El tamaño sí importa

Notas de la autora: Hi! e_é

Bueno, bueno, bueno… e_é La verdad es que no estoy muy segura de dónde salió semejante idea (Al menos surgió, que es lo verdaderamente importante, más teniendo en cuenta lo escasa que estoy últimamente de inspiración -.- ) pero no pude evitar ponerla en práctica y bueno, he aqui el resultado >w<

Espero que guste y (para variar, también xDU), de antemano, mil gracias por el tiempo gastado en leer este pequeño fic, se valora muchísimo, vaya que si.

«El tamaño sí importa» 

(One-Shot de Miss Lujuria)

«Era increíble lo que una simple pregunta y una respuesta mal dada podían llegar a ocasionar…»

Dicen que lo que en realidad importa en el pene de un hombre no es el tamaño, ni el grosor, sino cómo es utilizado. Pero lo cierto es que todo entra en el mismo paquete. Cada centímetro cuenta, sea de largo o de ancho. De cada uno de esos centímetros depende su orgullo, su hombría y su dignidad, al igual que de la manera en la que se usa ése centro de placer.

Nunca se debe de hacer un comentario despectivo acerca del miembro de un hombre, si no, se corre el riesgo de crearle un gran trauma y, en consecuencia, impedirle follar con normalidad durante el resto de su vida, además de convertirle en un ser extremadamente obsesivo y paranoico.

Yo cometí ese mismo error con mi novio semanas atrás y, si tuviera el don de retroceder en el tiempo, juro que hubiera cerrado la bocaza sin pensármelo dos veces…

Flash Back:

— Tom… —maullé, desesperado, dedicándole a mi acompañante una mirada demandante desde la amplia cama matrimonial en la que me encontraba, la cual, al parecer y para mi absoluta desgracia, pasó completamente desapercibida para éste, al menos eso me dio a entender la pícara sonrisa que formaron sus rosados y carnosos labios como única respuesta a mi muda súplica. Una sonrisa que fácilmente sería perfectamente capaz de derretir el mismísimo infierno de así proponérselo.

— Aguarda… gatito ansioso… —respondió él con voz susurrante, atrapando su hinchado, húmedo y enrojecido labio inferior entre sus dientes, presionando ligeramente la delicada piel de la zona solo para encenderme aun más si cabía. Era realmente increíble como, en un momento adecuado, un gesto tan simple podía surtir un efecto tan poderoso en una persona.

Sus rasgados y penetrantes ojos café se pasearon libre y descaradamente por mi esbelta figura, recorriendo cada porción de mi piel expuesta, estudiándola minuciosamente como si tratase de encontrar algo extraño o anormal en ella. Exhalé profundamente al ver como, sin despegar ni un mísero segundo su mirada de mi curvilíneo cuerpo, llevaba finalmente sus manos en dirección a la apretada cinturilla de sus bóxer’s, la única prenda que aun me impedía contemplar su escultural cuerpo en todo su esplendor. Al contrario de lo que esperaba que hiciera, empezó a juguetear con el borde de la ajustada prenda, haciendo repetidas veces el ademán de bajarla bajo mi atenta y fija mirada, provocándome el casi irrefrenable impulso de ser yo mismo el que la arrancase de su piel de una vez por todas, sin más preámbulos.

Él sonrió, divertido. Podía ver claramente el disfrute reflejado en ese par de brillantes y profundas pupilas avellana que en ese momento me observaban con burla, mofándose internamente de mi agonía. El muy cabrón no se molestaba en ocultar lo entretenida que le resultaba mi situación. Yo, por el contrario, sentía que explotaría irremediablemente de prolongarse esa tortuosa espera. Cada segundo transcurrido suponía un grave riesgo para mí, a esas alturas, escaso autocontrol. Él estaba totalmente al tanto de ello. Y, al parecer, eso le incentivaba aun más a continuar. No precisaba del don de leer mentes para darme cuenta de que buscaba llevarme al límite. Un límite que ya prácticamente podía rozar con las yemas de mis dedos; el intenso calor que irradiaba por cada poro de mi piel era la única prueba que ambos necesitábamos de ello.

— Tom, por favor…—rogué, sintiendo como el último rastro de cordura que aun pudiese residir en mi cuerpo me abandonaba rápidamente ante la exquisita visión que ese cuerpo esculpido por dioses me ofrecía—. No puedo más…

— Paciencia, gatito… en seguida tendrás tu recompensa… —murmuró, ampliando esa sonrisa ladina tan característica en él, haciéndome sentir como cada célula de mi enfebrecido cuerpo se evaporaba irremediablemente gracias a esa sencilla pero arrebatadora mueca.

Hice un esfuerzo sobrehumano por evitar ponerme a salivar en ese mismo instante al ver como iba quedando lentamente al descubierto el nacimiento de su ingle, la cual era cubierta por una imperceptible capa de fino vello rubio, el mismo que igualmente atravesaba su pelvis y la cara interna de sus muslos.

No pude evitar incorporarme y arrodillarme suavemente entre sus largas y bien formadas piernas, inclinándome hacia delante lo suficiente para dejar que mis labios reposaran sobre su marcado y endurecido vientre, dibujando una ruta imaginaria de besos y caricias en dirección a ese pequeño y rosado ombligo que residía en el centro de éste, el cual rocé suavemente con las yemas de mis dedos, sintiendo vibrar levemente la erizada piel que cubría la zona bajo mi simple toque. Eso me enardecía de sobre manera: saber que una simple caricia mía bastaba para provocar reacciones tan significativas en su cuerpo. Definitivamente, Tom era extremadamente sensible al tacto, un detalle que, por cierto, pude comprobar perfectamente la primera noche que pasé entre sus brazos. Pero, aun así, no podía evitar sentirme especial al saberme el responsable de esas reacciones, por más estúpido que eso pudiese sonar.

Un profundo y prologado suspiro emanando de sus labios ligeramente entreabiertos me devolvió rápidamente al mundo real, instándome a continuar con mi placentera tarea. Clavé profundamente mis perfilados ojos castaños en los contrarios antes de permitir que la punta de mi sedienta lengua se paseara osada, lenta y tentativamente por los alrededores de ese pequeño hoyuelo, formando un imperceptible círculo de saliva antes de decidirme a invadirlo por completo, degustándolo con ansia, memorizando por milésima vez el dulce y adictivo sabor de esa temblorosa piel que en ese momento se agitaba bruscamente en busca de más contacto. Un contacto que no tenía la más mínima intención de negarle…

Animado ante el buen recibimiento de mis caricias, me atreví a descender mis labios un poco más, sin romper ni un solo segundo el contacto visual que él me correspondía con la misma intensidad, atento a cada gesto, a cada mueca… Jadeé audiblemente al sentir la punta de su imponente empalme rozar ligeramente mi garganta, provocándome, incitándome a devorarlo hasta borrar todo rastro de él.

