One-Shot de Lenz Schwarz

“Feel it all”

Tercer día. Tercer día sin meterme una línea ni inyectarme heroína. Sentía que las entrañas se me saldrían de la garganta y que la piel me quemaba desde el interior.

Era un adicto. Sí. Y me estaba muriendo. Estaba seguro que no podría soportar un día más sin meterme nada. ¿El problema? No tenía dinero. Ya me había gastado todo el pastón que mi hermano gemelo me había dado la semana pasada y ahora no tenía nada.

Sabía que Tom se enfadaría si le pedía más. Sabía que me mandaría a la mierda. Él sabía que yo era un drogadicto. Siempre me daba dinero para «controlar» mi adicción, porque sabía que si lo dejaba así como así, me haría daño. Pero justamente eso no me importaba. Me daba la cantidad de dinero suficiente para racionarla en la semana y así poco a poco lo fuera dejando. Lo que no sabía era que yo me lo gastaba en los primeros dos días y luego lo estaba lamentando. Justo como ahora.

Siempre había sido una carga para todos. Para mi madre, mi padrastro, mi propio padre y hasta para mi hermano. Era como comúnmente dicen… Una escoria humana.

Me había perdido en el mundo de las drogas. Me había sumido en una eterna soledad que sólo podía ser ahuyentada por ciertas sustancias.

¡Mi cabeza iba a explotar! ¡Nunca me había sentido tan jodidamente mal en toda mi puta vida! Todo el cuerpo me temblaba y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar.

Ronnie, uno de mis «amigos», aunque mejor dicho, uno de mis compañeros de cuarto, o pocilga, como gusten llamarle, no tardaría en llegar y entonces, le rogaría para que me diera un poco de droga.

Escuché la puerta abrirse luego de unos interminables minutos. El tiempo se pasaba tan lento…

Giré la cabeza en dirección a la puerta y alcé la mirada como pude, sintiéndome completamente débil.

— ¡Bill! —Ronnie prácticamente corrió hasta donde yo me encontraba tirado y me levantó por los brazos, ayudándome a sentar— ¿Qué jodidos? Bill, estás hecho un asco, hombre. —Me inspeccionó de pies a cabeza y sólo pude soltar una risa, viendo todo borroso.

—Ne-necesito una línea… —pude articular finalmente, sin dejar de reír y Ronnie rápidamente sacó una jeringa de su bolsillo. No pude ver si era nueva, pero seguramente no.

—Lo siento, no traigo coca. Sólo heroína… —Se desabrochó el cinturón de la cadera y me lo tendió. Yo estaba demasiado débil, pero al ver que me daría lo que mi cuerpo pedía, reaccioné con todas las fuerzas que fui capaz de dejar salir. La ansiedad era tan alta que mi mente no podía ver nada más que la jeringa, el cinturón y el preparado que ya estaba en las manos de Ron.

Sostenía una cuchara con el líquido de la heroína casi disuelta y prendió un encendedor para ponerlo justo debajo de la cuchara. Cuando el líquido comenzó a hervir, sacando burbujitas, apagó el encendedor y entonces tomó la jeringa y lo succionó.

Sonreí. Casi podía sentir la droga fluir nuevamente por mis venas y comencé a morderme insistentemente los labios. Mis ojos estaban más abiertos que nunca, seguramente con el rímel corrido, pero eso poco me importaba ahora.

Tomé el cinturón y me lo amarré al brazo, en la zona del bíceps. Lo apreté lo más que pude y vi con felicidad como mi vena se saltaba, enseñándome el camino. Le quité la jeringa de las manos a Ronnie y ensarté la aguja en mi piel. Pude incluso escuchar el sonido de la aguja rompiendo la carne y me relajé por completo.

Presioné la parte superior de la jeringa y entonces sentí como el líquido atravesaba mis venas, mezclándose con mi sangre. Cerré los ojos y llevé la cabeza hacia atrás, perdiéndome en el deleite de lo bien que eso se sentía.

Era como estar en el paraíso.

Los temblores de mi cuerpo y el ardor de mi garganta cesaron. Era como una medicina que un enfermo terminal necesitara. Abrí mis ojos y dejé de ver borroso, para ver todo con más claridad. Las luces entraban por la ventana y aunque veía las cosas moverse lentamente, ya no veía borroso, no más.

Vi a Ronnie negar un par de veces con la cabeza y sonrió de lado.

—Estás peor de lo que imaginé, Kaulitz.

