Time-out

Notas de la autora: Hi! e_é

Hum… ¿la verdad? No tengo ni idea de dónde salió «esto», solo sé que leí por la web un artículo que explicaba la forma correcta de dar un masaje y me vino repentinamente a la cabeza este absurdo AU xD que formas de inspirarme las mías, hay que ver xDD Espero que guste y como siempre, gracias por leer! <3

«Time-out»

(One-Shot de Miss Lujuria)

Bill dejó escapar un profundo y prolongado suspiro que inundó cada rincón de su, hasta el momento, silenciosa habitación.

Tanto como había ansiado tener aunque fuera un poco de tiempo libre que dedicarse a sí mismo y, cuando por fin se lo otorgaban, no sabía qué hacer con él. Le resultaba tan irónico que no pudo evitar largar una risilla divertida ante el simple pensamiento.

Los últimos meses se le habían antojado realmente largos y pesados. Bien, a esas alturas se suponía que debería de estar más que acostumbrado al estrés y el ajetreo al que su fama conllevaba; raro era el día en el que no tuviese concertada una entrevista o un concierto, eso, claro, cuando no se encontraba de gira con el grupo. Prácticamente, Bill podría decir que había tenido el tiempo justo para atender a sus necesidades físicas y psíquicas, y, aun así, sentía que éste se quedaba corto.

¿Quién le iba a decir al menor de los Kaulitz, que el hecho de ser alguien importante y reconocido le acarrearía tantas molestias y complicaciones…?

Resignado, el vocalista dejó que su delgado cuerpo girase sobre el mullido colchón en el que reposaba desde hacía interminables horas, aprisionándose él mismo entre las desordenadas sábanas que anteriormente le cubrían. Su desgana era tal, que Bill se sintió incapaz de mover un solo músculo para intentar liberarse de esa molesta prisión de tela hasta pasados unos cuantos minutos.

Esa fue la gota que colmó el vaso.

“Vamos, Bill, cualquiera diría que vas a ir a un funeral…” Se reprendió mentalmente, liberándose finalmente de ese pequeño obstáculo que le impedía moverse de la cama.

Tras emitir un sonoro bostezo y estirar sus agarrotados músculos con insistencia, el menor de los Kaulitz terminó de incorporarse por completo, comenzando a arrastrar los pies en dirección a la puerta entreabierta de su dormitorio, sintiéndola más lejana que nunca gracias a la parsimonia con la que acortaba la pequeña distancia que le separaba de ésta. Bill no pudo evitar bufar con evidente molestia.

Esa noche podía decir que había descansado relativamente bien con respecto a las demás, no solo por la ilusión de saber que a la mañana siguiente tendría veinticuatro horas para hacer lo que se le pusiera entre ceja y ceja, sino porque no había tenido ningún tipo de compromiso u obligación el día anterior.

Entonces, ¿por qué sentía su cuerpo tan pesado? ¿Por qué cada paso que daba le parecía durar una eternidad? ¿Por qué no podía simplemente aprovechar las horas de sol que aun le quedaban y desconectar por poco que fuera de la triste rutina que conformaba su vida?

Cuanto más agolpaban en su mente esas preguntas, más molesto se sentía consigo mismo. Definitivamente, ese iba a ser un día muy largo para él. Solo esperaba que su gemelo tuviera un plan mejor que el de ir lamentándose por todas las esquinas de su casa o estaba literalmente perdido.

¡Claro, Tom! ¿Cómo no lo había pensado antes?

Si había algo que siempre les había diferenciado a ambos, era que su hermano si sabía aprovechar bien el tiempo, fuese o no escaso; él siempre se las ingeniaba para disfrutar de la vida en todo momento sin dejarse afectar por sus complicaciones y responsabilidades. Definitivamente, estaba seguro de que el guitarrista tendría un buen plan para pasar el día.