No pude evitar devorar con la mirada ese palpitante trozo de carne caliente que en ese momento se erguía lentamente ante mis lujuriosos ojos, deshaciéndose en gritos mudos por recibir la debida atención por mi parte. Una atención que, por supuesto, no tenía pensado negarle. No me sentía con la suficiente fuerza de voluntad como para hacerme de rogar. No en ese momento.

Ansioso, inhalé y exhalé repetidas veces al tiempo que llevaba una de mis sudorosas y temblorosas manos, concretamente la diestra, a esa poderosa erección, cerrando mis finos dedos en torno a la base para segundos después deslizarlos rápidamente por toda su deliciosa y húmeda longitud a un ritmo constante, disfrutando del tacto áspero y rugoso de la ardiente piel de la zona, sintiendo todos y cada uno de los pliegues que la atravesaban a cada caricia.

— Hum… Bill… —le escuché gimotear por lo bajo, tan o más desesperado de lo que yo lo estaba minutos atrás, pidiendo silenciosamente por más. Escuchar mi nombre siendo pronunciado de esa manera tan endemoniadamente sensual me excitó a niveles impensables, casi imposibilitándome la tarea de continuar estimulando a mi amante con tranquilidad.

Oprimí descaradamente mi labio inferior entre mis dientes al tiempo que fijaba mi vista nublada por el deseo y la excitación del momento en el enrojecido y ligeramente hinchado glande, viendo embobado como éste desaparecía una y otra vez en el interior de la fina piel del prepucio que le servía como coraza a cada leve sacudida, produciendo un excitante sonido húmedo en el proceso mientras pequeñas gotitas pre-seminales iban formándose rápidamente alrededor de la sensible punta.

— ¿Y bien? —su repentina pregunta logró interrumpir al instante el profundo estado de trance en el que había quedado sumido ante semejante visión de esa parte de la anatomía masculina.

— ¿Qué? —pregunté, aturdido, dedicándole una mirada inquisitiva sin dejar de masturbarle en ningún momento, ahora a un ritmo más pausado gracias a esa «pequeña» distracción.

— ¿No dices nada? —insistió, mirándome desde arriba con insistencia.

— ¿Qué se supone que tengo que decir? —inquirí, escrutándolo con la mirada, expectante, deteniendo finalmente y muy a pesar de ambos los movimientos ejercidos por mi mano sobre su miembro.

— No sé, algo… —respondió él, encogiéndose ligeramente de hombros. En respuesta a sus palabras, me limité a enarquear visiblemente mis cejas, dándole a entender que tendría que ser un poco más concreto—. Nunca me has dicho nada sobre “eso”…

— ¿Sobre qué?—volví a indagar, confundido. ¿A qué se refería exactamente con “eso”?

— ya sabes, sobre… “eso”.

— No te entiendo, Tom… —resoplé, hastiado, mirándole con evidente cansancio. Estaba demasiado ansioso por terminar lo que ambos habíamos empezado minutos atrás como para ponerme a descifrar incógnitas. No había que ser muy observador para darse cuenta de que no estaba en mis cinco sentidos en ese momento, y es que, lentamente y sin que a penas llegara a darme cuenta de ello, mis hormonas habían ido invadiendo el terreno de mis neuronas y, por lo que podía ver en el parte de guerra, éstas parecían llevar las de ganar.

— ¡Sobre mi polla, joder, Bill, que hay que decirlo todo!—explotó él, logrando enmudecerme por una pequeña fracción de segundo.

— ¡Ah, eso!—exclamé, sonrojándome furiosamente—. Pues… es muy… creo que… me parece que es… —balbuceé, sin ser realmente consciente de lo que pretendía decir. ¿Qué se suponía que debía responder? —. Es… bonita—acabé articulando la primera palabra que me vino a la mente, cayendo en cuenta de mi error al ver el rostro visiblemente contraído de Tom.

— ¿Bonita? —se mofó, soltando una suave risilla repleta de sorna—. Bill, que estás hablando de una polla, no de un bolso…

— ¿Qué quieres que diga? Me gusta… está… bien… —contesté, sin más, encogiéndome levemente de hombros en un intento fallido de restarle importancia a mi respuesta.

— ¿Bien? ¿Qué entiendes tú exactamente por “bien”? —se interesó Tom, cruzando ambos brazos a la altura de su fuerte pecho en una pose desafiante sin reparar en el “pequeño” e “insignificante” detalle de su desnudez.

— No lo sé… —respondí con total sinceridad. Realmente no sabía qué decirle.

— ¿Qué no lo sabes? —repitió Tom tras dejar que una perfecta “o” se formase en el centro de sus labios, mirándome visiblemente indignado.

«Genial, Bill, si lo que pretendías era liarla, lo has conseguido… » Me reprendí mentalmente, preguntándome en qué momento habíamos pasado de los besos y las caricias a los reproches y las miradas incriminatorias…

— ¿Qué quieres que te diga? Es la primera vez que me hacen una pregunta así, yo… no sé que decir… —me justifiqué, rezando porque el incómodo tema de conversación se diese finalmente por zanjado. Pero la mirada acosadora de Tom no me daba demasiadas esperanzas de que así fuera.

— Pero… ¿te gusta? —insistió, suavizando ligeramente tanto su expresión como su tono de voz, pero sin variar su postura.

— Tom, vamos, no seas maniático… —bufé, molesto.

Mi entrepierna punzaba dolorosamente a cada segundo transcurrido y eso hacía que el deseo de extinguir las llamas de ese abrasador fuego que me consumía las entrañas se incrementase cada vez más. ¿Por qué tenía que pasar esto precisamente ahora? ¿Por qué Tom tenía que elegir un momento tan crucial para hacer gala de su masculinidad? Cuanto más meditaba la respuesta a esas dos preguntas, más frustrado me sentía. A ese ritmo, me vería obligado a atender personalmente mis propias necesidades físicas…

— No lo soy… —afirmó, frunciendo visiblemente el ceño—. Solo me interesa saber qué piensa mi pareja sobre mi cuerpo, ¿tan raro te parece eso? —inquirió, crispado. Su mal humor parecía incrementarse más a cada segundo que pasaba.

