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«Quiébrame»
One-Shot de Lilith de Valois
Esa era la sensación exacta que esperaba sentir al acariciar su rostro. Lija. Él se dio cuenta y soltó una risita socarrona, murmuró algo de no cortárselo aunque le cueste la vida… yo mismo iría a matarle si es que lo hacía. Me atrajo por la cintura con ambas manos y ayudado por mis rodillas conseguí sentarme sobre él, con mis piernas a los lados de las suyas, mirándolo.
Sonrió mientras retiraba el cabello que se pegaba a mi rostro, me estiró y al acto sus dientes rodearon una de mis tetillas, mordiéndome con saña, apreté los labios y llevé la cabeza hacia atrás mientras todo mi cuerpo temblaba de placer masoquista.
Amaba esa forma de torturarme, no me trataba como esa figurita de porcelana que la gente insistía que era… ¿acaso se olvidaban de que era hombre y no una damisela en peligro? Para él era la mezcla perfecta, con mi cuerpo delgado, estilizado, y sin la necesidad de ser cuidadoso, morderme, marcarme, chuparme, aplastarme con su cuerpo, partirme una y mil veces sin necesidad de disculparse luego.
Abrí los ojos y observé el techo, mis manos se enterraron en su poco crecido cabello, estaba largo para su estilo, pero me encantaba estirárselo mientras me retorcía de puro placer. Se retiró de mi pecho y fue a mi cuello, torturando y endulzando mi piel con sus dientes y sus labios. Jadeé su nombre y al instante sentí sus uñas marcando mi blanca espalda, por su culpa debía cubrirme, y estaba totalmente seguro de que lo hacía adrede.
Sus manos apretaron mi cintura con fuerza, sus dedos dejarían moretones, que me pondrían con sólo verlos en el espejo. Me levanté lo suficiente para ser empalado de una sola vez y sin cuidado, gimiendo más alto de lo que debía. Poco importó. Sus labios pronto se comieron mi boca, envenenándome hasta la garganta. Dedos se deslizaron entre mis nalgas, abriéndolas, dejándome más expuesto a su penetración, volviendo a embestirme.
Caí sobre el sillón donde estábamos, se salió de mí y me volteó, gemí de nuevo cuando su lengua se hundió en mí, lamiendo mi parte más sensible. Se inclinó sobre mi espalda mientras de nueva cuenta se hundía en mí, rápido y fuerte, sin siquiera darme tiempo a tomar una mejor posición él ya se encontraba dándome más de sus dolorosas estocadas, obligándome a hundir el rostro en un cojín para amortiguar mis gemidos y gritos. Una de sus manos empezó a masturbarme sin cuidado, tirando de mi miembro con fuerza, apretándolo con sus ásperos dedos. Era la única sensación que me ponía como loco. Su rudeza, su cuerpo, su olor de hombre, su voz grave, todo lo que él era. Sólo podía gemir su nombre una y otra vez mientras le oí llamarme ‘puta’ cada vez que se enterraba más y más. Apreté el cojín con mis manos y me corrí cuando me dio una nalgada, presionando con su otra mano mis testículos, robándome el poco aire que tenía. Coloqué las manos sobre el apoya brazos, impulsándome hacia atrás, haciendo su penetración más profunda si cabía, si no se corría de una vez me sería imposible caminar por una semana.
Mordió mi hombro, corriéndose. Sentí como todo mi cuerpo se perdía en las miles de magulladuras que tenía, dejándome totalmente flipado, con su semen caliente escurriendo entre mis piernas. Se retiró y me obligó a girarme sobre el sofá, ambos con la respiración irregular, sin dejar de mirarnos. ¿Qué mierda hacía con este idiota? Debo estar tan mal de la cabeza para continuar con esto después de todas las putadas y mierdas que él hacía. Su lengua se perdió dentro de mi boca, mientras su cuerpo aplastaba el mío, rozándose contra él a conciencia. Jadeé ladeando el rostro, separándome de su boca.