Repentinamente esperanzado, el cantante aligeró el paso en dirección al largo pasillo que conducía a la sala de estar, esperando encontrar a su hermano allí. Al no percibir la presencia del gemelo mayor en ese amplio y luminoso espacio, optó por hacerle una visita sorpresa en su respectivo dormitorio, rezando porque no hubiese decidido salir con alguna de sus dichosas groupies y dejarle a él solo con su dilema.

Impaciente, golpeó la lisa madera de la puerta de la habitación contigua a la suya con sus nudillos, esperando recibir alguna señal que le indicase que Tom se encontraba en su interior. Al recibir silencio como única respuesta a su llamada, el menor decidió adentrarse en ese espacio solamente para cerciorarse de que éste realmente estaba vacío.

Lo que vio acabó con todo rastro de esperanza que pudiese haber en él…

Tom se encontraba recostado, no, más bien espatarrado sobre su correspondiente cama con una expresión de amargura en el rostro mientras miraba fijamente a la rugosa pared del techo como si buscase algo más en ella a parte de figuras ficticias y pequeñas hendiduras.

Bill no pudo evitar arrugar graciosamente la nariz ante tan deprimente visión. Para su mala suerte, su hermano parecía encontrarse exactamente en las mismas condiciones que él… Diría que incluso peores…

— ¿Pasa algo, Bill? —preguntó Tom, abandonando su anterior estado de trance para posar su inquisitiva mirada en la delgada silueta del pequeño, recorriéndola distraídamente hasta encontrarse con sus profundos y penetrantes ojos avellana, percibiendo un extraño brillo en éstos que no hizo más que aumentar su curiosidad.

— Nada… —mintió, forzando una media sonrisa.

Las cejas visiblemente enarqueadas de Tom le dieron a entender que su respuesta no había sonado demasiado convincente.

Por suerte o desgracia para Bill, la estrecha conexión que compartía con su igual desde que ambos se encontraban en el vientre materno le dificultaba demasiado la tarea de ocultar sus emociones.

— Es que… Se suponía que buscaba tu compañía para intentar animarme y vengo y te encuentro aquí, tirado en la cama y con cara de funeral… —soltó, sin pausas, dando una pequeña bocanada de aire, reteniéndolo momentáneamente en su pecho para segundos después expulsarlo lentamente.

Tom se limitó a fruncir el entrecejo, confundido. ¿A qué había venido eso?

— Ya eres mayorcito para saber entretenerte solo, Bill… —le espetó el gemelo mayor, volviendo a centrar toda su atención en un punto fijo en la pared sin reparar en el brillo homicida que adornaba la afilada mirada del pequeño.

Por un momento, Bill entreabrió los labios dispuesto a decirle cuatro cosas a ese muchacho insolente, pero no pudo más que morderse la lengua y hacer oídos sordos a esas hirientes palabras. Lo último que le faltaría sería empezar una discusión con su contraparte para terminar de “alegrarse” el día.

— Muy bien, ya me voy… —concedió el cantante, girándose rápidamente sobre sus talones—. Perdón por intentar pasar un poco de tiempo contigo… —protestó, comenzando a caminar a paso lento en dirección contraria al guitarrista.

No pudo evitar curvar una media sonrisa al escuchar un pequeño chirrido proveniente de la cama, dándole a entender que sus palabras habían surtido efecto en su hermano. Conocía a Tom incluso más que a sí mismo y sabía que no necesitaba mucho más que un par de reproches por su parte para conseguir algo de él.

Podría parecer manipulador, pero realmente echaba en falta la compañía de alguien y, en ese momento, ese alguien no podía ser otro que su hermano.

— Estoy molido, Bill… —se justificó el gemelo mayor al tiempo que se incorporaba torpemente de cintura para arriba, gimiendo lastimeramente al escuchar crujir su maltratado cuello gracias a la imposible posición en la que éste había reposado la noche anterior—. Me duele todo el cuerpo…

Bill se giró lentamente, mirando al castaño con las cejas arqueadas.

— A saber que harías anoche para despertar así… —bufó Bill, conteniendo duramente la risa al ver la expresión imposible en la cara de Tom.