Suspiré, poniéndome torpemente a su altura solamente para mirarlo de frente, dejando su miembro a la intemperie, el cual a esas alturas ya había perdido gran parte de su dureza, quedando más bien flácido e inerte entre mis dedos. Parecía que mis palabras habían afectado a Tom más de lo que imaginaba…

— Tom, a mí me encanta tu cuerpo, lo sabes… —afirmé, sorprendido al notar la repentina ronquera de mi voz mientras suprimía lentamente la escasa distancia que separaba nuestros cuerpos, atrapando su cuello entre mis brazos carentes de musculatura, pegándome a él como si tratase de fundir nuestros cuerpos en uno solo, dejándole sentir mi excitación presionándose incitantemente contra su pelvis. Para mi infinita sorpresa, seguía estando completamente duro, pese a la tensión del momento—. Cada línea, cada curva… cada milímetro… todo — susurré contra sus labios, enfatizando esa última palabra. Y no mentía en absoluto. Realmente podía decirse que tenía a la mismísima perfección personificada en frente de mis ojos y es que era difícil lograr ver reunida tanta belleza en una misma persona.

Tom suspiró imperceptiblemente en respuesta, aparentemente mente satisfecho con mis palabras. Una sonrisa ladina se curvó ligeramente en mis labios cuando sentí sus ásperas y callosas manos acariciar toda la longitud de mi columna hasta posarse en mi espalda baja, trazando una línea visible con sus escasas uñas por todo el recorrido, haciéndome suspirar profundamente en el proceso. Mis esbeltas caderas parecieron cobrar vida propia en ese mismo instante, ondulándose lenta y provocativamente en busca de un mayor contacto entre nuestras pieles desnudas, las cuales se quemaban entre sí al mínimo roce, haciéndonos gemir entrecortadamente a ambos.

— ¿Hablas en serio? —le escuché preguntar en un susurro al tiempo que enterraba su rostro en la curvatura de mi sensible cuello, tentando mi piel con suaves y cortos besos que se extendieron por toda la longitud de la zona, arrebatándome más de un extasiado gemido que no pude ni quise reprimir —. Bill… —me llamó, impaciente, esperando mi respuesta. Reí sin poderlo evitar. Tom y su jodido egocentrismo, nunca cambiaría…

— Si… —jadeé, notando la ligera presión ejercida por sus dientes en torno a mi nuez, ronroneando con suavidad al sentir los pequeños mordisquitos repartidos alrededor de mi barbilla segundos después—. Hablo totalmente en serio, Tommy… Y no me importa si la tienes pequeña o…

— ¿Pequeña? ¿Crees que la tengo pequeña?—me interrumpió, presionando mis hombros con ambas manos con la suficiente fuerza para obligarme a crear nuevamente distancias entre nosotros—. Respóndeme, Bill… ¿Es eso lo que crees?

Por mi parte, tan solo pude morderme la lengua con fuerza como única respuesta a su interrogante, deseando estrangularme a mí mismo en ese preciso instante. Lo había vuelto a hacer. Había vuelto a articular las palabras antes de meditarlas. Si tan solo hubiese cerrado la boca en el preciso instante en el que ese sencillo “si” salió de mis labios, hubiésemos dado definitivamente el tema por zanjado y hubiésemos seguido tan tranquilamente con lo nuestro. Si tan solo supiese cuando callar a tiempo…

— No, yo… lo que quería decir es que… —traté de explicar mi repentina metedura de pata, fallando desastrosamente al verme incapaz de formar una frase coherente.

— No te llena lo suficiente… —supuso rápidamente, dedicándome una profunda y penetrante mirada que me fue imposible de descifrar. Había tantas emociones reunidas en ella que resultaba realmente difícil el poder interpretarlas a todas.

— No he dicho eso, Tom… —le rebatí, mirándole con pesadez—. Lo que quise decir es qu…

— ¿No te satisfago sexualmente? —volvió a dejarme con la frase a medio acabar, dedicándome esta vez una mirada temerosa ante la posibilidad de recibir un posible asentimiento por mi parte.

— Por dios, Tom… —resoplé, al borde de perder la poca paciencia de la que aun podía presumir. Comenzaba a irritarme irremediablemente y el hecho de tener una demandante erección palpitando desesperadamente entre mis temblorosas piernas no me ayudaba demasiado a mantener la calma.

— El silencio otorga, Bill…

—…—viré los ojos, pensando en una forma limpia y rápida de asesinar a mi obsesivo novio sin dejar evidencia alguna de mi culpabilidad.

— Entonces es cierto… ¿Me has hecho creer una mentira durante todo este tiempo? —inquirió, boquiabierto—. Joder, ¿quien me asegura que no has fingido todos tus orgasmos?

— ¡Tom, no seas idiota! —No pude evitar echarme a reír con ganas ante esa divertida ocurrencia, a pesar de que, en el fondo, me sentía un poco ofendido.

— ¿¡Entonces lo has hecho!? —insistió, exasperado. Si no fuera porque es físicamente imposible, diría que su mandíbula rozaba el suelo en ese momento.

— Tom… —largué una nueva y más sonora risotada, cubriendo mis labios con ambas manos en un vano intento de silenciarme.

— No me lo puedo creer… —musitó, mirándome fijamente a los ojos como si tratase de descubrir en ellos cualquier señal que lograse desmentir mis palabras—. Genial, lo último que me faltaba… —gruñó, arrugando graciosa e inconscientemente la nariz al tiempo que cubría nuevamente su sexo con la elástica tela de sus bóxer’s. Si en algún momento había tenido una pequeña posibilidad de recuperar esa erección perdida minutos atrás, ahora estaba convencido de que acababa de perderla por completo.

— No es eso, Tommy, es que… te pones jodidamente adorable cuando te enfadas… —confesé, mirándole dulcemente. No podía evitarlo, aun sabiendo que le molestaba y es que resultaba realmente chocante que un hombre con una apariencia tan extremadamente ruda y agresiva pudiese irradiar tanta ternura en determinadas ocasiones.

— Oh, gracias por el piropo, ya me siento mucho mejor… —ironizó al tiempo que tanteaba el frío suelo embaldosado en busca de las prendas que anteriormente le cubrían, comenzando a vestirse con fastidio—. Supongo que eso compensa el que hayas hecho añicos mi orgullo… —rezongó.

— Tom… ¿Por qué siempre tergiversas todas mis palabras? —pregunté, sulfurándome de repente. Parecía como si todo lo que saliese de mi boca estuviese destinado a malinterpretarse.

— ¿Sabes? Olvídalo, no tengo ganas de discutir—sentenció, dándome la espalda al tiempo que empezaba a caminar a paso ligero en dirección a la puerta entreabierta del dormitorio en el que nos encontrábamos. El suyo propio.