-Ambrosías…- murmuró contra mi oreja.
-Me comí las de tu cocina…- respondí.
-Me gusta más de tu boca- mordió mi oreja y cerré los ojos, embriagándome con el toque de sus dedos sobre mi vientre.
-Ahora puedes irte a la mierda, Anis- susurré mirándolo. Me dio una de sus sonrisas retorcidas y estuve a punto de volver a perder el control.
-Estoy en ella- dijo con burla, enarqué una ceja.
-Tú eres la mierda.
-Oh, tú también, Bill… lo eres más que yo.
Quise golpearlo, pero me redujo, cogiendo mis muñecas con fuerza apretándolas sobre mi el cojín que tenía tras mi cabeza. No podía moverme, se volvía deliciosamente asfixiante, morir ahogado con su aroma. Iba a perder el control de nuevo.
-Lárgate.
-No, Bill, aún no me canso de mancillarte -mordió mi labio inferior y tuve que hacer un movimiento brusco con la cabeza para que me soltara. El sabor metálico lleno mi boca. Él sonrió de lado ente mi cara de cabreo y me besó, chupando mi labio lastimado hasta hacerme doler.
-Que te jodan, Anis- murmuré contra su boca, enojado. Su risa grave chocó contra mis oídos, obligándome a entrecerrar los ojos.
-Cómo fue hacerlo con ese rubio idiota- le miré sorprendido y él sonrió con más autosuficiencia –Creíste que no me enteraría, ¿Kaulitz?- se levantó lo suficiente para aplastar mi miembro con una rodilla.
Me encogí adolorido, pero él no soltó mis manos y no me permitió hacer ningún otro movimiento.
-Te lo digo si me dices como fue follarte a ese puto marica que tienes por secretario -enarqué una ceja ante su cambio de expresión– O a esa zorra que organizó tu firma de autógrafos, o las cuatro fans que se colaron a tu último concierto… -escupí con rabia– ¿Quieres que siga la lista, querido?- murmuré con dientes apretados.
-Anda, sigue…- volvió a aplastarme con su cuerpo– Pero te advierto que si lo haces, vas a perder tu capacidad para caminar
-Que te den- jadeé, sintiendo sus dientes clavarse en mi cuello– Te follaste al asistente de escenario… -apreté los ojos cuando la presión fue mayor– Y a esos idiotas que te siguen como perros… los que se hacen llamar… tus fans… maldito puto de mierda.
Acabé sobre su cama, con las manos atadas a los barrotes con unos cordones que laceraban mi piel, si tan sólo buscaba soltarme sentía un ardor horrible en mis muñecas.
-Abre las piernas- ordenó y yo le escupí, nada digno para ser quien era yo.
-Jódete- murmuré y sonreí de forma burlona.
-No, yo voy a joderte a ti
Me abrió las piernas, de golpe y a lo bruto. Cerré los ojos y me obligué a no emitir ningún tipo de sonido, apretando los labios. Sentí sus dedos llenos de lubricante escurrirse en mi entrada, dos de una sola vez. Intenté cerrar las piernas pero él me dio un manotazo. Al instante tres dedos se hundieron en mi y cuando un cuarto los acompañó no pude más y me obligado a jadear, adolorido. Aún apretaba los dientes con fuerza y Anis lo notó. Se acercó a mi rostro y hundió más sus dedos, abrí la boca para gritarle pero él ya se encontraba besándome, mordiendo mis labios, mi lengua, ahogándome, sin dejarme respirar.
-Imbécil…- jadeé contra su boca y me retorcí, sintiendo sus dedos retirarse y volver a penetrarme con más fuerza.
-Dejaste que ese adefesio rubio te hiciera el amor ¿no?- mordió el lóbulo de mi oreja– Que se sintió ¿eh? ¿Acaso ese niñato pudo complacerte mejor que yo?