— ¿No me digas que al final nos oíste? — inquirió un sorprendido Tom, abriendo exageradamente los ojos, tanto que, por un momento, parecieron salírsele de las cuencas.

Bill no pudo evitar esbozar una sonrisilla traviesa como respuesta a la pregunta del mayor.

Definitivamente, su hermano nunca cambiaría. Siempre aprovechando la más mínima oportunidad para demostrarle a todo lo que llevase falda lo bien merecida que tenía su reputación en la cama…

— Eso creo… Estaba medio dormido así que no lo recuerdo muy bien… —anunció Bill, encogiéndose ligeramente de hombros mientras acortaba la corta distancia que le separaba de su gemelo, dejándose caer suavemente sobre el colchón a un costado de éste.

— Lo siento… No queríamos molestarte… —murmuró Tom, sintiéndose repentinamente culpable.

Su hermano tratando de descansar y él pensando únicamente en su entrepierna…

— Tranquilo… tampoco hicisteis tanto ruido, al menos no comparado con otras veces… —concedió Bill, sin advertir el pronunciado y casi gracioso rubor que adornaba las pálidas mejillas de su hermano—. Tommy, ¿puedo preguntarte algo? —inquirió de repente, mirando al castaño con interés.

— ¿Qué? —concedió Tom, dedicándole a su gemelo una mirada cargada de desconfianza.

Cuando Bill le miraba de esa forma, podía estar seguro de que algo se traía entre manos.

— Siempre he tenido curiosidad por saber una cosa… —continuó hablando el pequeño, haciendo una pequeña pausa mientras curvaba una sonrisa ladina.

Tom tragó en seco. Empezaba a arrepentirse de haber accedido a contestar la pregunta del pequeño.

— ¿qué las haces exactamente a tus groupies para que griten de esa forma?

Tom se atragantó con su propia saliva. ¿Qué clase de pregunta era esa?

— ¿Te interesa mucho saber eso, Bill? —inquirió Tom, carraspeando en señal de incomodidad.

Bill soltó una suave risilla que le hizo ser rápidamente presa de la mirada fulminante de su igual.

— No tienes que responder si no quieres… Es solo… curiosidad… —aclaró un divertido Bill, estudiando detenidamente cada uno de los gestos y expresiones de su gemelo.

— ¿Sabías que la curiosidad mató al gato, Bill?—murmuró el gemelo mayor, inclinándose repentinamente hacia delante hasta que la punta de su nariz y la de su igual hicieron contacto, dejando que su cálido aliento impactase directamente contra los labios del pequeño, los cuales se entreabrieron de forma inconsciente en un acto reflejo.

Bill sintió un agradable calorcillo acumularse en su estómago y, seguidamente, extenderse por todas sus extremidades ante el tono seductor con el que Tom había formulado esa pregunta.

— ¿Insinúas algo, Tommy? —le siguió el juego el menor, mordisqueando coquetamente su labio inferior bajo la mirada felina del guitarrista.

Tom no logró reprimir un pequeño gemido al observar esos carnosos y sensuales labios a tan escasos centímetros de los propios, los cuales parecían pedir a gritos ser devorados a cada movimiento que hacían.

— Eres un pervertido incestuoso, Tom Kaulitz… —susurró Bill de repente, largando una divertida risotada al tiempo que creaba una distancia prudente entre sus encendidos rostros.

— Aquí el único “pervertido incestuoso” que hay eres tú, yo solo estaba bromeando… —bufó Tom, recuperando la compostura, o, al menos, haciendo el intento.

— Oh, ¿seguro? Creo que mini Tom no está de acuerdo contigo… —comentó Bill, sonriendo con picardía mientras señalaba la despierta entrepierna del castaño con la mirada.

— ¿Pero qué dices, Bill? —gruñó el gemelo mayor, ocultando rápidamente su palpitante hombría con la fina tela de la sábana que minutos atrás le cubría—. ¿Quién te ha dicho que estoy así por ti? Me conoces, sabes muy bien que estoy excitado las veinticuatro horas del día…

— Lo que tú digas, Tommy… —se mofó Bill, dando el tema por zanjado.