— ¡Tom! —llamé, indignado, abriendo exageradamente los ojos como si, en cualquier momento, fuesen a salirse de sus órbitas. ¡Debería de ser yo el ofendido!—. ¡Muy bien! ¿¡Sabes qué!? ¡Si, tienes razón, la tienes tan pequeña que incluso empiezo a dudar que seas realmente un hombre! ¡Y, para tu información, tienes toda la razón al pensar que fingí todos mis orgasmos! ¡Por favor! ¿¡Quién puede sentir algo con una cosita tan minúscula!? —exploté, aun sabiendo que, de cada cinco palabras que salían de mi boca, seis eran mentira.

Él se abstuvo de contestar, desapareciendo tras la lisa y pulida madera, no sin antes dar un potente portazo que me hizo zumbar dolorosamente los tímpanos y encoger el cuello en un acto reflejo. Era increíble lo que una simple pregunta y una respuesta mal dada podían llegar a ocasionar…

Flash Back End.

Desde esa discusión propiciada por mi estúpida manía de hablar sin pensar, Tom no logró dormir tranquilo ni una sola noche, o al menos eso daban a entender esas permanentes y pronunciadas ojeras adheridas a su piel. Jamás pensé que unas simples palabras pudieran llegar a afectarle tanto. Y el solo pensarlo hacía que el doloroso sentimiento de culpabilidad me oprimiese el pecho de forma inmisericorde, dificultándome la tarea de respirar con normalidad.

Le había herido profundamente, lo sabía, pese a que esa no fue mi intención en ningún momento; no preví las consecuencias de mis palabras y eso me había llevado a lastimar tontamente a una de las personas que más me importaba sobre la faz de la tierra. Pero eso no era lo más frustrante en realidad, sino el hecho de que, por más que lo intentaba, me sentía incapaz de hallar la solución a ese pequeño problema que yo mismo me había buscado por bocazas. Sabía que un simple “lo siento” no bastaría para Tom, no después de haber herido su orgullo, precisamente la única parte del hombre que jamás debía tocarse bajo ninguna circunstancia. Aun así, el hecho de que aun compartiésemos el mismo techo me tranquilizaba, pese a que últimamente a penas nos veíamos las caras gracias a la tensión sexual existente entre nosotros unida a nuestros respectivos trabajos, los cuales acaparaban prácticamente todo nuestro tiempo. Eso me daba a entender que su enfado no alcanzaba la suficiente magnitud como para echarme de su lado, aunque, de todas formas, sabía que debía ser precavido a partir de ahora y evitar a toda costa hablar de más.

— Joder, Tom… —bufé, dejándome caer pesadamente sobre un mullido sofá de cuero negro, sintiendo como la estructura acolchada cedía bajo el peso de mi cuerpo—. Debería de existir algún libro que explicase como tratar con un novio egocéntrico… —murmuré, soltando un profundo y prolongado suspiro que resonó por cada rincón de las cuatro paredes que conformaban la amplia sala de estar.

Miré distraídamente por el rabillo del ojo en dirección a la terraza, observando el cielo oscurecido a través del cristal. No sabía cuanto tiempo llevaba esperando a que Tom apareciera tras la puerta de la calle, pero comenzaba a notar demasiado su ausencia. Ya había probado mil y una maneras de mantener la mente ocupada en cualquier otra cosa que no estuviese relacionada con ese orgulloso chico de rastas y aprovechar lo poco que quedaba de mi día libre, desde componer canciones (lo cual era, por cierto, una de mis pasiones) hasta leer el libro más extenso que había podido encontrar y, aun así, ninguno de mis intentos por sacarlo definitivamente de mi cabeza habían dado sus frutos. Mis cinco sentidos seguían estando totalmente ocupados en él.

El débil sonido de una cerradura abriéndose llegó repentinamente a mis despiertos oídos, alertándome al instante. En silencio, escuché el seco sonido de unos pasos atravesando lentamente el salón, deteniéndose a pocos metros de dónde yo estaba situado. Mis orbes castañas se posaron de forma instantánea sobre la alta y robusta figura que tenía delante, recorriéndola con lentitud pasmosa hasta hacer contacto con esa profunda y penetrante mirada que en ese instante me observaba con extrema fijeza.

— Hola… —saludé quedamente, sin esperar realmente recibir una respuesta. Últimamente a penas nos comunicábamos a través de simples monosílabos, a no ser que fuese estrictamente necesario ampliar nuestro vocabulario.

— Hola—respondió él con absoluta desgana, arrastrando los pies en dirección al largo y estrecho corredor que conducía a su habitación. Estaba cansado, podía notarlo con tan solo observar la torpeza de sus movimientos. Eso logró hundirme aun más de lo que de por sí estaba al saberme el directo responsable de su falta de descanso. Definitivamente, debía hacer algo y, cuanto antes lo hiciera, mejor sería para ambos.

Decidido, me incorporé rápidamente y caminé a paso ligero en su dirección, aferrándome firmemente a su cintura y obligándole a detener el paso.

— Tom… —murmuré, enterrando mi rostro en el hueco libre entre sus omoplatos—. Quiero hacerlo… aquí y ahora… —le solté, sin más, mordiéndome el labio inferior con insistencia ante la posibilidad de recibir una negativa por su parte.

— ¿Cómo? —inquirió él. Pude sentir como todos los músculos de su cuerpo se tensaban tras propinarle un pequeño beso por encima de la tela de su holgada camiseta y no pude evitar sonreír con picardía. Adoraba la agradable sensación de hormigueo que me producía el sentirlo tan indefenso ante mis caricias. Me hacía sentir tremendamente especial.

— Estoy hambriento de ti… —confesé, empleando cierto tono seductor en mi voz sin darme cuenta. Realmente no mentía cuando decía que le deseaba. Hacía exactamente dos semanas que Tom no me tocaba. Y mi piel estaba demasiado acostumbrada a su tacto para soportar tanta espera.

Tom carraspeó, removiéndose vagamente entre mis brazos en un vano intento por soltarse de mí agarre, el cual yo apreté ligeramente en un acto reflejo. No iba a permitir que se alejara de mí. No esta vez.

— Entonces deberías buscarte a alguien que sepa saciar bien tu hambre, ¿no? —me espetó con resentimiento.

Suspiré, armándome de paciencia. Una paciencia que ya había perdido hacía días.

— No necesito buscarlo… lo tengo justo delante…

Tom cedió, cesando sus intentos por huir de mí. Solo entonces me decidí a soltarle, dejándole la movilidad suficiente para poder encararme.

— Bill, estoy cansado… —se excusó.

Negué en un suave cabeceo, curvando una pequeña sonrisa.

— Entonces vas a tener que sacar fuerzas de algún sitio, Tommy… porque yo no pienso esperar… —le advertí, mirándolo con seriedad.

