BILL KAULITZ

01 ~ septiembre ~ 1989 / 18 ~ septiembre ~ 2016

Amado hermano-hijo-amigo.

SEE YOU IN OUTER SPACE.

One-Shot de Haruxita

«El Club de los 27»

La pareja dejó un ramo de rosas blancas en la tumba, cumpliendo con el ritual iniciado cuatro años atrás.

El hombre de lentes oscuros apretó la mano de su esposo con fuerza, en ese día en particular afloraba todo el sentimentalismo que este mantenía bajo siete llaves el resto del año.

No podía permitir que la melancolía le ganara la partida y arruinara la felicidad que habían conseguido a tan alto precio.

—¿Quieres a tu Bibi de regreso esta noche, amor?—Susurró en su oído, en un tono apenas audible, despertando el lado más salvaje del hombre con el que compartía vida, lecho y material genético.

—¿Te pondrás la peluca?

—Peluca, afeitado, depilación. El kit completo, si eso me regresa a mi Tomi.

—No deberías provocarme de esa forma ante tu tumba, ¿No tienes respeto por los lugares sagrados?

—¿Lo dice el hombre que me folló durante el velatorio de su bien amado gemelo?

—¡Fue en el baño!—Alegó a media voz— Y si mal no recuerdo, tú me suplicaste.

~*~

La génesis de tan descabellado plan se produjo una noche cualquiera, cinco años antes en Paris, o habría sido una noche cualquiera de no haberse torcido el tobillo con sus adorados Bufallo esa misma tarde.

Este no sólo se había inflamado hasta alcanzar el tamaño y coloración de una toronja madura, sino que dolía horrores al apoyarlo en el piso.

Tom lo había obligado —con una enorme sonrisa burlona, el muy cabrón— a guardar reposo en la habitación del hotel esa noche… solo. Mientras su estúpido hermano y ese par de traidores que se decían sus amigos se iban de juerga con el resto del crew.

—No me gusta decir «te lo dije» —le recordó su gemelo, poco antes de abandonarlo a su suerte en el Ritz—, contigo no sirve de mucho. Creo que este castigo es mucho más efectivo.

Bill recurrió a todo su arsenal de manipulación, ojos de cachorrito, pucheritos sexys y lastimeros gemidos que hubieran demolido la voluntad de cualquiera. Pero Tom era igual de terco que él y pasó olímpicamente de sus sucios trucos.

—Te veré a la vuelta—prometió Tom, besando esa boquita pintada de gloss, que aún permanecía estirada. Y agregó con burla, revolviendo sus largas rastas bicolores—. Diviértete, pero no mucho, no puedes beber alcohol por los anti inflamatorios.

Le arremedó las últimas palabras, como el niño pequeño que en el fondo aún era, y se hundió en las almohadas, enfurruñado.

Sin tener nada que hacer, salvo planear la forma de vengarse del idiota que tenía por compañero, acabó pasando canales en el televisor de su suite.

Su francés dejaba bastante que desear, pero se las arregló para encontrar los subtítulos en ese endemoniado control remoto.

Más de una hora de picotear entre infomerciales, acumuladores de animales, y realities varios pilló un documental sobre un tema que atrapó su atención.

«El fatídico Club de los 27 cuenta en la actualidad con 41 miembros, siendo algunos de sus más destacables: Jim Morrison, Bob Marley, James Dean, Janis Joplin y Kurt Cobain.

La leyenda negra comenzó cuando en 1969…»

Un pensamiento random vino a su cabeza «Vive intensamente, muere joven, deja un hermoso cadáver».

Por esos días él tenía 26 años y se encontraba en la cima de su carrera. Su vida era absolutamente perfecta, tenía éxito, fama, dinero, reconocimiento de la crítica y —lo más importante— una relación de pareja sólida.

El cantante suspiró.

«Sólida, pero secreta».

Fue esa misma clandestinidad que, unos años antes, estuvo a punto de destruirla. Tiempos oscuros que no deseaba recordar.

No imaginaba su vida alejado de Tom, su hermano, su alma gemela, su pareja. Perderlo se había vuelto su mayor temor, convirtiéndolo en un ser obsesivo y en ocasiones insufrible. Necesitaba tener su absoluta atención, en todo momento y lugar.

Los affaires que en otra época eran planeados y aceptados como «un mal menor», necesarios para cubrir las apariencias, eran cosa del pasado.

Tom era suyo, y lo continuaría siendo hasta el día de su muerte.

El documental continuó«…inmortalidad, millones de fans en todo el mundo lloraron su partida…»

El cantante alemán bufó, ¿de que servía la inmortalidad, convertirse en un ícono, si no podía compartirla con su otra mitad?

La fama tenía un lado oscuro que él venía padeciendo desde su adolescencia.

Ese programa lo estaba poniendo de mal humor, quiso cambiar el canal pero por una casualidad cósmica las baterías de control remoto decidieron fallar en ese preciso instante. Arrojó el artilugio contra la pantalla, sin embargo, merced a su pésima puntería este acabó cayendo sobre la alfombra.

Se abrazó a la almohada fastidiado, dispuesto a ignorar al televisor y dormir un poco antes de que su ingrata otra mitad regresara.

~*~

—Tomi, quiero que me ayudes a morir.

Fueron las primeras palabras que salieron de sus labios esa madrugada, en cuanto su gemelo lo despertó con un piquito que sabía a vodka.

—¿Qué? ¿Estás loco?