No podía negar que esa situación le hacía sentirse bastante incómodo.

Su relación con Tom siempre había sido un tanto excéntrica en comparación con la que debería de haber entre dos hermanos normales, por lo que era más que frecuente que se dieran ese tipo de bromas entre ellos. Pero, aun así, era lógico que, de vez en cuando, se sintiese un tanto extraño… ¿Extraño? No, esa no era precisamente la mejor palabra para definir su estado. Quizás sería más correcto decir avergonzado…

Por su parte, Tom se abstuvo de pronunciar una sola palabra más. Prefería mil veces morderse la lengua a terminar diciendo algo de lo que después se arrepintiera.

Resignado, el mayor de los gemelos trató duramente de levantarse del colchón, emitiendo un lastimero quejido que hizo que la expresión divertida de Bill cambiase rápidamente a una preocupada.

— ¿Qué pasa, Tom? —inquirió, posando suavemente una de sus manos sobre el correspondiente hombro de su hermano.

— Ya te lo he dicho antes, estoy hecho polvo… ya sabes, el sexo y sus efectos secundarios… —gruñó el gemelo mayor, curvando una media sonrisa al escuchar la risilla contagiosa del cantante.

— ¿Quieres que te ayude a levantarte? —preguntó Bill, aferrándose al brazo derecho de su gemelo y tirando de éste sin esperar una respuesta.

— Me ayudarías mas si me dieras un masaje… —anunció Tom, rompiendo suavemente el agarre de su extremidad.

— ¿Un masaje, ahora?

Bill arrugó la nariz al tiempo que enarqueaba visiblemente una de sus finas cejas, cosa que no le dio a Tom muchas esperanzas de que accediera a su petición.

— por favor… —rogó Tom, dedicándole al más pequeño una mirada suplicante que le hizo suavizar inconscientemente su expresión.

— Bueno… Tampoco tengo nada mejor que hacer así que… está bien—accedió Bill.

Darle un masaje a su hermano no era precisamente lo que el pequeño tenía en mente para pasar la tarde, pero Tom realmente parecía necesitarlo, así que Bill no tuvo más remedio que resignarse. No podía ser egoísta…

— Gracias…

Tom sintió y escuchó como su yo interno saltaba y gritaba de alegría.

Bill era un verdadero artista con sus manos, tanto que Tom podría jurar que éste le provocaba más orgasmos con solo tocarle de los que podían proporcionarle todas sus groupies juntas.

No fue necesario que Bill mencionara una sola palabra.

En menos de un segundo, Tom sujetaba el borde de la amplia camiseta que cubría su perfecta anatomía, deslizando la fina tela hacia arriba por sus trabajados y bien definidos abdominales y pectorales hasta quedarla momentáneamente atascada en sus antebrazos, provocándole al menor un ligero temblor que se extendió desde su labio inferior hasta todos los rincones de su cuerpo.

No podía evitarlo, esa imagen que Tom le ofrecía se le hacía condenadamente tentadora…

Por un momento, Bill tuvo el casi irrefrenable impulso de lanzarse contra el castaño y devorar cada parte de ese escultural cuerpo que tanto le encendía con solo contemplarlo. Pero, afortunada o desgraciadamente para él, esa vocecita que todas las personas escuchaban en algún momento desde algún rincón de su subconsciente le disuadió rápidamente de la idea, obligándole a ladear violentamente la cabeza en un intento de alejar esos perversos pensamientos de su mente.

“Te aburres demasiado, Bill…” se dijo mentalmente, tratando así de justificarse.

El menor de los Kaulitz se atragantó con su propia saliva al posar nuevamente su mirada en el cuerpo ahora desnudo de su gemelo, siento arder al instante la piel de sus mejillas.

— ¿Es… es necesario que te desnudes, Tom? —balbuceó, desviando la mirada en todas las direcciones posibles opuestas al mayor.