— Bill…

— Vamos… ¿no había algo que querías demostrarme? entonces aprovecha la oportunidad… enséñame todo el potencial del “pequeño” Tommy… —le reté, sonriendo de forma triunfal al percibir el intenso y peligroso brillo adornando sus felinos ojos.

— Bill… no me provoques… te aseguro que te vas a arrepentir…

— Me arrepentiré cuando me des motivos para hacerlo, Tom… —sentencié—. ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo de no estar a la altura, Kaulitz?

Tom se carcajeó con suavidad, quemándome con la mirada. Ese interrogante no pareció necesitar respuesta alguna…

«Tu lo has querido, Bill Trümper» leí en su afilada y penetrante mirada castaña, la cual yo le devolví con la misma intensidad, instándole igualmente a leer a través de ella.

«Demuéstrame lo que eres capaz de hacer con tu arma, Tom Kaulitz… »

Una sonrisa ladina se curvó en mis labios al ver como Tom iba acortando lentamente las distancias entre nosotros, acechándome cual lobo a su presa. Definitivamente, estaba comenzando a creer en el poder del dialogo. Unas cuantas palabras habían bastado tanto para distanciarnos como para lograr acercarnos nuevamente. Era increíble pero, sin duda, cierto. Aunque era plenamente consciente de que aun no podía cantar victoria y que tendría que poner todo mi empeño para enmendar el gran error que había cometido con él, al menos podía decirse que ya tenía la mitad del camino recorrido.

Unas fuertes manos afianzándose firmemente a ambos extremos de mi delgada cintura me sacaron abruptamente de mis pensamientos, obligándome a centrar toda la atención en el perfecto ser que tenía delante. El suave y lento desliz de los dedos contrarios por encima de la ceñida tela de mi camiseta me hizo suspirar imperceptiblemente, provocándome un ligero temblor que se extendió desde mi labio inferior hasta las puntas de los dedos de mis pies. La continencia a la que había estado sometido durante días me tenía extremadamente receptivo y, al parecer, eso era algo que Tom tenía pensado aprovechar; no había más que ver la pícara sonrisa que cruzaba su rostro en ese momento.

Sin más preámbulos, sus necesitados labios buscaron los míos con ansiedad, ocasionando que nuestras respectivas bocas quedasen perfectamente amoldadas entre sí, provocando la inmediata fusión de nuestros alientos. Pese a que nuestros movimientos fueron candentes desde un primer momento, no tardaron en adquirir cierta torpeza sin que a penas llegásemos a darnos cuenta de ello. No era necesario ser muy observador para darse cuenta de que ambos nos sentíamos un tanto inseguros y es que se aproximaba irremediablemente aquello que ambos tanto temíamos: el polvo decisivo, el que determinaría si realmente estaba contento y satisfecho con “el pequeño Tommy” o si, por el contrario, éste estaba destinado a ser sustituido. Aunque, por mi parte, no necesitaba en absoluto cuestionar la virilidad de Tom. Nunca lo había hecho, en realidad…

Por su parte, Tom estaba hecho un verdadero manojo de nervios, podía notarlo con tan solo rozar la temblorosa piel de sus labios. Decidido a infundirle la confianza de la que tanto precisaba en ese momento (pese a que yo me encontraba exactamente en las mismas condiciones que él) y sin romper en ningún momento el contacto entre nuestras bocas, atrapé sus temblorosas manos entre las mis finos dedos y le insté a posarlas nuevamente en mis costados, sintiendo satisfecho como éstas iban deslizándose con movimientos lentos y sinuosos en dirección a mi apretado trasero, manoseándolo con cierta lentitud y timidez a las que no estaba para nada acostumbrado.

Transcurridos un par de minutos de besos y caricias, nuestros movimientos fueron adquiriendo la soltura y el vigor perdido, haciéndonos emanar al unísono un profundo suspiro de alivio que se extinguió en la húmeda cavidad contraria. Aproveché que Tom se vio obligado a tomar una pequeña bocanada de aire para delinear su brillante y ligeramente humedecido labio inferior con la punta de mi juguetona lengua, solicitando silenciosamente el permiso para explorar esa dulce y exquisita cavidad bucal de la cual ya creía haber olvidado hacía tiempo el sabor, un permiso que, para mi absoluta sorpresa, Tom no tardó en concederme con total sumisión. No desaproveché la oportunidad para atraerle firmemente por la nuca y degustar ese adictivo paladar hasta el cansancio, disfrutando de esa agradable sensación de calidez que me embargaba, la cual comenzaba a aglomerarse en un punto específico de mi anatomía que palpitaba desesperadamente en el interior de la asfixiante prisión de tela que le envolvía.

Mi cuerpo entero se convulsionó con violencia en el preciso momento en el que nuestras caderas comenzaron a friccionarse placenteramente entre sí, serpenteándose sugestivamente la una contra la otra en una lento y sinuoso vaivén cargado de erotismo que provocó intensos roces entre nuestras ya crecientes y despiertas erecciones, arrasando de una forma exquisitamente lenta con todo rastro de cordura que aun pudiese haber oculta en nuestras aturdidas mentes. Mis temblorosas manos no tardaron en afianzarse a los fuertes hombros contrarios al sentirme desfallecer de puro éxtasis por una pequeña fracción de segundo, ejerciendo la suficiente presión para lograr mantenerme en pie mientras sentía como los curiosos dedos de Tom trataban de deslizarse con cierta dificultad bajo la estrechez de mi camiseta, repartiendo sutiles y, al mismo tiempo, incitantes roces que se extendieron desde mi erizado vientre hasta mi agitado pecho, aprovechando la acción para presionar ligeramente cada una de mis, hasta el momento, flácidas tetillas, logrando endurecerlas a una velocidad alarmante incluso para mí mismo aun en medio de toda la excitación que nos rodeaba.

Extasiado, dejé que mis esmaltadas uñas trazasen un camino imaginario sobre esos musculosos brazos que me rodeaban, enterrándose con cuidado en esa nívea piel que tanto deseaba tocar desde hacía interminables días mientras la mano que aun se mantenía sujeta en mis nalgas iban desplazándose lentamente hacia uno de mis muslos, amasándolo con candentes movimientos por encima de la rugosa tela vaquera que lo enfundaba, cosa que no hizo sino ponerme más ansioso de lo que ya estaba por liberarme de todas y cada una de las prendas que me separaban parcialmente de la piel contraria y me impedían sentirla en toda su totalidad.