-Eres un celoso de mierda… -no podía ser, sus dedos se hundían más en mi, era casi imposible… lloriqueé contra su cuello, cerrando los ojos– Tú te follaste a media Alemania… -gemí– Y yo me revolqué con un… pendejo idiota… ¿Y te pones así?
-Diva… -se burló– ¿Debo recordarte que eres sólo mi puta? -retiró sus dedos y se irguió, arrodillándose y observándome desde arriba– ¿Qué te hace creer que puedes hacer lo que quieras? -me dio un fuerte guantazo contra el muslo. Apreté los dientes y entrecerré los ojos.
-¿Y te hace creer a ti que puedes serme infiel sin salir bien librado? -lo empujé con mi pie, tomándolo por sorpresa, echándolo hacia atrás– ¿No te jode, Anis? -me reí al ver su cara de cabreo.
Se irguió de vuelta y pellizco mis pezones con sus dedos, quise empujarlo de nuevo pero se apretó contra mi, inmovilizándome. Jadeé por lo bajo, sintiendo mi erección siendo aplastada por él, apretándose con la suya contra mi.
-Voy a meterte el palo de la escoba por el culo, Bill, si no te dejas de tonterías -me retorcí y no pude evitar soltar una risita de burla.
-Hasta un palo de escoba lo haría mejor tú
Anis se alejó de forma lenta y me observó unos segundos. ¿Qué…? ¿Acaso estaba… estaba pensando en…?
-¿Entonces es así? ¿Por qué no probamos?
Se bajó de la cama y yo abrí los ojos como platos.
-¡¡Anis!! ¡¡¡Anis!!!- grité al verlo desaparecer totalmente desnudo por la puerta de su cuarto– ¡Maldito hijo de puta! ¡Regresa aquí!
-Ya, ya… tranquilo, Bill… -murmuró, apareciendo de nuevo… con la jodida escoba en una mano.
-Ni si quiera lo pienses -dije con dientes apretados, buscando soltarme. Esa mirada lasciva en su rostro me daba escalofríos… y no podía creer que mi miembro palpitase de esta forma sólo con imaginar lo que haría.
-Ahh… pero tu dijiste que te gusta más esta que esto -toco su miembro, levantándolo más de lo que ya estaba– Porque no hacemos la prueba y vemos cual te gusta más… ¿Que dices?
Intenté patearlo, pero cogió mi tobillo en el aire y me obligó a mantener la pierna estirada, hacia arriba… maldición.
-¡Suéltame! -exclamé buscando soltarme, pero él abrió un poco más mi pierna, tirando hacia un lado y levantó la escoba, mostrándomela- ¡Anis! ¡¡Con que me metas esa cosa vas a saber de mí!! -grité, él se rió y soltó el palo, dejándola caer a un lado de la cama. Se montó sobre ella, apoyando mi pierna sobre su hombro y levantó mis caderas.
-Como si fuese a dejar que te vuelvas a meter otra cosa que no sea mi dura polla -y me envistió.
Se enterró en mí de una sola vez, obligándome a cerrar los ojos con fuerza, arqueando la espalda hasta casi romperla. Su lubricación era mínima y mi entrada prácticamente se había contraído de vuelta… Dolía… más que cualquier vez anterior, pero Anis no iría a detenerse, lo conocía lo suficiente como para saber que si no veía sangre no se tranquilizaría. Sus embestidas eran cada vez más profundas y fuertes, el placer y el dolor se habían mezclado en un vapor que se esparcía por toda mi espina dorsal, llevando miles de corrientes de aire por todo mi cuerpo, adormeciendo los dedos de mis pies.
-Duele… -gemí, incapaz de dejar de jadear, incapaz de respirar, sobrepasado por toda su violencia y virilidad. Oí su risita retumbando en mis oídos.
-Vas a decirme… como fue hacerlo con ese enclenque… de yogur agrio… ¿o no? -me dio una estocada profunda y se quedó allí, manteniendo mi culo arriba, enterrado con su miembro, sintiendo sus testículos presionando mis nalgas. Me miró desde arriba y yo hice lo mismo, desde mi lugar, con medio cuerpo en el aire.