— Bueno, dije que me dolía todo el cuerpo…—aclaró Tom, enfatizando esas tres últimas palabras.

— Ah… claro… —murmuró Bill, dando una pequeña bocanada de aire y reteniéndolo momentáneamente en su pecho, expulsándolo segundos después con lentitud en un intento de combatir su nerviosismo—. Voy… voy a buscar una crema… —anunció, dándole rápidamente la espalda a su igual.

— Espera, tengo algo que podría funcionar… —murmuró Tom, paseándose tranquilamente por el dormitorio sin preocuparse por cubrir por poco que fuera su desnudez, aunque, tratándose de Bill, supuso que habría la confianza suficiente, a fin de cuentas ambos conocían sus cuerpos a la perfección, como era lo más normal entre dos hermanos, más siendo gemelos.

Por su parte, Bill se limitó a mirar fijamente a sus pies como si tratase de encontrar algo extraño en ellos, sintiéndose repentinamente estúpido al actuar de esa manera con alguien que llevaba su misma sangre fluyendo por sus venas y que, para colmo, era idéntico a él.

Ausente, Bill vio como su gemelo rebuscaba insistentemente en el interior de uno de los cajones de una pequeña mesita de madera, sacando segundos después un pequeño frasquito transparente al igual que su contenido.

— Esto servirá—anunció Tom, acercándose nuevamente a su contraparte, extendiéndole la mano en la que ocultaba el frasco, el cual el menor aceptó con timidez, asintiendo con un leve cabeceo.

Por un momento, Bill estuvo tentado a preguntar qué se suponía que era lo que Tom le había dado como sustituto de su crema, pero, antes de que pudiera si quiera abrir la boca, el gemelo mayor se encontraba cómodamente recostado sobre el colchón de espaldas a él, usando sus brazos como almohada adicional en la que apoyar su frente.

Resignado, Bill suspiró profundamente un par de veces antes de acercarse al colchón en el que reposaba el castaño, pasando cada una de sus largas y bien formadas piernas a un extremo del cuerpo del mayor, montando con cuidado sus caderas mientras desenroscaba la tapa del frasco con nerviosismo. No pudo evitar tensarse al sentir como Tom se removía ligeramente bajo su cuerpo, seguramente tratando de adoptar una posición más cómoda, logrando que el pequeño se deslizase levemente hacia abajo y que su pelvis quedase peligrosamente cerca de su trasero.

En ese momento, el pequeño agradeció que la tela de su pijama se interpusiera entre su piel y la de su gemelo, porque, de lo contrario, hubiera sido incapaz de mantenerse por mucho tiempo en esa posición.

Bill cogió aire al tiempo que untaba un poco de esa fría y espesa sustancia en sus manos, esparciéndola en los hombros y espalda de su igual, tratando de concentrarse únicamente en el masaje, por muy complicada que se le hiciera esa tarea.

Un pequeño estremecimiento recorrió el cálido cuerpo de Tom gracias al fuerte contraste de temperaturas, haciéndole soltar un pequeño gemido que no hizo otra cosa que aumentar el nerviosismo del pequeño, quien trataba por todos los medios posibles de mantener la calma. Ya más tranquilo, Bill comenzó a frotar los anchos y varoniles hombros de su hermano, ejerciendo la presión justa con sus finos dedos, los cuales deslizó repetidas veces por toda la longitud de los musculosos brazos de su igual, rozándolos con suavidad, palpando cada milímetro de piel a su alcance.

Una de las aceitosas manos del menor se posó sobre la piel de la nuca contraria, retirando previamente unas cuantas rastas molestas que cubrían la zona. Tom ronroneó al sentir la exquisita fricción ejercida sobre la zona, haciendo sonreír inconscientemente al pequeño. Si, lo admitía, le gustaba provocar ese tipo de reacciones en su gemelo, por muy incómodo que estas le hicieran sentir.