No pude contradecir a eso y sólo reí nuevamente. No me importaba lo que él pensara, o lo que mi hermano pensara, o lo que mi madre pensara, o lo que el estúpido mundo pensara. Yo así estaba bien.

—Necesito salir de aquí —dije y me levanté de un salto. Tomé la chaqueta de cuero con gorro que Tom me había prestado y me calcé los zapatos. Me encaminé hasta la puerta y escuché un chasquido.

—No tan rápido, niño bonito… —Siseó Ronnie y se levantó también, amarrándose nuevamente el cinturón que me había prestado—. ¿A dónde vas a ir?

— ¿Te importa? —Giré mi cabeza para verlo de reojo y di un par de golpecitos en el suelo con mi bota, un tanto impaciente.

—En realidad sí. No puedes irte así nada más. Yo voy contigo.

Viré los ojos y abrí la puerta de un jalón. ¿Quería venir conmigo? Bien, pero yo no lo iba a estar esperando.

El frío que me azotó en la cara una vez estuve afuera fue garrafal. Tuve que ponerme el gorro mientras caminaba por un callejón y subirme por completo el cierre de la chamarra. Metí mis manos heladas en los bolsillos de la misma y seguí caminando, mirando hacia abajo. Era prácticamente una costumbre que tenía. Nunca miraba hacia arriba.

Ronnie me seguía detrás y yo miraba cada dos minutos de reojo para ver si no se me había perdido, pero no, ahí seguía.

Llegué hasta la casa de Beth, y propiné dos toques a la puerta, la cual enseguida se abrió. El olor a cigarro y a alcohol inundó mis fosas nasales y sonreí nuevamente. Ese olor era tan hermoso…

— ¡Hey, Bill! Llegas justo a tiempo… —Beth abrió la puerta de par en par para dejarme pasar y luego a Ron y entonces caminé por el pasillo de la casa hasta llegar a la pequeña salita.

Estaban todos. Camille (la novia de Ronnie), Travis y Matt; los negros del grupo, Alessa, Gareth y Frank. Incluso había más personas, pero no recordaba exactamente sus nombres.

Todos me recibieron con un saludo y algunos incluso con un abrazo. Hacía tiempo que no me reunía con ellos. Tom le había propinado una golpiza a Gareth y me había dado pena asomarme por esos rumbos, pero ahora, ya nada me importaba y por lo que veía, a ellos tampoco.

Me invitaron a sentar junto a ellos en uno de los sillones viejos y sucios del lugar, y rápidamente me pasaron una botella, que no pude identificar exactamente de qué se trataba. La tomé y me la llevé a los labios luego de abrirla. El líquido rasposo bajó por mi garganta y cerré mis ojos por lo fuerte que estaba. Solté un pequeño bufido luego de tragarlo y segundos después, le di un sorbo más. No estaba tan mal.

Rato después decidimos salir de la casa de Beth e ir a un lugar que ellos acostumbraban. Yo no estaba muy familiarizado, pero aún así decidí acompañarlos. Caminamos colina abajo. Yo sentía los efectos de la heroína todavía en mi sistema, pero ya más tenues. Estaba seguro de que en un par de horas necesitaría más y no me cargaba ni un dólar en la bolsa. Ya pensaría a quién sacárselo.

Cruzamos un callejón completamente vacío y nos reunimos con otras personas en las afueras de un edificio completamente abandonado y grafiteado hasta el suelo. Un sofá color beige estaba tirado enfrente de unas rejas. No se veía para nada limpio, pero ya no estaba acostumbrado a sentarme en algo realmente así.

Caminé hasta ese lugar y me senté, alzando mis piernas para abrazarlas. El frío que hacía era mucho y yo no tenía nada más para calentarme.

Ronnie se acercó a mí luego de unos minutos y palmeó mi hombro.

—Bill… —Levanté la mirada hacia él y traté de sonreír, aunque más bien creo que hice una mueca— Ven… —Hizo un movimiento de cabeza hacia donde estaban los demás sin decir nada y yo asentí en señal de que iría en un momento.

Me quedé sentado, abrazándome a mí mismo por unos minutos más y luego me levanté para caminar hasta donde estaban. Habían muchas personas que en mi vida había visto y al querer llegar hasta donde estaba Ronnie, Beth, y el grupo, choqué con un chico, de más o menos mi edad, pero con expresión lúgubre. Se notaba que estaba mucho más pasado que yo y entonces me dio un empujón que me hizo trastabillar. Nadie se inmutó.