Desesperado, me separé finalmente y muy a mi pesar de esos adictivos labios que segundos atrás me robaban placenteramente el aliento solamente para poder desnudarme de cintura para arriba, lanzando la prenda que anteriormente me resguardaba en algún rincón a mis pies sin más importancia, dejando expuesta mi pálida piel frente a la atenta mirada de un encendido Tom, quien por la manera tan endemoniadamente sensual con la que degustaba su enrojecido y ligeramente hinchado labio inferior, parecía estar a punto de echárseme encima en cualquier momento. Y así lo hizo. Antes de que pudiese si quiera parpadear era estampado contra la rugosa pared a mis espaldas, siendo ligeramente aplastado por el ferviente cuerpo contrario mientras nuestras necesitadas bocas tornaban a buscarse con ansiedad, fusionándose en un intenso beso que volvió a vaciarnos los pulmones en cuestión de segundos.

— Hump… Tom…—gemí una vez su boca dejó perezosamente de acaparar la mía, produciendo un débil sonido húmedo en el proceso. Embobado, me dediqué a mirar ensoñadoramente a mi acompañante durante un par de minutos, perdiéndome en la intensidad esa penetrante mirada castaña que en ese momento me devoraba sin el más mínimo pudor, provocando que un agradable calorcillo se concentrase momentáneamente en mi estómago antes de volver a repartirse nuevamente por todas mis extremidades—. Tommy… —suspiré, sintiendo un ligero estremecimiento producido por el suave y delicado tacto de los dedos contrarios acariciando la piel de mi contraído vientre.

Los carnosos labios de Tom cerrándose en torno a la erizada piel de mi cuello lograron cortarme momentáneamente el aliento, haciendo que me deshiciera en sonoros alaridos que hicieron eco en cada rincón de las cuatro paredes que nos rodeaban y es que, justamente, esa parte de mi anatomía era increíblemente sensible al tacto. El más mínimo roce ahí conseguía dejarme, literalmente, fuera de combate. Y ese era un dato que Tom conocía demasiado bien para mi gusto. Completamente ido, atrapé un puñado de sus bien cuidadas rastas entre los dedos de mi mano diestra, tirando fuertemente de éstas en un desesperado intento por apartarlo de esa zona tan peligrosamente erógena antes de acabar explotando irremediablemente bajo la presión de la apretada tela de mis bóxer’s. No deseaba terminar, al menos no tan pronto.

Él pareció entenderlo, ya que no tardó en abandonar la sensible zona y dirigir sus hambrientos labios en dirección a uno de mis hombros desnudos, inundándolo de suaves y pequeños besos mientras permitía que su cuerpo me aprisionara aun más contra la pared a mis espaldas, dejándome sentir esa fuente de excitación presionándose excitantemente contra mi pelvis, provocándome intensos espasmos de placer que azotaron sin la más mínima piedad cada una de mis extremidades, dificultándoles a mis trémulas piernas la tarea de continuar sosteniéndome por un pequeño instante. Eso fue demasiado para mi, a esas alturas, escaso autocontrol. Estaba totalmente convencido de que, si no le detenía en ese preciso instante, acabaríamos teniendo un desafortunado accidente, por mucho que necesitara apaciguar de una vez por todas ese brío que me consumía las entrañas…

— Espera… —jadeé, inquieto al ver como Tom comenzaba a forcejear insistentemente con el pequeño botón adornando el borde de mis pantalones, tratando de abrirse paso hasta el cierre, maldiciendo un par de veces por lo bajo debido a la torpeza de sus movimientos. Eso me hizo sonreír. No podía evitarlo, admitía que adoraba verle tan desesperado. Me hacía sentir deseado… otra vez—. No duraré mucho más si me tocas directamente ahí… Yo… quiero acabar cuando estés dentro de mi… —confesé, viendo satisfecho como finalmente él se decidía a encararme, desistiendo en su lucha por desabrochar la prenda. En realidad no mentía. Después de tanto tiempo de abstinencia, el más mínimo roce lograba hacerme tocar las estrellas con las puntas de mis dedos.

Sin decir absolutamente nada, Tom me cogió entre sus brazos con una facilidad sorprendente, atravesando la sala de estar a paso ligero hasta situarme de espaldas al gran ventanal que daba acceso a la terraza, estampándome contra él con tanta fuerza que, por un momento, tuve miedo de romperlo y acabar siendo atravesado como un pincho moruno por algún cristal suelto.

— ¡Ah, mi…! ¡Tom, no seas bestia! —rugí, cabreado. Sin duda, había recuperado al mismo Tom que creí perder semanas atrás. El Tom apasionado, salvaje e insaciable a quien estaba tan acostumbrado. Y, por mucho que me quejara, no podía negar que el solo pensarlo me ponía insoportablemente caliente, más de lo que yo mismo consideraba seguro.

— ¡Tshh! —me chistó, silenciándome al instante al colisionar fieramente sus hambrientos labios contra los míos, comiéndome la boca como si su vida realmente dependiera de ello, mordiéndome, lamiéndome y succionándome con voracidad hasta sofocar cruel y, al mismo tiempo, placenteramente el escaso aliento que se encontraba anteriormente almacenado en mis pulmones—. Tú me has provocado, Bill… ahora atente a las consecuencias… —jadeó tras romper levemente el contacto entre nuestras bocas, volviendo a apoderarse hambrientamente de mis labios antes de darme tiempo a responder a sus palabras.

— Hum… —gemí dentro del beso, con la mente completamente en blanco, acción que Tom aprovechó para invadir sorpresivamente mi húmeda cavidad bucal con su traviesa lengua, recorriendo con ella cada milímetro de mi paladar como minutos antes había hecho yo con él, rozando mis dientes en el proceso, provocando que nuestras respectivas salivas se fusionasen al instante.

No tardó en comenzar a juguetear insistentemente con esa pequeña bolita metálica coronando el centro de mi músculo gustativo, convulsionándose violentamente desde las puntas de los dedos de sus pies hasta el último mechón de su cabellera castaña ante el notorio y, al mismo tiempo, placentero contraste de temperaturas a cada roce ocasionado entre el frío metal y su ardiente piel, provocándome un intenso ramalazo de excitación al saberme totalmente responsable de esa reacción.

Sin más preámbulos, Tom se alejó de mi tacto solamente para terminar de arrancarme todas y cada una de las prendas que aun cubrían mi anatomía, haciéndome soltar más de un agudo gritito de sorpresa en el proceso hasta quedarme totalmente desnudo frente a él y su lujuriosa mirada, la cual se clavaba en la mía con tal intensidad que, por un momento, pareció poder traspasarme.

