—Bill tuvo un accidente de auto, no sé cómo…¡Demonios debí saber que saldría!—Gritó frustrado consigo mismo tirando de su cabello con sus manos.
Debió suponer que luego de su retraso de horas y sin dignarse a llamar una sola vez al rubio para informarle del porqué de su tardanza, este saldría a buscarle, se plantaría en la comisaría y le montaría el teatro a él y a su padre sin que le temblara la voz.
—Dios mío esto es mi culpa, ¿Qué tal si le pasó algo malo al bebé?—Susurró, su voz entrecortada y las lágrimas amenazando con salir a borbotones de sus ojos.
—Oye, tranquilo, todo va a estar bien, Bill es fuerte además, estaba en tu camioneta supongo.—Dijo más como afirmación que como pregunta y Tom asintió removiéndose inquieto en su siento.
—Entonces no debes preocuparte, la Cadillac es muy grande, tiene bolsas de aire y Bill no es estúpido, él sabe protegerse y a su bebé también, debes tranquilizarte, todo va a estar bien.—Habló al aire, pues Tom estaba más concentrado en llorar y mirar desesperado las calles que le separaban del hospital, que en prestar atención a las palabras de su amigo.
Nada más llegar al hospital y sin siquiera esperar a que el castaño terminara de entrar al estacionamiento, Tom saltó del auto y corrió como poseso hasta la recepción del hospital, donde le mandaron a urgencias.
Georg le siguió luego de estacionar el auto y sintió su corazón encogerse cuando vio a su amigo sentado en la sala de esperas, con la cabeza gacha apoyada en sus manos y el cuerpo temblando por los sollozos.
—Hey, ¿Qué te dijeron?—Georg se sentó junto a su amigo y apoyó su mano en la espalda de este, moviéndola en círculos tratando de tranquilizarlo.
—Bi-Bill está en cirugía, e-el parto se adelantó y…—Un fuerte sollozó le cortó y Georg no pudo hacer más que abrazarlo compadeciéndose del muchacho. —Tengo miedo Georg, esto es mi culpa.—Susurró aferrándose a los hombros de su amigo.
Durante las siguientes tres horas, Tom no paró de culparse y de mirar con desesperación las puertas dobles que se dirigían al quirófano donde sabía estaba su esposo, y cada minuto que pasaba solo lograba encoger de dolor el corazón del mayor.
Los padres de ambos chicos se habían hecho presentes un par de horas atrás y se encontraban tan o más nerviosos que el moreno. Gordon Trümper miraba acusadoramente a Tom, sin poder dejar de culparle por haber embarazado a su niño y ahora causarle aquel gran dolor con el parto.
Pero lo que tenía a todos tan preocupados era el hecho de que el parto se hubiera adelantado, Bill debía dar a luz en tres semanas y luego del susto con el accidente y alguno que otro golpe que se llevara el parto se había adelantado, había explicado rápidamente una enfermera una hora atrás antes de entrar de nuevo a la sala de operaciones.
Fueron eternamente tortuosos los demás 30 minutos que tuvieron que esperar hasta que el medico apareció, con la bata y guantes llenos de sangre y líquidos de dudosa procedencia y una sonrisa cansada en el rostro. De un salto casi olímpico Tom se puso en pie y corrió a detener al ginecólogo. Con sus manos temblorosas aferradas a los hombros del doctor.
—¿Cómo está mi esposo? ¿Mi hijo? —Preguntó con desespero.
—Ambos están bien, pueden estar tranquilos; a pesar de ello, tuvimos que inducir el parto.—Informó con seriedad.
Un jadeo de angustia recorrió al pequeño grupo de personas y Tom apretó con más fuerza los hombros del doctor, que haciendo una mueca sujetó las muñecas del moreno alejándole de él.
—Por favor, mantengan la calma. Debido a la magnitud del accidente tuvimos que practicarle al paciente una cesaría de emergencia. El golpe recibido por la bolsa de aire en su vientre fue un poco grabe y para evitar posibles repercusiones en el bebé nos vimos en la necesidad de adelantar un poco las cosas.
—Pe-pero ellos están bien, ¿verdad? —preguntó Tom con un hilo de voz.
—Afortunadamente. Bill es fuerte y el bebé también lo es. Lamentablemente tendremos que dejar a ambos en observación unos días, para cerciorarnos de que no hayan posibles efectos retardados por los golpes recibidos en ninguno de los dos.—El doctor sonrió apenas haciendo ver la situación menos alarmante.
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Cuando Bill finalmente despertó, lo primero que hizo fue llevar sus manos hasta su vientre buscando la abultada forma que le indicaba que su bebé seguía ahí, sano y salvo; pero no encontró más que sabanas, una bata de hospital y gasas cubriendo su bajo vientre.