Me reincorporé y traté de seguir caminando como si nada hubiera pasado pero sentí un tirón en la parte baja de mi chaqueta. Sabía perfectamente que ponerme a pelear no era lo más inteligente, así que sólo intenté zafarme. El chico que ni siquiera el nombre sabía siguió jalándome hasta que logró quitarme la chaqueta de Tom. Seguro se enojaría. Pero, ¿qué más daba? Como si mi hermano no se hubiera enojado nunca conmigo.

Bufé mentalmente y traté de cubrirme con la pequeña sudadera que llevaba. Seguí caminando, pero ésta vez en dirección contraria a todos. No quería causar más problemas y que al rato me tuvieran que sacar a rastras y con un ojo morado por ocasionar una pelea.

Mi vida era un desastre. Un completo desastre… Y eso, nadie lo dudaba.

Seguí mi camino. No sabía exactamente hacia donde iba, pero sí sabía que necesitaría otra dosis pronto.

Vagué por las calles durante casi media hora hasta que me topé con el club al que siempre solía ir con Tom cuando éramos adolescentes. Sonreí al mirarlo y entré sin dudar. Para mi asombro, el grupo de Beth se encontraba ahí. ¿Por qué? Ni puta idea.

Me senté en la barra junto a ellos, esperando que alguien me prestara atención y así fue. Beth se acercó a mí y me ofreció una línea sin pedirme nada. Le sonreí ampliamente, sintiendo que la amaba en ese momento y me acerqué hacia donde había puesto la cocaína. Tapé uno de mis orificios nasales e inmediatamente aspiré con el otro. Parpadeé repetidas veces, sintiendo todo el polvo entrar por mi nariz y entonces volví a sentirme feliz.

Beth me guiñó un ojo y luego copió mi acción con una línea un poco más gruesa.

Las luces del club nos iluminaban y las sombras que se formaban flotaban en el aire, viajando de un lado a otro. De pronto comencé a sentir la música fluir por mis venas y el ritmo instalarse en mi cuerpo por completo.

La música… Aquella cosa que un día tanto había amado y que de un momento a otro se fue al caño.

Tom y yo siempre habíamos querido formar una banda. Era nuestro sueño. Él se la pasaba tocando la guitarra y yo bueno, cantaba bastante bien. Fue un sueño que se quedó a medias. ¿Lo que pasó? Conocí las drogas. Entré en el mundo de la fama por un tiempo y eso me bastó para perderme en él. Sabía que había decepcionado a mucha gente. Sabía que Tom me odiaba en lo profundo por haber destruido su misma carrera y eso era algo que nunca me iba a perdonar. No sólo había terminado con mi vida, sino con la de él también.

Sequé una lágrima que escurrió por mi mejilla sin pedirme permiso para salir y me levanté del asiento, caminando hacia los baños. Pasé por un oscuro pasillo y entonces vi a un tipo forcejeando con Beth. Trataba de besarla y ella trataba de quitárselo de encima. Obviamente nadie hacía nada. ¡Nadie nunca hacía nada!

Tomé una botella, lo más cercano que encontré y me aproximé hasta el tipo. Lo siguiente que hice fue brindarle tremendo golpe con la botella justo en la cabeza. Vi los pedazos de vidrio salir disparados hacia todos los lados y escuché el grito de Beth por encima de la música. La miré por unos instantes, al igual que ella a mí y segundos después, los dos comenzamos a golpear al tipo hasta que cayó al suelo. Entonces siguieron las patadas.

Descargué todo lo que estaba sintiendo en ese momento con él. Imaginé que ese gordo drogadicto era yo y que con cada patada que le daba, me la estaba dando a mí mismo.

¿¡Por qué Bill!? ¿¡POR QUÉ, MALDITA SEA!? ¿¡Por qué tuviste que acabar con tu miserable vida así!?

Sentí mis ojos humedecidos nuevamente y los apreté para que ninguna lágrima saliera otra vez. Miré con desprecio al tipo ensangrentado que se encontraba tirado en el suelo y entonces me largué de ese lugar.

Los gritos de Beth se escuchaban a mis espaldas, pero poco me importaba.

Necesitaba más droga. El ponerme así me había bajado de golpe todos los efectos y ahora estaba más nervioso y ansioso que antes. Tenía que ir a buscar a Tom. Tenía que suplicarle que me diera dinero otra vez. Posiblemente se compadecería de mí y me diera algo.

Caminé por el pasillo para salir a donde estaba la multitud nuevamente y miré a Tom entrar por la pequeña puerta atiborrada de gente. Sentí que el alma se me cayó a los pies. ¿Qué mierdas estaba haciendo ahí?