Sin darme tiempo si quiera a abrir la boca, me giró con brusquedad y volvió a estamparme nuevamente contra el gran ventanal, pegando dolorosamente mi mejilla izquierda al cristal, obligándome a usar la lisa estructura como soporte para apoyar ambas manos antes de perder definitivamente el equilibrio. Yo me limité a dejarme hacer con total sumisión, jadeando con la voz entrecortada por rápidas respiraciones, las cuales no tardaron en formar un extenso círculo de vaho a pocos centímetros de mis labios.

Absorto, escuché lo que parecía el débil sonido de un cierre abriéndose, visualizando la imagen de un encendido Tom liberando y exponiendo finalmente esa imponente arma oculta entre sus piernas, sintiendo nuevamente el calor acumularse en mi bajo vientre al notar sus manos afianzarse a mi esbelta cintura con firmeza, manteniéndome bajo su absoluto control.

— Eso… eso no es justo… —jadeé con voz lastimera—. Yo a penas te he tocado y… además, soy el único que no lleva nada encima… —protesté, apretando ligeramente los labios, recibiendo una suave risilla seguida de un suave beso en la nuca como respuesta a mis quejas.

— Como quieras… —concedió él, instándome nuevamente a mirarlo de frente.

Bajo mi perversa y escudriñadora mirada castaña, Tom afianzó ambas manos al borde de su amplia camiseta, permitiendo que la fina y holgada tela se deslizase hacia arriba con tortuosa lentitud, dejando finalmente expuesta esa tersa, cremosa y tenuemente bronceada piel que tan apetecible se me antojaba a la vista, provocándome el deseo de devorarla como si se tratase del mejor de los manjares. Aunque, en cierto modo, para mí lo era. Una pequeña sonrisilla pícara se formó rápidamente en su rostro al comprobar el resultado de sus acciones, haciéndome salivar irremediablemente. Sin duda, era increíble la facilidad con la que ese chico lograba despertar mis instintos más primitivos valiéndose tan solo de una sencilla mueca.

Tan distraído estaba devorando con la mirada ese perfecto cuerpo que tenía delante, que no me di cuenta en qué momento esa prenda había sido lanzada sin más importancia por encima de mi cabeza, quedando aislada a nuestros pies sin más importancia. Esta vez les tocó el turno a sus pantalones, los cuales, para mi absoluto alivio, fueron retirados de su piel sin demasiadas pausas, dejando a la intemperie sus largas y fibrosas piernas. Embelesado, observé como una mano traviesa se adentraba en el interior de la elástica tela de sus ajustados boxer’s negros y comenzaba a moverse con suavidad, ocasionando que sus pequeños nudillos se marcaban ligeramente en el interior de ésta a cada movimiento.

Tom estaba masturbándose en frente de mis narices. Y esa visión tan endemoniadamente tentadora me provocó un intenso ramalazo de excitación seguido de un ligero mareo que me obligó a apoyarme firmemente en el cristal situado a mis espaldas. Cada día me convencía más de que Tom disfrutaba provocándome de mala manera. Pocas veces en mi corta vida me había sentido tan excitado como lo estaba en ese momento…

Cansado de tanta espera innecesaria, me incliné hacia delante hasta quedar sentado en cuclillas en frente de ese palpitante trozo de carne ardiente, engulléndolo por completo de un solo movimiento, acaparando de él todo cuanto me era posible hasta casi atragantarme, sintiendo como se me erizaba instantáneamente el vello de todo el cuerpo tras escuchar el ronco gemido que emanó de entre los labios entreabiertos de Tom. Sin darle a penas una pequeña tregua para, al menos, permitirle respirar con relativa normalidad, comencé a succionar ese miembro erecto con avidez, dejando que mi experimentada lengua se serpentease por toda su exquisita longitud como si estuviese saboreando el mejor de los dulces, sintiéndole crecer a una velocidad anormal en el interior de mi resentida quijada.

— Hum… —gemí, acalorado, sintiendo la punta de ese potente empalme rozarme ligeramente la campanilla, provocándome una pequeña arcada que disimulé tan bien como pude. Estaba ahogándome, pero, paradójicamente, estaba experimentando al mismo tiempo la mejor asfixia de toda mi vida.

Animado por los roncos y constantes jadeos de mi amante, continué estrangulando con ímpetu al “pequeño Tommy” entre los músculos de mi garganta, sintiendo arder cada fibra de mí ser al notar como una mano inquieta se cerraba en torno a mi pelo, atrapando unos cuantos mechones azabaches entre sus dedos e imponiéndome el ritmo de la felación, un ritmo rudo y acelerado al cual yo me adapté gustoso.

Una de mis manos se posó firmemente en su cadera, haciéndola servir de impulso a cada succión mientras la que aun me quedaba libre la ocupaba en mecer sus testículos en un suave balanceo, apretándolos ligeramente al tiempo que le dedicaba a mi acompañante una felina y traviesa mirada, viendo satisfecho como éste, en respuesta, inclinaba la cabeza hacia atrás tanto como la flexibilidad de su cuello le permitía, murmurando frases sin sentido al tiempo que apretaba ligeramente el agarre ejercido sobre mi larga cabellera, dándome a entender que estaba a punto de alcanzar su límite.

— Bill… para… —le escuché suplicar con un tono de voz extremadamente ronco incluso para el propio Tom, accediendo rápidamente a su petición. Al parecer, ninguno de los dos deseaba terminar hasta no estar completamente fundidos con el contrario. Torpemente, logré incorporarme hasta quedar a su misma altura, mirándole intensamente como si tratase de descubrir algo en él que me resultase desconocido.

“Fóllame de una jodida vez, Tom Kaulitz…” le expresé con la mirada, viendo como el aludido humedecía insinuantemente su inflamado labio inferior como si realmente hubiese podido escucharme, jugueteando distraídamente con ese pequeño arete adornando su comisura izquierda, embelesándome con esa erótica danza a la que ese objeto metálico estaba siendo sometido a merced de esa juguetona lengua deslizándose a su alrededor.

No pude evitar dirigir ambas manos hacia esos marcados y bien definidos pectorales que tenía delante, amasándolos ansiosamente entre mis dedos, sintiéndolos endurecer como piedras a cada intenso roce. Pude notar como un ronco alarido quedó atascado en la garganta de Tom al sentirme trazar maliciosamente con mis finas uñas un camino imaginario en dirección a su marcado vientre, enardeciéndome a más no poder al comprobar nuevamente la ronquera de su voz.