Instantes después, Bill resguardó con sus temblorosas manos las caderas de su igual, deslizando sus delgados dedos por sus costados antes de atacar la amplia espalda contraria, la cual presionó ligeramente sus manos, admirando embelesado esa brillante y bronceada piel que tan apetecible se le hacía en ese momento al tiempo que daba rítmicos masajes alrededor de sus omoplatos.

Animado por los continuos suspiros de Tom, el menor comenzó a repartir suaves golpecitos por toda la longitud de su columna, sacando largos y profundos suspiros de los labios entreabiertos del mayor, quien en ese momento lograba ver las estrellas a cada roce de ambas pieles, por muy ligero que fuera.

El guitarrista gimoteó al sentir la excitante presión que ejercían las yemas de los pulgares contrarios deslizándose lentamente por su espalda baja, moviéndose circularmente alrededor de la zona. Tom no pudo evitar tensarse al advertir lo peligrosamente cerca que estaban esos dedos de su trasero, volviendo a relajar sus músculos al sentirlos ascender nuevamente por su columna.

Por primera vez en un buen rato, Bill aspiró el embriagante aroma que desprendía la pegajosa sustancia que cubría la piel de su hermano, dejando que éste inundase por completo sus fosas nasales. El olor que llenaba toda la habitación era sumamente agradable, tanto que incluso llegó a abrirle el apetito.

“¿Melocotón?” Pensó, identificándolo al instante.

— Tommy… —susurró el nombre de su gemelo, deteniendo repentinamente el masaje.

Silencio.

Tom estaba tan concentrado en las caricias que Bill le estaba propinando que ni si quiera era capaz de escuchar su voz.

— Tom… —insistió Bill, dejándose caer con cuidado sobre la fuerte espalda del guitarrista, pegando su torso a ésta—. Tommy… ¿Me escuchas? —inquirió, posando sus carnosos labios en la base trasera del cuello contrario, inundando toda su longitud de cortos y suaves besos sin importarle sentir la humedad de su piel, recibiendo suspiros y algún que otro ronroneo como única respuesta a su llamada.

Bill dejó repentinamente de hablar, sintiéndose adormecer gracias al propio aroma que desprendía la piel de Tom unido al del propio líquido incoloro que la bañaba. Y la curiosidad de saber qué era exactamente ese extraño líquido volvió rápidamente a picarle, sacándole de ese pequeño estado de trance en el que había quedado sumido sin darse cuenta.

— Oye… Tom…

Bill alzó levemente la cabeza, dejando que su cálido aliento impactase directamente contra la nuca del otro chico, provocándole un ligero temblor que le cogió todo el cuerpo.

— Vas a gastarme el nombre… —le espetó Tom, ladeando ligeramente el rostro para encarar al pequeño, quien respondió curvando una pequeña sonrisa —. ¿Qué quieres?

— ¿Qué se supone que es eso? —indagó, tomando el frasco que reposaba a un extremo del cuerpo de Tom entre sus manos.

— Hum… ¿eso? Es lubricante… —murmuró con total naturalidad, ignorando por completo la indescriptible expresión en la cara de su hermano.

La mandíbula de Bill se desencajó hasta casi tocar el suelo. No tardó en sentir como el color rojo pintaba sus mejillas gracias al calor que comenzaba a concentrarse en éstas, victima de la vergüenza que sentía en ese momento gracias a la confesión del castaño.

— ¡Joder, Tom! —chilló, escandalizado—. ¿¡Por qué no lo has dicho antes!?

El castaño se limitó a fruncir el ceño al tiempo que se incorporaba levemente sobre sus antebrazos, aun con el peso del cuerpo de Bill sobre el suyo.

— Hey, vamos, se supone que no lo estamos usando como deberíamos, ¿qué más da? —se justificó, clavando su profunda y penetrante mirada en ese par de pupilas avellana que le observaban, obligando a Bill a desviar la suya victima de la vergüenza y el nerviosismo de sentirse observado por su igual.