De pronto todo el coraje y la valentía que hace unos segundos sentía, se había esfumado.

Ver a Tom ahí, tan normal, entrando en el club que solíamos visitar me había traído muchos recuerdos. Muchos recuerdos que prefería borrar.

Me di la vuelta para salir del lugar por la parte de atrás. No quería ver a Tom. No quería que Tom me viera así.

Comenzaba a sentirme otra vez mareado. Necesitaba una dosis. Una maldita dosis ya.

Sentí que alguien me agarró del hombro y giré la cabeza, rogándoles a todos los dioses que no fuera mi hermano.

Respiré tranquilamente cuando vi la media sonrisa de Ronnie y caminé con él hasta la salida.

—Nos regresamos a casa, Kaulitz. Conseguimos un preparado… Y estoy seguro que te va a encantar —soltó alzando las cejas y el ánimo volvió a mí. Tenían droga y eso era lo importante.

Nos subimos al coche junto con los demás del grupo. Me acomodé en el asiento y miré por la ventana. Estaba cerrada, pero alcanzaba a ver las luces y los edificios pasar enfrente de mis ojos. Veía todo de forma lenta. Giré mi cabeza para concentrarme mejor en el paisaje fuera del coche y suspiré.

Llegamos luego de veinte minutos de camino. El sol se había escondido hace mucho y el frío era aún peor.

Bajamos del coche y entramos nuevamente en la casa de Beth. No quise preguntarle más acerca de lo que había pasado en el club con ese tipo y al parecer, ella tampoco quería hablar sobre el tema.

Travis y Matt fueron los primeros en sentarse en el único sillón viejo de la sala y yo decidí sentarme en el piso. Travis sacó una bolsita con un polvito blanco y luego varias jeringas. No nos tocaría mucha porción a cada quien, pero ya era algo.

Ronnie y Camille se metieron al baño con un par de cordones y dos jeringas ya preparadas. Sonreí al mirarlos. Que bonito sería tener a alguien así… Alguien que compartiera tus mismos gustos y sentimientos.

Regresé mi mirada a donde se encontraba Travis y me relamí los labios instintivamente al ver que ya había preparado la mayoría de las jeringas. Esperé a que me pasara la que me tocaba y tomé un hilo, lo amarré al bíceps lo más fuerte que pude y guié la jeringa hacia mi piel.

Se escuchó un grito desde el fondo del baño. Era Ronnie. Miré en esa dirección al mismo tiempo que todos y decidí dejar la jeringa a un lado. Me levanté y caminé hasta el baño con los demás siguiéndome por atrás.

Ronnie estaba llorando, gritando, pidiendo ayuda. Abrí rápidamente la puerta y la escena con la que me encontré me dejó helado.

Ron estaba de rodillas en el suelo, con las manos tratando de levantar a Camille de la bañera. Los dos estaban completamente desnudos y Camille escupía espuma por la boca con los ojos entornados y fijos hacia arriba. Ronnie la zarandeaba, tratando de hacer que reaccionara y luego simplemente se dio por vencido, dejándola ahí, flotando en el agua, con la espuma escurriendo por su boca.

Nadie supo qué decir. Nadie supo qué hacer. Me acerqué a Ronnie para tratar de calmarlo pero sólo recibí un manotazo en la cara que me hizo retroceder. Beth me tomó por el brazo y negó con la cabeza al mismo tiempo que todos regresaban a la pequeña salita.

Miré a mi amigo tendido en el suelo, abrazándose las piernas, mientras soltaba gritos desgarradores y las lágrimas escurrían como cascada de sus mejillas. Guié luego mi mirada hasta el cuerpo inerte de Camille y sentí mis ojos escocer. Estaba muerta. Muerta.

Tragué saliva, pensando que podría ser yo. ¿De verdad quería acabar así? ¿De verdad pensaba llegar hasta el punto en el que me diera una sobredosis y muriera? No sabía cuánta heroína había consumido Camille, pero seguramente se había estado drogando todo el día.

Giré sobre mis talones y decidí salir de ese lugar. Pronto llegaría la ambulancia y los policías y yo no quería estar presente.

Decidí entonces regresar al club. Tal vez me encontrara con Tom y pudiera pagarme aunque sea un trago.

Tallé mis manos para quitarme el frío de encima y caminé el tramo de regreso al club. Entré nuevamente por la pequeña puerta y traté de buscar a Tom por todo el lugar.