—Piénsalo, amor. Puede ser divertido. —agregó, incorporándose en la cama. La noche anterior tuvo tiempo de sobra para pensar e incluso elaborar un plan.

—Definitivamente te has vuelto loco. Por si nadie te lo ha dicho, la muerte es un estado permanente e irreversible.

~*~

Bill tenía un ego desmesurado. ¿Qué si era más grande que Morrison, Marley o la Joplin?

No tuvo que pensar la respuesta: ¡Pues claro!

El grupo estaba en la cima, pero eso no le bastaba al siempre insaciable apetito de Bill Kaulitz.

—De acuerdo, todo eso se oye genial. Pero, ¿Inmolarte por el vanidoso capricho de conseguir la inmortalidad? ¿Y que hay de mí?—alegó Tom. Exponiendo por primera vez sus propios intereses.—¿No te importa en lo más mínimo dejarme sólo?

Su gemelo le respondió con una mirada dura.

—Sabes que no soy el monstruo que pintan, es por nosotros que planeo hacerlo. ¿De que me sirve la fama, el éxito y el dinero si no puedo salir a la calle cogido de la mano del hombre que amo? Estoy harto de los incesantes rumores, de no poder tener amigos porque ipso facto se convierten en uno más de mis incontables amantes. Estoy cansado de tener que contener las ganas de besarte en el parque cuando paseamos a los bebés. ¡Es sólo un jodido beso! ¿Cómo puede estar proscrito? ¡En América la gente lleva armas al supermercado, pero a mí me prohíben besarte! Si tengo que morir para poder vivir en paz, contigo y los bebés, pagaré el precio.

Bill tenía un punto, uno jodidamente bueno, Tom odió tener que darle la razón.

Su hermano desgranó calmadamente cada uno de los aspectos de su plan. Parecía haber meditado bastante la idea, aunque un aspecto de ella le generó ruido.

—¿Asfixia erótica? ¿En serio?

—Cómo Michael Hutchance. Si voy a morir, quiero hacerlo con glamour.

—Y ser recordado por siempre como una puta.

—Pero… —hizo un pucherito y bajó la mirada con desánimo. —Pensé que era una buena idea, me pareció sexy.

Tom se sentó en el borde la cama, alzó su barbilla y lo miró con un brillo de determinación en sus ojos, que le indicó a Bill que estaba dentro.

—Si realmente vas a entrar a la posteridad, debes hacerlo en la forma adecuada.

~*~

Un par de meses más tarde, Tom salió estruendosamente del clóset, al dejarse ver con un atractivo chico al que reconoció como su novio. Hubo rumores de que su hermano no aprobaba la relación y por ello jamás acompañaba a la flamante pareja en sus salidas. Los gemelos se excusaban en que Bill estaba más concentrado en la grabación del nuevo disco que en salir de parranda.

El eventual distanciamiento de los, hasta ese momento, inseparables gemelos quedó de manifiesto en su siguiente cumpleaños. El primero que celebraron cada uno por su lado. Tom —con el novio, que se había convertido en su sombra— por la tarde y Bill ya bien entrada la noche.

El fandom se encontraba dividido ante la presencia del apuesto y reservado rubio que había acabado con la imagen de macho del guitarrista. Algunas lo tildaban de aprovechado y oportunista, otras lo culpaban por estar fragmentando al grupo. Pero era innegable que Tom se veía muy feliz a su lado.

~*~

El 18 de septiembre de 2016 el fandom de Tokio Hotel fue remecido por una brutal noticia: la muerte de Bill Kaulitz en un accidente aéreo.

Los rumores rondaron a los Kaulitz desde el inicio de su carrera: sobredosis, amoríos, adicciones, enfermedades. Pero la rotunda confirmación de boca del propio Tom Kaulitz acabó con las esperanzas de millones de fans en todo el mundo.

El comunicado de prensa fue escueto: Bill pilotaba la avioneta, su inexperiencia sumada a un desperfecto técnico dieron como resultado que el pequeño biplano se estrellara en el Índico, cerca de Maldivas, en donde pasaba unos días de descanso.

Algunas de las fans más extremas culparon a Tom, elucubrando que de haber viajado con Bill —como siempre— la tragedia se pudo evitar de alguna manera. Lo cierto era que al guitarrista se le veía destrozado, su novio no soltó su mano en ningún momento.

~*~*~*~

Bill Kaulitz salió del vestidor luciendo exactamente como su hermano lo había visto por última vez, cinco años atrás, antes de que se cortara sus rastas y comenzara con su nueva vida.

La farsa había requerido una pequeña fortuna, un precio justo para asegurar el silencio de las escasas personas involucradas.

Tom se le quedó viendo, recostado en la cama. Siempre le tomaba unos minutos hacerse a la idea de tener a su Bibi nuevamente ante él.

Era estúpido y lo sabía, Bill no se apartaba de su lado ni siquiera en los conciertos, donde se quedaba espiándolo tras bambalinas— ahora Tom era la voz de Tokio Hotel—. Pero extrañaba su apariencia andrógina más de lo que se permitía reconocer en voz alta.

Bill se había enfundado en uno de los trajes de cuero que tanto le gustaban y que ya no podía lucir porque Noah, su nueva identidad, tenía un estilo casual.

Tom presionó su pulgar contra la cabeza de su erección, que creaba una notoria elevación en sus jeans y pidió con una sonrisa de sátiro: «¿Puedo follarte vestido?»

~FIN~

por Haruxita

Escritora del Fandom

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