Su corazón se aceleró de inmediato, asustado y preocupado intentó levantarse de la cama llevando consigo los cables conectados a su cuerpo y a las maquinas que no tardaron en producir sonoros pitidos al ritmo del alocado palpitar de su corazón.
Una enfermera entró a la habitación alarmada por el incesante sonido que indicaba que su paciente estaba mal.
—¡Señor Kaulitz, no haga eso! —Le reprendió enseguida corriendo hacia la cama para empujar a Bill devuelta a su sitio.
—Nn-no, m-mi bebé.—Susurró angustiado tratando de levantarse de nuevo, la anestesia aún circulaba en su sangre y le tenía ligeramente aletargado volviéndole más torpe si se podía.
—¡Él está muy bien! Por favor regrese a la cama, enseguida viene el doctor.
—¿E-él? —Preguntó contrariado.
—Si, es un hermoso y saludable varón. SU familia está encantada con el pequeño.—La joven mujer sonrió dulcemente recordando la carita sonrosada del pequeño bebé.
—Quiero verlo…—Volvió a susurrar ya un poco más relajado recostándose contra las almohadas.
—En un rato podrá verlo, el doctor Schäfer vendrá en unos minutos a revisarle.
Bill asintió a duras penas; estaba muy cansado, sentía un ligero dolor en su bajo vientre, como una punzada constante y la idea de que a su bebé le hubiera pasado algo malo luego del accidente aun rondaba su mente.
Unos cuantos minutos después, el doctor Schäfer llegó a revisarle. Luego de cambiar las vendas que cubrían su herida le explicó cómo había ido todo, lo que había pasado luego del accidente y como su pequeño bebé había resistido bien a todo. El por su parte solo tenía unos cuantos raspones en sus antebrazos producto de su rápido actuar para detener la bolsa de aire y que así esta no golpeara con tanta fuera su vientre.
—Tú y el pequeño se quedarán aquí unos cuantos días y si todo sigue bien, podrán volver a casa sin preocupaciones.—El rubio hombre asintió satisfecho con una brillante sonrisa en su rostro. —Y ahora que has despertado hay alguien que quiere verte.—Un guiño cómplice de parte del mayor fue lo que recibió segundos antes de que la puerta se abriera y por esta entraran la enfermera que le había atendido antes con un pequeño bulto en sus brazos y su sonriente esposo tras ella.
Los ojos de Bill brillaron cuando la amable mujer colocó con mucho cuidado al bebé en sus brazos. —Bien, nosotros nos retiramos.—Gustav sonrió despidiéndose de Tom y el y la enfermera se marcharon dejando a la pequeña familia a solas.
—¡Oh Bill no sabes lo asustado que estaba!—Soltó Tom entre preocupado y molesto apresurándose hasta la cama para abrazar al menor y besar sus labios con desespero.
—Lo sé. Lo lamento mucho… pe-pero tú no llegabas y yo, tenía mucha hambre.—Su labios hicieron un pequeño puchero resentido y sus ojos bajaron de inmediato al pequeño rostro de su bebé.
—Miralo Tom, es precioso y tan pequeño.—Murmuró acariciando con la yema de sus dedos la delicada mejilla del recién nacido.
Era un bebé adorable, de piel tan blanca como la leche, mejillas rellenas y sonrojadas, una pequeña naricilla respingona y una pelusilla rubia apenas visible coronando su cabeza. Era bellísimo, tanto como sus padres.
—Es perfecto.—Sonrió el mayor sentándose con cuidado en la cama, aun lado de su esposo. —¿Cómo lo llamaremos?
—Humm… aun no me decido por Jackson o tal vez Caleb, o quizás Andrei, no lo sé.—Torció el gesto dudando, sus ojos miel miraron interrogantes al moreno mayor que se encontraba en igualdad de condiciones.
—Caleb suena bien. Caleb Kaulitz Trümper.—Nombró y una sonrisa orgullosa surcó su rostro.
—Me gusta ese…
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Una semana más tarde Bill y su pequeño –que había sido nombrado Caleb Andrei Kaulitz Trümper- regresaron a casa. La familia de ambos chicos realizó una pequeña fiesta de bienvenida para el bebé, donde Bill finalmente pudo comer la tan ansiada tarta de moras y queso crema y que disfrutó mucho, claro está.
Después de todo aquel accidente no había resultado tan mal…
┼THE END┼
¿Qué les pareció? Siento que me perdí un poco en las últimas partes, me disculpo por eso pero tenía tantas ideas cruzadas que al final no sé si quedó bien.
En fin, déjenme saber su opinión con un comentario, cualquiera que sea será bien recibida. ¡GRACIAS POR LEER!
Nos leemos en otra ocasión xx
Que hermosooooo ,Bill tan imprudente pero se salió con la suya 🤣🤣🤣