Las ansias crecían cada vez más en mi interior y yo no quería que siguiera así y al rato no poderlas controlar con nada.

Maldita sea Tom, ¿dónde mierda te metiste?

Seguí caminando por todo el jodido club y le di al menos tres vueltas tratando de vislumbrar a mi hermano gemelo, pero no estaba por ningún lado. ¡Mierda!

La paciencia se me estaba acabando y Tom no aparecía. Me mordí los labios en señal de nerviosismo y me senté en uno de los bancos de la barra.

¿Qué mierda haría ahora? No conocía a nadie que pudiera darme una línea o aunque sea una probada. Todos en el club eran desconocidos para mí.

.

Un tipo de unos treinta años aproximadamente se acercó a mí y se sentó en otro banco que se encontraba desocupado. Me miró con una ceja alzada y luego preguntó: — ¿Quieres un trago?

Desde pequeño me habían enseñado que no debía relacionarme con desconocidos, pero estaba en un momento muy tenso de mi vida y en verdad necesitaba aprovecharme de la situación.

—En realidad… —me seguí mordiendo los labios y troné un par de dedos— ¿Tendrá algo más… fuerte? —pregunté casi en un susurro, ladeando mi cabeza.

El señor soltó una carcajada y colocó una de sus manos en mi hombro, acariciándolo en círculos.

Sentí un escalofrío recorrer por todo mi cuerpo y me tensé más de lo que ya estaba. Me removí un poco en mi lugar para tratar de zafarme de su agarre, pero no lo logré.

Tragué saliva cuando se me acercó más y su mano fue hasta el hueco de mi cuello y hombro, pasando sus dedos por ahí.

—Sí tengo algo más fuerte, claro que sí… —dijo lentamente, mirándome los labios— Pero necesitaré algo a cambio… Ya sabes, no puedo regalarte así las cosas…

Bajé la mirada para no verle los ojos lujuriosos que se cargaba y cerré los ojos cuando acercó sus labios a mi oído. Apreté la mandíbula al sentir su aliento chocar contra mi oreja y me quedé rígido, sin saber exactamente qué hacer.

— ¿Qué dices? ¿Vamos al baño?

Abrí mis ojos al escucharlo decir eso y me levanté del banco. Mientras más lo pensara, más dudaría y en verdad necesitaba esa droga. Necesitaba cualquier cosa para dejar de sentirme así.

Lo tomé por el brazo y caminé hacia donde se encontraban los baños. Sentía las lágrimas a punto de salir de las cuencas de mis ojos pero me tallé los ojos con el dorso de mi brazo para evitar que pasara.

No quería pensar en lo que estaba a punto de hacer. No quería pensar en nada más que en la droga entrando por mis venas.

Al llegar a los baños el tipo me jaló hacia un cubículo y nos metió a ambos dentro de él. Su sonrisa se volvió más penetrante y sus ojos se oscurecieron repentinamente. Volví a tragar saliva y me hinqué, desabrochándole rápidamente el pantalón. Mientras más rápido empezara, más rápido terminaría.

Quería llorar. Sentía un fuerte nudo en mi garganta y tuve que poner todas mis fuerzas para no derrumbarme en ese momento.

En cuanto hube liberado su miembro de los pantalones me tomó por el cuello y a jalones hizo que me levantara. Al parecer, también quería terminar rápido. Me tomó del cabello y me giró, azotándome contra una de las paredes de los cubículos.

No era virgen. Ya había estado con otros hombres en esa situación, pero ésta vez era diferente. Ésta vez no era porque yo quisiera, o porque ambos lo deseáramos. Ésta vez sentía náuseas al sentir el roce de sus manos contra mi piel y sentía las ganas de gritar de frustración cada cinco segundos.

No me quitó toda la ropa. Se conformó con sólo bajarme el pantalón por debajo de las nalgas, arrastrando también el bóxer e hizo que me inclinara hacia adelante para facilitarle el acceso.

Apreté mis labios cuando sentí su duro miembro rozarme las nalgas y reprimí un profundo quejido cuando lo sentí entrar. Mi entrada no estaba nada preparada. Sentí un fuerte dolor atravesarme y apreté las manos a cada lado de la pared, tratando de sostenerme. El dolor era indescriptible. Era algo que nunca en toda mi vida había sentido. No estaba nada excitado y sólo quería, sólo deseaba que se terminara ya.

Se sostuvo con una mano de mis caderas y propinó otra fuerte embestida en mi interior, haciendo que me inclinara más hacia adelante. Con su otra mano me tomó de la cara, haciendo que la volteara ligeramente y me apretó la mandíbula, al mismo tiempo que seguía sus movimientos detrás de mí.