Como única respuesta a mis acciones, Tom se limitó a acaparar violentamente mis labios durante un par de segundos antes de, con un ligero apretón de hombros, instarme a darle la espalda, acción que aprovechó para recorrer parsimoniosamente mis costados con la yema de sus finos dedos, los cuales encajó con cuidado en mi temblorosa cadera al tiempo que colaba una de sus piernas entre mis muslos, incitándome a separarlos, cosa que yo no tardé ni un mísero segundo en hacer, ansioso por sentirme completamente lleno entre sus brazos.

— ¡Tom, no!—protesté al sentir una sustancia pegajosa escurrirse entre mis nalgas, penetrando lentamente en mi interior—. Sabes que odio que hagas eso… es… es una auténtica guarrada…—añadí, permitiendo que un suave mohín se formase infantilmente en mis labios.

— Lo sé, lo siento… pero no estoy seguro de poder esperar a prepararte como Dios manda… tendrás que aguantarte por esta vez… —informó Tom al tiempo que cubría mi encendido pecho con ambas manos, aplastando mis endurecidas tetillas bajo sus palmas mientras dejaba reposar su sudorosa frente sobre uno de mis humedecidos hombros, obligándome a encoger ligeramente el cuello ante agradable sensación de cosquilleo que me produjo el suave tacto de una de sus rastas deslizándose suavemente por la zona—. Mira el lado positivo, Bill… como la tengo tan pequeña lo más seguro es que ni si quiera la sientas entrar… —murmuró, divertido y resentido a partes iguales. Yo no pude más que arrugar graciosamente la nariz ante el repentino comentario. No me cabía la menor duda de que, además de egocéntrico, tenía un novio bastante rencoroso…

Separé mis labios con total indignación, dispuesto a rebatirle esas últimas palabras. Pero una fuerte embestida logró dejarme momentáneamente sin habla, obligándome a morderme la lengua al sentirme incapaz de formar una sola frase coherente. En ese preciso instante, el color blanco pintó mi mente, borrando todo rastro de pensamientos que pudiese haber en ella. La sensación de sentirlo invadir las profundidades de mis entrañas después de tanto tiempo era indescriptiblemente placentera, la cual se incrementó aun más si cabía cuando ese imponente sexo comenzó a deslizarse cada vez con más soltura y rapidez en mi apretado interior, haciéndonos delirar irremediablemente a ambos.

—¡¡Ah!!—solté un gemido gutural que hizo eco en mis oídos al notar como era golpeado cierto punto extremadamente sensible en mi interior—. ¡Tom! —rugí, sintiendo la totalidad de ese cuerpo fuerte y fibroso presionándose placenteramente contra el mío, obsequiándome con intensas sacudidas que azotaron sin piedad cada recodo de mi piel, enloqueciéndome. Podía verme a mi mismo reflejado en el cristal que tenía delante mientras era bombeado por un encendido Tom a un ritmo casi brutal, encendiéndome aun más de lo que de por sí estaba.

— ¿Te gusta? ¿La sientes? —le escuché preguntar ahogadamente sin dejar de arremeter enérgicamente contra mi en ningún momento, denotando cierto deje de preocupación en su voz que me hizo sonreír bobamente.

— Tommy… obsesivo…—jadeé, riendo con suavidad—. Me encanta… y la siento…. ahora más que nunca… —afirmé, empleando absoluta seriedad en mis palabras. En ese preciso instante, pude sentirle sonreír ampliamente contra la curvatura que conformaba mi cuello y hombro, depositando seguidamente un corto y casto beso en la afiebrada piel de la zona.

Nuevamente, el ritmo agresivo impuesto por Tom consiguió enmudecerme por completo, haciéndole pagar a mi delicado labio inferior el precio de mi silencio al ser fuertemente oprimido entre mis dientes. Una débil vocecilla interna me advertía constantemente de que mi límite estaba más próximo de lo que creía, haciéndome tensar involuntariamente todas mis extremidades. Realmente me sentía incapaz de aguantar un solo segundo más siendo embestido a semejante fuerza y velocidad, aunque, de igual forma, nadie podía decir que no me esforzaba duramente en prolongar mi aguante.

Por su parte, Tom no cesaba de perforarme el trasero con toda la mala intención, reventándome por dentro a cada bestial embestida como si estuviese descargando así toda la rabia y frustración que le habían estado carcomiendo por dentro días atrás, arremetiendo una y otra vez sin la más mínima piedad contra mi apretado agujero. Le sentía clavarse una vez tras otra en lo más hondo de mi ser, llenándome profundamente mientras la estrechez de mi cuerpo trataba desesperadamente de adaptarse al grosor de ese poderoso empalme en su interior. Definitivamente, mi Tom estaba bien dotado y sabía muy bien como aprovecharse de ello. Demasiado para la desgracia de mi dolorido trasero.

Sentí su húmeda mano cerrarse en torno a toda la longitud de mi hinchado y palpitante miembro, estimulándolo con ferocidad al ritmo de las potentes embestidas, presionando de vez en cuando la enrojecida y sensible punta con el pulgar. Ese fue mi fin. Tras soltar un sonoro aullido de placer, estallé abundantemente entre los expertos dedos de mi amante, sintiendo como segundos después un agradable calorcillo se extendía por mis convulsas paredes internas, haciéndome emitir un profundo y prolongado suspiro repleto de satisfacción.

— Oh… joder… —gimoteó Tom, apretujándose contra mí mientras ambos “sufríamos” los últimos restos del post-orgasmo.

Sentí mi cuerpo flácido entre sus brazos, luchando duramente por mantenerse erguido. De no ser por los fuertes brazos contrarios cerrándose en torno a mi estrecha cintura, seguramente me hubiese desplomado contra las frías baldosas del suelo.

— ¿Y? ¿Cómo he estado? —le escuché preguntar entre jadeos, esbozando una pequeña sonrisa cansada.

— Nada mal… si tuviese que puntuarte te daría… digamos, ¿un 10,5? —propuse, ladeando ligeramente el rostro solamente para contemplar su expresión de cerca.

Él sonrió, aparentemente satisfecho.

— Supongo que tendré que conformarme, ¿no? —murmuró, besando delicada y repetidamente la humedecida piel de mi nuca, obteniendo un suave ronroneo como respuesta a sus caricias.

— No te preocupes, Tommy… puedes estar seguro de que no tengo nada que objetar respecto al calibre de tu “arma”… y dudo hacerlo si sigue portándose tan bien como hasta ahora… —concedí, besando dulcemente sus carnosos labios—. Aunque… si estamos destinados a acabar así siempre que nos enfadamos… creo que te picaré con ese tema más de una vez… —bromeé, ampliando la sonrisa de mi cara al escucharle reír con suavidad.

Esta vez, estaba seguro de haber dado la respuesta correcta…

F I N

Mil Küsses y abrazos a tod@s! <3

Publico con autorización del autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.