-Insípido… –respondí– Me era imposible respirar su mismo aire… –apreté los labios cuando él se inclinó un poco más hacia delante–Demasiado suave… –me retorcí– Demasiado inmaduro… –le miré jadeante– No le llega ni de cerca… al toro que tienes dentro…
Se retiró lentamente, bajó mi pierna de su hombro y me obligó a rodear sus caderas con ellas. Apoyo los codos a los lados de mi cabeza y me besó, volviendo a envestirme con fuerza, esta vez sin lastimarme, sólo dándome duro, como a mi me gustaba, sin delicadezas. Sentí mis manos libres, pero simplemente no quise moverlas, las dejé reposando a los lados de mi cabeza, observando con ojos entrecerrados a Anis levantar de nuevo mis caderas con sus manos y envestirme con más fuerza aún. Un calambrazo me recorrió la espalda y apreté las cobijas.
-¿Dejaste… que te hiciera… el amor? –él gimió, con voz grave, y sentí un cosquilleo en mi vientre.
-No… –cerré los ojos– Eso lo… haces tú… –sonrió con satisfacción.
-Hazte una paja, puta… ahora –ordenó y yo fruncí levemente el ceño, pero un guantazo contra mi muslo fue suficiente para hacer lo que me decía.
Empecé a tocarme con los ojos cerrados, un poco más lento que sus rápidas envestidas, con ambas manos, masajeando mi miembro a conciencia, sabiendo que él me estaba mirando. Acaricié mis testículos mientras mi mano subía y bajaba por el largo, cada vez un poco más rápido.
-Ummm- me retorcí bajo él y aceleré aún más mis movimientos.
Anis me penetró profundo y se mantuvo allí mientras yo me corría, salpicándolo a él y a mi mismo. Gemí su nombre sintiéndome azorado por el orgasmo que recorría mi cuerpo. Entreabrí los ojos justo cuando él cogía mis manos, lamió el semen que había en una de ellas y luego entrelazó mis dedos con los suyos y los colocó a los lados de mi cabeza, apoyándose sobre sus codos.
Volvió a moverse, esta vez más rápido, respirando contra mi boca de forma acelerada, embistiéndome hasta hacerme gemir de nuevo, de forma repetida, absolutamente sensible a su rudeza.
Se corrió dentro de mí, gimiendo con la frente apoyada contra mi pecho. Cerré los ojos, sintiendo sus dientes rodear uno de mis adoloridos y magullados pezones y tirar de él, dejándome notar su barba de lija raspando mi piel.
Sin salirse de mí se irguió y yo abrí los ojos, me giró sobre él y me vi obligado a mantenerme sentado sobre él, le miré al borde de un ataque de inconsciencia, estaba exhausto. Cogió una de mis manos y besó las laceraciones de mi muñeca, y luego las lamió.
-Eres una puta, eh, Bill… –se burló. Quise retirar mi mano, pero él me la sujetó fuerte– MI puta –aclaró, mirándome con fuego.
Pasé saliva.
-Fuck you- murmuré y me solté de su agarre. Me levanté de él sobre mis rodillas, pero Anis me sujetó con excesiva fuerza por la cintura y me retiró sin ningún cuidado.
Me quejé, pero mis piernas estaban entumecidas y mi culo dolía horrores, al final sí cumplió con lo que dijo, no creo poder caminar con normalidad en varios días. Me apretó contra él, en un rudo y tosco abrazo, se apoyó sobre mí y me besó una vez y se alejó.
-Fuck you para ti también, perra –gruñó y volvió a besarme, esta vez, dejando correr su veneno por toda mi boca.
Mis brazos rodearon su cuello por instinto, mientras mi mente se perdía en la sensación de tenerle sobre mí. Mi cuerpo clamaba por él, lo quería de nuevo adentro, llenándome. Quiero hacer el amor de nuevo con él. Quebrándome…
F I N
Espero les haya gustado, están invitados a comentar.