Cerré los ojos lo más fuerte que pude, tratando de pensar en otra cosa. Tratando de imaginar que no estaba ahí y que pronto todo terminaría.

Me soltó la cara y amoldó su mano en mi hombro y parte del cuello, dándome un par de embestidas más fuertes.

Sentí como mi entrada se abría con cada estocada que daba y como las lágrimas amenazaban con salir nuevamente. Apreté lo más que pude los ojos; no iba a permitir que ese puerco me viera llorando.

Me sentía tan usado… Tan sucio…

Era una sensación horrible. Completamente diferente a lo que alguna vez pude imaginar.

Dio algunas estocadas más dentro de mí y entonces sentí como sacaba su miembro todavía duro de mi interior y dejaba salir un gemido ronco, desde lo profundo de su garganta. Me quedé parado un instante y luego me giré, subiéndome los pantalones. Me dejé caer en la taza de baño, limpiándome los ojos y vi como él se subía los pantalones y los abrochaba. Sacó su billetera y me aventó un billete a la cara. El billete cayó al suelo y rápidamente me incliné para levantarlo y guardarlo en mis bolsillos. Lo escuché reírse y luego dio la media vuelta, saliendo del cubículo.

Me sentí basura.

Me sentí nada.

Todo se había ido al mismo carajo en ese momento. Nunca había tenido la necesidad de hacer lo que hice y justo hoy, después de que Camille muriera, no pude aguantarme las ganas de meterme más droga en el sistema.

¿Qué mierda me pasaba? ¿¡Qué mierda pasaba por mi cabeza!?

Me dejé caer en el suelo, resbalando por la pared del cubículo y recargué la cabeza en ella, soltando un grito con todas mis fuerzas.

Me sentía tan sucio… Tan patético. Había dejado que un completo extraño me violara por unos cuantos dólares.

No pude contener ni un momento más las lágrimas y dejé que resbalaran por mis mejillas mientras soltaba un grito más de desesperación, de impotencia, de saber que había cometido el error más grande de mi vida.

Limpié mis ojos y el puente de la nariz para quitarme las lágrimas y solté un suspiro, todavía recargado sobre la pared del baño.

Lo hecho, hecho estaba y no podía hacer nada para cambiarlo.

Mi vida no podría estar peor que en ese momento…

Salí del baño sintiéndome mareado. Las luces neón del club hacían que viera todo borroso y me mareara aún más. Tenía dinero y lo iba a aprovechar.

Me acerqué a un grupo de muchachos que me pareció haberlos visto antes. Uno de ellos sostenía una jeringa en su mano y se disponía a inyectarse.

Me senté a su lado y saqué el billete de mi bolsillo, poniéndolo sobre la mesa. Sabía que no era mucho, pero esperaba que al menos me alcanzara para una dosis.

El chico asintió e hizo una señal con la cabeza, indicándome donde se encontraban las demás jeringas. Sonreí al verlas y tomé rápidamente una.

Tenía que inyectarme algo pronto. Lo que fuera. Quería olvidar, olvidarme de todo de una vez por todas.

La jeringa ya estaba llena con una sustancia, que no sabía exactamente qué era, pero poco me importó. Me di un golpe en la vena y rápidamente se saltó, como si supiera lo que yo quería. Ensarté la jeringa en mi piel y cerré los ojos, disfrutando nuevamente del líquido correr por mi sangre.

Me paré del asiento sin siquiera mirar al chico y comencé a caminar nuevamente por el club. No era heroína lo que había tomado. Era otra cosa… Otra cosa que nunca había probado.

Sentía mi cuerpo moverse por inercia y las luces girar más deprisa de lo normal.

La música sonaba como un eco en mis oídos y mis ojos perdían visibilidad con cada paso que daba. Mierda… Me sentía tan mal…

Tom… ¿dónde estás?

Seguí caminando sin poderme detener, pasando entre las personas que bailaban, tomaban, fumaban a mí alrededor. Mis ojos se cerraban y sentía el piso flojo. Todo estaba mal. ¿Qué diablos me había metido?

Todo comenzó a darme vueltas y de pronto miré todo negro. Mis piernas fallaron y sentí algo duro chocar contra todo mi cuerpo. Mi cabeza rebotó en el cemento del piso del club y mis sentidos dejaron de funcionar.

Me perdí en mí mismo.

F I N

por Lenz Schwarz

Escritora del Fandom

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