— Bueno, visto así… tienes razón— suspiró Bill, recuperando la compostura—. Pero aun así sigue siendo asqueroso, que lo sepas… —aclaró, arrugando graciosamente la nariz al observar la brillante y pegajosa sustancia extendiéndose por la piel de sus dedos y palmas.

— Vamos, luego te las lavas y punto… —sentenció Tom—. Además, se supone que el que se está llevando la “peor” parte soy yo y todavía no me has oído quejarme…

Bill suspiró con resignación al tiempo que se erguía torpemente de cintura para arriba, situándose a un extremo del cuerpo contrario dispuesto a reanudar nuevamente su masaje.

Tom se recostó nuevamente sobre el colchón, volviendo a sumirse rápidamente en su anterior estado de trance.

Aun nervioso, Bill posó sus temblorosas manos sobre los muslos del castaño, pasando por alto con mucho esfuerzo las bronceadas y bien formadas nalgas de Tom, quien elevó levemente las caderas en un intento por dirigir la atención del pequeño hacia la zona ignorada.

— ¿Es necesario que te toque ahí? —inquirió Bill, sintiendo enrojecer hasta el último mechón de su negra cabellera.

— Todo el cuerpo, Bill… —recordó Tom, conteniendo la risa al imaginarse la cara hecha un poema que seguramente tendría su hermano.

—…—Bill accedió tras emitir un pequeño gruñido, posando con miedo ambas manos sobre los glúteos del mayor, amasándolos con cierta rudeza entre sus finos dedos, sacando un profundo suspiro de entre los labios del castaño gracias a los incitantes y placenteros roces en su expuesta entrada, la cual se contraía ligeramente en un acto reflejo al ser oprimida entre sus carnes a cada movimiento.

El corazón de Bill dejó momentáneamente de latir ante la tentadora visión, la cual le hizo tensarse casi al instante. Desde su posición podía contemplar parte de los genitales de Tom, los cuales se sentía incapaz de ignorar por mucho que lo intentara.

Por su parte, Tom sentía que podía tocar el cielo con las puntas de sus dedos gracias a las deliciosas caricias que le propinaban las expertas manos de Bill. No podía evitarlo, los masajes de su hermano podrían fácilmente ser catalogados de orgásmicos. Ausente, sintió como los dedos de su igual se deslizaban por toda la longitud de su pierna derecha hasta llegar al hueso del tobillo, el cual masajeó con movimientos circulares antes de decidirse a tacar la pierna izquierda, repitiendo exactamente la misma operación.

— Date la vuelta… —pidió Bill, usando un tono de voz extremadamente ronco sin darse cuenta.

Tom obedeció, girándose con pereza, exponiendo al completo todos sus atributos ante el más pequeño, quien sentía que se deshacía ahí mismo al contemplar semejantes vistas.

El guitarrista sintió una intensa sacudida gracias a la presión ejercida por los pulgares contrarios en la planta de uno de sus pies, aullando de puro gusto sin percatarse de los violentos temblores que recorrían el delgado cuerpo de Bill. Jamás creyó llegar a experimentar tanto placer con solo ser tocado, aun en zonas tan simples como esa. No pudo evitar erguirse levemente en busca del perfecto rostro de su igual, sonriendo imperceptiblemente al advertir el ligero rubor que cubría su pálida piel.

En ese preciso instante, las miradas de ambos chicos se cruzaron, enviando poderosas descargas a todas y cada una de sus extremidades. Bill no tardó en romper ese incómodo contacto visual, concentrándose únicamente en los movimientos de sus dedos sobre la brillante y resbaladiza piel contraria. Tom no tardó en imitarle, tensándose irremediablemente al sentir como las manos de su gemelo volvían a recorrer sus bien formadas piernas, recorriendo incitantemente la cara interna de sus muslos con la yema de los dedos, produciéndole un intenso cosquilleo en la ingle, el cual le puso ligeramente nervioso, obligándole a removerse levemente.

Sintió esas caricias ascender lentamente hacia su bajo vientre, pasando deliberadamente por alto ese palpitante centro de placer situado entre sus piernas, el cual el pequeño rozó sin darse cuenta a pesar de sus desesperados intentos por evadirlo, recibiendo un nuevo gemido como respuesta a esa caricia.

Bill tragó en seco al tiempo que recorría de la misma forma el abdomen del mayor hasta llegar a sus marcados y bien formados pectorales, los cuales estrujó entre sus dedos con insistencia, logrando sin preponérselo que las blanditas tetillas de su igual se endurecieran a una velocidad asombrosa incluso para alguien tan receptivo como Tom.

Escuchar el ronco gemido que escapó desde lo más profundo de la garganta de Tom fue demasiado para Bill.

Como si el contacto con su piel le quemara, el pequeño alejó rápidamente sus manos del firme pecho contrario, respirando agitadamente bajo la mirada inquisitiva de Tom, quien enarqueó una de sus cejas al tiempo que curvaba una media sonrisa cargada de sorna ante las divertidas acciones de su hermano.

— ¿Estás mejor? —jadeó un acalorado Bill, carraspeando con insistencia en un nulo intento de modular su estrangulada voz.

— Mejor es poco… gracias… —concedió Tom, levantándose lentamente del colchón—. Supongo que tendré que devolverte el favor, ¿no, Billa? —inquirió, usando un tono de voz seductor que, para su mala suerte, no pasó desapercibido para Bill.

— No seas tonto, Tom, solo ha sido un masaje… —murmuró el cantante, sintiendo el molesto cosquilleo que le producían las ardientes gotitas de sudor que resbalaban por su sien.

— Lo sé, pero sería una pena desperdiciar así el lubricante… —se lamentó el gemelo mayor, escudriñándose de arriba abajo con la mirada, haciendo que el sonrojo de Bill se pronunciase cada vez más—. Ya que lo tenemos a mano, podríamos hacer un buen uso de él, ¿no te parece?—propuso, esbozando una sonrisilla traviesa.

Bill vio y sintió como los dedos de su gemelo sujetaban su mentón, obligándole a encararle al tiempo que Tom comenzaba a acortar la distancia entre sus rostros, acercando peligrosamente sus rosados y carnosos labios a los contrarios. El chico de rastas fue incapaz de reprimir una sonora carcajada al observar la incrédula mirada que le dedicaba su boquiabierto hermano.

— Tom… —murmuró un extasiado Bill, temblando violentamente al visualizar la boca de su gemelo a pocos centímetros de la propia.

— ¿Sigo siendo yo el único pervertido incestuoso, Bill? — inquirió un divertido Tom, alejándose lentamente del encendido rostro menor, dejando que su cálido aliento impactase directamente contra los jadeantes labios del menor.

— Muy gracioso… —protestó Bill, desintegrando a su copia con la mirada.

No sabía cómo ni por qué, pero Tom siempre se las ingeniaba para hacerle pasar vergüenza, de una forma u otra. Estaba muy acostumbrado a las bromas pesadas de Tom, pero, aun así, aun no lograba verlas la gracia.

— Todavía es temprano… —anunció Tom, mirando el pequeño reloj digital situado encima un amplio escritorio, el cual marcaba las 17:30 PM—. ¿Te apetece salir?—preguntó, animado, mirando a su gemelo de forma insistente. Bill esperó unos segundos a que su corazón volviese a latir a un ritmo normal antes de asentir con un pequeño cabeceo—. Genial, voy a ducharme entonces… —anunció, guiñándole juguetonamente un ojo al más alto, quien se limitó a curvar una pequeña y tímida sonrisa mientras veía como la perfecta silueta de su hermano desaparecía rápidamente tras la puerta del dormitorio.

“creo que todavía podemos hacer un buen uso del lubricante” Pensó un sonriente Bill tras coger el pequeño frasco entre sus manos, siguiendo animadamente los pasos de su hermano.

Después de todo, al final el joven vocalista no había desperdiciado su día libre en su totalidad…

F I N

Mil küsses y abrazos <3!

Publico con autorización del autor

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